Siri Casos Concretos

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Entre la explosión informativa y la sombra digital1
Laura Siri

El repetir no me aflige porque lo viejo es lo nuevo: todas la aves dan huevos luego el hombre es el que elige. José Larralde, Herencia pa’ un hijo gaucho III

El fenómeno de la hiperabundancia de información para ciertos sectores, en convivencia con un déficit de información en otros, no es nuevo. Y no ha sido generado, como suele creerse, por el desarrollo de determinadas tecnologías. Más bien, como expresa Juan Luis Millán Pereira (1993:7), el incremento exponencial de las necesidades informativas generado en las últimas décadas puede atribuirse a un proceso de crecimiento basado en: • • la supresión económica de las fronteras políticas, la generalización del modelo de empresa multinacional como prototipo de agente productivo,

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Una primera versión de este artículo fue publicada en Alambre. Comunicación, información, cultura N° 4, noviembre de 2010.

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la transnacionalización de las economías capitalistas y el establecimiento de un nuevo sistema jerarquizado de organización industrial.

De no haberse podido resolver desde el punto de vista tecnológico, dice este autor, el éxito del modelo económico mismo se habría visto comprometido. Por lo tanto, no hay una causalidad que vaya desde lo técnico hacia lo social, sino más bien una retroalimentación entre ambos factores, que llega incluso a desdibujar su respectiva pertinencia para fusionarse en lo que Wiebe Bijker et al. (1987) denominaron “lo sociotécnico“. Cabría preguntarse, entonces, cuál es el sentido de reactualizar el debate sobre este tema, sobre todo cuando la hipótesis general se mantienecon pocos cambios. Ésta es que –como ha señalado Ford en Toma This, El malestar de la brecha digital (2002) o en Memorias abandonadas (1999)– la aparente hiperinformación convive con lo que Herbert Schiller (1994) llamó “data deprivation“, o déficit de “información socialmente necesaria”: aquella que necesita el ciudadano para decidir sus acciones políticas, económicas y sociales. Paralelamente, existe una “asimetría de información“, por la cual algunos incluso pueden llegar a sufrir por el bombardeo constante proveniente de las redes sociales online, los diarios, la televisión, los blogs y otras fuentes, mientras que otros permanecen subinformados o, peor aún, desinformados. Hay al menos dos motivos que justifican hacer una actualización de las cifras y hechos asociados a esta paradoja informacional. El primero es que el discurso crítico no debería seguir la lógica de la noticiabilidad mediática, según el cual lo devenido habitual y rutinario deja de ser noticia y sólo cabe hablar de lo singular, lo excepcional y lo anómalo. El segundo es la vigente necesidad de desarticular el discurso tecnoutópico persistente, según el cual las asimetrías informacionales estarían en vías de desaparecer. De acuerdo con estas posturas, la era actual se caracterizaría más por el exceso de información que por su déficit y, por lo tanto, el recurso económicamente

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escaso es, en todo caso, la atención.2 El problema es que este tipo de teorías extrapola hacia toda la humanidad lo que sólo sucede en ciertas comunidades interpretativas, ni siquiera en regiones o países enteros. Por todo esto, a continuación se hará un recorrido acerca del estado actual de algunos fenómenos propios de la hiperinformación y sus procesos asociados de hipoinformación.

El Universo Digital y sus grandes números
Cuando se elaboró una primera versión de este artículo −23 de septiembre de 2010−, GigaTweet contaba 25.345.252.571 twits escritos en todo el mundo, desde que el popular servicio de microblogging Twitter naciera en marzo de 2006. En noviembre del mismo año, con 29.700.500.268twits, el sitio publicó en su portada que había tenido que dejar de contar. La red social online Facebook, por su parte, tiene más casi 700 millones de integrantes activos en todo el globo,3 los cuales comparten más de 30 mil millones de piezas de contenido por mes, como enlaces, noticias periodísticas, entradas de blogs, álbumes de fotos, entre otras. Son sólo algunas de las actividades online de los 2.095.006.005 usuarios de Internet que, según la fuente usual de este dato, el sitio Internet WorldStats, había hacia el 31 de marzo de 2011 en el mundo.4 Por otra parte, la Unión Internacional de
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El concepto de “economía de la atención“ es del físico teórico norteamericano Michael H. Goldhaber que, en 1997, publicó un artículo en la revista Wired donde proponía la hipótesis de que asistimos a la transición de una economía donde la moneda es el dinero, a otra donde el bien escaso es la atención. La relación entre la abundancia de información y la atenciónfueexpresadapor Herbert Simon (1971:40-41): “a wealth of information creates a poverty of attention and a need to allocate that attention efficiently among the overabundance of information sources that might consume it”. Según datos recolectados por la firma Socialbakers y publicados [en línea]el 30 de mayo de 2011. Disponible en http://www.socialbakers.com/blog/171facebook-is-globally-closing-in-to-700-million-users/. Consultado: 03/07/2011. Disponible en http://www.exitoexportador.com/stats.htm [Consulta: 31 de octubre de 2010].

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Telecomunicaciones dijo en 2010 que casi 200.000 mensajes de texto eran enviados entonces cada segundo y que la cantidad total anual de dichos SMS se había triplicado entre 2007 y 2010, ya que pasó de 1.800 millones hace tres años, a los 6100millones alcanzados al principio de 2010.5 También hay un estudio muy sugestivo de la consultora de mercado IDC, realizado por encargo de la empresa de software de almacenamiento de datos EMC. Se trata de The Digital Universe DecadeAre You Ready? Allí dice que el llamado “Universo Digital“ creció durante 2009 un 62 por ciento con respecto al 2008. En cantidad de información, eso representa 800 mil petabytes. Un petabyte es un millón de gigabytes. El universo digital consiste en la cantidad de información digitalizada creada y replicada en todo el mundo en un año. La registrada por IDC entre 2008 y 2009 equivale, dice, a la almacenada en una pila de DVDs que fuera a la Luna y regresase. Además, IDC resaltaba que la cantidad de información digitalizada se duplicaba cada dieciocho meses. La versión del 2011 del estudio de IDC y EMC, titulada Extracting Value from Chaos, afirma que en este año la cantidad de información digital creada y copiada llegó a la cifra de 1,8 zettabytes.6 Esto equivale a: • • que todos los habitantes del mundo se hiciesen 215 millones de resonancias magnéticas de alta resolución al día; más de 200 millones películas en alta definición, de 2 horas de duración (una persona tardaría 47 millones de años en ver todos esos filmes, si dedicara 24 horas al día, 7 días a la semana);

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Se envían casi 200 mil mensajes de texto por segundo (2010, 19 de octubre). La Nación [en línea] Disponible en http://www.lanacion.com.ar/1316472-seenvian-casi-200-mil-mensajes-de-texto-por-segundo. Consultado 3/7/2001. EMC Press Release (2011, 28 de junio) World’s Data More Than Doubling Every Two Years-Driving Big Data Opportunity, New IT Roles. [En línea] http://www.emc.com/about/news/press/2011/20110628-01.htm. Consultado: 3/7/2011.

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la cantidad de información necesaria para llenar 57.500 millones de dispositivos portátiles de 32 GB. Con esa cantidad de equipos se podría: »» »» »» »» »» crear un muro de más de 6.400 kms. de largo y 18 metros de alto desde Anchorage (Alaska) a Miami (Florida); construir una muralla china de dispositivos, que duplicara la altura de la muralla original; construir un muro de seis metros de altura alrededor de América del Sur; cubrir el 86 por ciento de la Ciudad de México; construir una montaña 25 veces más alta que el Monte Fuji.

Por cierto, según el estudio de 2010, más del 70 por ciento de los 1,2 zettabytes (880 mil millones de gigabytes) correspondientes a dicho año no provenía de empresas u organismos gubernamentales, sino de usuarios comunes. El informe de 2011 corroboró esta tendencia, y añadió que, a pesar de que el 75 por ciento de la información en el universo digital es generada por particulares, las empresas son legalmente responsables del 80 por ciento de ésta en algún punto de su ciclo de vida. Otros datos interesantes pertenecen a Google, quien pasó de 25 millones de páginas indexadas en 1996 a 40 mil millones en 2010y que, además, habría aumentado la velocidad de búsqueda en 1600 veces. No obstante, si se empleara un minuto en visitar cada página indexada por el buscador, se tardaría más de 38.000 años en leer toda Internet. Además, el espacio ocupado por todos los usuarios de su servicio de correo Gmail equivalía en 2010 a 1,74 mil millones de CDs.7 No obstante, como decía Francis Bacon en 1605, “la virtud de las cifras es triple: leerlas y escribirlas no exige mucho trabajo; es
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Fuente: Just How Massive is Google anyway? (2010) Computer School [en línea] http://computerschool.org/computers/google/. Consultado: 3/7/2011.

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imposible descifrarlas; y, en ciertos casos, están más allá de toda sospecha” (citado por Mattelart, 2002:17). Por eso es conveniente observar que los números arriba mencionados tienen en común el haber sido publicados por empresas, consultoras y servicios online privados,8 en general bajo la forma de comunicado breve. En el caso de las firmas investigadoras de mercado, lo hacen para despertar en posibles clientes el deseo de adquirir un costoso informe que promete ser más completo. Cuando las cifras provienen directamente de una empresa como Facebook o Google, hay pocos indicios independientes acerca de cómo se realizó el respectivo conteo. Y, si se trata de análisis encargados por compañías como EMC a consultoras como IDC, se puede presumir que se generaron para mostrar a potenciales compradores la necesidad de adquirir ciertos productos, en este caso los de almacenamiento corporativo. De todos modos, aun asumiendo que muchas de estas estadísticas obedecen a determinados intereses y que su metodología a veces requeriría ser más explícita, se las puede usar como indicios generales de la creciente tendencia de un sector de la sociedad global a generar, digitalizar y almacenar un número cada vez mayor de información. Por supuesto, el hecho mismo de que esta clase de datos sólo pueda obtenerse en estudios privados de origen extranjero habla de que, como decía Aníbal Ford (2001), los flujos informativos siguen circulando en forma desigual y grandes sectores de la población mundial siguen siendo “procesados por otros“. Es interesante, por otra parte, que incluso en este tipo de informes privados se está tendiendo a abandonar el enfoque shannoniano de la información, entendida como algo semánticamente indiferenciado, sólo pasible de ser medido. Un estudio de Cisco Systems, por ejemplo, no sólo resalta que para 2014 el tráfico en Internet

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Una excepción es el estudio de Martin Hilbert y Priscila López “The World’s Technological Capacity to Store, Communicate, and Compute Information”. Science, Vol. 332 no. 6025 pp. 60-65. Abril de 2011. Allí se estima la capacidad mundial de almacenar, comunicar y computar información, tanto con tecnologías analógicas como digitales, en el periodo que va desde 1986 a 2007.

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aumentará a 767 exabytes,9 sino que los videos online supondrán el 91 por ciento del tráfico mundial online.10 Quiere decir que ya no alcanza con decir qué cantidad de información circula por la Red, sino que también hay que explicitar de qué tipo es. Cisco es el mayor fabricante del mundo de equipos para redes capaces de reconocer distintos tipos de tráfico, enrutarlos y darles distinta prioridad si se considera oportuno.11 Por eso le interesa distinguir el video de otras aplicaciones que utilicen menos ancho de banda. Pero lo que no tiene por qué interesarle a ésta ni a otras empresas es otro tipo de distinciones. Por ejemplo, la que hay entre la información socialmente necesaria para sobrevivir y decidir vs. la información basura. O la que existe entre la información gratuita y libre y aquella por la cual hay que pagar un precio en dinero o en datos personales. O, por último, la que constituye información pública vs. la que nunca se debería almacenar y divulgar sin buen motivo, al menos en sociedades que pretendan respetar los derechos humanos.

La información basura
Hay que convenir en que lo socialmente necesario para unos puede ser basura para otros, y viceversa. Sin embargo, se suele denominar infobasura a toda aquella información de carácter irrelevante y prácticamente nula trascendencia, tanto a nivel personal como social. Es la típicamente utilizada en los medios para rellenar huecos,
Un exabyte son mil millones de gigabytes. Cisco Systems, Hiperconnectivity and Approaching Zettabyte Era, 2 de junio de 2010. 11 Aunque es un tema que excede el presente trabajo, debe destacarse que la priorización de tráfico viola el principio de neutralidad de Internet, según el cual una infraestructura de comunicaciones públicas no debería discriminar entre aplicaciones, usuarios o contenidos, ni estar diseñada en función de las necesidades concretas de ninguna aplicación específica. A grandes rasgos, las empresas de infraestructura están en contra de este principio, y las de contenidos a favor. Para más información ver Tim Wu (2004), “The Broadband Debate: A User’s Guide”. En: Telecomm. & High Tech. L., Vol. 3, p.69-96, o Beltrán, Ricardo (2007), “El riesgo de una Internet discriminadora”, en: Observatorio 5, Observatorio de Industrias Culturales de la Ciudad de Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, pp. 48-51.
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enmascarar noticias más importantes o transmitir publicidad encubierta. El Universo Digital abunda en información basura. Por ejemplo, según un informe de la firma de seguridad informática Kaspersky, durante el segundo trimestre de 2010 el 84,4 por ciento de los mensajes de correo electrónico recibidos en todo el mundo tenían algún tipo de spam.12 Es decir, publicidad no solicitada, muchas veces incluso con enlaces hacia sitios con software malicioso. Más allá de que el dato provenga de una compañía que vende precisamente soluciones antispam, es un indicio de la cantidad de información inútil o incluso dañina que circula en la Red. Otro es mencionado en el citado informe de IDC y EMC de 2010, donde se resalta que cerca del 75 por ciento del universo digital es una copia. Es decir, sólo un 25 por ciento es único. Está claro que no necesariamente esa fracción original de la información digitalizada es valiosa. Sin duda, también la repetición es intrínseca a la comunicación y no hay nada cuestionable en comunicar a otros lo que se considere interesante y, a diferencia de lo que sucede generalmente en el mundo analógico, en el digital es posible repetirlo con exactitud. También es evidente que la copia puede hacer falta con fines de respaldo, de cumplimiento de normas y de difusión entre varias personas. Pero se puede suponer que, en muchos casos, es excesiva. Y, cuando sin real necesidad se multiplica (como cuando transcribimos una y otra vez todo lo dicho por cada interlocutor en una conversación por correo electrónico), se convierte en inútil. Ocasionalmente, no sólo circula información inútil, sino perjudicial por haber sido sacada de contexto. Es conocido, por ejemplo, el caso de la caída en un 99 por ciento en la bolsa de las acciones de United el 8 de septiembre de 2008, debido a que se difundió como vigente una noticia de seis años de antigüedad. La información, publicada originalmente por el Chicago Tribune y referida a pasadas dificultades de la línea aérea, se encontraba en un archivo sin fecha. Alguien la enlazó, terminó apareciendo en Google News, fue levan-

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Gudkova, Daria, “Spam en el segundo trimestre de 2010”, KaspersyLab, agosto de 2010.

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tada por el diario económico Florida Sun Sentinel y la confusión se disparó.13 Pero,como se verá a continuación, más preocupante es el efecto que puede tener en las vidas de personas comunes la divulgación de información descontextualizada. Porque ellas ni siquiera cuentan con recursos de prensa y difusión como los de las grandes empresas, de modo de poder eliminar del todo del universo digital los contenidos falsos, antiguos o lesivos para su honor.

Los riesgos de una vida demasiado digitalizada
Hay información voluntariamente aportada a redes sociales y sitios web que, en algún momento, puede volverse en contra de quien la divulgó. Muchos servicios online generan en los usuarios una falsa sensación de comodidad, confianza y seguridad que los lleva a publicar en la Red lo que normalmente no comentarían con cualquier desconocido en la calle. Como destacó en una entrevista periodística el ex jefe científico de la librería online Amazon, Andreas Weigend, “los datos que antes la KGB obtenía con presión, o tortura, ahora todo el mundo los publica en Facebook“.14 Esto tiene que ver con lo que Mattelart (op. cit.:136). Denomina “softpower“. Es decir, “la capacidad de engendrar en el otro el deseo de aquello que usted quiere que desee, la facultad de llevarle a aceptar normas e instituciones que producen el comportamiento deseado. Es la capacidad de alcanzar objetivos mediante la seducción antes que por la coerción”. Sin embargo, no hay que acusar solamente al usuario de redes. Porque, según el citado informe de IDC de 2010, la cantidad de gigabytes que una persona puede crear mediante sus propias acciones –tomar fotografías, bloguear, mandar correo electrónico, sacar dinero de un cajero automático, descargar archivos MP3, etc.– representa menos del 10 por ciento de la que hay acerca de ella en el Universo Digital.
Para más información, ver por ejemplo Maynard, M., “A Mistaken News Report Hurts United”. The New York Times, 8 de septiembre de 2008. 14 Fernández, P., “Los datos que antes se conseguían bajo presión, ahora se publican en Facebook”. La Nación, 25 de octubre de 2009.
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El otro 90 por ciento se compone de registros crediticios, fotos tomadas con cámaras de vigilancia, análisis automatizado de determinados comportamientos, historiales de uso de la Web y similares. Esa es la “sombra digital“, término que IDC toma pero que en realidad fue acuñado en 1994 por el experto en datavigilancia Phil Agre. Contra el exceso de información personal almacenada, tanto en lo público como en lo privado, se ha planteado el llamado “derecho al olvido“. La expresión es del especialista en temas de privacidad y protección de datos de la Universidad de Harvard, Viktor MayerSchoenberger (2007), quien sostiene que la información colocada en Internet debería tener fecha de vencimiento, como los alimentos o medicaciones. El autor reflexiona que “como el estado Soviético, Google no olvida. Pero, a diferencia de la Unión Soviética, que dejó de existir hace quince años, Google se ha convertido en una herramienta indispensable para cientos de millones de personas en todo el mundo, que lo usan todos los días”.15 Habría que agregar al menos tres matices a lo que dice MayerSchoenberger. Primero, que la vocación de no olvidar no es privativa del Estado Soviético ni de Google. En cada vez más países ya es legal el mantenimiento de registros de la actividad online de cada ciudadano por largos períodos, incluso sin orden judicial, a pedido de las autoridades.16 Con lo cual, se verifica una convergencia de
“Like the Soviet state, Google does not forget. But unlike the Soviet Union that ceased to exist fifteen years ago, Google has become an indispensable tool for hundreds of millions of people around the world, who use it every day“ (Mayer-Schoenberger, op. cit.). La autora agradece a Alejandro Tortolini por sus esclarecedoras comunicaciones personales con respecto al “derecho al olvido”. 16 Ver por ejemplo: • “El Reino Unido controlará las llamadas, el correo electrónico y los SMS de sus ciudadanos”. Eroski Consumer, 16 de agosto de 2008. • McCullagh, D., “Court allows warrantless cell location tracking”. CNET News, 7 de septiembre de 2010. • J. M., “El Gobierno indio pide a RIM, Skype y Google que les abra el correo”. El País, Barcelona, 5 de julio de 2010. • Savage, C., “U.S. Tries to Make It Easier to Wiretap the Internet”. The New York Times, 27 de septiembre de 2010. • EFE, “Demandan a EE UU por confiscar aparatos electrónicos en aduanas”. El Nacional, Caracas, 7 de septiembre de 2010.
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intereses y métodos entre la industria de marketing y publicidad y los servicios estatales orientados al control social (Ford y Siri, 1999). La solución expresada por el ex CEO de Google, Eric Schmidt, en una entrevista con The Wall Street Journal17es que los adolescentes se cambien el nombre al llegar a la edad adulta, para desprenderse de las indiscreciones de juventud que pudiesen haber quedado registradas online. Y añadió: “creo que la mayoría de la gente no quiere que Google responda sus preguntas. Quieren que Google les diga lo que deberían hacer a continuación”. Con lo cual, no sólo descarga a las empresas de Internet de la responsabilidad de cuidar la privacidad del usuario, sino que plantea su vulneración como inevitable y hasta atractiva. Además, no sólo propone una medida de brutal impacto para la identidad, sino que desconoce que, aunque en Estados Unidos sea legal, en muchos países no es posible el cambio de nombre. Con lo cual, ignora las diferencias culturales y trata de imponer una “cultura única” (Ford, 2002:75). En segundo lugar, hay que decir que Google no es sólo una herramienta que las personas usan, sino una colección de diversas herramientas, muchas de las cuales en realidad usan a su vez a las personas. Porque mientras les ofrecen numerosos servicios atractivos, les extraen información personal valiosa desde el punto de vista publicitario. En paralelo con la “economía de la atención”, se habla frecuentemente de la “economía del regalo” intrínseca a la sociedad de la información. Pero no hay nada gratuito, porque el precio es convertir los propios datos personales en valor de cambio. A veces la información sensible sobre las personas es obtenida sin su consentimiento, conocimiento o incluso sin retribución, como en el caso de la recolección de datos personales accedidos por medio de conexiones inalámbricas no protegidas por Street View. Este servicio de Google registra imágenes en múltiples formatos de ciudades de todo el mundo. Son tomadas por vehículos contratados por la empresa a tal fin y las matrículas y rostros actualmente se muestran difuminados, luego de diversas quejas en su momento por

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Jenkins, H. “Google and the Search for the Future”. The Wall Street Journal, 14 de agosto de 2010.

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la presencia de fotos personales demasiado invasivas. Una polémica se produjo cuando se confirmó que la firma estuvo recopilando en Europa datos sobre las redes Wi-Fi no protegidas en los trayectos de los coches que capturaban imágenes. Por ejemplo, direcciones de correo electrónico (con nombres y apellidos), mensajes en dichas cuentas y servicios de mensajería, códigos de usuario y contraseñas. La información recabada era transferida a los servidores de Google en Estados Unidos. En su defensa, la empresa aseguró que se trató de un error y que no había dado uso alguno a esos datos.18 El tercer matiz para lo que propone Mayer-Schoenberger es que no toda la información privada digitalizada y almacenada por organismos públicos y privados está en Internet. Hay muchos datos recolectados con y sin conocimiento del ciudadano, para los que no hay “derecho al olvido”, almacenados en archivos no necesariamente (por fortuna) disponibles en la Red. Por ejemplo, datos crediticios, datos médicos o registros de telepeaje. Todos comparten el doble carácter que, como observa David Lyon (1995), tiene la datavigilancia: proporcionar cuidado, pero también control. Brindar protección, pero también proscripción. “Por mucho que estas prácticas de la vigilancia del consumidor recuerden a métodos tayloristas o panopticistas, es preciso reconocer que el principio guía del orden del consumo es el placer, no el dolor ni la coerción. Lo que queda por analizar socialmente y abordar políticamente es la peculiar amenaza de que la vigilancia del consumo exacerbe la división social y socave la dignidad humana” (Lyon, op. cit.:221). Por lo tanto, en esta era de la digitalización masiva de informaciónya no valen las formas simplistas o paranoicas de pensar los problemas de la privacidad. Porque el palo puede ser muy sutil y la zanahoria, muy atractiva.

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Para más información, cfr.: “La AEPD abre procedimiento sancionador a Google por la captación de datos personales de las redes Wi-fi para Street View”, nota informativa de la Agencia Española de Protección de Datos del 18 de octubre de 2010. “La niña “muerta” y las fotos de Google”, La Nación, 13 de agosto de 2010. “Street View fotografía cadáveres de peatones por las calles de Brasil”, El País, 4 de octubre de 2010.

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Información pública
Schiller (op. cit.:48) recuerda que el ex presidente de los Estados Unidos Richard Nixon demandó una compensación para la Casa Blanca por las grabaciones y papeles tomados cuando fue sujeto del escándalo Watergate. La administración de Bush padre, a su turno, destruyó información vital para que no pasara a manos de su sucesor. Son ejemplos de uso de la información pública como si fuese privada. La pública es un caso claro de información “socialmente necesaria”. El derecho a su acceso se define como “la prerrogativa de la persona para acceder a datos, registros y todo tipo de informaciones en poder de entidades públicas y empresas privadas que ejercen gasto público y/o cumplen funciones de autoridad, con las excepciones taxativas que establezca la ley en una sociedad democrática” (Villanueva, 2003:XXIV). Además, aunque más de 85 países del mundo tienen leyes al respecto, “en ocasiones bajo el nombre y la bandera del acceso a la información pública y de la transparencia se promueven normas que pueden paradójicamente hacer del acceso una excepción y de la secrecía –bajo el argumento de que es información reservada, confidencial o similar– una regla general” (Villanueva, op. cit.:XIV). La paradoja es que, muchas veces, es fácil acceder en Internet a datos privados de las personas que no deberían ser divulgados, y no siempre es tan sencillo ejercer el derecho a la información pública. También hay una tendencia a pensar que este derecho sólo es necesario para los periodistas. En realidad, la información pública hace nada menos que a la supervivencia cotidiana y a la calidad de vida de todos los ciudadanos. Villanueva (op. cit.) da algunos ejemplos bien gráficos. Uno es la dificultad existente en muchos países de Latinoamérica para que los padres accedan a información acerca de a qué escuela pública les conviene mandar a sus hijos, sin tener que recurrir a recomendaciones amistosas, familiares o a la tradición. Otro es el riesgo incurrido por los ciudadanos al comprar un vehículo usado, a falta de un buen sistema centralizado de información pública acerca de la vida funcional del mismo, si ha tenido verificaciones mecánicas, y cuál es su situación legal. También cuenta que, en el estado hindú de Rajasthán, históricamente los trabajadores tenían gran dificultad en exigir el pago del salario mínimo. Activistas de

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la organización Mazdoor Kisaan Sahkti Sangathan se dieron cuenta de que sólo accediendo a la documentación relevante, en particular a las listas de personas empleadas y salarios pagados, podían tener éxito en sus campañas. Así, en el imaginario colectivo terminaron fusionándose los conceptos de derecho a la información y derecho a sobrevivir (Villanueva, op. cit.:32). En general, el acceso de la población a la información gubernamental sobre salud, educación, vivienda e infraestructura es esencial para el ejercicio de la democracia, tanto a la hora de decidir el voto como para poder peticionar a las autoridades. Por supuesto, no hay que caer en el viejo truco de proponer soluciones técnicas a problemas sociales. Para que la población pueda acceder sin trabas a la información pública, no basta con extender el acceso a Internet ni con tener muchas páginas web gubernamentales. Se necesita contar con entidades públicas con vocación de operar en forma transparente, rendir cuentas de sus actos a la sociedad y que consideren la información reservada una excepción, no la regla.

Más información “socialmente necesaria”
Una búsqueda por los términos entrecomillados “abundancia de información“, en Google, realizada el 4 de octubre 2010, generó un listado de sólo 121.000 resultados. En cambio para “falta de información”, con pocos minutos de diferencia, se hallaron 31.400.000. Tal vez sea un indicio de que la tan pregonada era de la “post escasez” (Adair, 2010) simplemente no existe. Es interesante puntear algunos ejemplos, elegidos completamente al azar, de esas páginas referidas a “falta de información”: • La falta de información suele ser un factor por el cual muchas personas no curan sus enfermedades correctamente. Este es el caso de entre el 35 por ciento y el 40 por ciento de los pacientes que padecen de asma y de rinitis alérgica.19

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“Asma y Rinitis no se curan bien por falta de información”. Blog Medicina, 29 de abril de 2009.

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Los telecentros, publicitados en diversas zonas rurales como medio de llenar la brecha digital, no estarían siendo usados en Perú por falta de información.20 Embarazos indeseados se producen por falta de información.21 En Santo Domingo, la falta de información deja gente sin medicina.22 En Chile, la falta de información causaría deserción universitaria.23 En España, se denuncia ausencia de información pública acerca de las condiciones de los internados en centros para migrantes.24 El incumplimiento del tratamiento en la diabetes estaría asociado a la falta de información.25 Según el Latinobarómetro 2009, aunque entre 2009 y 2010 siete países latinoamericanos celebraron el bicentenario de su independencia, más de la mitad de la población de la región dijo no saber de quién se independizó su país.26

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AL y KAH, “Falta de información en el Perú rural: ¿por qué no se están usando los telecentros?” Asociación para el Progreso de las Comunicaciones, 27 de marzo de 2010. 21 “Embarazos indeseados por falta de información”. Noticias, 9 de febrero de 2009. 22 Batista, Lisania, “Santo Domingo: falta de información deja gente sin medicina”. DiarioLibre.com, 7 de enero de 2009. 23 Comunicaciones Convenio de Desempeño, “Falta de información e inadecuada elección de carrera aparecen como causales de deserción en UBB”. Tribuna del BíoBío, 7 de mayo de 2010. 24 “España: falta de información sobre centros de internamiento para migrantes”. Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica, 17 de septiembre de 1010. 25 Gallegos, Ernesto Franco, “La falta de información se asocia con el incumplimiento del tratamiento en la diabetes”. Sociedad Iberoamericana de Información Científica (SIIC), S/D. 26 “Más de la mitad de la población de Latinoamérica no sabe de quién se independizó su país”. Aceprensa, 14 de enero de 2010.
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Según una encuesta de estudiantes de medicina de la UBA, el 62 por ciento de los entrevistados dijo desconocer el número telefónico de emergencias médicas. Sólo el 21,2 por ciento dijo estar al tanto de las maniobras básicas de reanimación.27 El 77 por ciento de los españoles no sabe cómo borrar información que pueda dañar su imagen o reputación en el mundo online y, consecuentemente, causar prejuicios en vida cotidiana.28



Todos estos casos provienen de artículos recientes hallables en Internet. No se pretende aquí analizar su calidad periodística, sino sólo aportarlos como indicio de que algo parece no estar funcionando bien en la llegada a la población de diversa información importante para su vida y el ejercicio de sus derechos. Ninguno, por cierto, muestra datos secretos o imposibles de averiguar para quien realmente los busque. Pero todos demuestran que, aunque exista en el mundo toda la información digitalizada señalada por estudios como el de IDC/EMC, en la práctica eso no implica que llegue a donde hace falta ni que sea automáticamente asimilada por quienes se beneficiarían de su posesión.

La nueva arquitectura
La hipótesis de Schiller (op. cit.:43-44) era que lo que distingue la época actual es que la principal amenaza a la libertad de expresión viró desde los gobiernos hacia el poder privado. Porque grandes grupos económicos se extienden a través de las fronteras internacionales, y así influyen sobre las decisiones económicas y políticas, así como sobre la diseminación de determinados mensajes e imágenes. Esto redunda en una nueva forma de censura, estructuralmente omnipresente y generalmente indetectable, en un sentido directo y
Sucri, Agustina, “Muerte súbita: lo que la sociedad no sabe”. La Prensa, 15 de noviembre de 2009. 28 Europa Press, “El 77% de los españoles no sabe cómo borrar información negativa en Internet”. Entrebits, 31 de agosto de 2010.
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personal. Así, el derecho a la libertad de expresión es ejercido menos por los individuos que por las compañías multimillonarias que monopolizan la comunicación pública. Y, con respecto a las nuevas redes informacionales, vaticinaba que probablemente serían absorbidas en el envoltorio comercial que ha capturado la mayoría de las actividades de la sociedad. En los medios tradicionales, como la televisión o los diarios, sin duda la situación sigue siendo como describió este autor. En cuanto a las redes informacionales, efectivamente ha prevalecido en ellas el entramado comercial. Sin embargo, la evolución del poder desde el sector público al privado parece haber terminado en una convergencia de intereses. Como dice Lyon (op. cit.), actualmente “si el gobierno parece operar cada vez más por criterios comerciales, parece también que ciertas corporaciones actúan de forma casi gubernamental”. De lo cual podrían darse muchos ejemplos, pero quizá el más conspicuo fue puesto en evidencia durante la segunda guerra del Golfo, donde un presidente y un vicepresidente de Estados Unidos, ambos empresarios petroleros, decidieron invadir Irak, casualmente también un país petrolero, supuestamente para imponer allí la democracia (Siri, 2005). En cuanto a lo que dice Schiller acerca de las compañías multimillonarias que monopolizan la comunicación pública, en el caso de los grandes medios online se podría argumentar que en realidad la comunicación la ejercen los usuarios, no las empresas dueñas de las plataformas. Así, Google no haría más que hacer disponible información publicada por cualquiera, así como Facebook y Twitter solo reproducen lo que sus usuarios quieran publicar. En realidad, la censura ejercida en estos sitios que, en principio, no hacen más que recabar contenido ajeno, es bastante sutil. Viene dada por lo que Lawrence Lessig (1998) denomina “la arquitectura” o “el código”. Según este autor, la conducta social es regulada típicamente por la ley, las normas sociales, el mercado y la naturaleza, o arquitectura. Esta última es la restricción que presenta el mundo tal como uno se lo encuentra, como la imposibilidad de atravesar paredes. En el mundo online, el código o arquitectura es lo que lo constituyen como es, sin que el usuario pueda hacer nada al

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respecto. En Twitter, por ejemplo, por diseño los mensajes no deberían tener más de 140 caracteres. Eso no es problema en inglés, donde la mayoría de las palabras son cortas. Pero, en castellano o en ruso, sería más agradable contar con un límite más amplio. Así, una arquitectura creada por y desde Estados Unidos puede desentonar con la especificidad cultural de otros países. La ley, las normas sociales y hasta los mercados son diferentes en cada nación o región. Pero las leyes del ciberespacio pretenden ser cumplidas a nivel global y se asume que, quienes no puedan hacerlo, se queden fuera o se adapten. Otro ejemplo de código, en el sentido de Lessig, es el algoritmo secreto de búsqueda de Google, según el cual unas cosas aparecen antes que otras en los listados de resultados. En la práctica, esta tecnología plantea una restricción de hecho al acceso a la información, porque es muy improbable que alguien llegue a revisar el ítem número tres millones, a lo sumo leerá los primeros. Además, para muchos internautas, Google es el único filtro de la realidad y, lo que no les muestra o no exhibe de entrada, simplemente no existe. Otra característica del algoritmo de Google es la localización, gracias a la cual el número IP del usuario es reconocido como proveniente de determinado país y, por lo tanto, se le presentan en primer lugar los resultados correspondientes a su ubicación. La intención detrás de este diseño seguramente fue hacer que cada internauta encuentre antes lo que probablemente le interese más. Pero también produce un efecto censor porque, en realidad, pocos usuarios llegan a enterarse cómo son representadas en el mundo las circunstancias de su propia zona geográfica cuando se hace una búsqueda desde una región distinta. Facebook, por su parte, se caracteriza por haber modificado en muchas ocasiones su diseño, sus prestaciones y sus políticas. En particular, ejerce una creciente tendencia a flexibilizar la privacidad de sus usuarios, haciendo cada vez más complicado configurar las opciones de qué se desea compartir y con quién. El mismo hecho de que los cambios sean continuos introduce, por supuesto, una dificultad adicional. Como observa Kart Opsahl, abogado en la Electronic Frontier Foundation, “Facebook ha estado usando la política de pedir perdón en lugar de pedir permiso, que conduce a esta evolución

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a lo largo de los años”.29 En cuanto a la censura directa, no vacila en ejercerla mediante la cancelación de cuentas de usuario, muchas veces sin dar explicación alguna o por motivos cuestionables. Es el caso del autor del libro Faceboom, de Juan Faerman, cuya cuenta fue cerrada en enero de 2010, así como la de Guillermo Otero, su productor, y la de su empleada Fernanda Gaitán Broun. La obra trata en clave humorística acerca del fenómeno de masas representado por la red social online y, en el momento de ser cerrada la cuenta, la página en Facebook sobre Faceboom tenía 30 mil fans. Luego de esperar bastante tiempo y haber hecho público su caso, el autor fue informado por la empresa (en inglés) de que había estado violando derechos de marca registrada: “la página titulada ‘Faceboom’ ha sido eliminada de Facebook y no será reactivada por ninguna razón por violar la Sección 5.6 de la Declaración de derechos y responsabilidades: ‘No utilizarás nuestro copyright o marcas registradas ni cualquier marca similar que resulte confusa sin nuestro permiso por escrito’. Si intenta recrear esta página o de otra manera promover ‘Faceboom’ en Facebook, nos veremos forzados a tomar acción adicional en sus cuentas”.30 Por lo tanto, se ve que aun en medios no tradicionales, donde supuestamente el usuario es “el rey“, el diseño mismo de la herramienta puede ejercer una regulación no necesariamente acorde con la cultura de los distintos usuarios ni realmente respetuosa de la libertad de expresión. De paso, también se ve cómo se puede apelar al respeto por la propiedad intelectual con el presunto fin de simplemente censurar.

Conclusión
A lo largo de este trabajo se ha intentado ilustrar la hipótesis de que la aparente actual sobreabundancia de información no se traduce linealmente en la llegada en tiempo y forma de la que es “socialmente necesaria”.
Rohrer, Finlo, “Cinco cambios imprevistos que trajo Facebook”. BBC Mundo, 22 de julio de 2010. 30 Ver: Falduto, Facundo, “La insólita censura de Facebook a un autor argentino”. Perfil, 19 de febrero de 2010.
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Por otra parte, la abundancia de información es selectiva. Hay opacidad en algunas áreas donde sería fundamental disponerla con mayor libertad (como la pública y la referida a las grandes empresas). Mientras, los datos privados sobre las personas, que no tendrían por qué estar en manos de cualquiera, cada vez circulan más sin mayores obstáculos hacia organismos públicos y privados que saben mucho de los ciudadanos y de los que éstos no siempre saben lo suficiente. En pocas palabras, hay información privada que se hace pública, e información pública tratada como si fuese privada. En particular, se nota un hecho curioso con respecto a la “información sobre la información”. En efecto, existen estudios cuantitativos acerca de la abundancia de información digitalizada y sus características (casi todos privados y asimilables a lo que en periodismo se llama “fuente implicada”). Pero para analizar su contrapartida, la escasez de información, es necesario recurrir al viejo paradigma indiciario, encontrar ejemplos o casos concretos y conjeturar. Sin esos indicios es fácil caer en la tentación de pensar, entre otras falacias, que la brecha digital está en vías de desaparecer, porque ya una importante cantidad de personas accede en el mundo a Internet y porque, por otra parte, la cantidad total de información digitalizada crece exponencialmente cada pocos meses. Esta visión elude el hecho de que parte de la brecha digital proviene en parte de obstáculos artificiales para el intercambio de información, incluidas licencias de software no libres y leyes de copyright que tienden a ser cada vez más restrictivas. También omite que lo más importante no es la cantidad de información ni la de aparatos porque, como explican Hilbert y Olaya (2007:48) no solamente es el acceso lo que marca las diferencias entre países, regiones o comunidades interpretativas, sino también la calidad de la información, es decir, la capacidad concreta de asimilar y hacer algo con ella. La brecha digital, dicen los autores, es un “blanco móvil”, porque la rapidez de los cambios e innovaciones técnicas siempre da lugar a diferencias cualitativas, así que nunca se cierra ni puede cerrarse totalmente. Pero aún el acceso sigue siendo desigual y, como muestran las cifras correspondientes a marzo de 2011 de Internet World Stats, la penetración de Internet (que no equivale, pero es un buen indicador de la disponibilidad de

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información) en Norteamérica es del 78,3 por ciento, en Oceanía/ Australia de un 60.1 por ciento, en Europa del 58,3 por ciento, en América Latina del 36,2 por ciento, en Medio Oriente del 31,7 por ciento, en Asia del 23,8 por ciento y, en África, del 11,4 por ciento. En síntesis, que exista la información no significa que esté disponible y hallable. Que esté disponible y hallable no significa que sea asimilable y utilizable por cualquiera en el propio contexto cultural, político, económico y geográfico. La digitalización creciente puede multiplicar las posibilidades de acceso a la información en algunas comunidades interpretativas pero, paradojalmente, puede también reducirlas en otras. Además, no hay que confundir información con información digitalizada. La información no mediada por un dispositivo técnico también hace a la supervivencia y a la toma de decisiones. Para algunos sectores sociales, incluso más.

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