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EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO DEL CUERPO HUMANO. PENSAMIENTO MORFOLÓGICO (I): LA ANATOMÍA DESCRIPTIVA (SIGLOS XVI-XVIII)

Enrique Perdiguero Gil
División de Historia de la Ciencia Universidad Miguel Hernández

Enrique Perdiguero. Anatomía descriptiva. Siglos XVI-XVIII Suplemento de Conecta nº2. ISSN: 1576-4826

INDICE

Esquema

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Contenido

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Bibliografía

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Ilustraciones

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Algunos recursos en Internet sobre Historia de la Anatomía

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Enrique Perdiguero. Anatomía descriptiva. Siglos XVI-XVIII Suplemento de Conecta nº2. ISSN: 1576-4826

El conocimiento científico del cuerpo humano. Pensamiento morfológico (I): la anatomía descriptiva (siglos XVI-XVIII)

1.- La anatomía descriptiva dentro de los saberes sobre el ser humano en estado de salud 1.1.- La anatomía descriptiva y su relación con la fisiología, la anatomía microscópica, la anatomía patológica, la anatomía quirúrgica y topográfica y la anatomía comparada 1.2.- El desarrollo de la anatomía descriptiva a partir del siglo XVI: justificación del punto de partida

2.- Los antecedentes de la anatomía descriptiva renacentista 2.1.- La influencia de la recuperación del saber clásico, de la enseñanza en las universidades, de la práctica disectiva y de la cirugía 2.2.- La “Anatomía” de Mondino de Luzzi (1316)

3.- La anatomía renacentista 3.1.- El Humanismo renacentista y la influencia artística 3.2.- Los llamados prevesalianos: Benedetti, Zerbi, Berengario de Carpi 3.3.- La obra de Vesalio 3.4.- Los llamados postvesalianos: Colombo, Valverde, Fallopio, Fabrizio, Eustaquio 3.5.- La escuela anatómica valenciana 4.- La anatomía de los siglos XVII Y XVIII 4.1.- Desplazamiento hacia el norte de los centros de docencia e investigación: París, Londres, Edimburgo 4.2.- La labor de complementar la anatomía descriptiva 4.3.- La obra de Samuel Thomas Sömmerring como culminación Leyden,

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El conocimiento científico del cuerpo humano. Pensamiento morfológico (I): la anatomía descriptiva (siglos XVI-XVIII)

1.- La anatomía descriptiva dentro de los saberes sobre el ser humano en estado de salud 1.1.- La anatomía descriptiva y su relación con la fisiología, la anatomía microscópica, la anatomía patológica, la anatomía quirúrgica y topográfica y la anatomía comparada
Iniciamos con este tema, tras haber visto cómo fue el proceso de vigencia y difusión de la medicina clásica griega, y contextualizar el marco en el que se ha desarrollado -a partir de aquella- la medicina científica moderna, el estudio sistemático de la constitución de los saberes y las prácticas de esta última. Para realizar este estudio sistemático individualizamos, desde el punto de vista del curriculum médico actual, una serie de disciplinas que, como ya se vio en la asignatura Teoría y Método de la Medicina, estudian primero el ser humano en estado de salud, para pasar luego a estudiar las manifestaciones morbosas que en él se presentan e intentar solucionarlas. Este proceder, conveniente desde el punto de visto pedagógico, requiere, sin embargo, que a la hora de considerar ciertas obras y líneas de pesquisa intelectual llevadas a cabo por autores del pasado, provoquemos una separación artificial entre disciplinas cuyas fronteras no estaban dibujadas cuando acometieron su tarea. Así, al dedicar este primer tema a considerar cómo se fue constituyendo el conocimiento moderno sobre la morfología del ser humano, nos vamos a centrar en aquellas aportaciones que, de manera más directa, contribuyeron a este proceso. Sin embargo, muchas de las obras morfológicas eran también obras en las que no podía dejar de considerarse la fisiología, puesto que ambas disciplinas no se separarían totalmente hasta el siglo XVIII. ¿Qué puede decirse, por ejemplo, de una obra como la “Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus” (1628), de William Harvey (1578-1657)?. Igualmente, otra serie de tareas acometidas por los anatomistas las separamos de este primer tema dedicado a la anatomía descriptiva para considerarlas en otros. Así ocurre con la anatomía microscópica, de la que nos ocuparemos en el tema dedicado a la estequiología. La anatomía patológica, la búsqueda de la correlación entre la lesión y la enfermedad, fue también tarea que ocupó a los anatomistas. Baste citar la obra de Giovanni Battista Morgagni (16821771) “De sedibus et causis morborum per anatomen indagatis” (1761). Pero de su desarrollo nos ocuparemos en los temas dedicados a la patología. Por último, señalar que a la anatomía comparada, la quirúrgica y la topográfica -como desarrollos de la tarea morfológica- dedicamos el tema inmediatamente posterior al presente.

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1.2.- El desarrollo de la anatomía descriptiva a partir del siglo XVI: justificación del punto de partida
En cuanto al tema que nos ocupa, conviene señalar que nos centramos en el siglo XVI porque fue cuando el saber morfológico se independizó de los planteamientos tradicionales, basados principalmente en la obra de Galeno de Pérgamo, e inició su desarrollo como disciplina crecientemente independiente dedicada al estudio de las formas anatómicas. Ello no quiere decir que no hubiese con anterioridad investigación anatómica. Por poner un ejemplo, ya nos hemos referido, al hablar del período alejandrino, a la labor basada en la disección de cadáveres humanos -y parece que también en la viviseccción- de autores como Herófilo y Erasístrato. Pero fue con Galeno con quien apareció una expresión total, orgánica y ordenada de la anatomía intencionalmente humana al servicio de la medicina. El pergameno culminó la

tradición anatómica anterior, que aportaba un rico bagaje conceptual y metodológico, al tiempo que gran cantidad de material, estructurando estos saberes y aportando sus logros personales para edificar por vez primera verdaderos tratados de anatomía -de ellos han llegado hasta nosotros veintitrés-. Una anatomía, como ya hemos señalado, al servicio de la medicina, en la que lo importante era el estudio del ser humano -el iatrocentrismo morfológico que perdurará hasta comienzos del XIX- aunque, como en su caso, fuese a través de la disección de animales. Pero una anatomía que es en realidad anatomofisiología, en la que, como señala Laín, se pretende expresar la figura del animal vivo en la plenitud de su movimiento vital. Consecuencia del proceso de vigencia y difusión del que ya nos ocupamos en temas anteriores -bizantinos, árabes y médicos escolásticos y bajomedievales- la anatomía galénica será el contexto morfológico sobre el que se basará la medicina hasta el siglo XVI. Por ello, para estudiar el proceso de constitución de la anatomía moderna hay que considerar esta centuria como punto de partida. En ella, la figura de Andrés Vesalio (1514-1564) y su “De humani corporis fabrica” (1543) es el hito a partir del cual se dibuja el paulatino abandono de las tesis anatomofisiológicas galénicas y el atenimiento a la observación rigurosa, a través de la disección humana como medio de conocer las formas anatómicas en sentido estricto. Aunque la significación de la obra de Vesalio, como luego comentaremos, ha sido sometida a matizaciones en los últimos años, es necesario reconocer su papel de piedra angular de la anatomía moderna. Así, la obra de los anatomistas del XVI ha sido considerada según se realizase con anterioridad a la aparición de la “Fabrica” -prevesalianos- o con posterioridad a la publicación del tratado del bruselense -postvesalianos-. Respetaremos esta periodización para dar cuenta del proceso de constitución de los saberes morfológicos en la centuria renacentista. Pero, evidentemente, la obra de los prevesalianos, del propio Vesalio y de los anatomistas que dieron a la luz sus tratados con posterioridad a la “Fabrica”, no surgió de la nada, sino que desde finales del siglo XIII se vino dando un resurgir de la práctica anatómica que condujo a la realidad de la anatomía renacentista. Nos ocuparemos de este proceso a continuación. Un último apartado lo dedicaremos a apuntar muy brevemente algunos rasgos de

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la tarea de los anatomistas del XVII y del XVIII consagrada, fundamentalmente, a completar del modo más riguroso posible la descripción de las formas anatómicas.

2.- Los antecedentes de la anatomía descriptiva renacentista 2.1.- La influencia de la recuperación del saber clásico,de la enseñanza en las universidades, de la práctica disectiva y de la cirugía
Como ocurrió para la medicina en general, el proceso de recuperación de los escritos clásicos, del que ya nos hemos ocupado en otros temas, supuso también la asimilación de las obras que mostraban la concepción anatomofisiológica de Galeno y, en general, el renacer de un notable interés por la filosofía de la naturaleza, en el que también influyó la recuperación de las obras aristotélicas, especialmente de aquellas más directamente relacionadas con la biología. En Salerno, uno de los centros de este proceso, ya se mostró entre los siglos XII y XIII un interés por la anatomía con aplicación a la medicina, pero sólo se procedió a la disección de cerdos. Así pues, los conocimientos anatómicos en torno a los años finales del siglo XIII estaban directamente basados en Galeno, o bien en los árabes. En su mayor parte, el saber anatómico estaba contenido en traducciones, del árabe al latín, de obras griegas o grecoárabes. Algunas versiones estaban muy lejos de ser perfectas y eran frecuentes las contaminaciones léxicas y semánticas latinoárabes de interpretación no siempre fácil. Obras anatómicas no disponibles hasta entonces pasaron a estar accesibles para los estudiosos en el siglo XIV. Así, Niccolò da Reggio (fl. 1315-1348) hizo una versión latina completa de “Sobre el uso de las partes” (1317), la obra galénica más importante sobre anatomofisiología, bastante fiel al original griego y de la que hasta entonces tan sólo se disponía de una versión abreviada (“De juvamentis membrorum”). La recuperación de los escritos galénicos supuso un ejemplo a imitar y un marco para la investigación del cuerpo humano, que fue más allá de la mera enumeración de los nombres y los números de las partes que se pueden encontrar en Isidoro de Sevilla (570-636) o en el “Canon” de Avicena (980- 1037). Otro factor que hay que tener en cuenta en la recuperación anatómica es la creación de las universidades y, dentro de ellas, de la enseñanza médica, sobre todo en Italia, Francia y España en los siglos XIII y XIV, las regiones más ricas de la Europa occidental de entonces. Aunque se había enseñado medicina con anterioridad en ciudades como Salerno -tuvo estudio desde 1280- y Montpellier -con ‘studium generale’ desde 1220- fue en las universidades creadas a partir de finales del siglo XII donde se comenzó de manera generalizada a enseñar medicina. Bolonia contó con enseñanza médica en su universidad desde el año 1180, París -al igual que Oxford- desde el 1200, Salamanca desde 1218, Padua desde 1222, Nápoles desde 1224, Cambridge desde 1225, Toulousse desde 1229, Siena desde 1246, Angers desde 1250,

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Lérida y Valladolid desde 1300, y muchas otras ciudades siguieron esta estela a lo largo de las dos centurias posteriores. Aunque estas universidades formaron sólo a un pequeño grupo de los que practicaban las medicina en la Baja Edad Media, la existencia de los diversos curricula médicos sistematizó la transmisión y reforzó la autoridad de un cuerpo de obras, conceptos y técnicas médicos que proporcionaron la base para prácticas y creencias médicas que se

diseminaron ampliamente por toda la sociedad. Los médicos formados en las universidades reclamaron una superioridad intelectual y social sobre todos los demás que practicaban la medicina y esto, como se verá en otro tema, tuvo efectos duraderos en su constitución como profesión con pretensiones de monopolio sobre la gestión de todo lo relacionado con la salud y la enfermedad. Así, el médico universitario, que se formaba en la medicina galénica, lo hacía en una medicina que reclamaba para sí el estatuto de verdadera scientia, un conocimiento racional que requería mostrar un dominio del cuerpo humano superior al de aquellos que practicaban la medicina como una mera ocupación manual. La medicina racional universitaria era, pues, una medicina que tenía su base en la anatomofisiología galénica y, por ello, la práctica de la demostración anatómica -vía disección- pasó a ser un componente fundamental de la enseñanza universitaria, sobre todo a partir de la obra de Mondino en Bolonia, a la que nos referiremos inmediatamente. Además, los médicos universitarios, para mostrar la superioridad de su conocimiento, consideraron conveniente hacerlo a través de la práctica pública de la disección. Así ha de interpretarse la aparición en los estatutos de las universidades de la detallada prescripción de las disecciones públicas, al menos una vez al año, en presencia de los personajes más influyentes de la ciudad donde estuviese situada la universidad. Lo que el médico universitario mostraba en estas disecciones era que el cuerpo era comprensible, a través del conocimiento de la forma, la acción y el uso de las partes -la anatomofisiología galénica-. Estas disecciones públicas fueron posteriormente realizadas en lugares especiales, los ‘teatros’ anatómicos, en los que junto a su valor pedagógico -cuando las disecciones fueron más frecuentes-, siempre estuvo presente la vertiente de ritual cuasirreligioso, de persuasión pública, de celebración, incluso de fiesta, tal y como muestran numerosos ejemplos, entre los cuales ha sido especialmente estudiada la ‘función anatómica’ boloñesa. Pero no sólo la enseñanza universitaria de la anatomía, que inmediatamente retomaremos, influyó en el aumento de la disección. Esta también se realizó por razones médico-legales -cada vez más desde 1250- para conocer las posibles causas de una muerte en la que se sospechaba envenenamiento o simplemente se quería ver el alcance de una herida, el posible reflejo de una enfermedad o incluso la posibilidad de que pudiese heredarse un determinado padecimiento, tal y como muestran variados testimonios. En este contexto, conviene señalar brevemente que con frecuencia se ha considerado erróneamente la bula de Bonifacio VIII “Detestanda feritatis” (1299) como un documento

eclesiástico contrario a la disección. En realidad, la bula a lo que se oponía era a la costumbre, más difundida en el norte de Europa, de despedazar los cadáveres de las personas de relieve

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muertas fuera de la patria para transportar más cómodamente sus restos mortales y enterrarlos en diferentes emplazamientos. Algunos autores han visto en esta práctica un impulso de la práctica disectiva y, a la actitud papal, un freno de aquellas. Sin embargo, la situación parece ser más compleja, y la actitud cultural frente al cadáver presentaba diferencias en el entorno europeo que pueden dar razón de las diferentes actitudes frente a la disección. Así, se ha señalado que en Italia la muerte era considerada como una separación definitiva y rápida del cuerpo y del alma, por lo que aquél dejaba de tener una relación directa con la persona que había sido en vida. El cadáver tendía a ser visto en el entorno italiano como inactivo o inerte y, por lo tanto, era más fácil acercarse a él como un resto en el que efectuar una autopsia o una disección. Incluso se ha apuntado la fascinación por la búsqueda de estigmas de santidad en los cuerpos de personas con fama de tal en vida. Esto no quiere decir que no preocupase el cadáver, pues era objeto de memoria y conmemoración -de ahí que interesase su integridad-. Por el contrario, en el norte de Europa la separación entre el cuerpo y el alma se veía como un proceso gradual, que se correspondía con la lenta descomposición del cadáver y su reducción a huesos y tejidos duros. El cadáver era, en este período, activo, sensible o semianimado, todavía con una cierta vida que se iba escapando. La práctica disectiva era, pues, menos probable, pero sí el embalsamamiento y la desmembración que portaba todavía parte de esa vida que se iba escapando a la propia tierra. Los sujetos que eran dedicados a la disección, los ajusticiados, lo eran precisamente porque la práctica anatómica se consideraba un castigo añadido sobre el cuerpo, todavía portador de una cierta identidad de la persona. Este matiz parece no estar presente en las sentencias de los jueces italianos. Por último, es necesario señalar que desde el mundo de la cirugía, al menos donde ésta tenía un estatuto universitario, también fue existiendo un interés creciente por la anatomía, que podía ofrecer una ayuda inestimable para la práctica quirúrgica. Así ocurría en Bolonia, donde los cirujanos podían formarse en la universidad y donde el interés por la anatomía puede ejemplificarse en figuras como Guillermo de Saliceto (1215-1280?), cuyo tratado de medicina práctica y cirugía escrito en torno a 1270, contiene también una sección consagrada a la anatomía, de evidente filiación árabe y de planteamiento esencialmente topográfico. Otros ejemplos posteriores se dieron también en la universidad de Padua. Formado en esta tradición, conviene resaltar la figura de Henri de Mondeville (1260-ca. 1320), que llevó consigo la tradición anatómica boloñesa a Montpellier, donde a partir de 1340 se fijó la obligación de realizar disecciones públicas. Mondeville fue autor de obra anatómica, en íntima relación con su más conocida obra quirúrgica. En el mismo sentido hay que apuntar la preocupación en la fundamentación anatómica para la práctica quirúrgica de Guy de Chauliac (ca. 1298-1368), quien conoció y manejó la traducción latina completa de “Sobre el uso de las partes” a la que anteriormente hemos hecho referencia. En su “Chirurgia Magna” (1363) incluyó, tras una introducción quirúrgica general, un verdadero tratado anatómico.

2.2.- La “Anatomía” de Mondino de Luzzi (1316)

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Pero la figura en la que se centran las principales tendencias comentadas hasta ahora fundamentalmente la utilización de la enseñanza anatómica en el marco de la universidad, en este caso la de Bolonia-, es Mondino de Luzzi (ca.1270-1326), profesor de medicina práctica en una de las principales universidades bajomedievales, en la que había una estrecha relación entre la enseñanza de la filosofía y de la medicina. Muchos de los estudiantes seguían los cursos en ambas materias. Enmarcada en el interés por la disección anatómica que había creado el estudio directo del saber galénico que se estaba produciendo en Bolonia, y por el interés en la filosofía natural que en la misma universidad creaba el estudio de la obra aristotélica, la “Anatomia” de Mondino es un manual de disección construido a partir de los materiales galénicos y de Avicena que tenía disponibles, así como de su propia labor de disector. Su finalidad fue la ‘demostración’ anatómica en el marco universitario, algo para lo cual no había modelo anterior y que explica su vigencia de más de dos siglos en la enseñanza de la anatomía, siguiendo el esquema que tan bellamente muestra la edición veneciana de 1493, con la división de papeles entre el profesor, el disector y el demostrador. Prescribe una disección a realizar en tres días, dedicado cada uno de ellos a uno de los vientres: abdomen, tórax y cabeza, siguiendo tanto el orden de corrupción como el lugar en el que están situados los órganos de la nutrición, vitales y animales. En posteriores relatos de cómo era llevada a cabo la disección siguiendo a Mondino se señala un cuarto día para la disección de las extremidades. Desde este punto de vista, la obra de Mondino fue una verdadera innovación pedagógica y un modelo seguido por las universidades que fueron incorporando la enseñanza anatómica a través de la disección. Su papel no era investigar, ni buscar discrepancias con los textos galénicos clásicos -por ello no encontró prácticamente errores en el pergameno-, sino mostrar a los estudiantes de medicina y filosofía el cuerpo y sus partes, para así basar en este conocimiento la racionalidad médica y también la admiración por la labor creadora de Dios objetivo de la filosofía natural-. La obra de Mondino era totalmente galénica en su concepción anatomofisiológica -no así en su proceder disectivo- y por su vigencia, fue el marco en el que se basó la conceptualización anatómica en las dos siguientes centurias: anatomizar primero los órganos de la nutrición en el bajo vientre, luego los órganos de la vitalidad en el medio vientre, y, por último, los órganos de la animación en el vientre superior.

3.- La anatomía renacentista 3.1.- El Humanismo renacentista y la influencia artística
Como ya se comentó en un tema anterior, en torno a 1500 el mundo occidental se encontraba en lo que fue percibido como uno de los cambios más importantes y de mayor alcance que había ocurrido en los últimos mil años: volver la mirada hacia atrás para recuperar los modos de hacer y de pensar de la Roma y la Grecia clásicas. Este movimiento se dio en el

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área económicamente dominante del occidente europeo cristiano, en Italia, especialmente en las ricas y ostentosas ciudades estados del norte de Italia, en Venecia y Florencia, pero también en Roma. En escultura, arquitectura, pintura, en géneros de literatura, en idiomas (latín clásico y griego), en matemáticas y astronomía, en filosofía, en política, en cualquier campo de la actividad de la Antigüedad Clásica, se propuso la vuelta a los modos de hacer de los grecolatinos. El intento de revivir la Antigüedad Clásica en un nuevo mundo llevó, de manera no intencional pero sí inexorable, no a la recreación de la tradición antigua, como se pretendía, sino a la creación de una nueva. El hecho de volver atrás en busca de los mejores modelos del mundo antiguo llevó al ‘progreso’, a la sensación de ir avanzando y a la consideración positiva de este proceso, tal y como ha estudiado Maravall (1966). En lo que al mundo de la medicina se refiere esta tendencia, como ya comentamos, llevó al fenómeno del humanismo médico, esto es, a la recuperación de textos de los antiguos -la obra de Galeno se publicó en griego en Venecia en 1525- para conocerlos directamente en su idioma original o en versiones latinas lo suficientemente exactas como para que no apareciesen contaminaciones. La diseminación de los mismos fue, además, extraordinariamente facilitada por la generalización de la imprenta. Este movimiento general tuvo su repercusión directa en el campo de la anatomía. Así, se tradujeron en la segunda década del siglo XVI varios tratados anatómicos de Galeno, y un anatomista humanista como Günther de Andernach (1487-1574) realizó una nueva versión de “Sobre los procedimientos anatómicos” (1531) que permitió conocer de manera más exacta el proceder anatómico de Galeno. Así mismo, tanto Günther von Andernach como su compañero en la facultad de medicina de París -centro de la anatomía galénica-, Silvio (Jacques Dubois, 1478-1555) -que había llevado a cabo una revisión (1528) de la versión de Niccolò da Reggio de “Sobre el uso de las partes”- prepararon resúmenes para la enseñanza anatómica a partir de las fuentes galénicas clásicas, mucho mejor conocidas gracias a ellos. Ambos fueron, asimismo, hábiles disectores. Una segunda fase del movimiento fue el Helenismo, esto es, la pretensión de superioridad de la cultura griega sobre la latina, que tuvo también fuerte impronta sobre la labor anatómica, en este caso en el terreno terminológico, pues se trató de derivar toda la terminología anatómica del griego, expurgando las impurezas debidas a los árabes, tarea en la que nuevamente Silvio y Günther von Andernach jugaron un gran papel al incorporar términos como crural, cístico, gástrico, sistema coronario, pericráneo, colon, etc. Dentro del mismo movimiento renacentista la vuelta al arte clásico también fue, como ya hemos señalado, uno de sus rasgos fundamentales. Y los artistas, con el fin de volver a la perfección de los desnudos humanos de la escultura clásica y de plasmar también tal

perfección en la pintura, buscaron aumentar su conocimiento anatómico para poder así esculpir y pintar el cuerpo humano de la manera más real y natural posible. Entre los que mostraron gran interés por la anatomía suele subrayarse a artistas como Donatello (1386-1466), Andrea del Verrochio (1405-1488), Luca Signorelli (ca. 1441-1523), o Antonio Pollaiuolo (1432-1498),

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del que se dice realizó sus propias disecciones. Muchos artistas observaban cuidadosamente disecciones realizadas en las universidades, con el fin de poder plasmar en sus obras correctamente el cuerpo humano, tanto en reposo como en movimiento, para lo que les resultaba especialmente útil la disección de los músculos superficiales. Dentro de este movimiento hay que situar la labor de Leonardo da Vinci (1452-1519), cuyo interés por la anatomía fue mucho más intenso. Llevó a cabo disecciones en Milán, Florencia y Roma, que representó en numerosas notas anatómicas cuyas técnicas gráficas son de gran interés. Así mismo, fue pionero en las técnicas de inyección de cera. Sin embargo, su influencia en la anatomía renacentista fue escasa, puesto que sus anotaciones quedaron en su mayor parte inéditas y sufrieron una complicada peripecia que llevó, parte a la Biblioteca Ambrosiana de Milán, y parte al Palacio de Windsor. Allí estuvo el principal conjunto desde finales del siglo XVII, pero sólo ha sido accesible desde inicios del presente.

3.2.- Los llamados prevesalianos: Benedetti, Zerbi, Berengario de Carpi
En este contexto humanista y helenista es en el que hay que situar la obra de los anatomistas que publicaron sus obras con anterioridad a la “Fabrica” de Vesalio. Todos ellos trabajaron en el área donde la enseñanza de la anatomía había comenzado con asiduidad dos siglos atrás, el norte de Italia y especialmente las universidades de Padua y Bolonia, las dos más importantes del mundo en ese momento. Nos vamos a centrar en tres, Benedetti, Zerbi y Berengario de Carpi, especialmente representativos de las tendencias del inicio de la anatomía renacentista, como transición entre los modos escolásticos y la mayor confianza en la disección, que se iría produciendo a lo largo de la centuria. Los tres siguieron la estela de Mondino y escribieron libros para acompañar la disección del cuerpo humano, siguiendo el esquema que el boloñés fijó a inicios del XIV. Sin embargo, otros muchos autores de este período merecerían ser citados por sus contribuciones como Benivieni (ca. 1450-1502), Achillini (1463-1512), Della Torre (1478-1511), Massa (1499-1569), Cannano (1515-1579). En la línea del helenismo hemos de situar la “Anatomice sive historia corporis humani” publicada en Venecia en 1502, pero probablemente escrita entre 1493 y 1497- del veronés Alessandro de Benedetti (ca. 1450-1512), que llegó a ser en 1490 profesor ordinario de medicina práctica en la Universidad de Padua. Utilizó tan sólo fuentes griegas en su obra (Platón, Aristóteles, Hipócrates y Galeno), y uno de sus empeños fue el empleo riguroso de terminología griega. El breve tratado anatómico de Benedetti era galénico, pero basado directamente en Galeno, debido a los conocimientos del idioma griego de su autor, por lo que alcanzó gran popularidad. Se reimprimió en París en 1514, lo cual permitió que su renovado vocabulario de términos morfológicos lograra también influencia en la Europa septentrional. Además, resulta conveniente anotar que fue el primero en proponer el uso del ‘teatro’ -del

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mismo tipo que se usaba para las representaciones dramáticas en la Antigüedad Clásica- para la demostración anatómica. Gabriele de Zerbi (1445-1505), también veronés, se formó en Padua y fue profesor tanto en esta universidad como en la de Bolonia, para pasar luego a la corte papal de Roma y retornar de nuevo como profesor a Padua. En esta universidad, que actuaba como la del Véneto al igual que en la de Bolonia, había una fuerte relación entre la formación médica y la filosófica y De Zerbi desarrolló carrera profesoral en ambas materias. Su tratado anatómico “Liber Anathomie Corporis Humani”, publicado en Venecia en 1502, podemos situarlo en la línea humanista de estudio pormenorizado de las autoridades, citando y comparando numerosos autores, entre los que De Zerbi situaba siempre por encima a Aristótoles. Consideraba a la anatomía parte de la medicina teórica, no de las artes, pero también llevó a cabo disecciones, y el tratado que consagra a los órganos abdominales es bastante completo. Berengario de Carpi (ca. 1460-1530) se formó en Bolonia y frecuentó el círculo de los más afamados humanistas de su época. Al final de su vida, tras dedicarse a la práctica de la cirugía, llegó a ser profesor de cirugía y anatomía en la propia universidad de Bolonia, dedicándose con el paso del tiempo especialmente a esta última disciplina, y realizando gran número de disecciones. Fue autor de unos “Commentaria cum amplissimis additionibus super anatomia Mundini” (1521) en los que trató de perfeccionar la labor de su antecesor en el estudio boloñés, al que consideraba verdadero seguidor de la anatomía galénica. Su obra, al igual que la de De Zerbi, comenta y discute numerosos autores, entre ellos el propio De Zerbi, al que ataca con frecuencia. Utiliza el método de los comentarios como modo de encontrar concordancias entre las autoridades. Sin embargo, su consideración de la anatomía fue diferente de la de De Zerbi. Si acabamos de comentar que éste la consideraba como parte de la scientia, de la medicina teórica, Berengario, cirujano de formación y profesión, considera a la anatomía como una actividad manual y práctica. En su obra se conjuga el comentario de las autoridades con la información obtenida a través de la disección. Berengario confía en los sentidos, en la experiencia, en la observación, y en esta confianza dice seguir a Galeno, sobre todo más al disector que al anatomofisiólogo. Así, Berengario se permitió rectificar en varios puntos a Galeno. Negó, por ejemplo, la existencia de la ‘rete mirabile’ que no conseguía encontrar en sus disecciones. Pero ello no necesariamente le llevó a enfrentarse con el pergameno -la función de la rete mirabile pasa a ser realizada por las pequeñas arterias del tejido cerebral-, ni a que disminuyese su admiración por él como verdadero anatomista. Berengario todavía, a pesar de su confianza en la propia observación, está llevando a cabo una anatomía que pretende la demostración del cuerpo humano según los antiguos, especialmente Galeno. La gran extensión de la obra fundamental de Berengario hizo que publicase un compendio de su tratado “Isagogae Brevis” (1522), como verdadero manual de disección destinado a substituir al de Mondino.

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Otro aspecto relevante a reseñar de las obras de Berengario de Carpi es que son libros ilustrados. No son, por supuesto, las primeras ilustraciones anatómicas pues, al margen de las inéditas notas de Leonardo, han llegado hasta nosotros manuscritos medievales que muestran esquemas de algunos sistemas corporales, en la tradición de lo que se ha venido en llamar la “serie de cinco imágenes”- habitualmente nueve-. La finalidad de éstas no era el reflejo exacto de la realidad, sino servir como recuerdos nemotécnicos o como esquemas visuales de una determinada doctrina teórica. En la serie se mostraban ilustraciones de los cinco sistemas (arterial, venoso, óseo, nervioso y muscular), junto con otras imágenes que mostraban los genitales, el estómago, el hígado y otras vísceras, el útero, normalmente con un feto dentro, y una última imagen con el cerebro y los ojos. El origen concreto de esta serie se desconoce, pero parece situarse en el galenismo alejandrino de la Antigüedad tardía, lo que explicaría su difusión también en el Medio Oriente, especialmente en Persia. Otros dibujos pretendían mostrar los lugares donde sangrar o las posibilidades de sanar según el lugar donde se hubiese producido una herida. En realidad, el propósito general de estas imágenes no era mostrar la estructura del cuerpo humano. La transición se fue produciendo con las ilustraciones que aparecieron en las sucesivas ediciones del “Fasciculus medicinae” de Johannes de Ketham, en el que con apariencia todavía medieval -la postura en rana -, se pretendió ya una representación más exacta de algunas estructuras anatómicas. Pero los autores están de acuerdo en señalar que es con Berengario cuando por primera vez se ponen en relación las ilustraciones con el texto, con un claro fin didáctico, a pesar de la rudeza que siguen mostrando algunas de las imágenes.

3.3.- La obra de Vesalio
En este contexto que venimos dibujando hemos de situar la obra de Andrés Vesalio (1514-1564), cuya carrera como anatomista absorbió tanto la tradición parisina como la patavina para crear una de la obras con mayor impacto en la Historia de la Medicina. Nacido en Bruselas, en una familia de médicos y boticarios que tradicionalmente había estado al servicio de la familia imperial, se formó inicialmente en Bruselas y Lovaina, donde aprendió latín, griego y algo de hebreo. Su formación médica la adquirió en París, donde entró en contacto con el humanismo médico reinante, y en especial con la recuperación del Galeno anatomista que ya hemos mencionado. Se involucró en esta tarea a la par que adquirió gran habilidad en la disección. La situación bélica en Francia le obligó a retornar a su país sin acabar sus estudios en París, por lo que obtuvo su título en Lovaina en 1537. Se desplazó entonces a Padua, donde obtuvo el grado de doctor y fue contratado, dentro de la reorganización que se estaba llevando a cabo del estudio patavino, para hacerse cargo de las demostraciones de anatomía y las lecciones de cirugía. Un puesto de bajo estatus que con su actividad dignificaría y llevaría al nivel de profesor de anatomía, no sólo en Padua, sino en cualquier universidad que pretendiese ser puntera.

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En Padua comenzó su actividad docente rompiendo con el sistema didáctico vigente, pasando a enseñar anatomía con el cadáver, disecando y mostrando por sí mismo, uniendo en su persona las funciones que hasta entonces desempeñaban separadamente el profesor, el disector y el demostrador. Es célebre el episodio en el que mostró este nuevo sistema de enseñanza cuando se le invitó a dar una serie de clases en la universidad de Bolonia. Para ayudarse en su labor docente y fruto de su constante labor de investigación anatómica, publicó una serie de seis grabados para la enseñanza, las “Tabulae anatomicae sex” (1538), tres dibujados por él mismo y otros tres - los esqueletos- en los que ya contó con la pericia como artista de Kalcar, al que los autores identifican como uno de los discípulos de Tiziano participantes en las ilustraciones de la “Fabrica”. En los grabados se muestran el hígado, los órganos de la generación masculinos y femeninos, la vena cava, la gran arteria (aorta) y los huesos de todo el cuerpo. Desde el punto de vista de la ilustración anatómica ya supusieron una ruptura con las anteriores, por su interés en mostrar con gran detalle las estructuras y por su clara vocación didáctica. Pero era una anatomía fundamentalmente galénica, basada en la disección humana, pero también del mono y de otros animales como el perro. Con todo, estas primeras láminas de Vesalio son reflejo del vuelco que produjo en la enseñanza anatómica al ser él mismo el que realizaba las disecciones, abandonando así su carácter de demostración para transformarse en una tarea de verdadera observación del cadáver y de atenimiento a lo que en él se veía. La febril actividad que el joven Vesalio desarrolló en Padua se vería plasmada en su magna obra “De humani corporis fabrica” (1543), reeditada con numerosas variaciones en 1555. Este tratado de más de seiscientas páginas supuso la completa exposición, por vez primera, de la anatomía humana atenida a lo observado en los cadáveres, según una imagen estructural. Ello suponía, por supuesto, el enfrentamiento con Galeno. Pero no, como se ha señalado en ocasiones, porque el proyecto anatómico de conjunto de Vesalio fuera diferente al de Galeno, sino precisamente por su interés en seguir al pergameno hasta sus últimas consecuencias a la hora de investigar la estructura corporal humana como base de la medicina. Una gran diferencia se dio sin embargo entre ambos, Vesalio tuvo acceso realmente al cadáver humano y, procediendo como Galeno, vio cosas que aquel no pudo ver en los animales que le sirvieron en su práctica disectiva. Vesalio fue, así en cierto modo, el más galenista de los anatomistas renacentistas, y por eso mismo se separó de la anatomía galénica. Llevó a cabo el proyecto de investigación anatómica de Galeno en cadáveres humanos y ello le permitió atenerse a lo que veía -el libro ya no era el texto galénico, sino el propio cuerpo que se disecaba- y edificar sobre esta premisa su anatomía, que a su vez debía ser la base de toda la medicina. A la hora de exponer su obra, el atenimiento a las estructuras anatómicas le separó también de las concepciones anatomofuncionales de Galeno. Aquí resulta fundamental tomar en consideración la diferencia lainiana entre el contenido del saber anatómico y el estilo del saber anatómico (y dentro de él, el modo de describir la parte). Así, como nos muestra Laín,

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aunque Vesalio siguió a Galeno en su interés por iniciar las disecciones por los huesos, para el pergameno éstos constituían el fundamento rector de una forma adecuada y visible, mientras que para el bruselense eran el fundamento sustentador de una estabilidad arquitectónica o, con otras palabras, la sólida estructura central en que se apoya la edificación entera. Por tanto, Vesalio no sigue a Galeno en su idea descriptiva cuando, tras aludir brevemente al esqueleto y a los músculos, describe sucesivamente el miembro superior -con la mano como parte fundamental-, el miembro inferior -pie y pierna-, la cubierta osteomuscular de la cabeza y del tronco y el contenido de las cavidades abdominal, torácica y craneal, siguiendo un estilo de descripción claramente anatomofuncional. Sólo así podía describirse, según la idea galénica, un animal bipedestante dotado de razón y que, en consecuencia, hace su vida en el mundo, modificándolo racionalmente con sus manos. Vesalio, por el contrario, se ocupa en su obra de dar una idea completa de la ‘fábrica del cuerpo humano’ y, para ello, en los cuatro primeros libros se ocupa respectivamente de los huesos, los músculos y los ligamentos, las venas, las arterias y los nervios. En los tres últimos libros, a esta consideración arquitectónica y estructural va a unirse otra, funcional y aún galénica, describiéndose el contenido de las cavidades abdominal, torácica y cefálica. En el conjunto de la fábrica vesaliana, por tanto, se pueden distinguir tres partes: a) sistemas constructivos o edificativos del cuerpo (huesos, músculos y ligamentos, libros I y II, los más completos, además, en cuanto a contenido anatómico) b) sistemas unitivos o conectivos (venas, arterias y nervios, libros III y IV) c) sistemas animadores o impulsivos (órganos contenidos en las tres cavidades, libros V, VI y VII). En las dos primeras es más evidente la separación entre la idea descriptiva de Vesalio y la galénica. En ellos queda patente su mentalidad estructural o arquitectónica (el cuerpo como pura forma, susceptible de movimiento local). En la tercera parte Vesalio es galénico y considera a los órganos abdominales, torácicos y cefálicos como instrumentos respectivos de las facultades natural, vital y animal de la naturaleza humana. Así mismo es cuasigalénico en Vesalio el modo de la descripción de cada parte, en el que se tiene en cuenta los tradicionales conceptos de número, situación, forma, sustancia, conexión, uso y oficio del órgano descrito. La obra de Vesalio es pues un típico producto renacentista en el que se mezclan la tradición y la modernidad y en la que se pueden encontrar elementos que lo separan y lo unen a sus antecesores, especialmente a los clásicos. En realidad, su proyecto anatómico, muy renacentista, era un proyecto de recuperación del anatomista clásico por antonomasia, Galeno (Cunningham, 1997), y su obra tenía que ser necesariamente un compromiso entre los nuevos modos a los que conducía resucitarlo en un nuevo contexto, y todo el peso de la tradición. Así siguió el modo ideal de disección galénico, pero a la hora de exponer su propia idea descriptiva anatómica, se separó del modo galénico de concebirla, reemplazando la teleología galénica por una imagen arquitéctonica y estructural. Pero solo se separó en parte, porque además de en la descricpción de las cavidades, el peso de la anatomofisiología galénica y de su visión

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teleológica sigue muy presente en la “Fábrica”, como un reciente estudio de Siraisi (1997) se ha encargado de subrayar. Por otro lado, recientemente, Barcia (1994) ha puesto en tela de juicio mucha de las aseveraciones vertidas sobre Vesalio, negando gran parte de los méritos que le han sido adjudicados, especialmente en lo que se refiere a descubrimientos personales, a la corrección de errores anatómicos galénicos y a la claridad y vigor de sus descripciones. Sin poder poner en tela de juicio las afirmaciones de Barcia, sobre todo cuando están hechas desde su doble condición de profundo conocedor de la anatomía y de los idiomas clásicos, la imagen historiográfica que ataca de Vesalio parece, al menos, parcialmente dibujada, muy sesgada hacia los más exageradamente panegiristas del bruselense. De todos modos, es evidente que alerta en la dirección de la extremada importancia que puede concedérsele a una figura aislada, sin tener en cuenta el contexto. En cualquier caso, parece fuera de toda duda que el impacto de la “Fabrica” y del modo de enseñar vesaliano fue enorme. El tratamiento unitario que dió a toda la anatomía humana, los ataques a la tradicional anatomía galénica, el atenimiento a la experiencia y habilidad de disector para enseñar la anatomía suelen apuntarse como razones para este impacto. Pero junto a ellas es necesario resaltar las bellísimas y abundantes ilustraciones que aparecen en el libro, y que son, sin duda, las más famosas de la Historia de la Medicina, -especialmente los esqueletos y los hombres musculares- copiadas luego centenares de veces. La senda tímidamente abierta por Berengario, y por la que el mismo Vesalio ya había transitado de modo que la

firmemente con sus “Tabulae”, encuentra aquí su máxima expresión,

ilustración anatómica alcanzó un punto de no retorno. La finalidad pedagógica de las ilustraciones, relacionando texto con imagen, y su interés por mostrar de la forma más exacta posible las estructuras anatómicas, junto con su innegable calidad artística, pasaron a ser características que cualquier monografía anatómica ilustrada posterior hubo de cumplir. Hemos de señalar también que dado el enorme tamaño y volumen de la “Fabrica”, Vesalio publicó un “Epitome” (1543) para los estudiantes de medicina y para los que poseían un conocimiento limitado de la anatomía. Está también ilustrado, y aquí las imágenes gozan de mayor consideración que el texto. Como no podía ser de otro modo, la obra de Vesalio no alcanzó aceptación generalizada. Los seguidores de la anatomia galénica en su versión más pura no aceptaron la novedad de la “Fabrica” Así , su antiguo maestro parisino, Silvio, se opuso a la anatomia vesaliana, lanzando fuertes ataques al bruselense -que encontró defensores, como luego veremos, entre sus

discípulos valencianos-, lo que mostró bien a las claras la dificultad, que en el ámbito del Renacimiento suponía enfrentarse a los antiguos, aunque fuese siguiendo su propio programa. Pero en conjunto, Vesalio consiguió dar un gran paso en la dignificación de la anatomía y otorgarle un puesto central en la formación médica. Su figura paso a ser referencia fundamental para anatomistas posteriores, como ejemplo de la importancia de la disciplina que ellos mismos seguían cultivando, y de la que tenían una imagen de progreso, en la que se iban consiguiendo

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mayores conocimientos sobre el cuerpo humano. Era un conocimiento basado en lo que se observaba, en lo que se veía a través de la disección. Seguía pues siendo, un conocimiento de segunda clase con respecto al que se ocupaba del de las causas, pero mejor que el que podía obtenerse a través de los textos. Era además un conocimiento firme, cierto, estable que podía ser atestiguado por otros que veían lo mismo, por lo que por esta senda caminaron otros anatomistas del XVI.

3.4- Los llamados postvesalianos: Colombo, Valverde, Fallopio, Eustachio Fabricio.
Como postveslianos son conocidos una serie de anatomistas que efectuaron su labor y publicaron sus obras con posterioridad a la aparición de la “Fabrica”. Si bien no todos ellos llevaron a cabo la pesquisa anatómica con un proyecto intelectual similar al del bruselense Colombo tomó como norte la practica anatómica alejandrina y Fabricio siguió un esquema de investigación totalmente aristotélico- la abundante utilización de la práctica disectiva llevada a cabo por ellos mismos, el mayor estatus del que gozaron en las universidades y el realizar su obra en el ámbito italiano suponen características comunes a las que se unen las aportaciones que realizaron al conocimiento anatómico. Nos referiremos muy brevemente a algunos de ellos, los más sobresalientes. Realdo Colombo (ca. 1515-1558), discípulo y sucesor de Vesalio en Padua, pasó luego a ser profesor de anatomía en Pisa, y por último en Roma. Su “De re anatomica” (1559) obra no ilustrada describió la circulación menor, tema del que nos ocupamos al hablar del pensamiento fisiológico, y rectificó varios detalles anatómicos de la “Fabrica”, siendo especialmente valiosas sus descripciones de los músculos de la laringe y del ojo. Unido en su carrera anatómica a Colombo, con quien estuvo en Pisa y Roma, hemos de considerar al palentino Juan Valverde de Amusco (ca. 1525-1588), autor de una “Historia de la composición del cuerpo humano” (1556), impresa en Roma, fundamentalmente vesaliana aunque lo rectifique en numerosas ocasiones. Está bellamente ilustrada con figuras basadas en la “Fabrica”, pero realizadas a partir de planchas de cobre que permitían un trazo más fino que los bloques de madera. Fue reeditada varias veces, siendo traducida al italiano y al latín, por lo que fue un libro de anatomía bastante usado durante el XVI y el siglo siguiente. Gabriele Fallopio (ca. 1523-1561) ocupó también la cátedra anatómica de Padua desde 1551 hasta su muerte. Publicó un obra sin ilustraciones en 1561, las “Observationes anatomicae”, en las que comenta con gran consideración hacia el bruselense una serie de errores de Vesalio y realiza bastantes aportaciones novedosas fruto de de su propia investigación anatómica en ámbitos como la osteología (centros de osificación, dientes,

aparato auditivo), la miología (musculatura de la cabeza y del ojo), la neurología (nervio troclear y pares craneales), y la esplacnología (trompas uterinas).

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Discípulo de Fallopio fue Girolamo Frabrizio d’Acquapendente (ca. 1533-1619) quien también ocupó la cátedra anatómica patavina. Como ya señalamos el aliento de su compleja obra biológica, en la que no podemos detenernos aquí, es aristotélico, buscando el conocimiento más noble, esto es, el de las causas finales. Por ello sus aportaciones a campos que posteriormente fueron bautizados como anatomía comparada y embriología es muy notable. Su más significativa aportación anatómica fue la descripción cuidadosa de las válvulas venosas -que ya habían sido advertidas en repetidas ocasiones con anterioridaden “De

ostiolis” (1603), obra acompañada de excelentes ilustraciones. El papel de las válvulas encontró su significación en la obra de su discípulo William Harvey. También merece la pena nombrar a Fabrizio en relación con el teatro anatómico de Padua, pues fue a instancias suyas cuando se erigió uno permanente, en 1594, que todavía se conserva. Hasta esa fecha las demostraciones anatómicas y las lecciones de anatomía que fueron haciéndose más frecuentes en el Renacimiento se realizaban en teatros anatómicos de madera, desmontables, tal y como había propuesto a inicios del XVI Benedetti. El último anatomista postvesaliano que vamos a nombrar muy brevemente es Bartolomeo Eustacchio (1500/1510-1574), profesor de Anatomia en el Archigginasio della Sapienza de Roma desde 1549. Publicó una serie de tratados anatómicos “ Opuscula anatomica” (1564) en los que se ocupó de diversas estructuras anatómicas como los riñones, el aparato auditivo (trompa de Eustaquio), de los dientes y de la angiología torácica. De las veintidós ilustraciones que preparó solo ocho aparecieron en su obra. El resto fueron recuperadas y publicadas ya en el siglo XVIII (1714) por Giovanni Maria Lancisi (1654-1720). Sin salir de Italia otros muchos anatomistas podrían ser nombrados: Arnazio, Varolio, Guidi, Piccolimini, Carcano, Ingrassia, Botal, etc. Todos realizaron contribuciones de mayor o menor importancia a la dignificada anatomía. Pero basten las breves notas apuntadas sobre algunos de ellos para hacernos una idea del progreso anatómico renacentista.

3.5.- La escuela anatómica valenciana
Si merece la pena comentar aquí que la postura de Vesalio fue prontamente asumida en España en el ámbito de la Universidad de Valencia. Hay que tener en cuenta que en la Corona de Aragón se llevaron a cabo disecciones regulares en sus principales centros médicos durante los siglos XIV y XV. En la Universidad de Valencia existió cátedra de anatomía y medicamentos simples desde 1502 y durante las primeras décadas del XVI se pueden encontrar indicios del intéres por la pesquisa anatómica basada en la disección, desde posturas firmemente asentadas en el humanismo médico. La aceptación plena de las posturas vesalianas se produjo con el acceso en 1547 de Pedro Jimeno (ca. 1515-1551) a la cátedra de anatomía y simples. Discípulo del bruselense en Padua, Jimeno introdujo la enseñanza anatómica basada en la disección de cadáveres

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humanos, realizada y explicada por el propio profesor en la Universidad de Valencia y posteriormente en la de Alcalá. En su “Dialogus de re medica” (1549) expuso la anatomía del cuerpo humano apoyándose continuamente en la “Fabrica” y en su propia experiencia disectiva. Cuando Jimeno abandonó Valencia en 1550 se nombró para sustituirle en el puesto universitario a Luis Collado (m. 1589), que se convertiría en el principal responsable de la consolidación de la escuela antómica valenciana y de su firme adhesión a las ideas de Vesalio, del que también fue discípulo. Su principal contribución a la anatomía es el volumen titulado “Cl. Galeni Pergameni Liber de Ossibus....Errationibus illustratus” (1555). La obra contiene tres textos de diferente longitud: un comentario al citado libro galénico, una descripción de los orificios y senos craneales y una “carta al lector” en la que justifica su defensa de Vesalio frente a los ataques de su antiguo maestro Silvio. En realidad la obra entera de Collado es una defensa de Vesalio frente a Silvio, utilizando su propia experiencia disectiva. Collado, influyó además en la introducción de la reforma vesaliana en la Universidad de Salamanca, a través de su discípulo Cosme Medina.

4.- La anatomía de los siglos XVII Y XVIII
Como ya señalamos, la parte fundamental de nuestro tema se ha ocupado de analizar como se planteó el estudio de la anatomía en el marco del Renacimiento, en el momento en que comenzó a separarse del esquema galénico. Transcurrido el siglo XVI, la investigación anatómica continuó practicándose con vigor, extendiéndose su cultivo a zonas en las que hasta el momento había tenido menor importancia. La labor fundamental de los anatomistas consistió en, siguiendo la idea descriptiva inaugurada por Vesalio, completar el conocimiento de aquellas estructuras que eran mal conocidas o rectificar aquellos errores que se hubieran cometido en su descripción. El perfeccionamiento de las técnicas anatómicas, por ejemplo las inyecciones de diversas sustancias colorantes, coagulables o corrosivas, también tuvo lugar a lo largo de estas dos centurias. La ilustración anatómica tras el aldabonazo de la “Fabrica” también fue profundizando en su función didáctica a lo que colaboró el perfeccionamiento técnico, sin dejar de lado la adaptación a los gustos artísticos de cada momento. Son procesos complejos que tuvieron lugar a lo largo de un período dilatado de tiempo en el que, además, fue más frecuente el cultivo de la ciencia, y también de la anatomía, por lo que no podemos aspirar a su descripción. Basten unas brevísimas notas para señalar algunos rasgos fundamentales.

4.1.- Desplazamiento hacia el norte de los centros de docencia e investigación: Leyden, París, Londres, Edimburgo

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En primer lugar hemos de señalar que la preponderancia de las universidades italianas fue decayendo, al compás que decaía la importancia socioeconómica del norte de Italia, y según los estudiantes que habían ido a formarse allí volvían a sus países de origen e instauraban el método de investigación y enseñanza anatómica del que habían sido testigos. El cultivo puntero de la anatomía pasó a otras zonas situadas en la Europa más septentrional. Desde finales del XVII y durante el XVIII, Leyden -con universidad desde 1575 y con teatro anatómico desde 1597tuvo merecida fama como escuela médica -allí enseñó

Boerhaave (1668-1738)- y como lugar en el que se realizaba una buena enseñanza de la anatomía, -téngase en cuenta, por ejemplo a Pieter Pauw (1564-1617) , a Govard Bidloo (16491713),o a los Albinus, padre (1653-1721) e hijo (1697-1770)-. Algo similar ocurrió en otras ciudades holandeses como Amsterdam - la serie de pinturas sobre la práctica anatómica en la ciudad a partir de la inauguración de su teatro anatómico en 1619 y autores como Frederick Ruysch (1638-1731) son buen testimonio-, La Haya y Delft -que también contó con un teatro anatómico desde 1614-. También en el XVII diversas ciudades francesas, especialmente Montpellier y París

pasaron a ser frente de la investigación y la enseñanza anatómica. Pero sería durante el XVIII cuando el modo de enseñanza anatómica parisino se haría especialmente famoso. Las diversas instituciones científicas del París del Antiguo Régimen, así como los hospitales, y las lecciones privadas de anatomistas y cirujanos ofrecían múltiples oportunidades de formación anatómica que hicieron de la capital francesa el modelo a imitar. Baste señalar autores como Jacob Benignus Winslow (1669-1760) y Felix Vicq d’Azyr (1748-1794). En Inglaterra, la magra realidad renacentista dio lugar a una situación bastante mejor mejor en la centuria siguiente -póngase como ejemplo la figura de Thomas Willis (1622-1675), conocida sobre todo por sus aportaciones a la anatomía del cerebro-. Pero fue sobre todo en el siglo XVIII cuando no sólo en Inglaterra -especialmente en Londres con los Hunter, William (1718-1783) y John (1728-1793) , sino también en Edimburgo, de la mano de las generaciones de Monro -Alexander Monro I (1697-1767), Alexander Monro II (1732-1817) fueron los más sobresalientes- se elevó grandemente el nivel de la investigación y de la enseñanza de la anatomía.

4.2.- La labor de complementar la anatomía descriptiva
Como ya hemos comentado la tarea fundamental de los anatomistas del XVII y el XVIII consistió en completar la tarea de descripción de las estructuras anatómicas. Hubo, claro está, nuevas orientaciones, en conjunción con las tendencias que se iban produciendo en otras parcelas de la medicina. Así se ha señalado el carácter más dinámico de la anatomía del XVII debido al influjo de la fisiología moderna que se iba constituyendo, y también la influencia de la indagación embriológica. Pero al mismo tiempo, la anatomía va adquiriendo mayor independencia y un rango más consolidado de disciplina básica, por el carácter fundamental y determinante que respecto a la función se otorgaba a la forma.

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La anatomía del XVIII, al recibir de las centurias un copioso caudal de conocimientos sobre la morfología humana, se dedicó a completar el conocimiento de aquello que todavía no se había descrito y a mejorar las descripciones existentes, con la redacción de tratados generales, y obras monográficas algunas de ellos bellamente ilustrados como, por ejemplo, las de Cheselden sobre los huesos (1688-1752), el atlas obstétrico de William Hunter, o los diversos tratados de Albinus, parte de un proyecto inacabado de anatomía general. Fueron apareciendo nuevas tendencias como la anatomía topográfica y quirúrgica, pero de ellas nos ocupamos en el tema siguiente. En cuanto a los contenidos anatómicos es imposible detenernos aquí en señalar las numerosas aportaciones de detalle que en todas las ramas del saber anatómico se llevaron a cabo. Quizá valga la pena subrayar las que se realizaron en el terreno de la adenología, sobre todo durante el siglo XVII, y también el avance que se llevó a cabo en la neuroanatomía desde obras tan señeras como la “Cerebri anatome” (1664) del ya nombrado Willis, hasta las fundamentales aportaciones de Samuel Thomas Sömmerring (1755-1830) sobre los doce pares craneales o el sistema nervioso simpático. Otras muchas aportaciones se realizaron en el terreno de la osteología, la miología, la angiología, los órganos genitales, etc.

4.3.- La obra de Samuel Thomas Sömmerring como culminación
Podemos personificar en la obra de Sömmering “De corporis humani fabrica” (17941801) -la primera edición en alemán que fue publicada en Frankfurt vio la luz entre 1791 y 1796la culminación de la anatomía descriptiva y estructural que tuvo su inicio en Vesalio, y que en el XVIII fraguó, como ya hemos comentado, en una serie de tratados generales que atestiguan la madurez de la pesquisa anatómica. La obra, que en ediciones puestas al día estuvo en uso hasta mediado el siglo XIX, es un tratado sistemático de anatomía basado, hasta donde fuera posible, en las propias observaciones del autor que había realizado disecciones e investigaciones anatómicas a lo largo de toda su vida, a pesar de la inestabilidad de su carrera profesional. En él se preocupó por utilizar una terminología lo más clara posible. Si bien la mayoría de las otras obras anatómicas del autor si están ilustradas con imágenes de alto valor científico y artístico, como las dedicadas al esqueleto femenino o a los órganos de los sentidos, su tratado sistemático no lo está. Sí ofrece, sin embargo, un listado alfabético de autores cuya ilustraciones recomienda y que muestran el profundo conocimiento de Sömmerring de las mejores obras disponibles en este sentido al final del siglo XVIII. Las de Albinus, Bidloo, William Hunter, Monro, Vicq d’Azyr y otras están entre ellas. Todas anatomía descriptiva había sido completada. muestran que la tarea de la

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BIBLIOGRAFÍA

Resulta, por supuesto, un objetivo más allá de nuestro interés reflejar aquí, ni siquiera aproximadamente, una bibliografía completa sobre el período de la Historia de la Anatomía al que está dedicado este tema. Se realizó hasta mediado de 1997 una búsqueda en los repertorios habituales (Bibliography of the History of Medicine e HISTLINE, Current Work for the History of Medicine, FRANCIS, Centro de Documentación de Historia de la Medicina de Uriach, Bibliografía Histórica sobre la Ciencia y la Técnica en España) y escogido aquellos trabajos que podían resultar más adecuados al planteamiento necesariamente general que requiere una lección de estas características. Hemos prestado especial atención a la historiografía reciente con el fin de reflejar lo más adecuadamente posible los enfoques actuales. Finalmente anotamos aquí la bibliografía que de entre la escogida en un primer momento, nos ha resultado accesible, señalando en primer lugar la más básica, y en segundo lugar la que completa algunos aspectos más secundarios.

Bibliografía básica:

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