Peligro en La Selva

Published on January 2017 | Categories: Documents | Downloads: 137 | Comments: 0 | Views: 493
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Peligro en la selva

Obra de Janet y Geoff Benge, narra con una pluma ligera y directa la vida de Nate Saint, un aviador y misionero ejemplar que perdió la vida en Ecuador llevando el mensaje del Señor a los indígenas huaorani. De origen neozelandés, Janet y Geoff Benge han escrito en los últimos veintiocho años una gran variedad de libros que van desde guías curriculares de enseñanza, cuentos infantiles y poemas, hasta materiales de marketing. Sin embargo, esta pareja de prolíficos escritores alcanzó el reconocimiento mundial a través de la serie "Héroes cristianos de ayer y hoy", una recopilación de 35 libros que cuentan las hazañas de mujeres y hombres que entregaron

sus vidas para servir a los demás. Serie donde destacó la historia de Nate Saint: un cristiano misionero y aviador que intentó evangelizar a los nativos del Ecuador. Nate Saint se dio la vuelta y esperó a que su hermano Sam – de diecinueve años- le ayudara a encaramarse a la cabina. Hubiera preferido poder hacerlo solo, pero las piernas de un niño de siete años no daban más de sí. Una vez arriba, se subió al asiento de cuero y después de acomodarse, se colocó unas gafas que colgaban de la cabina. Sentado en aquel biplano Challenger mientras aguardaba que Sam Completara la inspección exterior del avión, le parecía imposible que estuviera a punto de volar. En 1930 volar era un privilegio reservado a una minoría privilegiada, pero el pequeño Nate tenía un hermano que era instructor de vuelo. Sencilla y amena, "Peligro en la selva", obra publicada por primera vez en 1998, escudriña a profundidad la biografía del predicador estadounidense, quien nació el 30 de agosto de 1923 en Filadelfia. Como una escalera, precisa y armoniosa, el texto de los Benge no lleva peldaño a peldaño por un recorrido que parte desde los primeros años de vida de Saint, en donde aflora su pasión por la aviación y el amor a Dios, y repasa con lujo de detalles su entrega definitiva a Jesucristo tiempo antes de unirse al ejército de los Estados Unidos, en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Nate estaba solo. En esos momentos recordaba el verano anterior y su estancia en un campamento de las montañas Poconoes. Le gustaba, en especial, evocar aquel sábado por la noche en el que todos los participantes se sentaron alrededor de la fogata. El consejero les preguntó si alguien quería entregar su vida a Jesús. Él levantó la mano. Llevaba toda su vida escuchando historias bíblicas y repitiendo oraciones que había aprendido, pero aquella noche todo fue

diferente para él. Era la misma diferencia que existía entre ver a su padre dibujar sobre una hoja de papel el boceto de una majestuosa vidriera, y ver el reflejo de la luz a través de la vidriera, una vez terminada ésta. Recomendable para todas las edades, según Editorial Jucum, la casa madre de la serie "Héroes cristianos de ayer y hoy", este libro sirve de faro y guía espiritual para todos aquellos hombres y mujeres que busquen adentrarse en lo que significa la obra misionera y la responsabilidad que implica aceptar el llamado de Dios para divulgar Su Palabra en cualquier punto del mundo. Y es que la revisión de los días del protagonista de la historia, realizada con minuciosidad académica, manifiestan el largo y batallador camino que debió recorrer Saint para cumplir a cabalidad con los designios del Padre Eterno. Llevaba tiempo escuchando los programas radiofónicos del Dr. John Zoller, y ya que estaba tan cerca de Detroit, le pareció una buena idea visitar la iglesia del Dr. Zoller -la Zoller Gospel Tabernacle- para escucharle en persona. Esto fue lo que ocurrió en la Nochevieja (última noche del año) de 1944. Entró en la iglesia con la ambición de ser piloto o mecánico de aviones en los Estados Unidos, pero cuando abandonó el templo en la madrugada del día de Año Nuevo de 1945, estaba decidido a ir a un instituto bíblico y ser misionero en un país extranjero. Nate dejó el martillo a un lado, se secó el sudor y llenó su vaso con el agua de la botella que estaba sobre el madero. Nunca imaginó que Ecuador fuera tan hermoso. No importa el tiempo que vivas aquí, pensó, nunca me cansaré del paisaje. Al Sur, como a unos cincuenta kilómetros, se levantaba majestuoso el volcán Sangay. Cada mañana la montaña parecía tener una apariencia distinta. Había ocasiones en la

que la cumbre resplandecía con el color rojizo de la lava, y en otras, el cráter arrojaba una columna de humo y ceniza que acababa cubriendo el valle de una capa de color grisáceo. El siervo del Todopoderoso, miembro de una numerosa familia cristiana encabezada por Lawrence Saint y que se graduó en el Wheaton College en 1947, es mostrado por Janet y Geoff Benge en todos sus ángulos humanos y evangélicos. Como una perfecta secuencia fotográfica, exacta y justa, se revela capítulo tras capítulo cada paso que efectuó en su tránsito terrenal y las aristas de su personalidad. Empero, la esencia de su biografía, su misión evangelizadora con los indígenas huaorani en tierras ecuatorianas, se despliega y se desenrolla en diez de los dieciséis capítulos con los que cuenta el texto. Por aquel entonces, Nate recibió una carta de su hermana Rachel, quien había regresado a Perú para trabajar con los indígenas Shapra. En ella le contaba sobre sus conversaciones con Tariri, el jefe de la tribu, para intentar convencerlo de que cazar cabezas era malo. Éste, no obstante, no parecía prestar demasiada atención a lo que escuchaba. Sin embargo, se habían hecho buenos amigos. Rachel seguía adelante con la traducción del Nuevo Testamento a la lengua Shapra, en unión de sus dos compañeros de los Traductores Bíblicos Wycliffe. En la carta le decía también que no conseguía quitar de su pensamiento la idea de que los Auca eran el grupo que Dios había preparado para ella, aunque desconocía el cómo y el cuándo. Hasta que ello sucediera, seguiría confiando en Dios. El descubrimiento de la nueva aldea dio mucho que pensar a Nate en su vuelo de regreso a Shell Mera. Los aucas estaban atrapados en un círculo de violencia. Antes de escuchar, mataban. ¿Cómo evangelizarían los misioneros a un pueblo

tan violento, que mataba a todos aquellos con quienes entraba en contacto? ¿Cómo se las arreglarían para llamar su atención y, sobre todo, para ganar su confianza y demostrarles que venían en son de paz? Nate no tenía respuesta e ignoraba que ésta podría implicar el sacrificio aún de su propia vida para ayudar a construir un puente de confianza con la gente auca. Desafortunadamente, las anotaciones finales de este libro, que exhala por todos sus lados un cúmulo de valores morales, relatan de manera magistral "La operación Auca" una tentativa mortal de contacto de cinco misioneros norteamericanos con habitantes de la selva ecuatoriana- en la que Saint intervino guiado por formación cristiana. Por intermedio de una prosa aguda e inteligente, los esposos Benge exponen cómo se terminó de forma abrupta la vida y obra evangelizadora de Nate Saint el 8 de enero de 1956, cuando apenas tenía 32 años de vida. Una cruel muerte que fue transmitida a todo el mundo y que, al mismo tiempo, reactivó el esfuerzo misionero en los Estados Unidos. Gikita aprovechó la ocasión para avanzar y colocarse a espaldas de Nate, Rogern Youderian y Ed McCully, pero resbaló al pisar un tronco húmedo y cayó al suelo. Los tres se giraron al oír el ruido producido por las jabalinas. Los jóvenes atacantes –perdido el elemento de sorpresa, el aspecto más importante para salir airosos en cualquier ataque- huyeron. Pero Gikita tenía que demostrarles cómo ser valientes. Tras emitir un grito de guerra para que los jóvenes le siguieran, salió corriendo hacia la playa. Su primer objetivo era el piloto de la abeja de madera. Extendido hacia atrás su poderoso brazo derecho, lanzó la primera jabalina… Nate cayó desplomado sobre la arena. El cristal de su reloj se rompió al impactar con una roca. Las manecillas se detuvieron en las tres y diez de la tarde.

Aquella noche todos los que amaban a Nate Saint, Jim Elliot, Ed McCully, Roger Youderian y Pete Fleming, se reunieron en la sala de Shell Merita. La cumbre del Monte Sangay -con su peculiar tono rojizo- era claramente visible en el horizonte. Marilou McCully, quien estaba a punto de dar a luz, se sentó al piano y comenzó a tocar la melodía del himno que los misioneros cantaron con tanta esperanza la mañana que salieron para la Playa de las Palmeras. Betty Elliot cantó la letra: En ti descansamos, escudo y defensa nuestra No marchamos solos contra nuestro enemigo Fortalecidos con tu poder, bajo el amparo de tu tierno cuidado En ti descansamos, y en tu nombre vamos. Frank Drown abrió la Biblia gastada por el uso, y leyó el siguiente versículo: "sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida". El legado de los hermanos Saint, enterrados muy cerca el uno del otro en suelo auca, es que hoy en día, y de forma aproximada, uno de cada diez indígenas Waoranis es cristiano, y está hablando del mensaje del evangelio con otros miembros de su tribu. Es el mismo mensaje que tan nítidamente ilustra la muerte de Nate y la vida de Rachel entre ellos. Es el mensaje de un Dios de esperanza, amor y perdón.

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