Las plantas terrestres desarrollaron estomas debido a presiones selectivas,
para restringir la pérdida de agua, al mismo tiempo que con ellos
proporcionaban un medio para la entrada de CO2 atmosférico en las hojas.
La prueba de la importancia de la disponibilidad de CO2 como fuerza selectiva
en la evolución estomática procede del estudio de las plantas fósiles, en las
que los estomas aparecen claramente visibles en la cutícula bien preservada,
los estomas proporcionan a las plantas un mecanismo fundamental para
adaptarse a un ambiente continuamente cambiante permitiendo el intercambio
físico activo entre las partes aéreas de la planta y la atmósfera.
Existen dos sistemas diferentes que participan en la percepción de la luz. En el
primero, el PAR promueve la abertura estomática, siendo absorbido por
pigmentos clorofílicos en los cloroplastos de las células oclusivas y actuando a
través de la provisión de energía en forma de ATP y solutos orgánicos.
En segundo lugar, existe un sistema dependiente de la luz azul, cuya absorción
se considera que la lleva a cabo en los cloroplastos el pigmento xantofílico
zeaxantina.
Aunque en la mayoría de las plantas los estomas se abren en presencia de la
luz y se cierran en la oscuridad, en plantas que poseen la vía fotosintética del
metabolismo ácido de las crasuláceas (CAM) ocurre lo contrario.