MH_A Moment

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1

El siguiente material es una traducción realizada por
fans para fans.
Beautiful Coincidence no recibe compensación
económica alguna por este contenido, nuestra única
gratificación es el dar a conocer el libro, a la autora y que
cada vez más personas puedan perderse en este
maravilloso mundo de la lectura.
Si el material que difundimos sin costo alguno, está
disponible a tu alcance en alguna librería, te invitamos a
adquirirlo.

2

LIBRO GANADOR DEL PRIMER SONDEO DE TRADUCCIÓN

AGRADECIMIENTOS
DIRECTORAS DE TRADUCCIÓN E INTERPRETACIÓN
Jess
July Styles Tate

TRADUCCIÓN E INTERPRETACIÓN
Cande34

Lorena

Femme Fatale

Nina

Itorres

Nora Greene

Jess

Scherezade

July Styles Tate

XIMENA-BPC

Liseth Johanna

CORRECCIÓN DE ESTILO

LECTURA FINAL

Femme Fatale & Meli Eli

Femme Fatale

DISEÑO DE IMAGEN
Anne

3

Índice
Capítulo 1

Capítulo 15

Capítulo 2

Capítulo 16

Capítulo 3

Capítulo 17

Capítulo 4

Capítulo 18

Capítulo 5

Capítulo 19

Capítulo 6

Capítulo 20

Capítulo 7

Capítulo 21

Capítulo 8

Capítulo 22

Capítulo 9

Capítulo 23

Capítulo 10

Capítulo 24

Capítulo 11

Capítulo 25

Capítulo 12

Capítulo 26

Capítulo 13

Capítulo 27

Capítulo 14

Capítulo 28
RIGHT NOW

4

MARIE HALL

M

arie Hall siempre ha tenido una peligrosa fascinación por las
criaturas que llegan de golpe por la noche. Y las sirenas. Y por
supuesto las hadas. Trolls. Unicornios. Cambia formas. Vampiros.
Zapatos escoceses. Faldas escocesas. Brazos musculosos. Umm… ¡Chicos
malos! Especialmente los atractivos.
Además de eso, es una gourmet confirmada, casi fue a la escuela culinaria y,
¡entonces descubrió que podía ahorrar un montón de dinero si solo miraba
programas televisivos de comida religiosamente! Es una chef
autoproclamada, entrenadora de delfines de mar certificada, buscadora de
oro de leprechaun al final del arcoíris y corre el rumor de que tiene al rey
Troll encerrado en su sótano. Todo lo cual no es cierto, sin embargo, ¡sí que
tiene una imaginación muy activa y le gusta compartir sus pocos
pensamientos con el mundo!

5

Un encuentro casual…
La vida no resultó de la forma en que había esperado. Quedé embarazada a
los catorce. En el mismo año, mi madre fue diagnosticada con esclerosis
múltiple. Papá nos abandonó y mi vida de repente comenzó a salirse de
control. Tengo veintiún años ahora, voy a la universidad, trabajo duro,
intentando hacer algo de mí misma. No se suponía que estuviera en ese bar
burlesque en el día de San Valentín. No se suponía que conociera a Ryan
Cosgrove, pero lo hice. Y ahora nada volverá a ser lo mismo.

Amor nacido del dolor…
Soy un marine retirado, un luchador de MMA y cuando era más joven me
sucedió algo terrible. La vida es dura y estoy tan cansado de fingir que no lo
es. Estoy en un bar burlesque, ahogando mis penas, intentando callar los
demonios respirando en mi cuello que siempre me recuerdan que no soy lo
suficientemente bueno. Entonces veo a Liliana Delgado y algo dentro de mí
—algo que hace mucho había pensado muerto—, vuelve a la vida. Me
pregunto… ¿puede ella salvarme? Espero que pueda, porque no creo que
pueda salvarme a mí mismo.
Este es nuestro momento…

Moments #1

6

Dedicatoria

Para todos aquellos demasiado temerosos de hablar…

7

Momento: El diccionario define un momento como una porción de minutos o
un tiempo puntual. Pero para mí, es más. Veo un momento de la forma en
que un científico lo hace… el producto de la cantidad (como una fuerza) y la
distancia hacia un eje o punto en particular. Un momento es ese período
indefinible de tu vida que solo tiene sentido cuando miras hacia atrás y te
das cuenta que tomaste la decisión correcta. No lo sabía entonces, pero tome
la decisión correcta y lo haría todo nuevamente.
Este es mi momento…

Liliana Delgado

8

Capítulo 1
Liliana

L

os olores son lo primero que me golpea. Acurrucada en mí misma,
rodillas metidas debajo de mi barbilla mientras las puertas del hospital
se agitan al abrirse y cerrarse, una sensación un poco enferma hunde
sus garras en mi estómago. Estoy enferma. Lo he estado por días.
Vomitando, siempre nauseabunda y mis pechos duelen.
Mordiéndome el labio inferior, le echo un vistazo a mi padre sentado a mi
lado. La furia ni siquiera comienza a describir cómo se está sintiendo. La
escuela llamó, dijeron que su hija estaba vomitando sus tripas. Él me había
visto vomitar mis tripas los últimos diez días. Cada vez me había dado una
mirada que decía: “Chica, mejor que no sea lo que creo que es”.
Cierro los ojos cuando el dolor en la parte posterior de mi cráneo se
intensifica.
Los olores aquí son horribles: sangre, sudor y vómito. Un niño está tosiendo
fuertemente a mi lado. No soy una misófoba1, pero cada vez que soy atacada
con el rocío, me acurruco más en mí misma y cuento hasta cinco antes de
tomar otro aliento.
Rodeada de gente, pero nunca me he sentido tan sola.
Ojalá mamá estuviera aquí conmigo. Me abrazaría, me diría que todo estará
bien. Pero ella no se ha estado sintiendo bien desde el año pasado.

Misófoba: Persona que padece
la contaminación y los gérmenes).
1

misofobia

(miedo

patológico a

la

suciedad,

9

Los doctores dicen que está en las etapas iniciales de la esclerosis múltiple2,
lo que significa que papá tuvo que venir.
Las puertas se abren con un fuerte silbido. Resoplando el flequillo fuera de
mis ojos, levanto la mirada y mi corazón enmudece.
De hecho, todo parece congelarse. Es una situación extraña, los sonidos
disminuyen y el mundo se aleja hacia un punto de luz, un halo que lo rodea.
No tengo idea de quién es él, un perfecto extraño en una habitación llena de
ellos, pero algo sobre él destaca y me hace notarlo.
Tiene cabello oscuro y ondulado e intensos ojos azules. Está de pie
entrecerrando los ojos en el umbral de la puerta y es obvio por qué está aquí.
Todo el lado izquierdo de su rostro es una masa hinchada de piel
decolorada. Al sujetar la esquina de su mandíbula, me doy cuenta que sus
nudillos también están partidos. Duros ojos exploran la sala de espera y, por
un segundo, vislumbro en su rostro la misma emoción que estoy sintiendo
en este momento.

En cualquier lugar excepto aquí…
Entonces nuestros ojos se encuentran. Es mayor que yo, puedo decirlo. Hay
barba en sus mejillas y no se ve como un chico.
Especialmente no como el chico que me hizo esto a mí.
La mirada perdura solo un segundo, pero se siente como una eternidad, un
momento robado en el tiempo que existe fuera de donde estamos ahora. Pero
como tantas cosas en mi vida, es fugaz.
Se sienta en el fondo de la sala.
Quiero darme la vuelta y mirar. Ver si había estado en lo correcto y él había
entendido; si de alguna manera, un extraño entendía exactamente por lo que
estaba pasando.
Esclerosis múltiple: Es una enfermedad autoinmunitaria que afecta el cerebro y la médula
espinal (sistema nervioso central).
2

10

Pero no puedo, porque entonces una enfermera sale y llama mi nombre.
—¿Liliana Delgado? —Su voz es tranquila, fresca y envía escalofríos
directamente a través de mí. Envolviendo los extremos de mis gruesas
mangas alrededor de mis puños cerrados, me siento como un ciervo ante los
faros, muy asustada con la boca con sabor a algodón.
—Levántate —me gruñe bajo mi padre, solo para mis oídos.
Venir aquí es solo una formalidad. Todos lo sabemos, pero es una de esas
cosas que puedes pasar por alto hasta que ya no puedes.
Tragando fuerte, miro hacia atrás, al chico una vez más.
Tiene su rostro vuelto y está mirando la pared. Nadie va a salvarme de esto.
Sosteniendo mi estómago, obligo a mis pies a moverse. La sonrisa de la
enfermera es pequeña, pero tranquilizadora. La mirada de mi padre está
llena de odio.
Una hora más tarde, ni siquiera me mirará.
La prueba da positivo.
A los catorce años, mi vida está acabada.

11

***

Ryan
¡Joder! Esto es justo lo que necesito.
El bastardo me había roto la mandíbula en dos lugares, garantizado que son
pequeñas fisuras, pero eso no significa que no palpiten como un hijo de
perra.
Aunque había valido la pena.
Sonrío a pesar de que hacer esto hace que el dolor se sienta como si alguien
hubiera metido un atizador caliente a través de mi rostro. No me importa.
Está hecho. Acabado. Nunca más.
Los doctores me dieron pastillas, me enviaron a casa.
Casa.
Ya no tengo una de esas.
Pero no me importa. Soy más libre ahora de lo que he sido jamás. Mis padres
nunca me han creído. Solo creen que soy una gran jodida mierda. Apenas
me gradué de la escuela secundaria. Ahí va Ryan, qué desgracia para sus

padres. Esas buenas personas temerosas de Dios, qué vergüenza acarrear
con alguien así.
Lo había escuchado todo antes.
Había dejado de importarme mucho tiempo atrás.
Pero hoy había tenido que hacerlo, tenido que enfrentar a mi tío porque
tengo dieciocho y soy un hombre y tenía que mostrarle eso.

12

Nunca más. A nadie más. Había golpeado esa verdad en su rostro con mis
puños ensangrentados.
Flexionando mis dedos, me quedo mirando la masa hinchada y deformada
de tejidos, el sol está cayendo sobre mi cabeza. Todo lo que me queda en este
mundo es la ropa en mi espalda. No voy a volver a casa, no podría incluso si
hubiera querido.
Mi papá me echó después de esa pelea, dice que ya no puede manejarme.
Honestamente, creo que él habría encontrado una manera de todas formas,
pero esta pelea fue la excusa perfecta, una manera de mantener su
impecable reputación dentro de la comunidad.
Todo lo que siempre he querido es que jodidamente me crea. Pero su
oportunidad se ha terminado. He acabado y no me importa lo que los demás
digan, no soy estúpido, pero con mis notas no habrá ninguna universidad en
mi futuro.
Echando un vistazo a la concurrida calle, me toma dos segundos decidir
adónde ir.
Lejos.
Lejos, muy lejos de Austin, Texas. De hecho, quiero salir del país.
Ya no puedo respirar aquí.
Me voy a unir a la Marina y me voy a la guerra.

13

Capítulo 2
Liliana

S

iete años después
Él está gritando otra vez.
Gruñendo, abro los ojos, me quedo mirando mi techo y me
pregunto qué pasará si solo lo ignoro.

Pero no puedo, es mi bebé.
El reloj marca las dos y treinta y dos. Treinta minutos más esta noche.
Los gritos, son nuevos. Algo con lo que había comenzado hace diez semanas.
Pero siempre sucede algo con Javier. Es mi chico especial.
Saliendo de la cama, envuelvo mi bata verde a mi alrededor y camino hacia
su habitación.
—Mamá —llamo, su habitación está frente a la mía.
—¿Mija? ¿Qué le pasa a Javi?
Ella ya no puede caminar. Mamá está completamente unida a la silla de
ruedas, por lo que cuando Javi grita, la pone inquieta. Es la abuela y siente
la necesidad de consolar, pero apenas puede llegar a levantar sus brazos.
—Está bien, mamá, son los sueños. Vuelve a dormir.
—¿Estás segura? —Su voz es muy débil a través de la puerta.
Asiento, pero recuerdo que no puede verme, así que digo:
—Sí.

14

Diciendo una rápida oración para la fortaleza, abro la puerta.
Javi yace en el medio de su cama con las sábanas lanzadas a un lado, sus
pantalones de pijama de Transformers están arrugados alrededor de sus
rodillas. Un fuerte aullido de lamento suena tan fuerte a través de la
habitación que hace que mis oídos zumben. Troto hacia él y lo tomo
suavemente, trayéndolo a mi regazo.
Es la única vez que me permite sostenerlo.
Cuando está dormido.
Aprecio cada momento, ya que son tan preciosos y pocos.
—Javi, mijo. —Froto su frente, torciendo sus rizos oscuros suavemente
alrededor de mis dedos. Se queda quieto al instante—. Papi, ¿qué pasa?
No habla. Solo gruñe. Refunfuña y gime más que nada.
—Shhhhh, mami está aquí. Estoy justo aquí.
Es imposible describir la sensación de sostenerlo. Tanto la euforia como el
terrible dolor que siento cada vez que lo hago.
Javier había sido diagnosticado con autismo altamente funcional cuatro
años atrás.
Fue bastante difícil tener un bebé a los catorce años, pero eso no había sido
lo peor. Lo peor es enamorarte tanto de él solo para descubrir que él nunca
sentirá lo mismo por mí a cambio. Los doctores dijeron que tal vez algún día
comenzaría a hablar, una enfermera incluso había mencionado que a veces
(cuando crecían) te devuelven los abrazos.
Había puesto cada gramo de esperanza en esas palabras, creyendo que
algún día lo haría. Ese altamente funcional significa que él era mejor que
otros. Que podría tomarle tiempo, pero que sucedería. Pronto sería como
cualquier otro niño de siete años.

15

Pero la esperanza se había convertido en un cáncer mientras las semanas,
los meses y los años pasaban.
Aprendí a dejar de esperar, porque ciertamente mata como cualquier
enfermedad.
Finalmente, su temblor cesa y su respiración vuelve a un ritmo incluso
suave.
Besando su cálida frente, reposo su cabeza de vuelta sobre las almohadas y
paso mi dedo por su mejilla.
—Buenas noches, bebé.
De regreso en el pasillo, mi madre me detiene.
—Ven aquí, Lily.
Suspirando profundamente, sintiendo los pies tan pesados como el acero,
abro la puerta.
—¿Sí?
Bañada en las sombras, el rostro de mamá se vuelve hacia mí. Una mujer
pequeña engullida por las almohadas, mantas y un colchón gigante.
Papá nos había dejado cuatro años atrás.
Somos solo mamá; Javi; la enfermera de mamá, Adelida y yo.
—Ven aquí, siéntate junto a mí un segundo.
Echándole un vistazo al reloj a los pies de su cama, trago mi deseo inicial de
declinar. Son bien pasadas las tres ahora. Tengo un examen de matemáticas
a primera hora de la mañana, pero le debo mucho a mi mamá y sé que al
final haré lo que pida.
Así que me siento, pero no puedo ocultar el sonoro bostezo que me
sobrepasa, intentando esconderlo lo mejor que puedo detrás de la palma de
mi mano.

16

Su sonrisa es triste.
—Estás trabajando demasiado duro, mija.
Me encojo de hombros.
—No tengo elección, mamá. Alguien tiene que pagar las cuentas.
Ella mira hacia el techo. Sé en lo que está pensando. Lo mismo que siempre
piensa, pero de lo que nunca habla. Lo mucho que apesta papá. Lo mucho
que todavía lo ama, lo necesita, quiere que vuelva incluso mientras maldice
el día en que lo conoció. Porque me siento exactamente de la misma forma.
La noche en que nos había dejado, hablamos de ello. Llorando y
abrazándonos. Mi mundo se había destrozado literalmente. Papá se había
largado y yo no podía.
Un pensamiento egoísta, sí. Y me arrepentí en el momento que lo había
pensado. Por supuesto que nunca le dije eso, demasiado avergonzada para
admitir que por un momento quise irme con él. Rogarle que me llevara lejos
de todo. De mamá, Javi, mi vida…
Pero sé la verdad, la verdadera razón por la que se fue, lo hizo por mí. Por lo
que había hecho, cómo había jodido sus planes para mi vida. Él siempre
había dicho que llegaría a ser algo, que traería orgullo y honor al clan
Delgado, hasta el día en que el doctor dijo que Javi venía, entonces papá dejo
de decirme esas cosas.
—Tienes elección. Lily, eres hermosa y solo tienes veintiún años, mi Dios. —
Roza sus fríos dedos sobre mi mano—. La vida es más que la escuela, trabajo
y…
—Mamá, ya hemos pasado por esto. —Enderezo mi columna—. Soy una
mamá. Ya no tengo el lujo que pretender que no lo soy.
Su rostro cae.
—Y yo soy su Nana. Puedo cuidar de él.

17

Sacudo la cabeza.
—Nunca, en tu condición… yo…
Sin idea de cómo continuar, cierro la boca. Hay honestidad y luego crueldad
por causa de la crueldad. Mamá sabe que no puede cuidarlo, nunca podrá
ser el tipo de abuela que siempre había soñado en convertirse algún día.
Pero en lugar de llorar como medio había esperado, ella sonríe
brillantemente.
—Le he preguntado a Ade si quiere más horas y está de acuerdo.
—Mamá, no podemos pagar eso. Apenas traigo suficiente para pagar
nuestras cuentas cada mes. —Las lágrimas obstruyen mi garganta.
Sí, es miserable y débil de mi parte, pero me estoy sintiendo miserable y
débil ahora mismo. Me siento como una vela encendida en ambos extremos,
mucho más y me voy a derretir.
—Solicité mi seguro y ha sido aprobado. Necesito más ayuda que dieciocho
horas a la semana. Necesito un residente. Tenemos tres habitaciones, Ade
acordó que estaría dispuesta a compartir mi habitación.
—¿Cuándo se muda?
Con su sonrisa curvando más ampliamente, mi madre dice:
—Mañana.
—¿Ya?
—¿No estás feliz? Pensé que estarías feliz.
—Mamá —Sacudo la cabeza—, nunca fuiste una carga para mí.
—Suficiente. —Pone rostro de determinación, el que me había dado al crecer,
el que decía retrocede ahora o enfrenta las consecuencias de mi ira. Así que
me callo—. No tendré a mi hija convirtiéndose en una mártir en mi propia

18

casa. Tu vida apenas ha comenzado, Lili. Mi decisión está tomada. Mañana
es el día de San Valentín, vas a salir.
Hay un millón de ideas de por qué esto es tan mala idea, la menor de la cual
es Javi.
—Pero mam…
Elevando las cejas, dice:
—Liliana, eres mi hija. ¿Crees que no sé cómo funciona tu mente? Vas a
decirme que Javi no puede manejarlo. Eso no es verdad. Javi conoce muy
bien a Ade. No grita o se enoja cuando ella anda por aquí, lo que significa
que le gusta. Necesitas descansos de vez en cuando. No trabajas mañana, así
que, ¿cuál es tu próxima excusa?
—¿Tareas? ¿Leer?
—Es viernes —resopla ella—. Puedo devolverte una respuesta cada vez. Vas a
salir, pero si te diviertes o no, eso depende totalmente de ti.

***

Ryan
Dándome la vuelta, me quedo mirando a la mujer con sus brazos envueltos
sobre mi pecho. No la conozco. Ya nunca lo hago. Y me gusta así, mucho más
fácil echarlas en la mañana.
No puedo dormir.
¿Por qué diablos volví a Austin?

19

Moviendo lejos su brazo, me incorporo. Las placas de identificación de plata
en torno a mi cuello destellan por la luz de luna plateada que se derrama a
través de la ventana. Es demasiado temprano. Pasando los dedos por mi
cabello, hago a un lado la cortina y miro hacia el cielo.
Está lleno de estrellas.
Cuando había volado de vuelta a los Estados Unidos, sabía que no podría
vivir en ningún lugar cerca de mis padres. En los cuatro años que había
estado lejos, nunca habían intentado contactarme ni una sola vez. Así que
cuando había regresado, tampoco había sentido la necesidad de decírselos.
Hasta donde ellos saben, su descarriado hijo todavía es un Marine y todavía
está luchando en Afganistán.
No hay vecinos donde vivo, lo cual es bueno, considerando que no soy un
gran fanático de la ropa en la casa.
Texas está tranquilo está noche, solo el ruido sordo de un trueno en la
distancia y el suave zumbido de las cigarras afuera de mi ventana
perturban la pacífica noche.
Ella ronca y la fulmino con la mirada.
No puedo pensar aquí.
La habitación está caliente y sofocante; el aire acondicionado se congeló
anoche.
Caminando hacia la cocina, sujeto mi cabeza y la froto. Ella tiene que irse, al
segundo en que despierte. Ya no puedo soportarla en mi casa, llenando las
habitaciones con su horrible hedor de humo y sudor y cerveza.
Tomando una taza del gabinete, pongo algo de agua a hervir y luego busco
las bolsas de té. Se abre la puerta de una habitación. Es mi primo, Alex.
No nos parecemos en nada. Soy morocho, él es rubio. Lo heredó de su mamá.
Es más delgado que yo, pero aun así atlético, también es más alto por unos

20

bueno quince centímetros y el único miembro de mi familia al que todavía
puedo soportar. También es mi compañero de habitación.
Lo cual, hasta ahora, nadie sabe. Pequeño milagro ese.
Porque aunque había estado tan seguro de que no iba a vivir en ningún
lugar cerca de mis padres, de alguna forma terminé a solo treinta minutos
de la casa en la que había crecido. Gracias a Dios que Austin es tan grande.
—Amigo —Se frota los ojos—, son las jodidas cuatro y media de la mañana.
—Sí, sí. —Lo despido con la mano.
Cuando sus ojos se ajustan, parpadea y luego hace una mueca.
—Ropa, Ryan. Maldición. Primero me despiertas, luego caminas por ahí
desnudo con el culo al aire en mi casa. Le da pesadillas a un hombre.
Resoplando, camino hacia la secadora en el lavadero y saco un par de
pantalones que había lavado, pero que aún no había doblado.
Poniéndomelos, extiendo los brazos.
—¿Mejor?
—En realidad, no. —Caminado hacia la cocina, mira hacia la tetera—.
¿Haciendo tu té de maricón otra vez?
No me molesto en responder. Sí, no es la cosa más masculina, pero me gusta
la manzanilla. Me tranquiliza y ahora mismo me siento cualquier cosa
menos tranquilo. Hay un fuego voraz quemando mis entrañas, golpeando mi
cráneo. Mañana es el día.
Odio podridamente el día de San Valentín.
La tetera silba y mis manos tiemblan cuando vierto el agua en mi taza.
Siento sus ojos en mí.
Él ve demasiado, sabe casi todo.

21

A veces pienso que fui estúpido por todavía tenerlo cerca. Pero sin importar
lo mucho que intento librarme de él, Alex nunca se va.
Juro que él había plantado un faro en mi trasero justo antes de marcharme
a los Marines, porque catorce horas después de aterrizar de nuevo en Texas,
me había encontrado. Me dijo que estaba atascado con él y nunca hablamos
del resto.
Mayormente.
Aunque a veces le gusta llevar las cosas demasiado lejos.
—Así que mañana —dice lentamente.
Apretando la mandíbula, finjo no escucharlo y dejo caer la bolsa de té en mi
taza.
—¿Lo estamos haciendo otra vez?
—¿Qué demonios, amigo? —gruño, empujándolo al pasar mientras camino
hacia la mesa de la cocina—. ¿No puede un hombre tomar su té en paz?
—Tenemos que hablar de esto.
—Demonios, no tenemos que hacerlo. —Tomo un sorbo a pesar de que sé que
el té no está listo.
El agua está tan caliente que quema mi lengua inmediatamente, pero
apenas me desconcierta. La punzada me ayuda a mantenerme centrado y
enfocado en el ahora. No el pasado que me persigue en todos mis momentos
de vigilia como un maldito fantasma en una película de terror.
Me vuelvo hacia él al segundo en que se sienta. Su cabello sobresale por
todas partes, sus ojos aún semi-hinchados de sueño y brillando con
preocupación.
—Hombre, ¿hasta cuándo vamos a seguir fingiendo que esto nunca sucedió?

22

Cada músculo en mis brazos se tensa. Quiero golpearlo. Golpear mi puño por
su nariz, romperla por la mitad, quebrarle la mandíbula de la forma en que
su padre lo había hecho con la mía. Había aprendido cosas en los Marines.
Cómo pelear, cómo matar.
No soy el mismo chico que se había ido, el que había gritado y llorado como
una pequeña perra porque había tenido un moretón.
—No voy a hablar de esto. ¿Todavía seguimos o qué?
Alex suspira. Un pesado sonido que habla volúmenes, que dice que está
cansado, pero que aun así mantiene esperanza de que algún día llegará a
mí.
Quiero reír. No hay más esperanza. Este es quién soy.
Nada.
—Sí. —Alex asiente finalmente, pasando los dedos por su cabello—. Sí,
todavía seguimos. Pero esta vez yo elijo el lugar. —Estrecha los ojos—. Y en el
segundo que diga que terminaste. Terminas. Entiendes. —Su voz tiembla con
los débiles indicios de un gruñido.
—Es linda la manera en que crees que puedes intimidarme —resoplo—. No
tienes que venir conmigo, pero voy a ir de cualquier forma.
Bebo mi té, mirándolo duramente sobre el borde de mi taza.
—Dije que iba, no seas tan imbécil, Ryan. Solo me preocupo, hombre. Está
bien, eso es todo. —Se empuja fuera de la mesa, disgusto escrito por todo su
rostro.
La puerta se cierra de un portazo en el pasillo.
Podría haberle dicho que guardara su preocupación para alguien que
importe. Que no soy digno de preocupación. Que ya no queda nada más en
mí. Soy un gastado y vacío despojo de hombre.
Pero me trago las palabras como me trago todo lo demás.

23

Porque soy bueno en eso.

24

Capítulo 3
Liliana

M

i cabeza está punzando. Me había tomado una hora volver a
dormir después de esa conversación con mi mamá. No debería
haberme molestado en volver a la cama sabiendo que tendría que
levantarme en menos de dos, pero lo hice y ahora me siento como una
mierda.
Habría sido agradable si tal vez el día hubiera seguido mi estado de ánimo,
siendo un poco sombrío y frío. Pero no, es brillante y ligero y alegre. El cielo
es azul, los pájaros están cantando en los árboles y el césped del campus
está lleno de estudiantes. Algunos de ellos riendo, otros estudiando e incluso
algunos besándose.
Me encanta la universidad. Me encanta todo sobre ella.
Después de dar a luz, había jurado que mi vida había terminado. Pero un
consejero me había dicho que mis calificaciones eran lo suficientemente
buenas, que si seguía trabajando en ello podría ganar una beca finalmente.
Había trabajado mi culo y con suerte conseguí una.
Una grande, en realidad.
Alojamiento y comida, el viaje completo. Siempre había sido mi sueño asistir
a la Universidad de Texas, vivir en los dormitorios, fiestas durante los fines
de semana, unirme a una hermandad… pero una vez que llegó Javi… bueno,
ese sueño se fue a una zanja de casi dos metros y quedó tapada con la
suciedad. No había más remedio que quedarse en casa, cuidar de mamá y
Javi y no pensar (nunca) en lo que había renunciado desde el momento en
que había optado tenerlo.

25

El café es una obsesión que todo lo consume en este punto. Tengo una hora
entre clases. Corro por la calle dirigiéndome a “Chai Time”. Al segundo que
abro la puerta, soy atacada con mis aromas favoritos de todo el mundo:
humeante café y crema espumosa. Inhalo profundamente, sonrío al chico en
el mostrador.
—¡Alex! Hola —saludo—. No te he visto en algunos días.
Su cabello rubio y ojos grises habían hecho caer mi corazón la primera vez
que lo conocí, unos meses atrás. Sin duda había parecido interesado, pero lo
había ignorado. Salir no era una opción para alguien como yo.
Después de un tiempo, obviamente, se dio cuenta de que no estaba
interesada y las cosas se habían vuelto más amigables. En realidad, es una
de mis personas favoritas en el campus, aunque solo nos reunimos de
pasada alguna vez.
Entregando una taza al cliente delante de mí, me devuelve la sonrisa.
—Hola, Lili Bean. Luciendo sexy como siempre.
Sonrío, mi estómago tensándose con un cosquilleo ligero.
—Feliz San Valentín.
Poniendo los ojos en blanco, gruñe.
—Tan malo, ¿eh?
—Se podría decir eso. —Tomando una taza, empieza a trabajar en mi orden.
Lo genial acerca de ser un habitúe es que ya no tengo que decir lo que
quiero jamás: latte mocha venti con soja y sin crema, delicioso.
—Mi primo tiene esta cosa de irrumpir en un bar hasta que está
completamente borracho.
Arrugando la nariz, sacudo mi cabeza.
—Suena muy divertido.

26

En realidad suena más como una pesadilla.
—Sí, es su ritual anual. —Enciende el surtidor de espuma que ronronea a la
vida con fuerza—. En realidad, apesta a bolas y lo odio.
Su sonrisa es muy agradable y miro hacia abajo a mis pies, sintiendo ganas
de responder. El coqueteo no sucede, no para mí, nunca. En otra vida, tal vez.
Además, Alex sabe de Javi. Había visto la luz de sus ojos disminuir en el
momento en que lo había mencionado. Puede que algunos hombres sean
capaces de hacer frente a una mujer que tiene un niño, pero nadie quiere
una mujer con uno con necesidades especiales. Y no importa qué, Javi
siempre es lo primero en mi mundo.
Ajusta la tapa en mi taza y mi boca ya se está haciendo agua cuando me la
entrega, pero cuando voy a agarrarla, la aferra. Nuestros dedos se tocan.
—Escucha, sé que solo hablamos aquí. Pero, ¿te gustaría venir con nosotros?
De repente tengo la extraña sensación de que quiere desesperadamente que
diga que sí. Está en la forma en que sus ojos se estrechan y su boca se afina.
Su mirada también es intensa, como si estuviera rogándome en silencio que
acceda.
Y la palabra en la punta de mi lengua es un rotundo no, con todas las
mismas excusas detrás. Javi. Deberes. Mi madre.
Pero entonces se estrella contra mí el peso de siete años. Siete años sin
tiempo libre. Siete años de hacer la cena, doblar la ropa, dar baños, limpiar
traseros (no siempre de Javi), gritando, llorando, pidiendo a Dios que me
ayude…
Necesito esto.
—Está bien —me escucho decir. Y mi voz suena tan suave, insegura. Como
nunca la he escuchado antes. Impresionada, parpadeo y lo mismo ocurre
con él. No puedo creer que he dicho eso.

27

—¿Está bien? —pregunta, claramente sorprendido como yo.
¿Cuántas veces me preguntó en el pasado y siempre he dicho que no?
Incontables veces.
—Sí. Está bien. —Lo digo más fuerte esta vez, como si necesitara escucharme
decirlo de nuevo solo para creerlo—. ¿Dónde?
Su sonrisa es enorme.
—¿Sexta Calle? ¿Tal vez en una especie de bar para bailar?
Emocionada ahora, asiento. Su agarre en mi taza se afloja y la agarro,
finalmente capaz de dar el primer trago que había estado anhelando
durante toda la mañana con un suspiro de alivio cuando se desliza por mi
garganta, deseando poder inyectar el material directamente en mis venas es
tan bueno.
—Tengo una idea, ¿qué hay de The Pink Lady?
—¿El Bar Burlesque? —Sonríe, ojos iluminándose con excitación febril.
Pasando mi dedo por el borde de la taza, muevo mis cejas.
—Trabajo allí, en realidad.
—¿Sí? —De repente, el destello de interés que no he visto desde hace meses
está de vuelta. Me está inspeccionando de arriba abajo y puedo sentir un
rubor caliente dirigirse hasta mi garganta—. Sabía que eras sexy.
Soplando aire a través de mis labios, desestimo sus palabras.
—No bailo. Solo sirvo copas. Pero me gusta el ambiente y la comida es
asesina.
Otro cliente entra. Mirando por encima de mi hombro, retrocedo mientras un
hombre calvo vestido de traje ingresa con una expresión agobiada.
—¿Entonces? —Me muerdo el labio inferior y retuerzo mis dedos de los pies,
a la espera de su respuesta.

28

—Nunca diré que no a eso.
—Estupendo. —Diciendo adiós con la mano, me doy vuelta y corro hacia la
puerta antes de que pueda cambiar de opinión. Mamá odia el lugar donde
trabajo, pero las propinas son buenas y el dinero es ajustado. Ella odiaría
saber que voy a ir allí en mi noche libre, pero si tengo que salir de todos
modos, entonces prefiero estar en alguna parte donde me sienta segura. Me
gusta Alex, pero no lo conozco tan bien. En caso de que algo se vuelva loco,
sé que Henry (apoyador ofensivo de los Longhorns3 y el gorila de Lady Pink)
me cubrirá.

***

Ryan
—¿Burlesque? —Miro a mi primo preguntándome si siempre piensa con sus
bolas, pero tan pronto hago esa pregunta, sé la respuesta. ¿No lo hacen
todos los chicos? Me río—. No es exactamente el tipo de lugar al que estoy
acostumbrado, pero lo que sea. Mientras tengan licor, estoy bien.
Al salir de la ducha, envuelvo la toalla alrededor de mi cintura. Tengo la
puerta ligeramente abierta, no asoma la mirada hacia adentro, pero habla
conmigo.
—Y yo, uh, espero que no te importe, pero invité a esta chica que conozco.
Suspirando, paso la mano a través del espejo.
—Lo que funcione para ti, hombre.

Longhorns: O Texas longhorn es una raza de ganado vacuno, procedente del estado de
Texas, Estados Unidos. También es la denominación que recibe el equipo de fútbol
americano de la Universidad de Texas.
3

29

—No es una cita. No así. —Alex es rápido para corregirme.
Lo cual es curioso, porque no estaba realmente viendo esto como nada. A
Alex le gustan las mujeres y por lo general, a ellas les gusta él. Es un buen
tipo con los pies sobre la tierra. No nos importa si el otro trae a casa a una
mujer, no es como si tuviéramos que pedir permiso.
—Así que me estás diciendo que ella está disponible. —Sonrío mientras
cepillo los nudos de mi cabello mojado.
—Mira hombre —Alex respira duro—, me gusta esta chica. No jodas con ella.
¿Entiendes?
Deteniéndome, tiro el cepillo y echo hacia atrás para mirarlo.
—¿Qué no me estás diciendo?
Alex ya se vistió con jeans y camisa naranja fuego con el logo de los
Longhorn y un sombrero, todo el aspecto de los soberbios admiradores de
UT4. Su mandíbula se aprieta mientras sacude la cabeza.
—Solo que me gusta.
Me encojo de hombros. Aún sin entender qué demonios está queriendo decir.
—Entonces invítala a salir.
—No es así —Agita su mano en el aire—, es una amiga, está bien. Pero una
buena. Así que pórtate bien y no actúes como un idiota a su alrededor. Eso es
todo. —Murmurando entre dientes, se aleja.
Poniendo mis ojos en blanco termino de prepararme, tratando de no dejar
que entren los demonios llamando a mi puerta. Aún no. Esta noche solo
quiero olvidar. Sumergirme profundamente en una niebla de ochenta grados
de graduación alcohólica y fingir que por una vez soy normal. Solo un
hombre normal que no tiene que hacer esto para sentirse vivo.

4

U.T: Universidad de Texas.

30

Mis manos tiemblan cuando arreglo mi camisa.
El tráfico dirigido hacia la Sexta Calle es una locura. Como siempre. Pero de
alguna manera llegamos allí. La calle es una gran fiesta. Todos y cada uno
de los que viven en Austin saben que el único lugar para la fiesta es la Sexta.
La ciudad cierra toda la sección de la calle después de las nueve. Estudiantes
universitarios ya están reunidos fuera de la luz de neón de las luces de la
barra. Música golpea caliente y dura a través de la puerta, sonando como
sexo líquido.
Las chicas me sonríen mientras meto mis manos en mis jeans. No estoy
buscando sexo esta noche, así que las ignoro.
Es obvio cuando nos acercamos a The Pink Lady. La música tecno es
sustituida por jazz y blues Bassy. Una mujer de silueta color rosa neón
decora la ventana. Las persianas están cerradas.
He estado aquí un par de veces, pero nunca he estado mucho tiempo. Este no
es realmente mi ambiente. Si quiero ver bailar a una mujer, prefiero verla
quitándose todo. Aun así, cuando muestro mi identificación, una inyección
de adrenalina acelera mi pulso.
Alex está examinando la multitud, un segundo después, una enorme sonrisa
divide su rostro. Frunzo el ceño, parece muy emocionado. En realidad no
recuerdo haberlo visto actuar así por una mujer.
No es exactamente un jugador, pero no tampoco es el tipo doméstico.
Así que miro a mi alrededor, siguiendo su mirada y es como si alguien
tirara del piso debajo de mí. Una pequeña mujer hispana está caminando
hacia él con una gran sonrisa en su rostro también.
Su cabello es oscuro y sedoso, brillando bajo las tenues luces rojas de la
barra. Se derrama por su espalda en un montón elegante. Su cuerpo es
tonificado y esbelto, piernas de kilómetro y medio de largo y encerradas en
un par apretado de pantalones rojos. Un top blanco acentúa el bronceado de
sus brazos.

31

Pero su rostro es lo más hermoso que he visto nunca. En forma de corazón,
con una pequeña hendidura en la mandíbula, labios gruesos y nariz
pequeña. Se detiene frente a nosotros, llevando aroma a flores con ella.
Lo cual es increíble que pueda olerlo debido a que el bar apesta a whisky y
humo y comida.
Volviendo los ojos verdes hacia mí, sonríe.
—Hola, soy Liliana.

32

Capítulo 4
Liliana

N

os deslizamos en una cabina de la esquina. Había conseguido llegar aquí
treinta minutos antes y pude apartarnos los mejores asientos justo al lado
del escenario. Mis amigos me siguen lanzando miradas, dándome los
pulgares hacia arriba mientras pasan por ahí. Creen que esta es una cita.
No lo es.
Sin embargo, no puedo evitar sentirme un poco agotada cuando había puesto los
ojos en el primo de Alex.
Caliente.
No de la forma “Oh, es algo lindo”. Sino caliente como en C.A.L.I.E.N.T.E., quiero
quitarme mi ropa y la tuya, acostarte y hacerte cosas que no le hecho a nadie en
años. La reacción había sido tan rápida y violenta que me había paralizado. Así que
había murmurado un estúpido hola y dado la vuelta antes de que pudiera darle la
oportunidad de responder.
Pero no puedo dejar de mirarlo. Alex sigue sonriendo, frotando su pierna a lo largo
de la mía de buen humor mientras nos acomodamos en la cabina como un montón
de sardinas. Me tienen en el medio. Lo que significa que estoy sentada firmemente
al lado del primo.
¿Cuál es su nombre?
¿Por qué no Alex no lo ha presentado?
—Te ves bien, Lili Bean. —Alex menea sus cejas, lanzando un brazo detrás de mis
hombros.
Me río, sintiéndome ya a un millón de kilómetros lejos del estrés y dolor de cabeza
de casa.

33

—¿Siempre coquetea así? —Miro a su primo.
No sé por qué. Honestamente, no estoy tratando de ser cortés e incluirlo en la
conversación, solo realmente quiero hablar con él.
Algo sobre él sigue persistiendo en el fondo de mi mente, alguna familiaridad, como
si ya lo hubiera visto antes.
Su cabello es corto, pero aún lo suficientemente largo para ver las ondas en este. Su
mandíbula está rasurada en forma de candado, una ligera capa de barba incipiente
puntea sus mejillas. Mi corazón late tan rápido que pronto va a saltar fuera de mi
garganta.
No es tanto lo que él está usando, tampoco. Solo unos jeans y una camisa blanca,
pero la forma en que la camisa se aferra a él… se me contrae el estómago. Es mucho
más musculoso que Alex, sin duda un levantador de pesas. Aunque es un poco más
bajo. Lo que como que me gusta. Alex es lindo, pero no creo que jamás pudiera salir
con un chico casi medio metro más alto que yo, tendría que trepar por su cuerpo
solo para darle un beso.
No, el primo es definitivamente más como mi tipo de droga.
Volviendo sus ojos de color azul oscuro hacia mí, se encoge ligeramente de
hombros.
—Supongo.
Sintiéndome como una idiota, reconociendo de inmediato las señales de que quiere
mantener su distancia, le doy una sonrisa tensa y me remuevo en mi asiento. Lo
suficiente como para hacerle saber que capté el mensaje.
Además, yo no coqueteo.
Correcto.
Yo no.
Tragando el grueso nudo en mi garganta, levanto una mano.
Monique llega deslizándose en el momento justo.

34

—Hola, chica. —Su piel moca oscuro brilla como el ébano pulido. A ella le gusta
untarse crema y brillo antes de turno, su excusa es que le ayuda a llamar la
atención y hacer que consiga más propina.
No he sido lo suficientemente valiente como para probarlo, siempre prefiero pasar
desapercibida.
—¿Qué van a querer? Es Día de San Valentín. Gabe hizo tiras NY y deditos de papas
asadas —dice.
—Mmm, suena bien. —Mi estómago se queja ante la sola idea de la comida de Gabe.
Gabe es un maestro de la cocina. Literalmente. Solía cocinar en algunos de los
asadores más de moda de Nueva York y San Francisco, pero un texano nacido y
criado en Texas por lo general siempre quiere encontrar su camino de regreso a
casa y él no había sido la excepción.
Alex asiente.
—Sí. Y todo lo que sea que sea el especial en tragos esta noche.
Monique sonríe, dándole a Alex algo más que una mirada superficial, lo está
desvistiendo mentalmente y, por qué no, Alex no es repulsivo a la vista. Además, es
mucho más agradable que el muro de piedra sentado a mi lado.
—¿Y tú, dulzura? —Monique deja caer su dulce encanto sureño, cayendo tan espeso
que es casi vergonzoso.
Ni siquiera mira hacia arriba.
—Un destornillador.
Luciendo un poco apagada, la boca de Monique me musita “guau” antes de decir en
voz alta:
—Seguro, lo que gustes.
Sintiendo la necesidad de disculparme después de eso, sonrío.
—¿Quién está esta noche?
—Asia. —Frunciendo los labios, se gira y se dirige de nuevo a la cocina.

35

Alex tiene los ojos cerrados y está frotándose la frente.
No me extraña que no hubiera estado ansioso por esta noche, no con la gran bola
feliz sentada a mi lado matando el estado de ánimo.
Le froto el brazo y sonrío cuando me mira.
—Asia es realmente buena. Te gustará.
Alex asiente. No dice nada, pero sé que entiende que le estoy diciendo que está bien
y que no importa lo que su primo diga o haga, me pegaré a él como pegamento.
La cena llega y es mejor de lo que había esperado. Las papas gotean mantequilla, la
carne está tierna y el espectáculo es salvaje.
Asia está realmente en ello esta noche.
Una muy equilibrada, pero sorprendentemente alta Asia, llevando un tocado de
plumas color naranja ardiente. Su abanico de plumas es de color rojo y cada vez
que se mueve, casi se siente como si estuvieras viendo a una bailarina en llamas.
Los hombres están embelesados por todas partes. Incluso Alex. Sus ojos están
enormes, con las pupilas dilatadas, la boca ligeramente entreabierta. El único que
parece no estar afectado por el travieso desnudismo es Músculos.
Apenas levanta la vista, no toca su comida, simplemente está sentado y bebiendo
como un autómata. No estoy segura de cuántos se ha tomado en este momento,
pero estoy pensando que muchos. Me gusta tener cuidado con mis cervezas. Solo
estoy en mi segunda, Alex en su tercera.
Hemos estado aquí por casi dos horas. Músculos se está bajando los
destornilladores como si fueran agua. Normalmente, Lady Pink tiene un límite. Pero
está conmigo y tal vez asumen que seré quien lo lleve a casa.
Ni en sueños.
Después de esta noche, Alex realmente me gusta cada vez más. Es divertido y
desenfadado y torpe. Justo lo que quería, lo que necesito en mi vida ahora mismo…
pero ambos sabemos que no funcionará entre nosotros. Tal vez por eso es tan fácil
reírme y hablar con él.

36

Tratando de no preocuparme por la cantidad de tragos que ha tomado, concentro
toda mi atención en Alex y eventualmente me las arreglo para olvidarme del
mortal zumbido.
Después de un rato, una pelirroja se acerca a nuestra mesa. Su sonrisa tan torcida
como sus pasos. Lleva un corto vestido negro y tacones altos. Inclinándose, con
fuerte olor a alcohol en su aliento, dice:
—Te he visto en Chai Time, ¿no?
No me está mirando a mí.
La sonrisa de Alex es perezosa mientras se inclina hacia atrás.
—Síp.
La pelirroja hipa y luego se vuelve hacia mí.
—¿Ustedes tienen algo?
—¿Algo?
Alex cubre mi mano con su gran y caliente mano.
—No. Aunque lo sigo intentando, ella sigue bateándome.
Hago puchero.
—Oh, vamos, Alex, sabes que mi corazón pertenece a otra persona.
Por primera vez en la noche noto una reacción saliendo de su primo. Me mira. Finjo
no darme cuenta.
Pero no es fácil. A pesar de que no me ha dicho más de tres palabras, soy
consciente de él. Demasiado consciente. De la forma en que su cuerpo se mueve, la
forma en que sus grandes dedos se enroscan alrededor de la copa en su mano.
Cómo se mueve su garganta mientras traga.
Finalmente no puedo contenerme, le devuelvo la mirada. Brevemente. Solo un poco,
pero su mirada hace que mis rodillas se debiliten y estoy agradecida de estar
sentada.

37

—Lo sé, lo sé… pero nunca dejaré de intentarlo —continúa Alex, completamente
ajeno a la repentina tensión rodando entre su primo y yo
—Bueno, entonces —La pelirroja hipa de nuevo—, ¿qué tal si vienes y bailas
conmigo, vaquero?
Con el ceño fruncido, Alex me mira, como si buscara permiso. Lo cual es lindo, pero
no es necesario, no estoy bajo ninguna ilusión.
—Ve. —Le hago señas para que se vaya.
Su primo podría ser un idiota, pero dudo que vaya a hacerme algo.
—Eres una santa, Lily Bean. —Besa mi mejilla y luego se escabulle hacia fuera,
sosteniendo la cintura de la chica.
Riéndome suavemente me apoyo en mi asiento. Sus ojos están todavía en mí.
Exhalando audiblemente, de repente cada célula de mi cuerpo se vuelve
intensamente consciente de que estoy sola con él.
Necesitando algo de espacio, me muevo más abajo, pero la extraña atracción
todavía está ahí en mi pecho y está alcanzándolo. Golpeando el papel envuelto en
mi cerveza con una uña, observo la multitud.
—Le gustas.
Su voz es suave. Rodando sobre mi cuerpo como la seda, recordándome a un buen
whiskey de malta. Aclarándome la garganta, me muevo en mi asiento.
—No es así.
—Gracioso —Estrecha los ojos—, eso es lo mismo que él dijo de ti.
Ha bebido mucho vodka, no estoy segura de cuánto, pero era suficiente… suficiente
para saber que suena demasiado sobrio para alguien tan borracho.
Me encojo de hombros.
—¿Tu punto?
Llevando el vaso hacia sus labios llenos, se cierne a lo largo del borde inferior de
este, haciendo que mi pulso tiemble en mi garganta.

38

—Llámalo una observación.
Es raro. Una parte de mí quiere seguir hablándole, quiere saber más sobre él, otra
parte me está gritando que despierte, que corra y que nunca miré hacia atrás.
Golpeteando con los dedos sobre la mesa, estrecho mis labios.
Me quedo sentada.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunto finalmente, eso ha estado molestándome toda la
noche.
Sonríe y estoy sorprendida de notar que realmente tiene una sonrisa linda. No tan
abierta como la de Alex o tan bonita, pero de un modo más fascinante. Sus dientes
delanteros están ligeramente astillados y no parece como si estuviera cómodo
haciendo esa acción. Hay una dureza alrededor de sus ojos que desearía entender.
Pero tiene un hoyuelo travieso y siempre he sido una fanática de esos.
—Ryan.
—¿Eso es todo, solo Ryan?
Mirándome, como si considerara si llevar esto más lejos, finalmente dice:
—Cosgrove.
—Lindo.
—¿De verdad? —Termina lo último de su trago y luego levanta su dedo por otro.
Monique se escabulle de vuelta a la barra—. Porque creo que es uno muy feo. De
hecho, creo que me gusta más el tuyo.
Ahora suena borracho. Pongo los ojos en blanco.
—No sabes mi apellido.
—Exactamente.
Monique regresa con un trago fresco. La miro y le doy una ligera sacudida de mi
cabeza. Esperando que entienda lo que quiero decir.
No. Le. Sirvas. Más.

39

No estoy segura de lo mucho que ha bebido, pero es demasiado, sus ojos están
inyectados en sangre y sus dedos inestables.
—Cualquiera es mejor que el mío. —Agarra el vaso de nuevo.
—¿Qué pasa con el de Alex? ¿El suyo mejor?
Su cabeza se levanta de repente, ojos tan agudos como para cortar el vaso me
fulminan con la mirada, llenos de odio y violencia.
—El suyo es peor.
En ese segundo estoy asustada. No tiene sentido mentirme. Algo violento se
esconde detrás de la máscara que lleva. Algo feo y no estoy segura que quiera ser
parte de ello.
Pero aun así, no me voy.
—¿Qué haces para vivir, Ryan?
Parpadeando, como si volviera de nuevo en sí, sacude la cabeza.
—Luchador. Peleo.
—¿Por dinero? ¿Cómo Artes Marciales Mixtas?
Mirándome mientras bebe, me siento impotente. Como una rata atrapada en la
mira de una serpiente. ¿Cómo puede Alex vivir con alguien así? Él es demasiado
bueno, demasiado agradable. Ryan está mal de la cabeza. No estoy segura de cómo,
pero lo presiento. Este enorme y profundo abismo de maldad que se traga todo con
lo que entra en contacto.
Inclinándose hacia adelante, me muestra su puño. Mi respuesta inmediata es
apartarme, asustada por una fracción de segundo de que intente estrellarlo en mi
nariz. No parpadea o actúa sorprendido, solo me queda mirando mientras tiende su
puño.
Es su quietud la que finalmente me hace mirar hacia abajo.
Una red plateada de cicatrices se entrecruza en cada hueso de nudillo.

40

Algunas son realmente muy gruesas y dentadas. Toco una con la punta de mi dedo.
Cierra los párpados como si no supiera qué hacer o cómo responderme.
—Se ven como si dolieran. —Respiro, de repente sintiendo una ridícula necesidad de
besarlos y decirle que estará bien.
Estoy en mi tercer año en la escuela de enfermería. Sé que esas heridas habrían
sido devastadoras cuando él las había recibido.
Retira la mano y siento una extraña sensación de pérdida. Como si se hubiera
abierto para mí de una forma que nunca lo ha hecho con otro.
—No dolieron.
Tragando fuertemente, comienzo a mirar a Alex.
—¿Cuántos de esos has bebido?
Mirando su vaso, arruga la frente.
—No suficientes.
—Tal vez deberías detenerte. —No estoy acostumbrada a decirle a la gente qué
hacer, no es algo con lo que esté cómoda, pero mis entrañas me están diciendo que
Ryan se está dirigiendo por un mal camino… uno que lleva a hígados rancios si
tienes suerte y muerte si no la tienes.
—No te preocupes, ángel, solo bebo una vez al año. —Golpea la mesa con fuerza con
el dedo, sobresaltándome y haciendo que me sacuda en respuesta—. Odio
jodidamente el Día de San Valentín —gruñe.
Mi boca tira hacia abajo en una mueca, la empatía por él me ahoga.
—¿Qué chica te jodió, Ryan?
Sus labios se contraen hasta que finalmente rompen en una profunda carcajada,
limpiándose lágrimas de los ojos con sus nudillos.
—¡¿Chica?! —se ríe más fuerte, pero nunca se explica.

***

41

Ryan
Jódeme.
Conozco una chica y la aterro.
Lo veo en sus ojos. La manera en que me había mirado en el bar.
Dios, olía tan bien.
Así que bebí y bebí, intentando ahogar los demonios, las voces que cantaban en mi
cabeza. Tan bueno, tan bueno, tan jodidamente bueno.
Me odio.
Odio todo sobre mí. Quiero golpear algo. Lastimar algo.
Alex y Liliana están sentados en la sala de estar. En mi sala de estar. Los escucho
susurrar bajo. Creen que no sé qué está sucediendo y quizás no lo sé.
Me siento tan fuera de ello. Mi cerebro está confuso, frito… como si hubiera estado
sentado afuera en el sol por demasiado tiempo. En la bañera, el agua está corriendo
a temperatura alta y mi ropa todavía está puesta.
El agua duele. Duele tanto, está tan malditamente caliente y sé que no debería estar
sentado aquí de esta manera. Me quemaré. Pero no está quitando la suciedad.
Así que sigo poniéndola más caliente, mis dedos están ampollados.
¿Por qué no está funcionando?
Esta es la noche, quince años atrás, mi mundo entero cambió.
¿Cuándo se detendrá?
En este punto, no creo que alguna vez lo hará.

42

Todo dentro de mí es como un nervio expuesto. Respira jodidamente sobre mí y trae
todo de vuelta. No tenían idea de lo chiflado que ya estaba cuando me enlisté a los
Marines. Porque puedo mentir.
Puedo sonreír y fingir y decir todas las cosas correctas.
Nadie lo sabe. No realmente.
Alex sabe más que la mayoría, pero incluso él no lo sabe todo.
Y cuando había recibido un arma en mi mano y me dijeron que matara… fue como
respirar otra vez. Al principio.
Cuando podía fingir que cada hombre al que le disparaba era él.
Pero ellos no eran él.
Ese día, cuando cumplí dieciocho y había ido al hospital, pensé que finalmente lo
había enterrado. Pero no lo había hecho. No realmente. Solo había tirado un poco
de tierra sobre ello.
Cerrando los ojos, comienzo a temblar. No por el frío, sino por el sudor saliendo de
mi piel, el pánico sitiado en mi corazón. Correr por la artillería había sido fácil. Ver
las granadas propulsadas estallando a mi lado, muy fácil… ¿por qué no podía
detener esto?
Había trabajado toda mi vida para olvidar, para luchar y olvidar. Para convertirme
en un hombre, para nunca mirar atrás. Pero estoy atascado en una puerta
giratoria, sin importar cuántas veces empuje, todo lo que realmente hago es
permanecer en el mismo lugar. Había volado al otro lado del mundo, pero nunca
pude escapar de Texas. Nunca podría escapar, porque el perro siempre está en mis
talones, siempre ahí para recordarme quién soy realmente.
Mis dientes están chasqueando, miro la navaja de afeitar a mi lado.
Cerrando fuertemente los ojos, un terrible sonido sale de mi boca. Uno que nunca
había escuchado antes. Ya no puedo hacer esto. No puedo fingir. No puedo seguir
mintiendo que no está doliendo, que no me está matando un poco cada día.
Él gana, pero creo que al final él siempre supo eso.
Agarrando la navaja, la llevo a mi muñeca y cuento lentamente hasta diez.

43

Capítulo 5
Liliana

S

igo mirando la puerta. Alex está en el sofá con los brazos cruzados
detrás de su cabeza, los ojos cerrados, roncando suavemente. Pero algo
se siente incorrecto. En mi corazón y alma, siento algo raro. Pero no
puedo ir a tocar a la puerta y preguntar: “¿Estás bien?”. No lo conozco.
¿Cómo se vería eso?
Especialmente con Alex no luciendo preocupado en lo más mínimo.
En el club me las arreglé para convencer a Ryan de que era hora de volver a
casa. Alex había tenido que ayudarme a levantarlo. Era mucho más grande
de lo que se veía, músculo firme con piernas como gelatina.
Habíamos parado un taxi. De camino a casa, había llamado a mamá, le
había dicho dónde estaría, tratando de ignorar el sentimiento de culpa por
haber dejado a Javi por tanto tiempo.
Pero Ade se había reído y había dicho que Javier estaba leyendo sus libros.
Amaba sus cómics, una vez que empezaba, podrían pasar horas antes de
que se los quitara. Es una de las pocas cosas que lo mantienen calmado, así
que normalmente no me importa, pero desearía que me extrañara algunas
veces.
Sacudiendo mi cabeza, trato de reunir mis pensamientos.
—Alex —susurro—. Oye —digo un poco más alto, esta vez tocando su
hombro—. Despierta.
Abriendo un poco un ojo, se saca la gorra de béisbol y alza una ceja.
—¿Qué pasa?

44

El agua sigue corriendo. Hemos estado aquí ya por una hora.
—¿Eso es normal? —Apunto detrás de mí a la puerta del baño cerrada.
—Bebió mucho, esa es su forma de desintoxicarse. Emborracharse, llegar a
casa, holgazanear bajo el rocío hasta que los ruidos en su estómago lo
envían corriendo al inodoro. Está bien. Relájate. —Palmea mi rodilla y
retoma su posición en el sofá. Cabeza gacha, dedos entrelazados en su pecho
y ojos cerrados.
Con la boca estrecha, intento creerle. Este no es mi asunto.
Pero no puedo dejar quieta mi rodilla, con el tiempo Alex gime y sonríe.
—Mira, si quieres te llevaré a casa. Aunque no voy a mentir, es agradable
tener una chica por aquí con la que me gusta hablar. Pero sé que tienes un
hijo, así que tú decides.
Mordiendo la uña de mi pulgar, sacudo mi cabeza.
—No, está bien. Javi tiene una niñera y se encuentra bien.
—¿Entonces puedes quedarte?
No es como si alguien me extrañara en casa.
—Por un rato.
—Bueno. Entonces, creo que… —Golpea sus palmas en sus jeans—, iré a la
tienda y nos conseguiré algunas sodas. Tal vez rentar una película. ¿Te
parece bien?
Todo lo que puedo hacer es no girarme y mirar a la puerta. Un sentimiento
horrible atraviesa mi interior.
—Sí, sí —digo distraídamente, en realidad sin escucharlo, solo despidiéndolo.
Poniéndose de pie, camina hacia la puerta y agarra una chaqueta.

45

—Me tomará unos quince minutos. Correré, eso ayudará a quemar el
alcohol. ¿Te gustan las comedias?
—De hecho, las de terror.
Sus ojos se amplían.
—¿En serio?
—Me hacen sentir que mi vida no apesta tanto.
Riéndose y sacudiendo su cabeza, se encoge de hombros en su abrigo.
—De acuerdo. —Sacando un celular de su bolsillo, recita los números—.
Llámame si nuestro chico comienza a vomitar, ¿sí?
Guardando su número, asiento.
—Síp.
Luego, él ya no está.
Me siento en el sofá por dos largos minutos hasta que no aguanto más. ¿Y si
estoy equivocada? Quizás todo esto del bar solo había sido el resultado de
una borrachera y nada más.
Pero eso no me detiene de caminar hacia la puerta y presionar mi oreja
contra esta.
Escucho el rocío, pero lo demás es silencio. Uno de esos inquietantes. Del tipo
donde todo lo que puedes escuchar es el sonido de tu corazón latiendo y el
tictac del reloj en algún lado.
—Lili, ¿qué estás haciendo? —murmuro en voz baja quizás como una
advertencia o incluso como estímulo… No estoy segura, pero golpeo—.
¿Ryan?
Espero.
Sin respuesta.

46

Golpeo de nuevo.
—¿Ryan? —digo un poco más fuerte esta vez.
Hay momentos en la vida cuando un sexto sentido te incita a considerar
algo que no harías de otro modo. Como la vez que había estado viendo un
show y Javi había sido un bebé. Lo había dejado en su cuna y él estaba
tranquilo… nada fuera de lo común, solo nuestra típica rutina.
Pero un molesto sentimiento seguía presionando tan fuerte que no podía
ignorarlo por más tiempo. Había subido las escaleras sintiéndome estúpida,
sabiendo que cuando llegara allí todo lo que vería era a un bebé durmiendo.
Pero no había sido el caso. Javi se había vuelto completamente azul. Había
puesto un peluche en la cuna con él en la mañana y olvidé sacarlo más
tarde. No había dormido mucho la noche anterior, lo había olvidado. Los
doctores dijeron que si no lo hubiera revisado, si lo hubiera dejado así otro
minuto, lo habría perdido.
He aprendido a no ignorar ese sentimiento nunca más y lo estoy teniendo
justo ahora.
—Ryan, si no abres la puerta, tendré que entrar —llamo en un tono más
alto—. Mira, estoy tratando de ser una enfermera, prometo que no habrá
nada raro, pero bebiste demasiado esta noche y estoy preocupada. Por favor,
si estás bien, házmelo saber.
Esperando y esperando por lo que se siente una eternidad, finalmente giro el
picaporte. Para mi sorpresa, no está bloqueado.
—¿Ryan? —Mi voz suena extrañamente fuerte, incluso sobre el estrépito del
agua.
La cortina está agitándose; estornudo y aprieto mi nariz mientras el calor y
la neblina tratan de dirigirse hacia mi cabeza. Hace calor aquí, como
caminar dentro de un sauna.
—¿Ryan? —digo de nuevo, temiendo que se haya desmayado.

47

No creía que hubiera bebido tanto que había entrado en un coma etílico,
había estado controlando su insumo.
De alguna manera.
Reuniendo coraje y cerrando mis ojos, sujeto la cortina y la hago a un lado,
esperando que la acción le haga gritarme o maldecir, cualquier cosa para
saber que está bien. Espero escucharlo gruñir en cualquier minuto.
Pero cuando no lo hace, abro los ojos y me quedo inmóvil en silencio por lo
que veo.
Cada molécula de mi cerebro trabaja furiosamente para procesar la vista
ante mí.
Hay demasiada sangre.
Oh por Dios, y ahora que la veo, puedo olerla. Lo metálico y cortante de eso
se infiltra en mi olfato y me dan náuseas.
No me puedo mover, no puedo razonar esto.
Ryan aún está vestido, con la misma ropa que había usado en el club, la
camisa blanca se moldea a su cuerpo. Pero ya no es blanca, está manchada
de un rojo viscoso en las mangas y bordes. El agua chocando sobre él limpia
la mayoría de la sangre. Su piel es tan roja que se acerca a morada.
Luego todo viene a mí y donde antes había estado congelada, ahora me
muevo en piloto automático.
Apago el agua. Gateo hasta la bañera junto a él. Presiono los dedos en un
costado de su cuello.
El pulso está ahí, lento, pero firme.
Golpeo su mejilla.
—¡Despierta, Ryan! —Lo sacudo bruscamente—. Despierta.
No responde.

48

Pero está respirando, aunque es muy superficial. Se había cortado profundo,
pero no lo suficiente para matarlo. Eso espero.
Inclinándome contra la bañera, acuno su cuerpo entre mis piernas y saco mi
celular de mi bolsillo, inmediatamente marcando al 911.
—911, ¿cuál es la emergencia? —La voz de la mujer suena robótica y
aburrida.
—Por favor, por favor, vengan rápido —Ahogo un gemido—, mi amigo está
sangrando por todas partes. Se cortó las muñecas.
—De acuerdo, señora —indica pacientemente—, ¿sabe dónde está lastimado?
Palmeo su cuerpo, buscando la fuente, finalmente viendo los gruesos cortes
sobre sus muñecas.
—Se cortó las muñecas —digo tartamudeando.
—Está bien —me tranquiliza—, ahora, lo que quiero que haga es que aplique
algo de presión, ¿puede hacerlo?
—Sí. —Se me escapa un lloriqueo. Agarrando sus manos, las sostengo entre
las mías, pero él es tan grande y escurridizo y ya estoy sosteniendo el
teléfono, así que las aprieto contra mis pechos—. Lo hice.
—Bien. Ahora, ¿dónde vive?
—Oh mi Dios, no lo sé. Es su casa. Por favor, apúrense.
—No hay problema, señora. ¿Cuál es su nombre?
—Ryan. Ryan Cosgrove.

***

49

Ryan
Escucho cosas. Sonidos extraños. Pitidos y silbidos.
Esa es la primera cosa que recuerdo.
La segunda cosa es el dolor que corre como fuego por mi cuerpo, más que
nada por mis muñecas. Duele mucho moverse, pero me las arreglo para dar
un vistazo. Están envueltas en vendas médicas. Puntos rojos manchan el
centro de cada una.
—Está despertando.
Reconozco a Alex y gimo.
—¿Ryan? —Una suave voz, es gentil, pero el toque en mi brazo es incluso
más suave y se siente bien. No quiero despertar, solo quiero quedarme en
este lugar, este seguro y cálido lugar donde no duele.
Pero no puedo, porque estoy despierto y tengo que ver quién me está
tocando.
Es la chica del club. Liliana. Sus ojos son tan verdes y grandes en su pequeño
rostro. Su piel es más pálida de lo que recuerdo y hay manchas violetas bajo
sus ojos, como si no hubiera dormido en un tiempo.
Gruñendo, bajo la mirada.
Hay tubos y cables unidos en todas partes, un monitor cardíaco está
conectado a mi pecho y cuando flexiono mi mano, siento una aguja debajo
de esta. Tragando con una garganta que se siente como si alguien empujó
un melón dentro, miro a Alex.
Su rostro está serio y sus ojos molestos.
—Maldición —murmuro.

50

—Maldito ingrato —dice entre dientes, luego gira y sale de la habitación.
Liliana mira sobre su hombro hacia donde él se fue. Odio que se vea
preocupada. Y me molesta que esté aquí. ¿Sabe lo que traté de hacer?
Volviéndose a mí, sujeta mi mano y sus dedos son tan pequeños que puedo
cerrar mi puño a su alrededor.
—Él no quiere decir eso, sabes. Solo está preocupado por ti.
Muerde su labio inferior y algo dentro de mí quiere aflojar ese ceño fruncido
entre sus cejas.
—¿Ángel?
Sonríe y es impresionante. Literalmente, me deja sin aliento. Podría
acostumbrarme a esa sonrisa.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Ladea su cabeza, su cabello cae en su rostro como una cortina. Grueso y
castaño, es precioso, una parte de mí se pregunta a qué huele. Amo el
cabello de las mujeres, amo la forma en que huele tan bien y se ve tan
hermoso y el suyo es el más lindo que he visto.
—He estado aquí todos los días.
¿Todos los días? Mi corazón tartamudea ante eso.
—¿Cuánto tiempo he estado aquí?
Cruza sus piernas y golpetea sus dedos en los míos. La noté haciendo eso en
el bar la otra noche. Lo hace cuando está nerviosa. ¿Lo está ahora?
—Cinco días.
Frunzo el ceño.
—¿Qué?

51

—Los doctores tuvieron que darte mucha sangre. —Su voz se quiebra y tengo
un terrible pensamiento.
Por favor, Dios, dime que ella no…
—Cuando te encontré —continúa—, habías perdido mucha. Necesitabas un
montón, Ryan.
Me enfoco en solo una cosa. Cerrando mis ojos, quito mi mano de la suya.
Una cosa es tratar de suicidarme, otra cosa es que un extraño conozca uno
de tus más oscuros secretos.
Ella entrelaza sus manos y las aprieta contra su pecho.
—¿Me encontraste? —Mi voz es plana, vacía. Pero por dentro estoy enojado.
Ni siquiera puedo morir bien.
—¿Por qué harías eso? —me pregunta, como si tuviera derecho a saber.
Y quizás lo tenga. Quizás la persona que te trae de la muerte tiene derecho a
saber por qué lo hiciste en primer lugar. Pero si supiera la verdad, me
hubiera dejado morir. Nadie como yo merece vivir.
Giro mi rostro a un lado.
Suspirando, se levanta de la silla. Puedo escuchar sus pasos. Soy consciente
de cada movimiento suyo. Puedo cerrar los ojos ahora y describirla con
preciso detalle.
Desde la pequeña hendidura en su mandíbula, a sus ojos verdes, a su
abundante cabello, incluso hasta las tres pecas dispersas en el puente de su
nariz y cómo sus pezones se convierten en pequeños puntos cuando hace
frío en una habitación. Puntos que trato de no mirar fijamente, pero no
puedo evitarlo. Son perfectos. Ella es perfecta.
Joder.
Soy un desastre.

52

—Alex me dijo que tendrás que ir bajo evaluación psiquiátrica.
Me río. Estuve ahí, hice eso. Tuve la remera. Es la razón por la cual me
echaron educadamente de los malditos Marines, para empezar.
Demasiados antecedentes. No merece la pena. Vete.
Por supuesto que la milicia podría haber ido por la ruta de una baja
deshonrosa, pero había tenido un sargento que se preocupaba. Me dijo que
habría ido a mi expediente y jodido cualquier oportunidad que tuviera de
tener un trabajo decente fuera. Así que hicieron todo lo que pudieron para
asegurarse de que no me fuera con esa marca.
Porque a pesar de que soy un luchador, nadie quiere pelear con la
responsabilidad de un psicópata. ¿Quién sabe lo que harán después?
¿Verdad?
—Sí, lo imaginé —digo finalmente, sabiendo que por doce días estoy en esa
mierda de psicoaislamiento que no arreglará malditamente nada. Nunca lo
ha hecho.
Camina hacia mí y cuando baja la mirada, no puedo explicarlo, pero siento
anhelo y esperanza y me siento tan malditamente confundido que quiero
chupar mi pulgar y llorar como un bebé.
Luego pasa sus dedos por mi cabello.
—Mejórate, Ryan. Él realmente te quiere. Tienes una vida, lo que sea que te
pasó, quien sea que te hizo eso… no lo dejes ganar.
Me quedo quieto, cada gramo de oxígeno en mi cuerpo parece filtrarse
literalmente por mis poros. Ella nunca sabrá cuán cerca ha acertado.
—Te mereces mucho más que esto.
Con esas últimas palabras, sale de mi vida.
Sé que no volveré a verla de nuevo y ese pensamiento es devastador.

53

Capítulo 6
Liliana

T

odo ha cambiado desde la noche que lo encontré. Y aun así, las cosas
siguen igual.
Han pasado tres meses.

Lo sé porque los he contado en el calendario. No estoy obsesionada con él.
O a lo mejor lo estoy, pero tampoco creo que sea eso realmente. Ryan y yo
habíamos tenido una convergencia: nos conocimos en un lugar y en un
tiempo que siempre dejaría una marca endeble en el mapa de mi vida.
Es más que solo mi atracción por él. Él es mentalmente inestable, eso es
claramente obvio y es algo que no necesito traer a mi vida o a la de Javi.
Pero no me he sentido así por nadie. Nunca.
Ni siquiera por el padre de Javi, lo que a los catorce, los sentimientos son
bastante intensos.
Pensaba que lo había amado. Y me juró que me había amado. Hasta que
vino el bebé. Luego fue hasta luego, ha sido bueno conocerte. Había llorado
ríos durante nueve meses completos. Estoy segura de que las hormonas del
embarazo no habían ayudado. Pero con el tiempo y con la edad, me di
cuenta del perdedor con el que había dormido y ahora estoy feliz de que no
forme parte nuestra vida.
Ni siquiera he vuelto a Chai Time. Quizás eso me hace débil. Pero esa noche
me persigue. Verlo en la bañera, desplomándose delante de mí, con sangre
por todas partes.

54

Y luego esa mañana en la habitación del hospital, su voz suave, sus ojos
perturbados y le había preguntado por qué. Había visto un destello de dolor,
la agonía del recuerdo que aún lo atormentaba.
No creo que sea una chica.
Un corazón roto no le hace eso a una persona.
Cuando el padre de Javier finalmente me dejó, había llorado y no comía y
me escondí en una habitación oscura, pero no quise suicidarme. Cuando me
había arrastrado de eso, había salido más fuerte.
Pero los demonios de Ryan eran oscuros y peligrosos y algo en lo que me
aterraba involucrarme, el problema es… que creo que ya lo estoy. Porque no
puedo dejar de preguntarme, no puedo dejar de buscarle sentido a la locura
que fue esa noche. ¿Por qué lo había hecho? ¿Qué lo había forzado a ese
punto de su vida en el que pensaba que no tenía otra elección?
¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué?
Saliendo de la ducha, paso la mano por el espejo empañado. Mis mejillas
están rosadas, el cabello se aferra a mi rostro.
Y quizás una de las razones por las nunca me puedo olvidar de él es el hecho
de que siempre tengo que ducharme. A pesar de que mi baño está lleno de
mariposas y flores, no veo ninguna de esas cosas. Veo una cortina blanca
ondeando, baldosas mojadas y sangre.
—Apúrate, mija —llama mi madre, urgiéndome a correr—. Llegarás tarde a
clases. Ade ha hecho tortillas.
—Ya voy, mamá. —Dándole la espalda al espejo, me pongo unos cortos
pantalones blancos y una camiseta amarilla clara rápidamente.

55

Después de desayunar me vuelvo hacia mi hijo. Está vestido, sentado sobre
el suelo y hojeando un cómic. Mi corazón palpita ante la vista de sus rizos
mojados alrededor de su cuello.
Gracias a Dios no se parece nada a su padre.
Un plato con un bocadillo de crema de cacahuete a medio comer está en un
plato junto a sus botas.
—Cariño, ¿estás listo para la escuela?
Deja de cambiar las páginas y me mira, sus ojos se detienen a la altura de
mi pecho. Javi nunca me mira a los ojos.
Poniendo buena cara, me giro hacia Ade y mamá.
—Está bien, me voy. Deséenme suerte. Hoy tengo que articular un esqueleto.
—¿No has hecho eso antes? —pregunta mamá.
Me encojo bajo mi mochila.
—Sí, pero lo hice en primer año, creo que quieren asegurarse de que no lo
hemos olvidado. De todos modos. —Beso mis dedos y los ondeo hacia ellos.
»Vamos, bebé. —Le tiendo la mano a Javi.

Levantándose, recoge su cómic, desabrocha su mochila y lo mete
cuidadosamente. Ignora mi mano completamente.
Mi mano está colgando en el aire, la retiro lentamente hacia mi muslo y
sonrió como si no me importara, pero me importa, siempre me importa.
Tres horas más tarde he acabado de articular los huesos. Pero no me había
gustado. Hice muy bien el examen, lo sé, pero era un esqueleto infantil. Se
había sentido macabro. Algunos de los chicos de mi clase se habían reído,
diciendo que los huesos eran lindos.
Para mí no eran lindos. Eran los huesos de un niño que una madre había
perdido. Así que cuando salí a los jardines del campus, estaba de mal humor.

56

El día está caluroso. Más caluroso de lo que había estado en las últimas
semanas, con la temperatura subiendo, pasando los treinta y cinco grados
una hora atrás y eso solo me hacía ponerme de peor humor.
Necesito una bebida.
Y sé exactamente adónde voy a ir.
Hay una buena posibilidad de que ni siquiera esté ahí.
Tengo mariposas en el estómago.
Realmente, no tengo nada de lo que preocuparme.
Pero si tengo que ser honesta, había sabido que iba a ir allí esta mañana. Es
por eso que me había tomado tantas molestias en lucir bien. La razón por lo
que mis manos habían estado temblando todo el día. Mordiéndome el labio,
cruzo la calle, oliendo el café mucho antes de abrir la puerta.
Gimo en apreciación.
Está tan brillante fuera que a mis ojos les toma unos minutos
acostumbrarse.
Cuando finalmente lo hacen, ahí está.
No Alex.
Sino Ryan.

57

***

Ryan
No estoy preparado para verla.
Quizás nunca.
Entra en la cafetería viéndose mejor de lo que había recordado. Su cabello
está recogido en un moño desordenado y lleva un top sin mangas que deja
entrever un poco de su estómago en la parte inferior.
Preciosa.
Te noquea.
Cierro los ojos. La última vez que me había visto, había visto a un perdedor.
El imbécil que había intentado acabar consigo mismo porque no podía
soportarlo. Me estoy haciendo más fuerte cada día. Pero aún no estoy
preparado para esto.
Ella mira sobre su hombro hacia la puerta, como si estuviese pensando en
irse. Como si quizás no la hubiera visto aún.
—Jódeme —murmuro bajo mi aliento, sabiendo que debería dejarla fingir,
hacerlo más fácil para ella y para mí, pero no lo hago. Levantándome de la
mesa, voy hacia ella.
Tiembla, mirándome con los ojos ampliamente abiertos, cruzando los brazos
sobre su pecho. Igual que la última vez. ¿Alguna vez la sacaré de mi mente?
Poniendo las manos en los bolsillos, me detengo a una distancia segura de
ella.
—Hola.

58

El peor comienzo de la historia.
Pero parece funcionar.
Su cuerpo entero inhala y luego exhala y una sonrisa se desliza sobre sus
rasgos, iluminando su rostro.
—Hola. Es bueno verte otra vez.
Crispo los labios sin estar seguro de qué responder. Sujetándome el brazo, le
da un ligero apretón.
—Te ves bien. Saludable.
Saludable.
Jodidamente fantástico. Justo lo que un hombre quiere escuchar.
Pasando los dedos por mi cabello, sabiendo que lo voy a levantar por todas
partes, pero sin importarme una mierda, asiento.
—Cada día. Pasando por los doce pasos. De hecho, acabo mañana.
—Oh. Eso es genial.
Balanceándose sobre sus talones, mira sobre mi hombro. Esto está
empezando a volverse incómodo, no es bueno. Quiere irse, puedo sentirlo;
sentir sus pensamientos pasando por el aire. Un músculo se tensa en mi
mandíbula, ahora que está aquí, no quiero que se vaya.
Infiernos, la mitad del tiempo ya no sé lo que quiero.
—Sí, ummm… —Me froto la mandíbula—, uno de los doce pasos, ya sabes, es
disculparse y esa mierda.
Esos labios rosa con los que estoy obsesionado se tuercen.
—¿En serio?
Lamo los míos.

59

—Sí. —Siendo audaz, no muy seguro de por qué, me acerco un paso más.
Se tensa y sé que explotará si la empujo demasiado. Tomando un aliento
tembloroso, miro hacia abajo, hacia su rostro, memorizando cada rasgo
exótico y haciendo un plano de los mismos. Tiene ojos de gato, tan verdes
que me recuerdan a la primavera. Es difícil de decir, pero estoy bastante
seguro de que no son lentes de contacto. Nunca había visto unos ojos como
esos antes. No en alguien con su tono de piel.
Sonrío cuando le veo las pecas. Había soñado con ellas la otra noche.
Besándole cada punto perfecto a lo largo del puente de su nariz mientras
ella había jadeado, agarrado mi culo y el resto había sido una bruma de
gemidos y piel. Me había levantado tan duro que había sido un milagro que
no me corriera en las sábanas. No me había pasado una cosa de esa en
años. Pero la intensidad del sueño se había sentido muy real.
La ducha tampoco había ayudado, porque no podía ir allí sin evitar pensar
en cómo me había sujetado.
Alex me lo había contado todo. Cómo, cuando lo había llamado, él había
corrido inmediatamente a casa para encontrarla en la bañera con las
piernas abiertas y acunándome entre ellas.
Habría dado cualquier cosa para verlo con mis propios ojos.
Lo que es algo bastante jodido y perturbador de mi parte, pero es la verdad.
Para mi sorpresa, ella no se inmuta o mira hacia otro lado. En algunas cosas
me recuerda a un tímido corderito, pero en otras, a una fiera leona.
Me fascina.
—Lo siento —digo lentamente, arrastrando las palabras, dejándole sentir la
sinceridad en estas. Es sorprendentemente fácil hacerlo.
Cuando había tenido que hacerlo con Alex, me había dado mierda por ello
durante tres días. Ignorándome, comida fría y respuestas monosilábicas. Lo
que supongo me merecía.

60

Sus pestañas aletean como un pequeño pincel sobre sus mejillas.
—Todavía sueño con eso —admite con voz tranquila.
Sus ojos verdes me tragan, mirando directamente a través de mí. Lo odio.
Pero también lo necesito. Cuando estoy a su alrededor, me siento vivo.
—Encontrarte. Sujetarte. —Cierra los ojos y algo en la región de mi corazón
se sacude.
Inhalando profundamente, me da una sonrisa sombría.
—Sí, entonces. Gracias.
Está se está cerrando, tratando de huir. Dando un paso hacia la izquierda, sé
que soy un glotón, ¿por qué no puedo dejarla ir?
—¿Has almorzado ya? —Mis nudillos chasquean cuando cierro los puños.
Debería dejarla ir. Dejarla salir de mi vida para siempre. Pero durante tres
meses, en todo lo que he pensado es en ella. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué le
importó? Tenía que saberlo.
—Eso es exactamente por lo que vine.
—Conozco un lugar mejor.
Su sonrisa esconde tantos misterios, insondables como la sonrisa de la
Mona Lisa. Y no puedo evitar devolvérsela.
—¿Mejor que el mejor café del mundo? —Hay una nota de duda en su tono.
—Estoy bastante seguro que el lugar en el que estoy pensando tiene el
mercado copado de eso. ¿Te gusta el sushi?
Frunciendo los labios fuertemente, puedo ver la indecisión en su rostro.
—¿Café y sushi? Eso es como mi kriptonita. Asqueroso, pero cierto. —Se ríe—.
Me estás haciendo un trato muy complicado. Está bien. Pero —Levanta un
dedo—, esto no es una cita. ¿Entendido?

61

Le sujeto el dedo con un rápido apretón. Sus ojos se abren ampliamente y mi
sangre corre por el sofocante calor que pasa entre nosotros.
—Nunca dije que lo fuera. —Me río como si no hubiera sentido nada. Como si
no hubiera notado que ella también lo había sentido. Como si el mundo no
se hubiera movido de su eje por el punto de contacto.
—¿Lily Bean? —Escucho una voz familiar sobre mi hombro arruinando el
momento.
Sus ojos se apartan de los míos y una enorme sonrisa se extiende por su
rostro, pareciendo casi aliviada. Corre hacia Alex, saltando entre sus brazos
al momento en que él los abre para ella.
Su abrazo es rápido, pero fiero y como un mazazo a mis entrañas.
Alex le da un beso rápido en las mejillas y estoy a segundos de darle una
paliza a mi primo. Afortunadamente, ella se mueve de sus brazos antes de
que yo actúe.
—¿Venti mocha latte de soja sin crema? —dice Alex, caminando hacia el
mostrador, lanzando un trapo blanco para fregar los platos sobre su
hombro.
—En realidad no. —Se gira hacia mí y la sonrisa que le había dado a Alex ya
no está ahí, pero hay algo más. Algo que hace que contenga mi respiración—
. Ryan me invitó a almorzar.
Maldición, al momento que lo dijo sabía que Alex me daría la mirada.
Levanta la cabeza y sus ojos dicen claro como el día que me mantenga
malditamente alejado de ella. Con cualquier otra chica, a Alex no le
importaría. Pero hay algo en Liliana que lo hace enloquecer.
Doy un paso hacia atrás.
El código de hermanos dice que no te metes con una chica si tu amigo está
interesado en ella. Pero Alex jura que no hay nada entre ellos, me lo dice una

62

y otra vez. Pero quizás no debería. Ella me ha visto de una forma horrible,
sabe algo sobre mí que desearía que nunca lo hubiera sabido. Quizás
debería permanecer fuera de su vida, contentarme con el sueño y con la
posibilidad de lo que podría haber sido.
—No dejes que te dé mierda —advierte Alex, sin dejar de mirarme. Y sé que
está dándome luz verde, incluso si realmente no quiere hacerlo.
—No te preocupes —Lilly me lanza una sonrisa coqueta y mi corazón casi
deja de latir—, soy una chica grande, puedo cuidarme. Además, nunca puedo
rechazar el sushi.
Mirando hacia su muñeca, dice:
—Tengo cuarenta minutos antes de que tenga que volver. ¿Está cerca?
—Sí. —Asiento y le indico la puerta—. Déjame acercar el auto.
En el momento en que ella no puede escuchar nada, Alex da vuelta el
mostrador y sujeta mi camiseta en un puño. Su mandíbula está apretada tan
fuerte como si estuviera hecha de granito.
—No voy decirte que no —murmura—, pero no jodas con ella. ¿Me
entiendes? Es una buena chica, Ryan y no necesita tu mierda. En serio.
Apartando su mano, me arreglo la camiseta.
—Te gusta. ¿Es eso?
Recorriendo las manos por su cabello, asiente.
—Sí. Mucho. Pero hay cosas. Cosas que sé demasiado bien que no puedo
manejar. Así que por respeto a ella, me quedo a un lado.
Inclino la cabeza.
—¿Qué cosas?
Alex sacude la cabeza.

63

—Si quiere que lo sepas, te lo dirá. Juega limpio, Ryan y no más mierda.
Miro de vuelta hacia la puerta. Ella me sonríe. Toda dulce y suave y sé que
estoy jodido.
—Lo juro.

64

Capítulo 7
Liliana

—A

sí que, ¿realmente comes sushi? Me has impactado. —Meto otro
rollo de atún picante en la boca, gimiendo parte por el placer y el
dolor de cómo golpea mi cerebro el wasabi, llenando al instante
mis ojos con lágrimas.
Riendo, asiente.
—Sí. Me gusta.
Para probar su punto, se pone otro rollo unagi en la boca y mastica.
—Soy un luchador. Proteínas magras, carbohidratos limpios. Es lo que mantiene a
este cuerpo en movimiento. —Me guiña y mi estómago se hunde.
¿Quién es este chico?
No es el mismo al que recordaba de hace meses. Me hace reír, me hace olvidar la
presión del tiempo, de la tarea, del trabajo, de Javi o mamá.
El lugar es un tugurio. La alfombra está manchada y rasgada en algunos puntos.
Las mesas no son más que las del tipo plegable y hay grietas en la ventana. Sigo
esperando a que un inspector de sanidad entre en cualquier momento, ponga una
cinta de cerrado en la puerta y nos diga que corramos y nunca miremos hacia
atrás. Pero por lo menos no hay bichos y el pescado tiene sabor fresco.
Pero el café de verdad es horrible. Es viejo, amargo y tan asqueroso que solo había
conseguido beber dos sorbos antes de tener que alejarlo.
Los ojos de Ryan brillan, su piel se ve enrojecida y saludable y por primera vez veo
esperanza en él. Mis dedos se aprietan. Quería abrazarlo, asegurarme de que
realmente es real. Que esto es real.

65

—Así que, ¿cómo se tomaron todo el incidente? ¿Tu… —Me encojo de hombros—,
entrenador?
No puedo evitar echar un vistazo a sus muñecas. La piel todavía se ve un poco en
carne viva, pero más rosa que roja. Con el tiempo, las marcas se volverán un poco
más blancas.
Al darse cuenta de dónde estoy mirando, deja caer sus brazos a la mesa.
—¿Entrenador? —Suspira—. Sí, tan bien como esperarías. Estoy con una correa
corta con ellos. Una metida de pata más y estoy fuera. —Pude ver su lengua
rodando a lo largo del interior de su mejilla.
Sé que está recordando.
—Lo siento, no tengo intención de fisgonear.
Encogiéndose de hombros, se sirve un poco más de té verde y luego también me
ofrece. Asiento, necesitando un poco para conseguir sacar el sabor repugnante del
café de mi lengua.
—No te preocupes. Te lo dije, doce pasos. Me viste, no puedo volver atrás ahora,
¿no?
Lo último sale lleno de pesar y mi corazón da un apretón doloroso en mi pecho.
—Así que sabes mis secretos, ¿cuál es el tuyo? —Sonríe y aleja mi plato vacío.
—Sí, no lo creo.
Sus labios se tuercen.
—Así lo pensé. Realmente eres un ángel, ¿no es así? Enviado desde arriba para
rescatar al héroe en apuros.
Me río.
—¿Héroe en apuros? ¿No querrás decir damisela?
—Diablos, no. —Pasa la mano por su pecho—. Todo hombre aquí, nena.
Resoplo y bebo, el té suave ayuda a calmar mis repentinos nervios crispados. Esto
solo se supone que es un almuerzo. Amigos saliendo. ¿Por qué ahora se siente más?

66

¿Como si realmente no fuéramos extraños preparándonos para convertirnos en
amigos, sino como que fuéramos mucho más, como si el destino hubiera estado
esperando el momento adecuado para juntarnos?
No me gusta esto. No quiero esto.
—Sí, bueno —dije más fría de lo que había previsto—. De todos modos, tengo que
volver a la escuela.
El brillo en sus ojos se atenuó, ¿y por qué demonios debería eso hacerme daño?
Esto es demasiado, demasiado pronto, demasiado real.
Pagamos nuestras cuentas y salimos, el viaje de vuelta fue mucho menos relajado
de lo que había sido el almuerzo.
—Fue bueno, gracias —murmuro, sintiendo que al menos le debo eso—. Y lamento…
Su mandíbula se mueve de un lado a otro, pero lo que dice a continuación me
sorprende.
—Sal conmigo mañana.
—¿Qué? —Parpadeo.
Por favor, no hagas esto, no me invites a una cita. Por favor, no… me lo digo una y
otra y otra vez, mentalmente proyectándolo con tanta fuerza como puedo, con la
esperanza de que de alguna manera he desarrollado habilidades psíquicas desde el
mediodía.
Al detenerse en un semáforo en rojo, me mira. Brutal honestidad está marcada en
su rostro, es cruda y vulnerable y no puedo mirar hacia otro lado, no puedo
pretender que no está ahí.
—Sal conmigo. No tiene que ser una cita. Podemos ir…
—Tengo un hijo. —No había querido decir eso, pero salió de todos modos. Dolor
pasa a través de mi pecho y mis uñas se clavan en mis palmas, dejando marcas
detrás—. Es autista y tiene siete.
Ahí, está fuera. Ahora puedo respirar, ahora puedo ver la tenue luz, ver sus ojos
moverse un poco con vergüenza mientras finge que nunca me había invitado a

67

salir en primer lugar. Hará cálculos, se dará cuenta de que soy una estadística más
y eso será todo.
—¿Cuál es su nombre?
Me quedo quieta, como si me hubiera entregado una serpiente venenosa. Nadie
nunca me ha preguntado eso.
—Javier. —Sonrío pensando en él—. Es hermoso. Tiene el pelo oscuro rizado y
grandes ojos marrones.
Ryan asiente. Un auto toca su bocina detrás de nosotros.
Sacudiéndose, arranca y deja salir un sonido extraño en la parte posterior de su
garganta. Alivio, miedo, dolor… no estoy segura.
El campus está de vuelta a la vista. Deteniéndose en la calle, se estaciona.
—Tráelo, entonces.
—¿Qué? —Sé que mis ojos están bien abiertos en mi rostro. Seguramente lo he oído
mal.
—Tráelo —dice de nuevo con un pequeño asentimiento decisivo—. De esa manera,
sabes que esto no es una cita. Dado que no pareces inclinada a esas cosas.
Resoplando una risa, asiento.

—Lo siento, no he ido a una en años. Prácticamente desde Javi. Al segundo que los
chicos se enteran, salen corriendo. —Levanto mi ceño con desafío, todavía
esperando que hiciera lo que todo el mundo hace.
Ha durado más que cualquiera de los otros, le daré eso por lo menos.
—¿Schlitterbahn?
Niego con la cabeza.
—Los parques acuáticos y Javi no son una buena combinación. Se asusta donde
hay agua.
Sus labios se afinan.

68

Él está tratando y no quiero que piense que estoy haciendo excusas.
—¿El zoológico? Le encanta la exposición de África. No es mucho de una cita, pero
ya que no lo es de todos modos…
—Trato. Es una no-cita. ¿Dónde quieres que nos encontremos?
—Eres nuevo y Javi a veces tiene dificultades con rostros nuevos. Podría ser más
fácil si vienes a mi casa. ¿Eso funcionaría?
Sacando su celular, presiona en mi nombre.
—¿Cuál es tu dirección?
Se la digo junto con mi número.
—¿Necesitas que te dé instrucciones?
Cerrando totalmente el teléfono, lo desliza en el bolsillo.
—No. No vives tan lejos de nosotros.
Agarrando la manija de la puerta, me siento allí por un segundo, tantas palabras
tiemblan en mi lengua. Cierro los ojos, ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Es esto
correcto?
Por mucho que me guste Ryan, y me gusta, había intentado suicidarse tres meses
atrás. Todavía no sé por qué. La incertidumbre es algo que ni siquiera debería
contemplar en traer a la vida de Javi. Después de que papá se fuera, había
trabajado como un demonio para traer estabilidad a nuestro mundo, orden en
medio del caos.
—No es una cita, lo juro —susurra Ryan, como si supiera lo que estoy pensando y se
forma un nudo en mi garganta.
Porque eso no es lo que quiero en absoluto.
Quiero una cita.
Una de verdad, con flores y dulces. Quiero ser cortejada y enamorarme locamente.
—Nos vemos mañana, Ryan.

69

—¿A las nueve? —pregunta.
Solo puedo asentir, negándome a mirar hacia atrás, sabiendo que si lo hago verá
las lágrimas en mis ojos.

***

Ryan
¿No es una cita?
¿Por qué accedí a eso?
Ahora todo tiene sentido. Porque Alex se aleja. No por Liliana, sino a causa del niño.
Apenas puedo manejarlo yo mismo, ¿cómo puedo, honestamente, esperar entrar en
una relación con una mujer y su hijo?
Mirándome fijamente en el espejo del baño, cuento cada cicatriz que divide los
planos de mi duro rostro.
Aquella sobre el puente de la nariz la recibí cuando no estuve prestando atención
en mi entrenamiento de combate. Kyle, mi compañero, había estado burlándose de
mí. Llamándome coño y que mi cabeza no estaba en el juego. Supongo que tenía
razón, porque lo siguiente que supe fue que estaba sobre mi culo y pensando que
alguien me había metido barras de refuerzo en la nariz. Había saboreado metal y
olido sangre. Había lucido como un bicho raro las próximas tres semanas.
Hay varias pequeñas a lo largo de mi frente, de nuevo, las peleas se habían puesto
un poco salvaje. Me abrí mi frente, sangre por todas partes, tan espesa en mis ojos
que el réferi tuvo que terminar la pelea, dándoles la victoria cuando era obvio que
yo era el mejor luchador.
Pero es así para mí a veces.

70

No solo con las peleas, a veces mi cabeza simplemente no permanece donde tiene
que estar; mi mente empieza a divagar. Leí en un libro una vez que se trata de una
especie de instinto de protección.
Infierno, no lo sé.
Con el ceño fruncido, estudio la cicatriz más pequeña. En mi mejilla izquierda, es
una cosa arrugada insignificante, menor en comparación con algunos de las otras
más grandes. De hecho, tan pequeña que nadie pensaría que es la que más marcó
mi alma.
—No te estás volviendo más bonito. —El acento perezoso de Alex me saca de mi
estado de ánimo—. No importa cuántas veces te mires, siempre serás el idiota más
feo que conozco y quiero.
—¿Por qué siempre dices cosas así, hombre? —Limpio el vapor del espejo.
—¿Qué, que eres feo? —Sonríe, sabiendo exactamente lo que quise decir.
Poniendo mis ojos en blanco, me pongo desodorante.
Con la cara seria enfrentándome ahora, dice:
—Amigo, ¿qué demonios estás haciendo?
Bajando mi cabeza, mirando el lavabo mientras el agua hace círculos hacia
desagüe, no le puedo contestar porque no lo sé.
—Tú y yo, hombre, estamos tan jodido. No es justo para ella o su hijo. Sabía lo
suficiente para mantenerme alejado.
Cierro los ojos, esperando tal vez que mi mente desaparezca como hace a veces, que
pueda salir y no tener que escuchar que me diga exactamente lo que sé que es
verdad.
Suspirando, mueve sus pies, estableciéndose.
Maldita sea, no va a ninguna parte, lo que significa que voy a tener una charla.
Vivir con Alex es peor de lo que había sido vivir con mi mamá.
—También pienso en ello todo el tiempo, sabes.

71

Desesperadamente tratando de pensar en algo, cualquier cosa, me concentro en la
única cosa en mi vida que tiene sentido.
El ring.
Boxeo.
Pegar.
Ser golpeado.
Riendo con alivio cuando mi piel se desgarra. Se siente tan bien sentir el dolor, es
mucho más fácil tratar con el dolor físico. Es temporal, pero tranquilizador, me deja
saber en realidad que todavía estoy vivo.
Pero por más que trato de ignorarlo, sus palabras siguen ahí.
—También lo odio. Lo que te hizo.
Joder. Joder. Joder.
No vayas allí, hombre. No vayas jodidamente allí.
—Que yo fui demasiado mald…
No hay pensamiento, solamente furia sin sentido. Bendita negrura, el enorme
abismo de toda esa mierda que había enterrado tan profundo y está viniendo y
tragándome. Golpeo mi puño a través del cristal, astillándolo en mil astillas
—Lo que crees que viste, no lo hiciste. ¿Entendido? —Mi voz es baja, la forma en que
se pone cuando estoy a segundos… segundos de escalar la pared por completo.
Alex no se inmuta en absoluto, su mirada está firmemente fija, sus ojos son
idénticas piscinas de conocimiento. Como si estuviera diciéndome que sabe que
todo este humo que estoy soplando es solo mierda, solo la mierda que hago para
ocultar la verdad. Y maldita sea… está equivocado. Equivocado.
No me estoy escondiendo. No puedo ocultarlo de mí mismo. Nunca pude, vive
conmigo, respira en mi cuello. Cada vez que empiezo a olvidar que estuvo allí,
comienza a burlase de mí, haciéndome bromas, diciéndome que nunca me dejará
en paz.

72

Es mi único pensamiento, mi único compañero… el momento del impacto, el
momento en que dejé de ser yo y me convertí en este monstruo. Este perdedor que
nunca estará bien otra vez.
—Sí, pero aquí está la cosa, idiota… —La voz de Alex es fría, no tan sensible, no tan
cariñosa—, no eres el único cuya vida se arruinó esa noche. ¿Tiene alguna idea de
lo mucho que me odio por no defenderte? ¿Por mentir todos estos años?
Con mis manos apretadas en puños junto a mí, me atrevo a dar un paso hacia él.
—Me haces hablar de eso y juro que te sacaré la cabeza de tu cuello.
El aire tiembla entre nosotros, más caliente que un incendio forestal. Este es el
borde de la guerra, el principio del fin, mucho puede cambiar en este momento. Una
palabra, un movimiento en falso y lo que teníamos, habrá acabado. Para siempre.
La posibilidad de que el futuro sombrío se abra como una pequeña fisura ante mí,
esperando una palabra o un parpadeo para convertirse en una erupción de gran
escala.
Sonriendo, golpea mi hombro. Alex siempre sabe hasta dónde ir y cuándo retirarse.
—No, hombre. Estamos bien. Supongo que tengo que comprar un nuevo espejo esta
noche. De todos modos, todo lo que quería decir era que tal vez deberías
permanecer lejos de ella. Los doce pasos no están funcionando, amigo. Los has
hecho antes y sé que no estás mejor, todavía me despiertas gritando en la noche.
Alejándome de él, agarro la crema de afeitar y la froto en mi rostro. No me va a
provocar de nuevo.
—Ella se merece algo mejor.
—Déjame adivinar, ese eres tú. —No puedo detener el desprecio.
Cruza los brazos sobre el pecho.
—Es obvio que no escuchas ni una palabra de lo que digo. No. N-O. No soy yo y
tampoco tú. Se merece un chico normal y saludable. Alguien que cuide de ella y el
niño. Alguien que pueda amarla. Tú y yo, no somos buenos. No voy a detenerte,
pero solo quiero que sepas que también tengo un punto de ruptura y ella es uno.
—Lo que sea.

73

Soplando aire a través de sus labios, se ríe.
—Sí, basta de esa mierda por hoy. De todos modos, ¿sabes lo que dije antes?
—¿Qué? —Todos los músculos de mis piernas están apretados tan fuerte que las
primeros conmociones de calambres los agarran, la adrenalina palpita a través de
mi sangre, mi cabeza se encuentra pesada en mi lengua. Él casi había ido más allá
de mis límites hoy y lo sabía. Contando lentamente hasta diez en mi cabeza, espero
reanudar mi afeitado hasta que sepa que no voy a resbalar y rebanar mi yugular.
—Estoy seguro de mi masculinidad, cuando dije que te quería, lo decía en serio. Solo
pensé que deberías saberlo. Y si alguna vez tratas de matarte de nuevo, he
terminado.
Estoy de pie en el lavabo mucho después de que se ha ido, hipnotizado por el agua
que circunda el desagüe y preguntándome de nuevo qué demonios estoy haciendo.

74

Capítulo 8
Liliana

P

arece que no puede dejar de pasearme de un lado a otro. Pronto haré
un camino sobre la alfombra de peluche rosa de mamá. Mi casa no
me molesta, aunque es esencialmente una cápsula del tiempo de los
años ochenta. Hay pelusa en el suelo, empapelado amarillo desgastado que
en un tiempo había sido menos crema y más blanco. Un candelabro de oro
con llamativos espirales que se supone que son hojas de oro brotando del
centro.
La mayoría de los muebles habían sido comprados en los locales de caridad,
la mesa de la cocina está bien, pero una de las sillas tiene un barrote menos,
lo que significa que si no te sientas exactamente bien la cosa, se desplomará
y te tirará al suelo.
Pero aunque somos pobres, no somos desaliñados. En los días de semana,
Ade patea traseros asegurándose de que nuestro pequeño lugar brille y
presente un feliz rostro sonriente, incluso si hay un par de dientes perdidos.
Normalmente, ella se toma los fines de semana libres y yo mantendré el
ritmo de la cocina y la limpieza entre la tarea y la obligación con
Mamá/Javi. Pero ella había accedido a permanecer hoy para darnos la
mañana libre a Javi y a mí.
No estoy avergonzada, no realmente. Pero soy consciente.
Y eso realmente me molesta. ¿Por qué me importa lo que Ryan piense de mi
casa? Esta soy yo, pobre, pero no indefensa. Además, esto no es una cita. Así
que al final no importa realmente.
Tal vez si me lo sigo diciendo a mí misma, haré que el nudo en mi estómago
revuelto desaparezca eventualmente.

75

—Mija —mi madre sigue mis movimientos con sus ojos—, me estás
mareando. Siéntate. —Señala el sofá.
Ade está bebiendo té con leche y comiendo una torta en la mesa, una
pequeña sonrisa curva sus labios.
Sacudiendo mis manos, me dejo caer en el sofá. Faltan diez minutos para
que supuestamente llegue.
Javier esté sentado junto a la silla de ruedas de mamá, hojeando otro de sus
cómics lentamente. Hoy fue un buen día para él. No había tenido una
rabieta, en realidad son cada vez menos. Mientras tenga sus cómics a mano,
se está comportando. Incluso en la escuela se habían dado cuenta, ayer me
habían enviado un informe. El primero bueno que había recibido de él
durante un tiempo.
No debería, pero me da esperanza de que tal vez las cosas finalmente estén
comenzando a mejorar.
La mano de mamá regresa a su reposabrazos, sus dedos apoyados
casualmente junto al rostro de Javi. No lo está tocando, pero es lo más cerca
que él alguna vez le permitirá.
Mi corazón se aprieta.
—Tal vez esto es una mala idea —digo.
—Mija, no… —Mi madre niega con la cabeza—. ¿Por qué dirías eso?
Adelida se levanta, quitando las migas de su vestido de día verde, antes de
contonearse lentamente hacia mí.
—No lo puedes proteger del mundo, Lili. Javi se está poniendo mejor cada
día.
Pero no solo lo de Javi me está molestando. Sí, traer a un hombre al cuadro
es definitivamente algo que pesa mucho en mí, amigo o no, pero ya ni
siquiera estoy segura de cómo ser amiga de un chico.

76

Había pasado los últimos siete años manteniendo a todos lejos. Incluso a
Alex, quien me gusta mucho.
—Sí, pero no sé cómo hacerlo. Cómo ser amiga de un hombre.
Ade y mamá intercambian miradas. Mamá tiene el ceño fruncido, los de Ade
con preocupante paciencia. Agarrando mi mano y tirando de esta a su
regazo, Ade la acaricia.
—Tú misma dijiste que esto no es una cita, ¿correcto?
Mordisqueo la esquina de la uña del pulgar.
—Sí.
—Bueno, ¿entonces? —Se encoge de hombros—. ¿Por qué convertir esto en
algo que no es? Sal, disfruta, sabes que Javi tendrá un buen tiempo y
simplemente no pienses demasiado.
—Sí, mami. —Los ojos marrones de mi madre son tan grandes y llenos de
calidez y lágrimas queman mi garganta—. No todos los hombres son tu
padre.
Ella siempre había tenido una extraña manera de eliminar las excusas e ir
directo a la raíz de la cuestión.
No puedo mirarla a los ojos; nunca le he dicho la verdad acerca de Ryan.
Había llegado a casa esa noche y prometido mantener todo para mí. Había
sido fácil colarse en la casa, cambiar la ropa sucia y tirarla a la basura. Ella
había sabido que había visitado el hospital, pero no le había dicho el por qué
o por quién. Como si una parte de mí sintiera que ese momento pertenecía a
él y a mí solamente.
¿Qué pensaría si supiera que iba a salir con un hombre que se había cortado
las muñecas y casi muerto hace tres meses? No me dirían que me calmara,
eso es seguro; me instarían a correr lo más rápido y más lejos posible.

77

Una parte de mí ya sabe eso. Que debería correr, que no debería ir y no
debería recoger los doscientos5. Esta no es mi idea más brillante, algo sobre
Ryan me fastidia, me dice que ir por este camino conducirá únicamente a la
angustia en el final. Que él es una cosa en mi vida que no debería tratar de
salvar.
Toda mi vida he estado fascinado por los débiles e indefensos. Dos veces,
había encontrado polluelos en el suelo delante de mí, pequeñas cosas feas.
Desnudos, rojos, apenas con plumas y asomándose por comida, había
tratado de cuidarlos a estar saludables. En ambas ocasiones, había fallado y
mi corazón se había roto en dos.
Debido a que me estoy entrenando para convertirme en una enfermera.
Necesito ayudar, intentar y salvar. Y Ryan necesita salvación.
El golpe en la puerta me sobresalta de mis pensamientos. Agrandando los
ojos, miro a mi madre con una súplica silenciosa.
Pero es Ade quien se levanta y abre la puerta.
—Hola.
Su voz profunda y suave me hace cosas extrañas. Tira y jala emociones que
había pensado muertas tiempo atrás. Nervios asaltan mi cuerpo, la punta de
mis dedos se tornan fríos y contengo mi aliento y, para ser honesta… tal vez
tampoco estoy siendo completamente altruista con esta cosa.
No lo quiero ser, pero me siento muy atraída por el hombre.
Vestido con jeans y una camisa blanca, mi corazón salta literalmente un
ritmo mientras lo asimilo todo. Agarro mi pecho, sintiendo esa sensación de
déjà vu de nuevo, como si lo hubiera visto antes. Antes del bar, antes de esa
noche… mucho tiempo atrás, pero el recuerdo es tan fugaz y se disuelve
antes de que pueda aferrarme a este.

5

Referencia al juego del “Monopoly”.

78

Cepillando sus rizos oscuros de sus ojos, mira a su alrededor hasta que me
ve. No puedo moverme del sofá, mis pies se han olvidado de la más básica de
las funciones.
—Hola —dice con una sonrisa suave y es ahí en esa sonrisa que veo al chico
con el que me había sentado a comer sushi.
El que me hace reír y olvidarme de todo excepto de lo bueno que es estar
vivo.
Le devuelvo la sonrisa.
—Bienvenido. —Mi madre levanta la mano ligeramente—. ¿He oído que
llevarás a mis bebés al zoológico?
Su rostro sigue despejado y agradable, asiente.
—Ese es el plan, señora.
Las mejillas sonrojadas, ojos brillantes con algo que se parece
sospechosamente a la adoración, mamá se vuelve hacia mí y asiente… como
diciendo: “Me gusta este”.
—Bien, no es saludable que mi hija se quede en casa tan a menudo.
—Mamá —advierto y aclaro mi garganta.
—¿Qué? Es cierto —Su acento se espesa, se vuelve agudo de la risa—, te
escondes en tus libros y trabajo. Eres demasiado hermosa para quedarte
oculta. —Girando en su asiento, asiente—. ¿Estoy en lo cierto, Ryan? Ella es
hermosa, ¿no?
Sus labios se contraen y deseo que el suelo me trague. ¿Por qué mamá está
sonsacando? ¿No se da cuenta de lo patética que me hace ver?
Servil, le digo:
—Mamá, detente, por favor.
Ryan asiente, pero sus ojos están en mi rostro mientras dice:

79

—Sí, sí que lo es.
Arrastrando mis pies, pretendo buscar mi bolso, a sabiendas de que está en
el suelo junto al sofá. Después de un minuto, me agacho a recogerlo.
—Javi, bebé —Me arrodillo delante de él, que no deja de girar sus páginas—,
¿te gustaría ir al zoológico hoy y ver los leones?
Sus cejas parpadean.
—Te compraré un helado. —Curvando mis dedos contra mi pecho, espero.
Ladeando su cabeza, deja de pasar las páginas y, meticulosamente,
comienza a primero a cerrar, luego a enrollar su cómic. Levantándose, lo
mete en el bolsillo trasero de sus jeans y se dirige a la puerta.
Miro a Ryan, el momento de la verdad, ¿qué hará Javi?
—Javi —Humedezco mis labios—, este es mi amigo, Ryan.
Ryan está completamente inmóvil.
Los ojos de Javier ruedan lentamente hacia las botas marrones de Ryan.
Asiento hacia Ryan para que diga hola.
Frotando la parte posterior de su cuello, dice tan lentamente como lo hice yo
antes:
—Hola, Javier.
Ade alinea sus dedos y los coloca en sus labios. La anticipación en la sala es
tan espesa que hace que los dedos de mis pies hormigueen.
Sin levantar la vista, Javier camina hacia la puerta y toma su desgastada
gorra de Spiderman, poniéndosela en su cabeza. Crisis evitada, a su manera
había dicho “hola”.
Relajándome, le digo adiós a mi mamá y Ade con la mano. Las lágrimas
brillan en los ojos de mamá.

80

—Está bien, hasta luego. —Soplo un beso al aire y luego engancho mi brazo
a través del de Ryan, guiándolo hacia la puerta.
—Encantado de conocerlas. —Estira el cuello por última vez hacia ellas.
—Vayan. Vayan. —Mamá sopla besos al aire—. Cuídense. No se apresuren —
dice cuando estoy cerrando la puerta detrás de nosotros.
—¿Así que pasé? —susurra Ryan, su aliento húmedo en mi oreja hace que
cosas se aprieten en mi bajo vientre.
Girándome hacia él, asiento.
—Con gran éxito.

***

Ryan

Todo voló por la ventana en el momento que la vi sentada en el sofá. Todas
las razones por las que esto era una mala idea, todas las razones que se me
habían ocurrido para hacerle saber con gentileza que no podía suceder esto
entre nosotros… en el segundo que la había visto, había tenido una descarga
cerebral.
Vestida de rosa, es un soplo de primavera. El vestido le llega a las rodillas y
muestra una extensión de piernas bien formadas. La cincha en la cintura
solo acentúa su forma y mi boca se hace agua.
Estamos sentados en el banco frente a la exposición de leones, hemos estado
aquí la última hora en realidad. En el momento en que habíamos entrado
por las puertas, Javier se había dirigido infaliblemente hacia la exposición.
Ahora apenas se mueve, simplemente sigue lamiendo su paleta de hielo azul

81

hasta que esta desaparece, mirando al león como si pudiera adivinar los
misterios del universo dentro de la jaula.
El niño es pequeño; me recuerda a Lili en un montón de maneras con su
pequeña nariz de botón, grandes ojos rasgados y cabello oscuro rizado.
Sin embargo, no habla mucho, solo mira.
—Gracias por esto —dice, inclinándose hacia mí. Sus pechos rozan mi pecho
cuando ella se vuelve y mis bolas se aprietan.
Huele bien. Como a un campo de flores silvestres. Su cabello está suelto hoy,
cayendo todo alrededor de su rostro y hombros. Enrosco mis dedos para
evitar estirarme y tocarla.
—De nada. Aunque si hubiera sabido que sería una no-cita tan barata, te
podría haber preguntado antes.
Se ríe y el sonido es agradable.
Llega muy dentro de mí, revuelve las cosas, me pone caliente y frío. Me
muevo en el asiento.
Tirando una palomita de maíz en su boca, mastica y traga antes de decir:
—Le gustas a Javi.
Mirando hacia atrás al chico, frunzo el ceño.
—¿Cómo lo sabes? No me ha dicho dos palabras.
Una expresión pensativa revolotea sobre sus rasgos, suavizándolos mientras
parece estar recordando algo.
—Porque cuando no lo hace, le dan rabietas.
—¿Rabietas?
Se encoge de hombros, rebotando su pierna, atrayendo mi vista hasta la
punta de sus uñas de los pies pintadas de negro.

82

—No lo sé, supongo que es la forma en que muestra su disgusto o enojo. Él
grita y se sacude y golpea y—Suspira, dándome una débil sacudida de su
cabeza—, no es bonito. Puede tomar horas para derribarlo de una de esas.
—¿Acaso tiene muchas de ellas?
Se mueve, revolviendo su olor en la brisa e inhalo bruscamente, dejando que
su olor sature mis pulmones. Sentados en el parque, con el sol a nuestro
alrededor, no puedo evitar preguntarme cuándo fue la última vez que he
estado en un zoológico, no es algo en mi lista de cosas por hacer antes de
morir, pero tampoco odio esto por completo.
—Tal vez una o dos a la semana ahora.
—¿A la semana? Maldición.
Lame la sal de sus dedos. Ojalá yo estuviera haciendo eso.
—Es un infierno mucho mejor de lo que solía ser. En realidad, se siente casi
normal ahora. ¿Suena poco conveniente? —Pone los ojos en blanco—. ¿Mi
vida es tan loca de modo que el que no lance ataques es normal? No estoy
segura de lo que dice acerca de mí. —Ella lanza otro grano a su boca.
Esta vez una miga se asienta en el borde de su labio. Abandonándome al
instinto, froto mi pulgar a través de esta. Sus labios son tan suaves y de color
rosa y quiero besarla.
Saborearla.
Envolver mi lengua alrededor de la suya y nunca salir por aire de nuevo.
Tragando audiblemente, sus hermosos ojos verdes se amplían y vuelvo a
caer en la realidad.
Aclaro mi garganta, agarro la miga para inspeccionarla.
—Tenías un trozo en la boca.
—Oh. —Su voz es aguda—. Gracias.

83

Alejándose un poco de mí, quiero gruñir, sabiendo que lo había jodido. Nocita significa no tocar.
—Mira, lamento eso —Levanto mis manos—, no sé lo que estaba pensando.
Un pequeño sonido entre un suspiro y una sonrisa se derrama de su
garganta.
—No, lo siento. Soy tan malditamente tímida a tu alrededor.
—¿Alrededor de mí? ¿Por qué? —Cruzando las piernas, apoyo mi brazo
detrás de su espalda en el banco. Sin tocarla, pero lo suficientemente cerca
como para sentir el calor.
No sé por qué sigo presionando esto, ella está claramente incómoda, pero no
parezco tener ningún control sobre mí. Quiero estar tan cerca de ella como
sea posible, lo más cerca que ella me deje estar.
Estar con Lili se siente real y no hay muchas cosas en mi vida que lo hagan
ahora.
—Debido a que durante un largo tiempo solo he dependido de mí. No dejo
que los chicos se acerquen. Y esto es muy profundo para una primera nocita, ¿cierto? —No me mira a los ojos. Rosa inunda sus mejillas y es tan
malditamente lindo que tengo que luchar para recordar no tocar de nuevo.
—Nah. Eso es lo que hacen las chicas, ¿cierto?
Con las cejas frunciéndose, dice:
—¿Chicas?
—¿Hablar de sentimientos y mierda?
Riendo, sacude la cabeza.
—¿Estás llamándote mi amiga?
Resoplando, levanto una ceja.

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—Por supuesto que no, creo que lo establecimos la última vez, todo un
hombre aquí.
—Oh, está bien —Las luces bailan en sus ojos—, porque por un segundo
pensé que estabas tratando de decirme algo.
Sonriendo, le digo:
—Lo que estoy diciendo, sin embargo, es que si es más fácil verme como una,
adelante. No voy a morder, Liliana. Solo quiero pasar el rato. Eso es. No es
imposible que un chico y una chica sean solo amigos.
Lo cual es cierto, pero no en este caso. Quiero que seamos mucho más que
amigos.
—Lo prometo. —Me encojo de hombros—. Solo hablemos, olvídate de lo que
deberíamos y no deberíamos estar haciendo y simplemente finjamos que
somos dos personas normales que no tienen que preocuparse de nada que
no sea disfrutar del zoológico. Al igual que tu hijo. —Tiro de mi barbilla
hacia Javier, cuya nariz está ahora presionada contra el vidrio mientras
sigue mirando a los leones durmiendo.
Suspirando, se vuelve hacia su hijo y amor desnudo y sin tapujos brilla en
ella. Sus ojos están muy abiertos, su mirada enfocada y sin parpadear
mientras inhala largas y profundas respiraciones.
Es modesta y hace que un dolor horrible se esparza a través de mi estómago.
—Sabes —dice ella—, a veces pienso que ve mucho más de lo que yo nunca
haré. —Me mira de nuevo.
—¿Quién es el papá?
Soplando aire a través de sus mejillas, se sienta más atrás en el banco. Su
espalda se presiona contra mi brazo, pero no se mueve y sé que me tiene que
sentir porque yo soy tan jodidamente consciente. Aprieto la mandíbula
mientras exudo sudor y se junta a lo largo de mi antebrazo en el punto de

85

contacto. No me quiero mover, ni siquiera quiero parpadear; solo quiero que
se quede así para siempre.
—Mi primer amor. —Mira las nubes esponjosas flotando—. Si no has hecho
los cálculos todavía, soy una estadística. Lo tuve cuando tenía catorce años.
—Oye —espero a que me mire—, ¿y eso qué? ¿Crees que eso es algo de lo que
avergonzarse?
Parpadeando, ladea la cabeza, recordándome a un diminuto ratón de campo
confundido por la inmensidad del mundo que la rodea.
—Lo fue para mi padre.
—¿Tu padre?
Rodando la parte superior de la bolsa de palomitas, la deja caer al lado de su
muslo.
—Sí. Fue quien me llevó al hospital. Fue como si en el momento en el que el
doctor dijo que era positivo, algo dentro de él muriera. Nunca olvidaré su
mirada.
—Los padres apestan.
Sus labios se contrajeron.
—A veces, supongo. Nos dejó.
—Qué cretino.
—Sigue siendo mi padre, Ryan. No voy a mentir y decir que no dolió, que no
duele…
—¿Sabía que tu madre estaba enferma huyó? —No sé por qué, pero la idea
de eso me enfurece.
La tristeza que sangra a través de ella me dice todo lo que necesito saber. La
había sabido y aun así se había ido.

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—¿Te dejó para recoger los pedazos? ¿Eso por eso que no sales en citas?
¿Esperas que todos los hombres sean como él?
Se sienta con la espalda recta y quiero maldecirme por presionar
demasiado. Tengo mis propios malditos demonios, ¿por qué estoy
metiéndome con los suyos? Cruzando los brazos sobre su pecho, inhala
profundamente.
—Arruiné su vida. Yo era inteligente, muy inteligente y tenía planes…
Aprieto mi mandíbula firmemente, me digo a mí mismo que cierre la maldita
boca de una vez, pero nunca fui muy bueno en escuchar consejos, incluso si
son los míos.
—Eres una mamá ahora, no se puede vivir indirectamente a través de los
hijos. No está bien y eso solo conduce a la decepción.
—¿Hablando desde la experiencia personal? —Levanta una ceja y ahora es
mi turno a retorcerme.
Limpiando mi mano por mis jeans, digo:
—Ese nunca fue mi problema con ellos.
—¿Bien? Ya has oído mi triste historia, tal vez es hora de que me cuentes la
tuya.
Sé por qué está preguntando, sé que está recordando esa noche y mi pulso
se acelera. No voy a darle tiempo para preguntarme por qué lo hice.
Encaminando las palabras que sé que están listas para brotar de su lengua,
sacudo la cabeza.
—Le di aun infierno a mis padres. Vestía de negro, escuchaba death metal.
—¿Tú?
Suelta una risita y me mira de arriba a abajo, haciendo calentar mi sangre y
mi piel fría preguntándome cómo se sentiría si alguna vez realmente me
tocara.

87

—No puedo imaginarlo, eres tan pulcro…
—Gracias a los Marines. Ellos como que lo eliminaron de mí.
—Pensé que habías dicho que eras un luchador. —Se relaja, descruza sus
brazos y casi suspiro de alivio.
Me encanta cuando me toca. Y sé que ella lo sabe, lo siento en los temblores
que recorren su espalda. Por lo poco que sé de ella, no está acostumbrada a
esto, siete años fuera de práctica. Y tal vez, pero por un acto de Dios, ella está
tan curiosa acerca de mí como yo de ella.
—Ahora lo soy. Me separé tres años atrás. Los Marines enseñan esta cosa
llamada artes marciales de Cuerpo de Marines. Me enganché, tomé algunas
peleas mientras todavía estaba dentro. Una vez que salí, me encontré con un
entrenador y —Me encojo de hombros—, no he mirado atrás desde entonces.
—¿Cuándo entrenas?
—Seis noches a la semana. En el gimnasio al otro lado del bar de sushi.
Sonríe, una completamente sexy, mostrando los dientes y las encías y no
puedo evitar responder.
—No me extraña que supieras dónde estaba ese agujero en la pared. Aunque
tengo que decir que el café definitivamente no es el mejor del mundo.
Riendo, lamo mis labios.
—Oye, todo lo que fuera necesario para sacarte de Chai Time.
—Mmm. —Golpea su pierna más rápido—. Eres un mentiroso, eso es lo que
eres, Ryan Cosgrove. Tuve abstinencia de cafeína todo el día.
—Y te lo dije —Me inclino, olvidando las reglas de la no-cita—, tengo que
pedir disculpas.

88

Sus labios son regordetes y deliciosos, haciendo señas para probarlos. No se
mueve, pero sus ojos se mueven rápidamente a través de mi rostro, el pánico
resplandece blanco y caliente en ellos.
—Liliana. —Mi voz se quiebra. Sálvame.
La beso.
Y por un segundo, creo que ella me está devolviendo el beso. Su boca es
flexible y suave y un gemido gutural se derrama de mis labios mientras mis
manos se deslizan lentamente por sus brazos. Quiero su lengua, quiero que
la entrelace con la mía, quiero probarla y sentir la suya deslizarse con la
mía.
Pero antes de que pueda solicitar su permiso, sus manos están empujando
mi pecho y su cuerpo está rígido.
Impresionado, irrumpo fuera de mi bruma. Mi polla está tan malditamente
dura, mis bolas doloridas y pesadas. ¿Qué demonios he hecho?
Tiene una mano sobre su boca.
—Eso no está bien, Ryan. No está bien.
Joder.

89

Capítulo 9
Liliana

E

l viaje de regreso en auto es una tortura. ¿Por qué tenía que besarme,
por qué? Todo había sido tan perfecto, tan natural… por primera vez en
tanto tiempo que ni siquiera podía recordar cuándo, estaba teniendo el
más absoluto y perfecto día.
Pellizco mi frente.
Ryan está callado, toda la facilidad que habíamos compartido se ha ido. Está
en silencio y tenso, sin mirarme. Maldita sea. Debería haberlo sabido. Estaba
coqueteando. Lo sabía, pero no fui capaz de detenerme.
No era justo, el primer chico que encuentro en años que hace algo en mí, que
agita un avispero de emociones es también alguien en quien no me puedo
atrever a confiar.
Debido a que había intentado suicidarse.
Una mujer no puede arreglar a un hombre.
Lo aprendí el día en que papá nos abandonó. No importa cuánto amor, no
importa cuántas súplicas desesperadas, si él no quiere cambiar, no lo hará.
Cierro los ojos, alejándome a la deriva en una niebla de dolor cuando Javi
empieza a gruñir.
Mi pulso se acelera. Girándome en mi asiento, lo miro.
—¿Papi? ¿Estás bien?
Está mirando por la ventana, sus gruñidos cada vez más fuertes.
Ryan se vuelve hacia mí.

90

—¿Qué pasa? ¿Qué está haciendo?
Quitando mi bolso de mi hombro, revuelvo en su interior, buscando el disco.
—Está cansado y poniéndose irritable. La música hace que se sienta mejor.
Ryan hace clic en el estéreo, el ritmo del rap resuena a través de los
altavoces.
Javi da gruñidos tan fuertes ahora que suena como un animal. Sus
pequeñas manos se aprietan en puños en su regazo.
—No —espeto, luego tomo una respiración profunda—,lo siento, no. Por favor,
a él le gusta… —Finalmente encontrando el CD, lo saco—, le gusta este.
¿Puedes ponerlo, por favor?
—¿Fleetwood Mac? —Frunciendo el ceño, Ryan lo agarra de mi mano.
—Le encanta.
Inserta el disco.
—Número dos.
Hace clic en el botón.
En el momento que las notas de Silver Springs empiezan a sonar a través del
auto, los gruñidos comienzan a tranquilizarse.
La mandíbula de Ryan se aprieta.
Miserable, tocó con la punta de mi dedo la mano cerrada en el volante. Sus
ojos azules se mueven hacia los míos.
—Yo… lo siento, Ryan. Es solo que…
Sacudiendo la cabeza, mueve su mano, haciéndome saber que no estoy
autorizada a tocarlo. Me duele la garganta y mis ojos arden.
Lo he echado a perder. Dios, soy tan estúpida. No es que no me gustara el
beso.

91

Me había encantado.
Cada maldito momento y me había asustado de muerte.
La forma en que sus manos grandes y ásperas habían ahuecado mis brazos,
haciéndome sentir tan pequeña y vulnerable. Cómo su cuerpo se había
apoyado más cerca y su olor a colonia se había envuelto en torno a mi
cabeza, haciendo que me mareara y dejándome sin aliento. Mis entrañas se
habían retorcido mientras el calor se arremolinaba caliente y líquido por mi
espalda, estableciéndose entre mis piernas.
Había querido que nunca terminara.
Javi empieza a gruñir de nuevo. Sé lo que quiere.
Moviendo mis ojos rápidamente hacia el rostro de Ryan, no quiero hacer
esto. Aquí no. La tensión es tan densa; cantar no es exactamente algo que
hago delante de la gente, de todos modos.
Apretando mis ojos, canto. Canto las palabras que había cantado un millón
de veces antes, cómo él nunca se apartaría del sonido de la voz de la mujer
que lo ama, cómo mi voz lo perseguiría, el tiempo lanzando un hechizo..
Es una de las cosas más difíciles que he hecho y de alguna manera me las
arreglo para hacerlo sin gorjear. Mi voz no es mala, tampoco es la mejor,
pero es la única cosa que creo que a Javi siempre le ha gustado de mí.
Para el momento en que la canción termina, está dormido, la cabeza hacia
un lado, sus hinchados labios carnosos abiertos y luciendo dulce y muy,
muy normal.
—Eso fue hermoso —susurra Ryan.
Sorbiendo, froto la punta de mi nariz.
—Gracias. Mira, lamento lo del zoológico. Pero te dije…
Veo mi calle, finalmente, y una ola de alivio me envuelve. Al hacer clic en el
intermitente, Ryan se detiene en la señal de alto antes de girar en la misma.

92

—Lo sé. Mi culpa, Liliana. Solo me olvidé. Mi error.
Si no salgo pronto de este auto, voy a gritar como un bebé. Las lágrimas y yo
no nos mezclamos bien. Mi rostro se pone todo manchado y mi nariz tan
grande e hinchada como Rodolfo el reno.
Estacionándose, no se fija en mí otra vez.
—Está bien. —Asiento—. Gracias, fue un gran día.
Qué mentirosa soy. Lo había sido, hasta que me había vuelto toda estúpida
sobre el beso.
Fue solo un beso, no sé por qué no puedo solo dejarlo pasar; volver a la
forma en que habíamos estado. Deja de pensar demasiado en eso, ¿pero
cómo dejas de pensar en ver a alguien cubierto en su propia sangre,
sangrando encima de ti?
No lo haces.
Y no puedo.
Al salir, camino por al lado de Javi y abro la puerta, sacándolo en brazos.
Ryan no dice nada, pero me mira.
Es una penetrante mirada profunda desde el alma. Una que hace que las
lágrimas llenen mis ojos y me hace darme cuenta que tengo razón. Nunca
puedo salir con alguien como él, hay demasiado equipaje y yo tengo el mío.
—Adiós, Ryan —murmuro mientras se aleja.

***

A la noche siguiente, estoy de pie en la barra llenando mi quincuagésima
orden de bebidas de la noche. Monique se acerca furtivamente sonriendo
brillantemente y golpeando la barra con el dedo.

93

—Vodka tonic, long Island y una corona con lima. Que sea rápido, chica
bonita. —Me da un guiño, una gran sonrisa saturando su rostro.
Monique es depresivamente feliz. Siempre lo es, nunca tiene nada más que
una sonrisa en su rostro, pero esta noche no la estoy sintiendo. No había
tenido que trabajar, pero había llamado, pidiendo ver si había algún turno
abierto. Había necesitaba salir de la casa y estar lejos de los recuerdos de
ver a Ryan marchándose.
No había esperado que llamara.
Sí, más o menos alejé todas las posibilidades de que eso ocurra, pero me
molesta mucho estar totalmente enfocada en eso. Realmente no lo conozco.
Así que lo había besado y nos divertimos. ¿Entonces qué? ¿Gran cosa? Sigue
adelante. Eso es lo que quiero, ¿no?
Suspirando, agarra las copas llenas con sus pedidos de bebida.
—El bar está muerto esta noche, ¿sorprendida de que Gino te haya dado el
turno? —refunfuña Monique, contemplando la inexistente multitud del
sábado por la noche. Hay un par de personas sentadas, mirando a Melody
dar una de sus actuaciones más finas, pero el ambiente no es tan eléctrico
como la mayoría de las noches. Es plano y aburrido, al igual que mi
corazón—. ¿Sabes qué es esto? —Se gira hacia mí de nuevo—.Esa maldita
pelea en el “L”. ¿Has escuchado hablar de ello? Algún peleador local, todos
los chicos están allí. —Pone mala cara—. Ojalá yo también lo estuviera. Estoy
tan aburrida.
Me río, tal vez mi estado de ánimo está apagándola, nunca la he oído
quejarse tanto. Monique puede ser muy expresiva cuando quiere serlo.
—¿Quién está luchando? —pregunto finalmente.
Se encoge de hombros.
—No lo sé. Pero escuché a un chico decir que él es realmente bueno, que tal
vez los exploradores estaban en la zona o algo así.

94

—¿Exploradores? —Agarro la corona, haciendo estallar la tapa y agarrando
una lima, la corto en rodajas.
—Ya sabes, como los de la MMA. De todos modos —Agita una mano con una
manicura bien cuidada con las uñas rojo manzana acaramelada brillando
oscuramente bajo las luces—, un chico en la mesa de seis me estaba
diciendo acerca de su noche de póquer en su casa de la fraternidad más
tarde esta noche. Pensando que tal vez me gustaría ir y pasar el rato para
relajarme un poco. ¿Quieres ir?
Pasándole sus bebidas, echo un vistazo al reloj detrás de mí. Ya son las once
pasadas. Mi familia estará dormida y, honestamente, sé que si me voy a casa
todo lo que voy a hacer es reproducir mi momento de mayor idiotez y
encogerme.
—Tal vez un rato.
Lanzándome un coqueto beso, agarra las bebidas y las coloca en la bandeja
de servir.
—Eres la mejor, nena. Una hora más y luego podremos correr a todos esos
perdedores borrachos.
Riendo, sintiéndome ya un poco mejor, vuelvo a trabajar. Es imposible
permanecer de mal humor a su alrededor, ella nunca lo permite.
Éramos como el entrenador de la Cenicienta, al segundo que el reloj dio la
medianoche, nos arrancamos las feas ropas de trabajo, quitándonos todo el
brillo y maquillaje y sacamos nuestro cabello de los moños.
Gino intentó detenernos, para conseguir que lo ayudemos a limpiar, pero
Monique me agarró del brazo y salimos antes de que siquiera pudiera
preguntar.
Riendo, me meto en su Grand Jeep rojo cereza y antes de darme cuenta
estamos en la casa de la fraternidad. Es el tipo de hogar ligeramente
dilapidado de la vieja escuela. Debe haber sido hermosa una vez, tres pisos
con un techo de triángulo y chimenea de ladrillo blanco, envueltos alrededor

95

de porches en cada nivel, recordándome a una antigua plantación del estilo
antes de la guerra. Pero ya no es el viejo edificio orgulloso que fue una vez,
la pintura se está cayendo en los costados, las ventanas están bien
agrietadas o tienen una gruesa sábana tapándolas.
Los chicos no son muy buenos en el cuidado de las cosas, no los ebrios de
veintiún años, de todos modos.
Metiendo mis manos en mi chaqueta, camino por la acera hasta la puerta
principal.
—¿Crees que Jimmy esté aquí? —pregunta ella, mordisqueándose la uña del
pulgar.
Monique tiene una cosa por él. El central del equipo de baloncesto del
Longhorn, es un alto vaso oscuro de agua. Con sus casi dos metros y locas
habilidades para anotar, no hay duda de que el chico se está dirigiendo a la
NBA algún día. Creo que Monique podría realmente gustarle, pero ella está
también muy interesada en dónde se establecerá el futuro de él.
No es poco profunda, pero bueno… una chica se da cuenta de estas cosas. No
puedo decir que la culpo.
—No sé, a lo mejor.
Llamando a la puerta, se abre y la luz se derrama a nuestro alrededor.
Un alto chico hispano usando un sombrero de cumpleaños, agarra nuestros
hombros y nos da un tirón hacia adentro.
—Miren, chicos, traje el postre. —Menea las cejas y le doy una palmada en el
pecho.
—Suéltame, Frankie. —Pongo los ojos en blanco con disgusto. Comparto una
clase de economía con él; está bien, pero es demasiado coqueto.
Mordiéndose el labio, se acerca demasiado para mi comodidad.

96

—Ayyy, vamos, Liliana, ¿cuándo vas a decir finalmente que sí? —Luego se
dibuja un corazón en el pecho con el dedo.
—Ayyy, mierda—Jimmy viene detrás de él, golpeando sus manos sobre los
hombros de Frankie y dándole vuelta—, ¿esas idioteces realmente funcionan
con alguien, Frank? Hola, Lili. —Jimmy me sonríe—. ¿Cómo estás esta
noche?
Riéndose, Frankie chasquea su muñeca y tropieza, en busca de una presa
más fácil.
—Estoy bien, ¿tú?
—Ah, ya sabes. —Sus ojos se encuentran con los de Monique y sus labios se
curvan—. ¿Cómo estás, M?
—Bien —susurra ella.
Diría que el sentimiento entre ellos es sin duda mutuo, una chispa tan
caliente que está haciendo que el vello de mis brazos se erice. Dando un
paso a un lado, le guiño un ojo a ella y digo:
—Creo que iré a buscarme una cerveza.
Soplándome otro de sus besos al aire, agarra el brazo de Jimmy y si dirigen
a las habitaciones del nivel superior.
No reconozco muchos rostros aquí, unos pocos de la clase y otros con los
que me he cruzado en el patio del campus, pero no me importa ser la excusa
de Monique para la noche. Sin lugar a dudas, se trata de una pantalla para
un encuentro sexual, así que me imagino que voy a estar aquí al menos
durante otra hora.
Dirigiéndome hacía la improvisada barra, me sirvo una cerveza del
dispensador de cerveza y luego camino a la sala de póquer.
El típico lugar de chicos con anuncios de neón de marcas de cerveza en las
paredes y algunos pósteres de mujeres desnudas acariciándose a sí mismas.

97

Muy atractivo.
Poniendo mis ojos en blanco ante el estereotipo, encuentro un sillón vacío y
tiro las copas que cubren los cojines al suelo. El suelo está sucio con cosas
que ni siquiera quiero saber. Miro el juego, sonriendo a cualquier chico o
chica al azar que pase por aquí.
No necesito mucho para mantenerme feliz, solo estar cerca de la gente de mi
edad de vez en cuando es suficiente.
Algunos de los chicos parece que quieren acercarse, pero me aseguro de no
devolver jamás sus sonrisas y dar una clara vibra de “permanece lejos”.
Finalmente, los pequeños potros asustadizos reciben el mensaje y me quedo
sola.
Justo cuando estoy lista para terminar mi cerveza, oigo la ruidosa risa
convulsiva de Alex y luego un grito estridente de: “Ahí vas, desgraciado”,
entrando en erupción a mi alrededor. No tenía ni idea cuando veníamos
aquí de que esta era la casa de la fraternidad de Alex, lo que hace que la
cerveza se asiente con peso en mi estómago.
Pero entonces realmente quiero vomitar cuando entra Ryan un segundo
más tarde. Su mandíbula tiene una coloración rojo brillante y parece que se
convertirá en moretón después, pero está sonriendo de oreja a oreja y
poniendo los ojos en blanco.
Mi pulso se acelera y lamo mis labios mientras mi estómago baila hasta mis
rodillas. No creo que se hayan dado cuenta de que estoy aquí aún, así que
me hundo más en la silla intentando ser lo más discreta posible.
Agarrando dos vasos, Alex se dirige a la barra y vierte bebida en ellos. Mi
mirada vuelve infaliblemente hacia él, no puedo dejar de mirar a Ryan,
sabiendo que no debería después de lo que he hecho, pero hay algo que tira
de mí que no puedo ignorar cada vez que él está cerca.
—¿Cuál es tu récord ahora, hombre? —Frankie palmea la espalda de Ryan.
Ryan sonríe.

98

—Diez y dos.
—Maldición—Frankie apunta hacia él—, ven a este de aquí, va a ser una
estrella. Se los estoy diciendo —le grita a la sala, que estalla otra vez en una
ronda de aplausos.
Hay un montón de choques de manos y animaciones después de eso y me
viene a la cabeza que Ryan me había dicho una vez que era luchador.
¿Es el chico local?
Una pequeña rubia lo agarra de la cintura y se coloca bajo su brazo,
susurrándole algo en el oído que lo hace sonrojar.
Esos ojos azul oscuros que tiene que parecen que no me puedo quitar de la
mente se vuelven intensos y tengo que tomar una respiración profunda
porque algo parecido a los celos empieza a menear su pequeño cuerpo
caliente de gusano hacia mi cerebro.
Luego él asiente y mi boca cae. No quiero verlo agarrarla de la mano y
dirigirse hacia las mismas escaleras por las que Monique y Jimmy se
habían dirigido treinta minutos atrás.
Forzándome a mí misma a mirar hacia abajo, mordiendo mi copa me
pregunto cuan malo sería que le mandara un mensaje diciéndole que he
cogido un taxi.
Entonces el sofá se mueve cuando un cuerpo se sienta a mi lado. El olor es la
primera cosa que noto, caliente y picante y todo hombre, una pizca suave de
whisky es lo segundo.
—¿No esperaba verte aquí?
La voz de Ryan me hace temblar y convierte a mis pezones en pequeñas
protuberancias duras.
Así que él no había subido con la rubia, después de todo. Lucho por tragarme
una sonrisa de satisfacción.

99

—Tampoco esperaba venir hasta hace una hora. ¿Mi amiga conoce a uno de
los chicos? –digo, odiando que mi voz suene tan entrecortada.
Él mira alrededor, pero yo no puedo dejar de mirarlo a él.
Ryan no es hermoso, es rudo. Todo hombre. No hay nada suave en él, pero
eso no es menos sexy. Alex quizás tiene copado el mercado del país por ser
irresistible, pero Ryan es el tipo de chico que hace sentir a una chica
inmediatamente segura, vulnerable y sexy, especialmente cuando su
caliente mirada está sobre ti, como la de él está sobre mí ahora mismo.
Cruzo mis piernas, mi boca palpita mientras recuerdo el sabor y la sensación
de sus labios.
—¿Dónde está ella? —pregunta.
De alguna forma me las arreglo para hablar con todo el espesor de mi
lengua.
—Arriba.
—Ah.—Sus ojos brillan, mientras se mueve sobre su asiento—. Así, ¿eh? —
Entonces frunce el ceño y desearía saber lo que había pensado recién—. ¿Y
tú estás sentada aquí abajo sola?
Oh, Dios mío, ¿piensa que estoy con alguien? Mi corazón se acelera ante la
idea.
¿Por qué el pensamiento de que quizás esté celoso es tan sexy?
Esto no es bueno. La forma en que mi corazón bombea, el modo en que mi
pulso se acelera y mi cabeza gira. No debería estar sintiéndome así ¿Por qué
no puedo detenerme?
—¿Los chicos fueron…?
No termina la frase, pero no tiene que hacerlo. Sacudo la cabeza, decidiendo
sacarlo de su miseria.

100

—Un puñado de idiotas, les dije que solo estaba aquí por una cerveza. —
Levanto mi caso y luego miro el suyo mientras da un sorbo.
Quizás no debería, pero inmediatamente mi mente me lleva a tres meses
antes. No me gusta ver a Ryan beber, no es que sea de mi incumbencia, pero
no me gusta.
—Se lo que estás pensando. ¿Lo tienes escrito en el rostro? —dice.
Rasco con mi uña el borde di mi caso vacío.
—No, no lo sabes.
Frunce sus labios y sé que mi rostro se sonroja. Puedo sentir el calor
extendiéndose por mis mejillas. Me está torturando a propósito, sé que es así.
—Esto no es cerveza. Mira. –Inclina su vaso, mostrándome el líquido rojo del
interior–. Es jugo, Alex es bueno asegurándose de que solo beba en
ocasiones muy especiales.
¿Qué significa eso?
¿Considera lo que había hecho una ocasión especial?
Siento mi lengua dos veces más grande en mi boca, me encojo de hombros
como si él no me hubiera pillado.
–No estaba pensando en eso.
—Claro que no. —Su sonrisa es corta y misteriosa como el infierno, hace que
todo mi cuerpo arda.
Aclarándome la garganta, levanto una ceja.
—De todos modos. ¿Haces esto todo el tiempo?
—¿Qué es esto? —Toma otro sorbo de su jugo.
—¿Venir a casas de fraternidades los fines de semana? Es un cliché terrible,
¿no te parece?

101

—El burro hablando de orejas, ¿no crees?
Tenía razón, me rio.
—Da igual.
—Nah. —Se mueve otra vez, pero esta vez se está alejando de mí y no me
gusta eso. Sí, lo sé, eso me hace una de esas chicas que no tiene las cosas
claras, pero ya no puedo negar mi atracción hacia él, especialmente cuando
él está intentando hacer exactamente lo que le he pedido y ser solo amigos.
Solo lo hace más sexy.
—Esto es cosa de Alex. Solo vine para mantenerlo honesto.
—Entonces, ¿qué sueles hacer los fines de semana?
Junta las cejas mientras parece considerarlo.
–No lo sé, ¿te refieres aparte de ver porno?
Le saco la lengua y se muerde el borde de su labio, rodándolo entre sus
diente de una manera que me hace sentir caliente y nerviosa. Este hombre
es peligroso y lo deseo. Quiero decir, realmente lo deseo. Quiero arrastrarlo
arriba, encontrar una habitación y no salir hasta mañana.
Lamiendo mis labios, cruzo las piernas.
Él sonríe.
—Veo películas, leo…
—¿Lees?
Estrechando los ojos, como si no estuviera seguro de si lo había insultado o
no, se detiene y sacudo la cabeza.
—Eso no es lo que quise decir, solo digo que es agradable encontrar a un
chico que lo admita. La mayoría no lo hace. Y si lo hacen, es como un secreto
vergonzoso.

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Riéndose, asiente.
–Supongo. Me gustan los clásicos. Guerra y Paz, Una historia de dos
ciudades, empecé a leer Moby Dick la otra noche. Llámame Ishmael.
Para nada lo que había esperado. Odio juzgar a los libros por la portada,
pero Ryan parece más de ese tipo. Uno que está sentado en una fraternidad
un sábado por la noche, uno bebiendo cerveza y durmiendo con tantas
mujeres como sea posible. Y quizás solo me está diciendo lo que quiero
escuchar, pero realmente no creo eso porque no tiene nada que ganar
conmigo.
Estoy fuera de límites, así que quizás es el verdadero él y lo he juzgado mal
del todo.
Debe haberse dado cuenta de mi mirada, porque sonríe.
—Sí, no soy lo que esperabas, ¿eh?
—Sabes que es realmente molesto cuando me lees la mente.
Se ríe y no puedo evitar responder. Tiene una risa bonita, sexy… que retumba
por todo mi cuerpo y hace que mis pechos se sientan llenos y doloridos.
—Al menos eres honesta. —Inclina su vaso y toma otro sorbo.
—Javier se divirtió ayer.
—Bien. Eso es bueno.
Está en la punta de mi lengua disculparme otra vez, preguntarle si quizás
podemos intentar ser amigos otra vez y hacer borrón y cuenta nueva desde
la noche anterior, pero la chica que había estado con él antes elige este
momento para volver, dejándose caer sobre su regazo y envolviéndole el
cuello con su brazo. Él pone su mano sobre su rodilla, parece un gesto
familiar y lo odio.
No puedo dejar de mirar hacia su mano, deseando que la quite, deseando
que la baje de su regazo. Cerrando los ojos, me digo que es lo mejor, pero esa

103

idea duele como el infierno. Durante un segundo me había olvidado de mis
propias reglas.
Pensé que realmente podríamos ser amigos. Quizás con otro chico, pero no
con Ryan, porque Ryan es demasiado peligroso, me hace sentir cosas
increíbles que me asustan. Él es el fuego que consume, que romperá todas
mis defensas. No sé cómo lo sé, simplemente lo sé.
La chica le está susurrando en el oído otra vez, presionando su cuerpo
contra el suyo (como si ya lo hubiera hecho antes y quizás lo ha hecho) y
quiero vomitar mientras la cerveza toma ese momento para recordarme que
beber con el estómago vacío es una mala idea. Ryan, sin embargo, está
mirándome con una pregunta en sus ojos.
Pero no puedo hablar, no con esa chica ahí luciendo adorable y necesitada,
así que levanto mi vaso y lo muevo.
—Necesito otra.
Parece como si él quisiera decir más, pero no me detiene y yo no miro atrás
porque me siento como una idiota y una tonta. Parpadeando para evitar las
lágrimas y esperando no hacer algo tan estúpido como llorar por un chico
con él que no estoy saliendo y nunca lo haré liándose con una rubia tonta
delante de mí, Ryan puedo tocar a quien quiera.
Inmersa en mi propia fiesta de autocompasión, no veo a Frankie hasta que
está justo delante de mí.
Está sosteniendo el grifo del barril hacia mí.
–Hola, sexy. Te he estado observando esta noche. –Su aliento caliente
ventila mi oreja.
Entonces agarra con su gran mano mi culo y me empuja hacia él,
besándome.

104

Y debería apartarlo, decirle que se consiguiera una vida, pero estoy herida e
insegura y sé que Ryan me está observando y algo feo dentro de mí quiere
que se sienta tan celoso como yo.
Así que le devuelvo el beso a Frankie.
No es largo o agradable, está borracho hasta el culo y el olor me está
mareando, pero intento hacerlo tan bueno como puedo, incluso yendo tan
lejos como para meter mis dedos entre su cabello rizado. Un gemido
estremecedor sale de sus labios y el sonido es como un guantazo en mi
rostro, lo aparto.
Tropezando, sus pestañas revolotean y un gemido sale de sus pulmones
mientras se ríe. Y el horrible conocimiento está ahí, solo me he convertido en
otra de sus conquistas.
Aplausos y burlas nos rodean y solo quiero desaparecer.
No soy esa chica… esa chica penosa y fea que solo quiere poner celosos a los
chicos. Eso es malvado y egoísta. Siento su mirada sobre mí, sé que si lo miro
veré las preguntas en sus ojos, incluso a lo mejor el dolor.
¿Por qué hice eso?
Avergonzada de mí misma, me limpio la boca y tiro el vaso a la basura,
decidiendo esperar a Monique afuera.
Pasan treinta minutos hasta que ella sale a buscarme, Ryan no la sigue y sé
que lo he jodido.
Esa es la cosa más mala que he hecho nunca y, en este momento, me odio.

***

105

El lunes por la mañana tengo clase de economía. Es aburrida como el
infierno y honestamente no sé porque me apunté, pensé que sería un crédito
fácil. No. Esta clase ha sido una lección de humildad. Gracias a Dios que el
semestre está a punto de terminar, las vacaciones de verano son en unos
pocos días. Todo lo que tengo que hacer es centrarme un poco más y luego
la pesadilla habrá terminado. Aunque en los exámenes voy a estallar, solo
espero salir con una “B”.
Sentada en mi asiento, me quedo mirando al ligeramente calvo pero aún
algo adorable profesor Simmons, explicar la teoría del capitalismo y sé que
estoy en serios problemas, porque no puedo concentrarme.
Odio admitir esto, pero suena como uno de esos personajes de cacahuetes de
Charley Brown. “Wah, wah, wah, wah…”.
Gimo, dejándome caer en la silla, sabiendo que tendré que leerme el libro
más tarde esta noche. Mi vecino, a quien no conozco muy bien pero sé que
se llama Zander, fue lo bastante agradable para decir al principio de la clase
que me veía como la mierda.
Agradable.
Considerando que es el gótico lleva el pelo estilo mohicano y tatuajes,
significa algo cuando él piensa que te ves mal. Solo sonreí y le agradecí
educadamente antes de poner los ojos en blanco y darle la espalda a pesar
de que sabía que tenía razón.
Esta mañana no había lucido lo mejor de mí, había hecho lo que pude, pero
se puede hacer poco cuando las bolsas bajo tus ojos son pesadas y oscuras.
Al menos me había lavado el cabello la noche anterior. Pero no había tenido
tiempo de alisarlo, Javi y yo habíamos estado retrasados. Había tenido el
tiempo suficiente para hacerme un moño desordenado, ponerme un par de
pantalones verdes brillantes ajustados y una camiseta gris que llegaba al
ombligo que de alguna forma tenía una marca de pintura azul brillante del
tamaño de un pulgar en el dobladillo (Javi y sus pinturas de dedos) y
cepillarme los dientes.

106

Al menos olía a limpia, una pequeña consolación.
Me inclino hacia Terra y le susurro:
—¿Puedo copiar tus apuntes después de clase?
Ella frunce sus gruesas y peludas cejas hacia mí. Terra es molestamente
inteligente y lo sabe. Lo que es incluso más desagradable, pero necesito sus
apuntes y la intento encandilar con una gran y brillante sonrisa.
—Deberías estar prestando atención. —Me lanza una mirada sucia y asiento,
sabiendo que tiene razón. Molesta o no.
—Lo sé. Simplemente no puedo, está bien. ¿Puedo tener tus apuntes más
tarde, por favor? —Normalmente, no recurro a la súplica, pero me temo que
sin sus exhaustivos apuntes fallaré en el examen del miércoles.
Algo en mi rostro debió haberla suavizado, ya fuera el puchero lamentable o
mis ojos enormes o quizás el rastro de vergüenza en mi voz, porque exhala
ruidosamente y gruñe.
Lo que asumo que debe ser un sí.
Espero.
Lo intento, realmente lo intento, concentrarme en los últimos veinte minutos
de clase, pero no puedo. Porque la noche anterior había sido una mala.
Había soñado con Ryan otra vez, cubierto en su sangre, mirándome con esos
ojos azul profundo, rogándome que lo salvara. Que lo rescatara.
Me había despertado cubierta en una capa de sudor, el corazón latiendo tan
fuerte que lo había sentido en la parte posterior de mi garganta. Había sido
así toda la noche, cada vez que cerraba mis ojos, cada vez que llegaban los
sueños, siempre se trataban de él y siempre lo mismo: Sálvame, Lili…
No soy quien piensa que hay algún significado oculto detrás de un sueño,
extremadamente práctica solía decir mi padre. Pero no puedo evitar
preguntarme si lo que hice el sábado es la razón por la que estoy siendo

107

plagada de esta manera, tal vez es Dios o el destino o el karma diciéndome
que la jodí en grande y necesito encontrarlo y pedirle disculpas.
Pero luego se arrastra la vergüenza y odio la idea de enfrentarme a él… de
decirle: “Lo siento, Ryan, eso fue realmente estúpido, a veces soy realmente
estúpida porque me estás haciendo sentir cosas locas e impetuosas que no
quiero sentir”. Tengo su número, siempre podría enviarle un mensaje de
texto o incluso llamarlo. Terminar con eso.
Me froto la sien, tratando de calmar el hilo de dolor que ha estado punzando
mi cráneo desde el sábado por la noche.
Pero no puedo, porque una disculpa merece ser dicha cara a cara. Tanto si
Ryan sigue queriendo algo conmigo y ese es un gran si en este punto, no
importa, al menos merece la cortesía de una disculpa.
Quizás una vez que lo haga, podré detener mi obsesión sobre esto. Sobre él.
Preguntándome si le había hecho daño esa noche, preguntándome si se
había acostado con bimbo. Nunca puede haber algo entre nosotros, solo el
hecho de que estoy enloqueciendo lo comprueba. No puedo soportar más
distracciones, mi vida es lo suficientemente difícil así como es, no puedo
también traer esto.
Llego a esa conclusión tan pronto como termina la clase, mirando mi hoja
de garabatos y borrones, gruño.
No, definitivamente no puedo traer a Ryan a mi vida, no lo sobreviviré.
Tessa mete unas hojas bajo mi nariz.
—Aquí, no las necesitaré, de todas formas.
Cuando las suelta, se dispersan en el suelo. No trata de ayudarme a
levantarlas. De hecho, nadie lo hace.
Se contonea fuera de su asiento y, mientras se aleja, no mira hacia atrás.
Mirando los apuntes dispersos sobre mi escritorio y el suelo, no puedo evitar
preguntarme si esta es una metáfora de mi vida. Soy la última en salir del

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salón y solamente tengo treinta minutos entre clases. Pero sé que si no hago
esto ahora, volveré a persuadirme para no hacerlo.
Marchando a Chai, agarro las correas de mi mochila en mi puño y repaso lo
que diré. No tengo idea de si siquiera estará allí, pero las probabilidades son
buenas porque sé que Alex sí está. No es que esté acechando el horario de
trabajo de Alex… está bien, quizás un poco. Pero él hace las mejores bebidas
y sabe lo que me gusta.
Deteniéndome en el paso de peatones, mi corazón amenazando con
ahogarme, miro fijamente el brillante cartel en esténcil de Chai Time.
—Ryan, lo siento —murmuro, tartamudeando al principio. La próxima vez
que lo repito, me sale sin tropezar con mi lengua—. Soy una idiota. Eso no
fue justo. Realmente quiero que seamos amigos.
Un tipo llevando auriculares me mira, sus cejas se hunden cuando se da
cuenta de que realmente me estoy hablando a mí misma y no a un
Bluetooth.
Sonrojándome, cierro mis labios mientras se aleja.
Entonces el pequeño ícono blanco destella y justo cuando estoy a punto de
cruzar la calle, la puerta se abre y mi estómago toca fondo.
Es Ryan.
Está vestido con un par de jeans gastados que abrazan sus delgadas caderas
de una manera que me dificulta la respiración, una camisa blanca que se
aferra y muestra su pecho y abdominales finamente cincelados y un par de
gafas de sol oscuras. Cepillando un mechón de su cabello ondulado fuera de
su rostro, se inclina contra la pared de ladrillo y levanta su rostro hacia el
sol.
Alguien choca con mi hombro, haciendo que me tropiece.
—Lo siento —oigo un murmullo, pero no miro y creo haber respondido, pero
no estoy segura de que sea algo coherente.

109

Ryan es precioso.
Súper sexy, hermoso. El sol hace reflejos en su oscuro cabello, destacando
hebras de color rojo por todas partes. No está mirando nada, tengo que
pensar que sus ojos están cerrados, lo que significa que no puedo dejar de
hacerme un festín con él.
El hombre lee libros… grandes y maravillosos clásicos literarios. Le encanta
el sushi. Tiene pésimo gusto para el café, pero ese es un pecado tan pequeño
comparado con el hecho de que me hace reír y, por cualquier razón, me hace
sentir de nuevo.
Toda esa charla esta mañana sobre no quererlo en mi vida… es toda una
mentira, estúpidas y estúpidas mentiras. Porque nunca he estado tan
intrigada en mi vida… es divertido y dulce y está tan terriblemente herido
que me llama la atención.
Justo cuando estoy lista para finalmente cruzar, noto que la luz ha
cambiado de nuevo; impaciente ahora, debato si gritar su nombre y decirle
que venga, pero entonces la puerta se abre y sale una mujer.
La reconozco inmediatamente y salen las garras, una caliente marea de
calor se desliza y se escabulle hacia mis entrañas y lo reconozco por lo que
es. Estoy celosa. Asquerosamente, celosa a punto de gruñir.
Es la rubia tonta y se está frotando a su lado. Mis uñas se clavan en las
palmas de mis manos. Con una amplia sonrisa, él baja su cabeza y luego
envuelve su brazo alrededor de su cintura mientras le susurra algo al oído.
Ella bebe de su taza y luego, frotando narices con él, le roba un beso.
La ira quema a través de mis ojos, los calienta y mi visión comienza a
desdibujarse y no puedo creer que quiera llorar. Soy tan estúpida por
preocuparme, él y yo no estamos saliendo. Por mi culpa, porque le había
disparado en el zoológico, me había frotado como un jodido gato contra el
calor de Frankie… hice esto.

110

Entonces se queda quieto, como si un sexto sentido lo atrajera hacia mí y sé
que me ve. Su cuerpo entero se tensa, su brazo cae de la cintura de la bimbo
y me muerdo la comisura de mi labio, deseando poder decir algo, hacer algo.
Ella está pasando sus dedos por su cabello y él la está ignorando, luciendo
como si estuviera a punto de dar un paso hacia adelante.
Pero no puedo hablar ahora, no sin permitir que oiga mi voz quebrada o vea
las lágrimas en mis ojos. Así que hago lo único que puedo hacer, doy media
vuelta y corro.

***

Han pasado dos días desde que vi a Ryan. He evitado el Chai Time como la
peste.
Y sigo diciéndome que huir de la manera en que hice no era realmente tan
malo, que quizás realmente no me vio, había estado demasiado ocupado con
la bimbo a tientas, pero desafortunadamente mi corazón no está de acuerdo.
Cada vez que mi teléfono suena, experimento una emoción momentánea de
adrenalina, solo para ser reemplazada por la decepción un segundo más
tarde cuando leo el número.
Soy una idiota por esperar que llame. Especialmente después de la forma en
la que salí corriendo, pero verlo con la rubia, abrazándolo, él sonriendo y
riendo y luciendo tan bien, mi corazón se ha retorcido dolorosamente. Me
gustaba este nuevo Ryan, mucho. Demasiado.
Tanto que me sigo olvidando que este Ryan y el de febrero son el mismo.
Mamá se da cuenta de mi estado de ánimo. Ella se da cuenta de todo. Creo
que sabe que es sobre un chico y, probablemente, incluso sepa qué chico,
pero no lo menciona. Solo me abraza y me dice que todo estará bien.

111

Ella siempre es mi mayor animadora, incluso cuando soy yo quien la jode.
Suspirando, miro hacia el cielo: azul y brillante y sin una nube. Está tan
soleado, deslumbrantemente, día típico en Texas. Alejando una mosca de mi
rostro, resoplo.
Quiero un café.
No realmente.
Quiero ver a Alex.
Durante los dos últimos días, he estado intentando encontrar excusas para
volver, ser valiente, pero apenas doy el primer paso recuerdo verlo recostado
contra la pared de ladrillos y a bimbo aferrándose como un bebé mono y
simplemente no puedo ver eso de nuevo. Así que me voy.
Lo cual es ridículo. No estamos saliendo, es un mundo libre. Si quiero café,
debería obtener café, ¿a quién diablos le importa con quién pasa su tiempo
libre?
Tratando de no pensar demasiado en esto, meto mis libros en mi bolso y me
pongo de pie, siguiendo el aroma a café como a una brújula. Incluso si él
está allí de nuevo, voy a entrar. Puede que incluso sea valiente y sonría y lo
salude y finja que nada sucedió, finja que es solo otro rostro más. Otro chico.
Trago saliva mientras mordisqueo mi labio. Todavía le debo una disculpa,
sin importar nada, voy a hacerlo esta vez. Si está allí, voy a hacerlo. No por
su bien, porque obviamente a él ya no le importa, sino por el mío. No soy esa
chica que intenta poner celosos a los chicos besando a otros chicos, nunca
he hecho eso en mi vida y nunca volveré a hacerlo.
Abro la puerta y suspiro de alivio en el momento en que el helado aire
acondicionado besa mi rostro. Rápidamente, examino los rostros en las
fresadoras, el corazón latiendo un tatuaje rápido en mi cráneo, demostrado
una vez más lo mentirosa que soy. Sin importar cuánto intente alejarlo, el
hombre me afecta, volviéndome jodidamente loca.

112

—Lily Bean. —El llamado de Alex es un sonido de bienvenida, volviéndome
hacia su voz me las arreglo para sonreír a pesar de mi frustración de que
Ryan no esté por aquí. Pero Alex no suena enojado y eso es algo bueno,
porque quizás eso significa que Ryan no está tan molesto como me había
temido.
—Hola, Alex. ¿Cómo estás? —Mi voz suena extrañamente alegre y falsa y
tengo que respirar para tranquilizar mis nervios.
—Oh, ya sabes, la vida… —Se encoge de hombros y me guiña y sí, mi corazón
golpetea. Puede que esté seriamente obsesionada con su primo, pero Alex es
atractivo.
¿Por qué no podía gustarme él, en su lugar?
Tiene una sonrisa tan hermosa. Surfista de buena apariencia y parece
infinitamente más normal. Él no hace que quiera actuar estúpido o besarlo
hasta que no pueda respirar, es seguro y Ryan es algo muy desconocido y
eso me asusta.
Agarrando una taza, me sirve mi bebida.
—¿Puedes agregarle hielo esta vez?
—¿Qué? —Sus cejas se disparan hacia el nacimiento de su cabello—. No
quieres decirme que no puedes manejar el calor.
Sacando mi lengua, me inclino contra el mostrador y cruzo mis pies con
sandalias.
—Sí, bueno, sorpresa… hace mucho calor ahí y no me siento con las
particulares ganas de sudar mi culo hoy.
—Podría moler el hielo para ti. Lo hace muy suave. —Su tono es sugerente y
tengo que reírme.
—¿Te he dicho lo mucho que te amo últimamente?
Resopla mientras muele mis granos.

113

—¿Qué haces el viernes por la noche?
—Considerando que es el comienzo del verano, no mucho. Gracias a Dios.
Necesito un descanso. —Desplomo mis hombros—. ¿Por qué quieres saber?
—Oh, por ninguna razón, es solo que los chicos de la fraternidad van a
arrojar un estúpido baile. Volver a los setenta o alguna mierda de ese estilo.
Me agarro a los bordes del mostrador y doy un pequeño baile.
—¿Quieres decir que no vas a desempolvar esos pantalones acampanados,
amigo?
—Difícilmente. Pero —Ajusta la tapa de mi taza—, tengo una peluca estilo
afro, el chaleco y unos pantalones elegantes. Aunque no es una cita. ¿Qué
dices?
Si fuera cualquier otra persona, realmente creería que lo dice en serio. Pero
sin importar lo mucho que coqueteemos, con Alex sé que nunca llegaremos
más allá de ese punto, por no mencionar que mi mamá me ha estado
acosando para que vuelva a salir. Además, estaría mintiendo si no admitiera
estar un poquito esperanzada de que Ryan pudiera aparecerse. Tomo la taza
y bebo, el café dulce y cremoso es como la ambrosia.
—Estoy bastante segura de que puedo encontrar algo en mi armario.
—Genial. —Se limpia las manos en sus pantalones—. Ahora dame tres
dólares.
—Ladrón. —Pesco cuatro billetes de mi bolsillo—. Ahí, salvada toda la
semana.
Riendo, menea sus cejas.
—Oye, si estuviéramos saliendo, yo compraría. Ya sabes cómo es.
—Tranquilízate, esto es demasiado emocionante. —Planto mi mano contra
mi pecho y aleteo mis pestañas—. Mi héroe.

114

Cuando me estoy volviendo, pregunta:
—¿Has oído de Ryan?
Mi estómago toca fondo, la sonrisa se congela en mis labios.
—¿Cómo está?
—Golpeando todas las mierdas. Está en el gimnasio.
¿Es esa una pista? Miro mi reloj. De ninguna manera llegaré a tiempo.
Probablemente sea mejor así, de todas formas. Dudo que quiera verme en
este momento.
—No puedo. Tengo examen de anatomía en treinta minutes. Pero dile que
dije hola, está bien.
—Sí. —Se pasa la mano por su cabello—. Sí, lo haré. Tómalo con calma, Lily
Bean. Mañana a las siete, ¿está bien?
Saliendo por la puerta, no puedo dejar de desear de nuevo que fuera él quien
me gustara y que no tuviera problemas con mi Javi.
Pero la realidad nunca es tan fácil.

***

Ryan
—Te ves como un idiota. —Me rio en el momento que Alex atraviesa la
puerta. Lleva puesta una peluca afro diez tallas más grandes que su cabeza
que rebota con cada paso que da. Un chaleco sin mangas de color morado
con rayas y algún tipo de rebordes con flecos en la parte inferior. Jeans

115

azules que suben demasiado alto en su cintura y destellan en sus tobillos;
para rematar está usando, esto es en serio, botas con tacones gruesos.
—Solo estás celoso porque hago que esto luzca bien. —Sonríe y se gira, luego
hace algún estúpido agarre de entrepierna antes de hacer un “he he” a lo
Michael Jackson.
—Década incorrecta y, amigo, buena suerte consiguiendo sexo esta noche. —
Bebo un sorbo del agua tibia que había estado cuidando durante la última
hora.
Es un sábado por la noche y no tengo adónde ir. Normalmente, solo pasaría
el rato con Alex, saldría a las calles y gritaría de alegría y vocearía a todo lo
que caminara en tacones. Lo que me dice dos cosas. A- tengo una vida
jodidamente aburrida. Y B- necesito desesperadamente más amigos.
—Ven conmigo.
—Nah. —Me levanto y camino a la cocina, vertiendo la mitad de la botella
por el desagüe. Odio el agua tibia—. No me visto como un payaso. No es mi
estilo.
—Nadie se va a dar cuenta de cómo luces, hombre. Soy un hermano, es por
eso que me tengo que vestir así. Pero no es obligatorio.
Mirando hacia mis jeans y camisa, arrugo la nariz.
—Vamos. Quién sabe, podrías conocer a alguien.
—Sí, claro. —Poniendo mis ojos en blanco, me dirijo al baño—. Conocí a una,
ella besó a la primera cosa que pasó caminando. Creo que he terminado por
un tiempo.
—Lo que sea, amigo. No es como si tú no lo compensaras esa noche. ¿Vienes
o qué?
Qué demonios. No es como si tuviera otra cosa que hacer y estar sentado en
el sofá viendo porno durante toda la noche no me apetecía en este momento.

116

—Sí, solo deja que vaya al baño. Nos vemos fuera.
Veinte minutos más tarde, sé que algo no está bien. No nos estamos
dirigiendo hacia el campus, sino por un camino que nunca quería volver a
ver.
—¿Qué demonios estamos haciendo aquí?
—Tengo que recoger a mi cita de esta noche.
—¡Qué demonios, hombre! —Con el ceño fruncido, miro alrededor. Los
nudillos de mi puño izquierdo están magullados y delicados, pero eso no
significa que no quiera darle un puñetazo en el rostro en este momento.
—Es una no-cita, está bien. Dos amigos pasando el rato. Ella me gusta. Ya te
lo dije.
—No-cita. —La ira hierve caliente a través de mis venas, zumbando en mi
cabeza—. He escuchado esa mierda antes.
Estacionando el coche, Alex niega con la cabeza.
—Relájate hombre. Ningún bloqueo de polla, está bien. Necesitan hablar y ya
que los dos son demasiado tontos, me las ingenié para que no tuvieran
opción.
Maldito sea.
¿Por qué Alex siente siempre la necesidad de involucrarse en mis asuntos?
—Fuiste tú quien me dijo que me mantuviera alejado, ¿por qué te importa?
Tintineando su llavero, hace una mueca.
—Infiernos si lo sé. Pero no puedo soportar verte abatido como un idiota
enfermo de amor durante más tiempo.
—No, no lo soy.

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Haciendo una cara cómica, me da una mirada que dice: “Está bien, lo que
sea”. Sin decir otra palabra, sale y en tres zancadas sube el camino y llama a
su puerta.
Tamborileando mis dedos en mis pantalones, mis palmas se volvieron
repentinamente resbaladizas. ¿Por qué demonios había hecho esto? Alex
tiene que ocuparse de sus propios asuntos, no entrometerse en los míos.
Liliana dejó en claro sus sentimientos besando a ese maldito chico,
moviéndose en su cuerpo como sexo en un palo. Me había dicho todo lo que
necesitaba saber esa noche. ¿Y si pensaba que yo había arreglado esto a
propósito? Joder.
La tensión dentro de mí crece a un punto de ebullición hasta que se abre la
puerta. Iluminada por la luz artificial, ella está de pie en la puerta luciendo
como un ángel de Victoria Secret recubierta en plata.
Leva un vestido macro-mini plata que apenas cubre su culo. Tacones altos
robustos y su cabello está largo y recto, colgando casi hasta la cintura.
Lamo mis labios y me aclaro la garganta, empujando hacia abajo una polla
que se ha ido a media asta. Se da vuelta y se despide, entonces agarra el
brazo de Alex y sale por la puerta. La sonrisa se queda en su rostro hasta el
segundo en que su mirada se encuentra con la mía.
Leo la indecisión de inmediato. Se detiene y sus pequeños orificios nasales
aletean.
Lamiendo el interior de mi labio inferior, miro hacia mis pies. ¿Qué
demonios? Hasta el momento en que Jenny se había mecido sobre mí,
habíamos estado pasando un buen rato esa noche. O eso es lo que había
pensado. ¿Se había puesto celosa?
No había considerado eso realmente. ¿Era posible que esa sesión de besos
con el idiota como cerebro fuera una forma de hacerme saber eso?
No la conocía lo suficiente para decirlo. Pero la expresión de su rostro el
lunes me daba una razón para tener esperanza. Jenny es pegajosa, todos en

118

el gimnasio la conocía. Es una de esas chicas y normalmente no me importa
eso, pero cuando había visto a Lili atravesando la calle llevando una mirada
de asombro, casi de dolor, mi corazón casi había dejado de latir en mi pecho.
¿Jenny la molestaba? ¿Era posible que también estuviera celosa ese día? Mi
pulso truena a través de mi cerebro ante la idea.
Alex abre la puerta de atrás.
—Me puedo sentar en la parte de atrás —digo rápidamente.
Al segundo en que salgo del auto, soy golpeado por la esencia de ella. Ese
olor a flores que nunca podré olvidar o dejar de soñar está todo sobre mí.
Está de pie tan cerca que puedo ver sus pezones endurecerse hasta pequeños
puntos finos.
Da un paso atrás, sus ojos mandando dardos por todo mi rostro.
La esperanza es una cosa loca dentro de mí; quiero creer que está
emocionada por verme. Pero no estoy seguro, dejando caer mis ojos al suelo,
me deslizo a su alrededor y sin decir una palabra simplemente me deslizo en
la parte de atrás y miro afuera, pretendiendo que no están allí, que yo no
estoy aquí.
Alex arranca el coche.
—Te ves caliente esta noche, Lily Bean.
Nada de bloqueo de polla, ¿eh? Aprieto mi puño; odio a mi primo en este
momento.
—Gracias —susurra Liliana y frunzo el ceño.
Su voz es aguda, suena diferente. ¿Por qué?
¿Está deseando que yo no estuviera aquí?
Girando en el asiento, siento su mirada caliente toda sobre mí. Hace que mi
piel hormiguee. Cierro los ojos.

119

—Hola, Ryan —dice suavemente.
Supongo que ignorarla está fuera de cuestión.
Tomando un respiro profundo, asiento.
—Hola.
Su mirada gira hacia Alex y luego inmediatamente se balancea de nuevo
hacia mí.
—He estado pensando en ti —admite.
Alex se aclara la garganta y me muevo en mi asiento.
—Sí, bueno…
No puedo hablar con ella sobre nada delante de él. Quiero preguntarle que si
me extrañó tanto, ¿entonces por qué no había llamado? ¿Por qué había
besado a ese idiota? ¿Había estado esperando que su pequeño juego me
hubiera tentado a llamar, desesperándome por llegar a ella por teléfono y
pedirle que me diera otra oportunidad? Después de la reprimenda que me
había dado, no hay manera en el infierno. Tengo un poco de orgullo.
Pero entonces no puedo dejar de pensar en su rostro el lunes y me pregunto
qué demonios está pasando en realidad.
—Sí, así que la fiesta va a ser movidita. —Alex tamborilea los dedos sobre el
volante, actuando como si la tensión no estuviera corriendo gruesa como
una corriente entre nosotros.
—¿Oh? —Me mira un segundo más antes de girarse de regreso—. ¿Por qué
es eso?
—Tres razones. Licor. —Él los marca con los dedos—. Chicas. Y, ¿mencioné
licor?
Ella ríe.
—Seré el conductor asignado esta noche —murmuro.

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Liliana me sonríe, me doy la vuelta, sin poder mirarla más.
El resto del viaje lo paso tratando de ignorarlos. Pero cada risa, cada
respiración es como un puñal rasgando a través de mí. Otro segundo y
probablemente tendría que exigirle a Alex que detuviera el auto así podría ir
andando a casa.
Pero finalmente estamos allí.
Gracias a Dios.
Saliendo del auto, me apoyo contra este, inclinando mi rostro y cerrando los
ojos, obligando a que entren respiraciones limpias por mi nariz y salgan por
mi boca. Esta había sido una mala idea.
La música está retumbando, bombeando tan fuerte que la siento latir a
través de mi pecho.
¿Cómo voy a atravesar esta noche?
La sola idea de verla bailar con alguien más, de que le agarren su culo…
aprieto mis muelas tan duro que me duele la mandíbula. Golpearé a Frankie
en su gran y gordo labio si lo intenta otra vez.
Necesito irme. No puedo quedarme aquí. Le diré a Alex que llame cuando
esté listo.
Abriendo los ojos, estoy listo para decírselo, pero me detengo. Ella está de pie
justo frente a mí.
Trago, solo mirando. Bebiéndola como un hombre muerto de hambre, cada
línea y curva de su rostro. Los grandes ojos verdes, labios llenos y deliciosos.
Labios que he tocado y por un breve momento me había sentido
transportado al cielo segundos antes de estrellarme de regreso al infierno.
Grupos de personas pasan a nuestro lado, cada uno de ellos vestidos con
disfraces.

121

Los chicos gritan y gritan, algunos de ellos obviamente fumando hasta el
culo mientras uno corre desnudo, un borrón pálido de piel blanca a la
plateada luz de la luna.
—Lo siento. —No lo pronuncia tanto como lo gesticula.
No debería tener que decir que lo siente, no estamos saliendo. No somos
nada. Ella me había dicho el asunto, el día en el zoológico me había dicho
que no la tocara, no la besara y había conducido ese punto con Frankie, no
somos nada. Sacudo la cabeza, dispuesto a decírselo, pero agarra mi rostro y
no puedo pensar porque eso se siente bien.
Mis abdominales se aprietan por la sensación de su suave piel deslizándose
a lo largo de mis pómulos. No puedo parar las respiraciones ligeras que se
derraman de mis labios.
—Estoy muy asustada —continúa—. Pero no puedo parar…
Agarro sus dedos y ella no los retira. Siento como si estuviera manejando
algo frágil y delicado y si me muevo o incluso parpadeo mal, ella saldrá
corriendo otra vez, dejándome preguntándome qué demonios estoy
haciendo.
—Lily. —Su nombre sale estrangulado y tengo que aclararme la garganta—.
Dios. —Le beso los dedos, presionándolos firmemente en mis labios.
Ella se mueve hacia mí, su pequeño cuerpo tan cerca que el calor brilla como
una ola entre nosotros, saliendo de ella y entrando en mí.
—Me gustas —admite y juro que acabo de oír un coro de aleluyas.
—También me gustas.
—Pero apenas nos conocemos.
Asiento.
—¿Quieres saber la verdad?

122

Ella moja sus labios.
—Estoy jodidamente aterrado.
Sonriendo, toda su figura parece exhalar con alivio literalmente.
—Pensé que era la única. Cuando la chica se sentó en tu regazo, me volví… —
Deja caer su mirada, complaciéndome al darme cuenta de que tenía razón,
había estado celosa—. Lo siento, Ryan. No era justo para ti y me ha estado
carcomiendo toda la semana.
Niego con la cabeza.
—Es solo que, es difícil, sabes. Con mi mamá y Javi y la escuela. Y cuando
estoy cerca de ti, es tan fácil. Demasiado fácil y no se supone que sea así.
—¿Entonces vamos a dejar de pensar demasiado en esta cosa? —Froto mi
pulgar a lo largo de sus nudillos—. ¿Seamos solo amigos?
Un destello brilla en sus ojos.
—¿Que se besan? —Su voz suena sin aliento y escasa.
Froto sus brazos con piel de gallina.
—Puede ser. Sin reglas. Sin expectativas. Solo amistad y veamos qué pasa.
—Javi es una parte de mí, Ryan. No hay yo sin él.
Tirando de ella suavemente hacia la curva de mi cuerpo, junto su mitad
inferior con la mía y un escalofrío caliente corre por mi espalda cuando ella
tiembla.
—Nunca te pediría eso. Puede venir con nosotros todo el tiempo, si eso
quieres.
—Bueno —Un lado de su boca se curva hacia arriba—, tal vez no todo el
tiempo.

123

Me muerdo el labio inferior, mirando los suyos como si fueran caramelos y
quisiera un bocado.
—Aunque hay una cosa y creo que ya estoy rompiendo mi regla no regla,
pero esto es importante —digo y ella traga, ojos verdes llenando todo su
rostro.
—¿Qué?
—No más juegos. No más Frankie, no más besar a otros chicos.
Ella asiente, agarrando mi camisa en sus dedos.
—Tú también. No quiero ver a nadie sobre ti.
Sonrío.
—Trato.
Bajando mi rostro, nuestros labios están tan cerca que compartimos aliento.
Sus dedos bailan sobre mi pecho.
—Lento, Ryan. No puedo manejar nada más rápido. Puede que encuentres
que no puedes lidiar con eso, pero no seré más que honesta contigo.
Mi cuerpo duele en busca de un alivio, aun así sabiendo que es mejor que no
verla. La semana pasada había sido un agujero de mierda viviente. Había
ahogado mi depresión en el combate, en dormir y comer. Y había realmente
apestado.
—Seriamente, dudo eso.
—¿Qué? Qué no seré honesta.
—No. —Froto un cabello sedoso entre mi pulgar y un dedo—. Que no pueda
lidiar con ello. Creo que por ti, podría lidiar con muchísimo.

124

Capítulo 10
Liliana

E

stamos en la cocina, yo sentada en la encimera con un vaso de
cerveza, Ryan parado entre mis piernas y estamos hablando. Lo cual,
considerando nuestro entorno, parece imposible.

Hablar no es lo que la gente viene a hacer aquí. Vienen a emborracharse,
tener mucho sexo sin sentido y despertarse en la mañana quejándose y
gimiendo sobre lo borrachos que habían terminado y que no pueden
recordar nada, jurando que nunca lo harán de nuevo, solo para volver el
siguiente fin de semana y reiniciar el ciclo.
Sus dedos son gentiles mientras los desliza por mi rostro.
—¿Te gustó besarlo? —pregunta él.
—Lo detesté —admito despacio—, nunca he hecho eso en mi vida. Lo siento.
—Toco una esquina de su rostro brevemente.
—¿Entonces por qué lo hiciste?
—Porque estoy asustada, Ryan.
—¿Por qué? —Inclinándose hacia atrás, me da completo contacto visual.
Tomé una clase de psicología en mi primer año y aprendí a interpretar el
lenguaje corporal. El pecho de Ryan está dirigido de frente hacia mí, sus
brazos están abiertos, palmas planas a cada lado de mis piernas, me está
diciendo que me está escuchando. Absorbiendo cada palabra y no puedo
contener la cálida confusión que inunda mi mente.
Tomo un trago de mi cerveza, en realidad es mi segundo vaso y quizás es
por eso que digo lo que digo.

125

—Porque te vi intentar matarte una vez —siseo despacio y solo para sus
oídos.
Un suspiro pesado sacude sus hombros.
—Lamento eso. Estaba en un mal momento entonces.
—¿Y no lo estás ahora? —El vaso se cierne alrededor de mis labios.
—Estoy mejor. Mucho mejor. Entreno. Me alimento bien. Me mantengo lejos
de la bebida. Mayormente. —Se encoge de hombros, dándome una sonrisa
arrogante—. Ya no me emborracho. Esa mierda ha acabado. Lo juro.
Quiero creer tanto eso. Quiero pensar que algo tan horrible que pudo hacer
que una persona tratara de cometer suicidio realmente se puede arreglar
tan rápido.
Estudiando su rostro, empiezo a memorizarlo… a tratar y descifrar el
significado de cada vistazo, del tic en su ceja y el fruncir de sus labios.
—No estoy pensando solo en mí y quizás ya estás cansándote de escucharlo,
pero no puedo traer a alguien en mi vida que no se quedará. Javier necesita
estabilidad.
Ojos azules buscan los míos.
—Lili, no puedo decirte lo que pasará mañana, pero lo que sí puedo decirte
justo ahora… es que no me iré a ninguna parte. No quiero ir a ninguna parte.
—Toca mi sien—. He estado queriendo preguntarte desde el día en que te
conocí —comienza.
—¿Sí?
—Tus ojos. ¿De dónde los obtuviste?
Pestañeando, pregunto:
—¿Te gustan?
—Creo que son jodidamente hermosos.

126

Y quizás el lenguaje es un poco grosero, pero mi estómago se retuerce y
baila ante la franca honestidad de su respuesta.
—Mi padre es español. Literalmente de España, muchos españoles
descienden de linaje europeo. Obtuve mis ojos de él.
Sujeta mi rostro.
—Entonces esa es una cosa buena que puedo decir sobre él.
Dejando mi vaso a un lado, reúno cada gramo de coraje que poseo y cierro
lentamente los últimos centímetros entre nosotros. No por él, sino por mí.
Porque tengo miedo de que si no me doy un segundo para decirme que esto
es correcto, que está bien y es exactamente lo que quiero, escaparé como la
última vez.
Justo antes de cerrar mis ojos, veo sus pupilas dilatarse.
El beso es suave. Inseguro y exploratorio.
Hasta que gime.
O tal vez soy yo.
Todo lo que sé es que mi cuerpo está en llamas. Fuertes dedos se clavan en
mis muslos, luego me tiran contra su cálido y musculoso cuerpo.
Envuelvo mi pierna alrededor de su cintura mientras su mano se desliza
lentamente hacia arriba por la mía, bajo la curva de mi pecho y luego me
está ahuecando.
Aquí estoy rodeada de extraños, dejando que un chico me toquetee, luciendo
como cualquier otra groupie. Pero no lo soy. Porque este es Ryan y este es el
momento que he estado esperando toda mi vida.
El beso perfecto.
Sus labios son tan cálidos, suaves y su lengua se está deslizando por la línea
de los míos. Los separo con un gemido, lo que solo parece estimularlo.

127

Gruñendo, se empuja dentro y ahh… es tan bueno.
Intenso.
Loco.
Pasión.
Mis dedos se enroscan en la base rizada de su cabello, tironeando
gentilmente de los mechones. Nuestras lenguas se entrelazan, moviéndose a
un ritmo tan viejo como el tiempo mismo. Nuestro beso es tan rudo y salvaje
que nuestros dientes se chocan entre sí, su lengua se retuerce en mi boca,
recorriendo mi labio, mis encías, girando con la mía y mi cabeza está dando
vueltas. Mi cuerpo está temblando, el calor sube por mis muslos, se instala
en el manojo de nervios de mi centro y gimo, fuerte y largo. Nunca ha sido
así, ningún beso me ha vuelto así de loca, de desesperada.
—Sabes tan bien —gime—, como a dulce de frutilla y… —Me besa dejando
una marca húmeda—, cerveza.
—¡¿Cerveza?! —Riendo, golpeo su pecho, tomándome un segundo para
recomponerme, para respirar a través de los temblores arruinando mis
músculos. Mi núcleo duele por él; mi cuerpo es como un cable con corriente.
Respira en mí y estoy segura de que me vendré, justo aquí, ahora mismo.
Su sonrisa es engreída, tan masculina y segura de sí mismo que hace que
los dedos de mis pies se curven, especialmente porque flexiona sus músculos
del pecho, volviendo la ya sólida carne dura en una roca.
—Apuesto a que estás en forma bajo esta camisa. —Tironeo de las mangas.
—Mujer —dice con voz quebrada—, me enloqueces.
Lo admitiré, escuchar esas palabras disparan algo de emoción a través de
mí. Me dan fuerzas. Soy mucho más pequeña que él, pero en el momento sé
que soy quien tiene el poder.

128

—Consigan una habitación. —La voz de Alex corta la neblina de lujuria en la
que nos hemos metido.
Dándole una mirada amenazante, le muestro el dedo medio.
—Qué manera de arruinar el momento perfecto, Alex.
—Perfecto, ¿eh? —gruñe Ryan en esa voz rasposa que estoy empezando a
amar—. Me gusta cómo suena eso.
—Me alegro que ustedes tortolitos hayan decidido reconciliarse. Pero, por
favor, concédanme la segunda ronda. —Alex me rodea y agarra un vaso,
luego se dirige al refrigerador de cervezas.
—Imbécil. —Ryan arroja un vaso vacío a su cabeza.
Alex lo desvía, riendo por lo bajo mientras regresa a la multitud.
Nos reímos al mismo tiempo. Inclinando mi cabeza hacia la suya, asiento en
dirección a la pista de baile.
—¿Quieres bailar?
—Sí, yo no… hago eso —dice, pasando una mano por su cabello,
desordenándolo más.
Cosa que amo. Me encanta su apariencia ligeramente desarreglada, de
hecho no hay mucho de él que no me guste. Cepillado su cabello para darle
un aspecto ordenado, me encojo de hombros.
—Nene, soy latina. Hacemos que los chicos se vean bien. Todo lo que tienes
que hacer es pararte ahí y lucir lindo.
Su piel se sonroja, su sonrisa es enorme.
—¿En serio?
Saltando de la encimera, le extiendo mi mano.
—Mmhmm. Está codificado en nuestro ADN. ¿No lo aprendiste en la escuela?

129

Una carga eléctrica de anticipación estalla en mí al momento que toma mi
mano. Pero no estoy mintiendo, en serio puedo bailar.
La habitación está repleta de cuerpos, estoy chocando y siendo chocada por
gente, pero nunca aparto mis ojos de los suyos.
Cuando encuentro un punto con suficiente espacio, planto mis manos en sus
hombros y me acerco.
—Recuerda, quédate de pie y luce lindo.
Mordisqueo la esquina de su oreja y sonrío cuando su nuez de Adán sube y
baja.
Luego dejo que la música me lleve, encontrando el ritmo del bajo.
Balanceando mis caderas, las muevo contra las suyas, sonriendo cuando sus
manos cubren mi trasero. Pasando las mías por mi cuerpo, enredo mis dedos
en mi cabello, asegurándome de moverlo bajo su nariz, ya sabiendo cuánto
le gusta. Parece nunca querer dejar de tocar las hebras.
Mi corazón amenaza con salir de mi pecho cuando él empieza a moverse,
bailando enérgicamente conmigo. Siento su dureza y una parte de mí quiere
girarse desesperadamente, tomar su mano y guiarlo hacia arriba, pero no
estoy lista para eso.
Así que bailo, moviendo mi cuerpo con el suyo de la forma que desearía
poder tras puertas cerradas.
Eventualmente, dejo de pensar.
Salto, río, vivo.

***

Ryan
130

La forma en que ella se mueve.
Es como sexo y está enloqueciéndome.
Pero es más que sexo, es ella. Liliana. No quiero que termine esta noche.
Quiero estar así para siempre, pausar este momento y vivirlo todos los días
por el resto de mi vida.
Aún no puedo creer que estemos aquí.
En el auto, podría haber jurado que había terminado incluso antes de haber
comenzado.
La toco, me muevo con ella y algo oscuro y profundo dentro de mí se siente
más ligero. Es tan hermosa y cada chico en el lugar lo sabe.
Siguen mirándonos, observándome como si no pudieran imaginar qué está
haciendo ella conmigo.
Yo tampoco lo sé.
Cuando había dicho en la cocina que estaba asustada, por un segundo había
querido vomitar. Toda la fealdad se agitó como una fosa séptica,
recordándome que soy sucio, desagradable, no lo suficientemente bueno
para alguien como ella.
Pero también había mentido, los demonios no se han ido.
Siguen ahí, están ahí justo ahora. Mordiéndome los talones y diciéndome
que soy repugnante y al segundo que ella lo descubra, me odiará para
siempre. Nunca me querrá en su vida de nuevo.
Desesperado, sujeto más fuerte sus caderas, apretándome contra ella,
forzándome a olvidar, a vivir solo en el ahora, en la belleza de su sonrisa, sus
ojos sexis y el suave movimiento de su cuerpo.

131

El terror trata de aferrarse en mi interior… ella nunca puede saber quién soy
realmente. La trataré tan bien que no le importará ni preguntará. Haré que
se olvide que alguna vez había conocido mi lado más oscuro y quizás, si
tengo suerte, yo también lo olvidaré.

132

Capítulo 11
Liliana

N

o sé cuánto tiempo bailamos, pero el sol está saliendo antes de que
finalmente decidamos volver a casa.

Y la culpa rasga mis entrañas. Mi madre está probablemente muy
preocupada, soy adulta, pero sigue siendo mi madre.
Excusándome, me dirijo hacia el auto, sosteniendo las correas de mis
tacones en mis manos mientras marco a casa. Suena una vez antes de que
lo conteste.
—¿Mamá?
—¿Mija? —Suena adormilada, su voz hace eco ligeramente. Habían
instalado un nuevo dispositivo en su cama el mes pasado que con solo
pulsar un botón le permita contestar el teléfono, pero pone todas las
llamadas en el altavoz, lo que significa que se siente un poco como hablar a
través de un túnel.
—Mamá, lo siento mucho. Perdí la noción del tiempo y…
—No te preocupes, mami. Alex me llamó un par de horas atrás, dijo que
estabas pasándola bien y que no me preocupara, que te cuidaría mucho.
Con el corazón derritiéndose, miro hacia los chicos de pie en la escalera de
entrada. Alex está frotando sus ojos por el sueño y bostezando
ruidosamente. Silenciosamente, le modulo “gracias”. Dándome los pulgares
arriba, guiña.
Ryan me sonríe.
—¿Están siendo buenos contigo ?

133

Creo que tal vez me estoy enamorando. Sí, los adoro. Siento como si les
hubiera conocido toda mi vida… tantos pensamientos inundan mi cabeza.
Pero no quiero tener esta conversación por teléfono.
—Sí. ¿Cómo esta Javi?
Bosteza, por lo que me dan ganas de hacerlo.
—Oh, ya sabes… bien. Probablemente, Ade le leyó treinta cómics antes de que
finalmente se quedara dormido. Todavía está durmiendo. No tienes que
volver a casa todavía.
Sonrío.
—Mamá, estoy sorprendida de ti. ¿Me estás diciendo que sea una
delincuente?
—Oh, por favor. —Oigo la sonrisa en su voz—. Si alguien ha aprendido la
lección sobre el sexo y los niños, creo que serías tú. Además, míralo como
ponerte al día con el tiempo perdido. Eres joven, se joven. Ve a desayunar.
Estaremos aquí.
Ryan se acerca a mí entonces, envolviendo su brazo sobre mi hombro. Me
inclino hacia él, sintiéndome segura y ridículamente atolondrada.
—¿Desayuno? —susurra y asiento—. ¿Esa es tu mamá?
Asiento de nuevo.
—Dile que dije hola.
—Mamá, Ryan dice hola.
—Oh, me gusta ese chico. Dile que dije hola y dille que debería mantener el
contacto.
—Está bien, mamá. —Señalo el teléfono con una sonrisa de disculpa.
Besa la parte superior de mi cabeza.

134

—Está bien, ve. No quieres estar hablando con tu madre cuando hay dos
chicos apuestos contigo. No es genial, ¿verdad?
Resoplo.
—Yo te quiero, mami.
Me sopla un beso y luego la línea muere.
—¿Alguna vez te dije que creo que el español es el idioma más sexy del
mundo? —Ryan tira de mi camiseta plateada de tirantes anudados a la
nuca, pasando sus dedos por mi estómago, haciéndolo hundirse y saltar y
arremolinarse en calientes emociones.
Alex mete un dedo en su boca y actúa como si estuviera listo para vomitar.
—He tenido suficiente de esto. Llévame a casa, hombre, tengo una resaca
masiva avecinándose.
Besando mi mejilla, Ryan se inclina y abre la puerta para mí. Deslizándome
dentro, le doy las gracias.
Gruñendo, Alex se desliza en el asiento de atrás, cayendo y no molestándose
en abrocharse el cinturón de seguridad.
—Voy a vomitar.
—No lo hagas en el auto. Saca tu cabeza por ventana o algo así —murmura
Ryan y enciende el auto.
—No soy un perro, amigo. —Alex gime más fuerte y agarra su cabeza.
—No, pero eres un bebé. —No puedo evitar meterme en la conversación.
Dándome la mala mirada, gruñe.
—Tienes suerte de que me gustas.
Un segundo después, Ryan me mira y dice:
—Lo siento. Quería llevarte a desayunar, pero no creo que él vaya a lograrlo.

135

Niego con la cabeza.
—Eso está bien. Supongo que solo me puedes llevar a casa.
—¿Qué hay de un desayuno en mi casa? Cocinaré para ti.
—¿Puedes cocinar?
—Sí —Me lanza una sonrisa coqueta—, está codificado en mi ADN.
Me río, recordando que había dicho lo mismo de mi baile.
—Tampoco está mintiendo —Alex medio abre un ojo—, su madre es una chef.
Me giro para decir algo a Ryan, pero inmediatamente lo pienso mejor. Está
en silencio de nuevo, mirando la carretera con una fuerte intensidad, pero es
el agarre con los nudillos blancos que me hace consciente de que Alex había
golpeado de alguna manera un nervio.
Desearía saber lo que estaba escondido, pero de nuevo, tal vez no quiero
saber. A veces las heridas corren demasiado profundo y son feas y dolorosas
y peores de lo que podrías imaginar.
De alguna manera, estoy bastante segura de que ese es el caso con Ryan.
Así que palmeo su rodilla, una y otra vez hasta que sus dedos se relajan y la
vena en su cuello ya no está erguida por apretar sus dientes.
Su boca se afloja y la luz que había brillado en sus ojos toda la noche se ha
ido. Esto es nuevo, estamos en el precipicio e intuitivamente sé que la única
forma de llegar a él no es exigirle que se abra, sino acercarme al igual que te
aproximarías a un perro callejero: con una mano suave y un toque de amor.
No me mira, pero agarra mi mano y la sostiene como si se le fuera la vida
todo el camino de regreso a su apartamento.

***

136

Ryan
Agarrando un cartón de huevos blancos, una bolsa de espinaca, algunos
hongos y queso, le hago una tortilla.
Solo somos ella y yo. Alex había caminado dentro, agarrado dos ibuprofeno,
los había bebido con un poco de jugo y se había encerrado en su habitación
a dormir.
Inclinándose sobre mi hombro, sus pechos presionando en mi espalda, huele
y luego gime.
—Mmm… Me encantan las tortillas de huevo.
Y lo único que quiero hacer es decir que se joda eso, arrojar la sartén en el
fregadero y llevarla a la cama. Es una prueba de voluntades quedarme y no
reaccionar.
—Lamento no tener huevos reales —murmuro, moviéndome, tratando de que
mi erección baje, que no sea tan notable.
Pone una mano en mi brazo y mi cuerpo se queda tieso. Esto es más difícil
que cualquier cosa que he hecho en mucho tiempo. Fingir que no quiero
esto, a ella, ahora. No quiero solo tener sexo con ella, quiero conocerla,
consumirla, hacerla mía en todos los sentidos así nunca se olvidará, nunca
mirará hacia atrás y se preguntará si había tomado la decisión correcta esta
noche.
Pero lanzarla encima de mi hombro solo la convertirá en todas las demás
mujeres que he traído a casa y ella es diferente. No merece ser tratada como
cualquier otro polvo fácil.

137

Esta noche algo cambió entre nosotros. Algo enorme e imposible y no quiero
echarlo a perder. Así que aprieto los dientes y actúo como si su toque no me
estuviera volviendo loco.
—Ningún hombre ha cocinado para mí. De hecho —Camina a mi alrededor—
,nadie que no sea Ade ha cocinado para mí. No tienes idea de lo mucho que
estoy amando esto ahora mismo.
—Sabes, un hombre puede acostumbrarse a este tipo de elogios.
Doblando los huevos sobre el relleno, hago un gesto para que traiga los
platos.
El huevo se divide mientras lo deslizo en el plato.
Ríe, el sonido de manera abierta y ligero que casi hiere escucharlo.
—Codificado en tu ADN, ¿eh?
—Pff —Dejo caer la sartén en el fregadero y luego, agarrando dos tenedores,
me dirijo hacia la mesa—, nunca dije que sería bonito, solo que sería de buen
gusto.
—Mmm, ya veremos.
Me encanta la forma en que me desafía constantemente. Retorcido, pero
cierto. No soy uno de esos tipos que se siente castrado por ello, me gusta que
quiera que me pruebe a mí mismo, porque me dan ganas de hacerlo, llegar
muy dentro de mí mismo y ser el mejor.
Sentado, empujo un tenedor hacia ella.
—¿Bien?
Pinchando el huevo, arranca un pedazo y luego me mira fijamente a los ojos,
deslizándolo en su boca. Es una de las vistas más eróticos que he visto: la
forma en que su boca se enrolla alrededor de la comida, cómo sale su
lengua, metiendo las migas dentro de manera provocativa y el ronroneo
gatuno que sale de sus labios cuando traga.

138

—Delicioso. Entonces —Levanta una pierna en la silla, mostrando una larga
extensión de muslo y mi boca se seca completamente—, ¿dónde está el tuyo?
—Eres una provocadora, Liliana. —Agarro mi tenedor y corto la otra mitad.
Su sonrisa se vuelve seria, pero su mirada se mantiene suave.
—¿Te molesta? Me siento tan libre a tu alrededor, como si te hubiera
conocido toda la vida. Como si pudiera ser yo misma.
Inhala. Exhala.
Finge que no la deseas.
Que no la necesitas.
Me trago mi bocado.
—Quiero que te sientas de esa manera conmigo.
—Me lo pasé muy bien esta noche.
Sigo esperando la impaciencia, la tensión precipitada que siempre siento
cuando invito a una mujer, la necesidad de que salga de mi casa. Para
dejarme en paz, así no tengo que seguir viendo a su rostro, seguir oliendo su
aroma.
Pero no está llegando.
—Yo también —digo—. ¿Por cuánto tiempo te tengo?
Devorando su mitad, baja rápidamente el tenedor y bebe la manzanilla que
había preparado antes.
—Un rato. Creo que mi mamá tiene la esperanza de que tengamos un
momento de “When Harry Met Sally”.
Me río. Nunca he visto la película, pero estoy bastante seguro de que sabía
de cuál escena está hablando. La escena del desayuno cuando Sally finge
tener un orgasmo.

139

—Eres mala con un hombre, Lili. —Empujando el plato a un lado, me levanto
y estiro mi mano—. Estoy cansado.
Sus nudillos se vuelven blancos mientras agarra el borde de la mesa.
Poco a poco, Ryan. Despacio. Me recuerdo.
—No a mi habitación, nada de trucos. Estaba pensando que tal vez podría
poner mi cabeza en tu regazo en el sofá.
—Solo si me das una manta —Mira hacia el dobladillo de la falda—, de lo
contrario, podría pensar que estás tratando de conseguir un vistazo.
—Awww —murmuro, incluso mientras camino por el pasillo hasta el
armario de la ropa y extraigo lo primero que encuentro. Una de mis viejos
mantas militares del ejército verdes y ásperas—. ¿Qué voy a hacer ahora?
Tenía todo el escenario previsto, estirar los brazos, pretender bostezar y
luego… —Dejo flotar el pensamiento.
Se la entrego cuando vuelvo. Arrebatándola de mí, la golpea en mi culo,
luego se pone de pie, la envuelve dos veces alrededor de su delgado cuerpo
antes de deslizarse hacia el sofá y caer relajada en el almohadón, dejando
caer los pies sobre la mesa de café. Le da unas palmaditas a su rodilla, una
mirada expectante en su rostro.
Nunca duermo con la ropa puesta, pero sé cómo se lo tomará si empiezo a
desnudarme y quiero demostrarle que soy un hombre de palabra. Pero tal
vez hay una forma de evitar esto, una manera de mantenernos cómodos.
Agarrando mi camisa, me la saco.
Sus ojos se agrandan, vagando por mi piel y juro que puedo sentir el calor.
Mis pezones se fruncen y flexiono el estómago.
Un movimiento revolotea en la esquina de sus labios.
—Tenía razón. Matador.

140

Cuando me mira así, toda suave, con sexy ojos de dormitorio, es difícil
recordar por qué ir lento es lo correcto. Flexionando los dedos, sabiendo que
esto es una verdadera prueba sobre hasta qué punto estoy dispuesto a ir por
ella, me acomodo a su lado, apoyando mi cabeza en su regazo y tratando de
no pensar mucho en el dolor de mis bolas.
La quietud es fuerte, haciendo eco como un pulso en mis tímpanos. Una de
esas extrañas quietudes que crece en intensidad, me hace consciente de
ruidos en los que nunca pienso: el tic-tac de un reloj, el silbido apacible del
ventilador de techo.
Sus dedos rozan mi frente, luego se deslizan a través de mi cabello.
Me encanta cuando hace eso, me hace querer permanecer así para siempre
y dejar que me acaricie.
No había estado cansado antes y todavía no lo estoy, pero sospecho que
podría estar dirigiéndome hacia el nirvana. Todo dentro de mí se relaja,
cada músculo se ablanda, se alarga, mi columna vertebral se acurruca, mi
respiración se asienta en un ritmo fácil. Cierro los ojos y empiezo a
relajarme.
A veces el silencio es doloroso, pero esta no es una de esas veces.
—¿Aprendiste a cocinar así de tu madre? —pregunta después de un rato,
rompiendo primero la quietud.
Niego con la cabeza, la voz retumbando desde muy dentro de mí.
—No. Era demasiado perfeccionista para dejarme entrar en su cocina.
Aprendí en la Marina.
Preguntas brillan en sus ojos verdes.
—Desearía haberte visto en uniforme.

141

—¿Sí? —Moviéndome, estudié la grácil silueta de su perfil. La forma en que
sus mejillas caen hacia sus labios, cómo se mueven mientras ella dice sus
palabras.
Mi corazón es un cañón en el pecho.
—Mmhhmm. Siempre me ha gustado un hombre en uniforme. —Sus dedos
trazan patrones al azar a través de mi piel.
Cerrando los ojos otra vez, me río.
—Todavía tengo el mío colgada en el fondo.
—¿Lo usarías para mí?
—No en público, pero supongo.
Me encuentro a la deriva de nuevo, perdido en la cadencia de su voz, el tacto
de sus manos. Pero todavía no quiero dormir, quiero quedarme despierto
todo el tiempo posible, ya que cada momento que duermo es un momento
lejos de ella.
—El otro día, en el auto… —empiezo.
Sus labios tiran hacia abajo.
—Sí —pregunta, sonando confundida.
—Cuando estabas cantando.
Delgadas cejas negras se fruncen.
—¿Oh? ¿Qué pasa con eso?
—¿Fleetwood Mac? —Me río—. ¿No eres un poco joven para saber quiénes
son?
Se encoge de hombros, su mano se aquieta mientras sus ojos adquieren una
mirada lejana.
—Bueno, ¿cuántos años tienes tú?

142

Poniendo la mano sobre la de ella, doy un apretón a sus dedos, pidiendo en
silencio que reanude sus caricias.
—Veinticinco. —Suspiro cuando pasa sus dedos por mi pelo otra vez—. ¿Qué
hay de ti? Veintiuno, ¿verdad?
—Sí, me sorprende que te acuerdes.
No había mucho que no recordara de ella.
—Así que supongo que eso significa que me gustan los hombres mayores,
¿eh?
—No soy mucho más viejo. —Le hago cosquillas en las costillas, gustándome
la forma en que suena, que le guste, porque a mí seguramente que me gusta
ella.
Aplasta mi mano.
—No te preocupes, siempre he tenido una cosa por los chicos mayores.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—Primero de febrero. ¿Cuándo es el tuyo?
—Fin de Año. —Tiro del cabello que ha caído sobre su hombro.
—¿En serio? Eso es genial. Todo el mundo celebra tu cumpleaños, debe ser
agradable.
Me encojo de hombros.
—Es molesto. Nunca sentí como si ese día realmente me perteneciera.
Probablemente, porque la mayoría de las veces mis padres casi no podían
molestarse con intentar acordarse de hacer todo el asunto del pastel y de la
tarjeta cuando estaban más preocupados sobre a cuál fiesta asistir.
Ella pone mala cara.
—Pobrecito.

143

—De todos modos, hablemos de ti. ¿Fleetwood Mac? ¿Por qué no Katy Perry o
Beyoncé?
—Mi padre solía decirme que tenía un alma vieja. Es su culpa, realmente, me
lavó el cerebro.
Hay una punzada de tristeza detrás de su última declaración, agitando sus
dedos, reanuda sus caricias en mi cabello.
—Papá era músico, muy bueno en realidad. Le encantaba el rock clásico.
—¿Qué tocaba?
—La guitarra. Me enseñó a tocar, también. Estoy lejos de ser tan buena como
él. Pero soy decente.
Imaginarla tocando las cuerdas de su guitarra hace que mi pulso se acelere.
No es que alguna vez me hayan gustado las chicas que supieran tocar, pero
hay algo atrapante cuando me la imagino tocando para mí. Tal vez después
de hacer el amor, ambos envueltos en nada más que su voz y su música.
Sangre palpitando, gruño.
—Apuesto a que eres buena —le digo, obligándome a enfocarme.
—Lo suficientemente buena para que a Javi le guste. Es raro, no conoció
mucho a mi padre, tres años. No fue tiempo suficiente para que él hiciera un
impacto. O eso creía. Pero creo que lo extraña.
Agarrando sus dedos, toco su meñique, pasando mi pulgar a lo largo de su
uña y acariciando su piel entremedia.
—¿Por qué piensas eso?
Sus ojos están quietos.
—Debido a lo que me cantando en el coche. Fleetwood Mac, era la banda
favorita de mi papá. Después de que tuve a… —Hace una pausa, frunciendo
los labios—, Javi, papá se encerraba en el garaje durante horas. Tocando

144

Fleetwood con su guitarra y bebiendo cervezas. Cuando Javi tenía dos años,
lo vi varias veces sentado delante de la puerta, su oreja pegada a esta y tan
quieto que pensaba que estaba muerto.
Con la voz quebrada, me da una sonrisa modesta.
Aprieto su mano, haciéndole saber que estoy aquí y está bien.
—De todos modos, eso es lo que le gusta para dormirse. No puedo hacerlo
cada noche, pero cuando puedo agarro mi guitarra y empiezo a tocar. Su
favorito es Silver Springs.
—Tienes una voz hermosa —admito.
Acariciando a lo largo de mis mejillas con sus nudillos, sonríe.
—También me dijiste eso en el auto. Lamento que fui como un bebé grande
ese día. No estoy acostumbrada a cantar delante de los demás.
—Estoy feliz de que lo hicieras.
—¿Puede cantar?
Gruño.
—Cuando bebo un par de cervezas, yo creo que puedo. Me emborraché una
noche en Kabul, los chicos y yo pasamos una noche rara fuera del
reconocimiento. No estoy muy seguro de lo que estaba cantando, lo único de
lo que me acuerdo es que había karaoke, demasiadas cervezas y recuerdo
vagamente un montón de abucheos.
Sus dientes son parejos y blancos cuando se ríe.
—Habría dado cualquier cosa por haber visto eso.
Levanto mis cejas. No, realmente no lo habría hecho. Fue horrible y lo sabía.
Después de una pausa, me pregunta:
—¿Viste guerra?

145

¿Vi guerra? Qué pregunta de mierda. Todavía veo la guerra. Aún veo los
cuerpos destrozados después de una explosión. La sangre que gotea por
todas partes, las tripas arrojadas a treinta metros a través de la calurosa
arena del desierto. El olor de combustible quemando los pocos suministros
de un pueblo que había ayudado a los estadounidenses.
Apretando la mandíbula, cierro los ojos.
—Sí.
—¿Fue terrible?
Quiero ahogarme en las profundidades de sus ojos verdes, meterme en su
luz, perderme en la belleza limpia de su alma y no tener que recordar el
infierno que había visto. Las cosas que había hecho.
—Había un niño. Siete. Tal vez ocho. —Me encojo de hombros—. Le faltaban
sus dientes delanteros, tenía arañazos por todo su rostro, su cabello estaba
lleno de tierra roja y tenía las mejillas manchadas como si no se hubiera
bañado por semanas.
Su mirada busca la mía, como si estuviera tratando de ver lo que tenía.
—Se acercó a nosotros. Estaba vestido… —Sus ropas habían estado hechas
jirones y eran dos tallas más grandes para él, cierro los ojos, tragó saliva y
continuó—, lucía como un sin hogar. Sin zapatos en sus pies. Me sentí mal
por el niño, ya sabes.
—¿Qué pasó?
Algo que no debería haber pasado. Había hecho calor afuera. Peor que
cualquier día desde que había llegado allí, más de cuarenta y ocho grados.
Tan caluroso que había visto espejismos bailando por todas partes, piscinas
plácidas de agua que se habían convertido en montones y montones de
arena cuando me acercaba a estas.
Todo lo que el niño había querido era comida, tal vez un poco de agua.

146

Mi cantimplora había estado media llena y algo sobre el niño me hizo
pensar en mí. Luchando por sobrevivir, luchando para ser reconocido,
notado…
Los chicos me habían dicho que en ocasiones los insurgentes tendían
trampas. Pero estábamos solo nosotros y el niño por kilómetros. Debería
haber sabido mejor.
Los niños de por ahí también mataban.
Pero había sido mi primer despliegue y había sido un novato.
Había ido a él, desenganchando mi cantimplora, dispuesto a entregarla
cuando un arbusto se movió.
Debería haberlo sabido.
El arbusto era la trampa. Hombres vestidos de camuflaje se pusieron de pie,
la artillería pesada dirigida a mi convoy. No había notado que el niño
sacaba el rifle de detrás de los jirones de sus ropas.
Mi amigo había salvado mi culo dando un disparo en su cabeza.
Después de eso, todo se precipitó en un borrón.
Había disparado y matado a uno. Ellos habían matado a tres de los nuestros.
Afortunadamente, habíamos sido capaces de derribar al del lanzacohetes.
Después de que el polvo se hubo despejado, me di cuenta de que pude haber
matado a uno, pero tenía la sangre de cuatro en mis manos.
—Él murió.
Un pequeño temblor corrió a través de su barbilla.
—¿Tú lo hiciste?
—No, pero bien pude haberlo hecho.

147

Después de eso no hay más conversación y en algún momento sé que me he
quedado dormido. Cuando me despierto, ella está a mi lado, acurrucada tan
cerca de mí como es posible.
Algo revolotea cálidamente en el centro de mi pecho.
Y me asusta como la mierda.

148

Capítulo 12
Liliana

H

ay algo duro debajo de mí y mi cuello está palpitando.
—Buenos días —retumba su sedosa voz directamente a través de
mi pecho.

De alguna manera, había terminado enredada sobre él. Mi
muslo envuelto alrededor del suyo y mi rostro presionado en el hueco de su
cuello. Debió haberme desenvuelto de la manta y haberla extendido sobre
los dos.
Haciendo una mueca, me empujo hacia arriba, pasando el dorso de mi mano
sobre mi boca. Mortificada al sentir la piel mojada. Realmente esperaba que
fuera solo sudor y no saliva.
—¿Qué hora es? —grazno.
Él mira su muñeca, que no tiene reloj.
—No tengo idea. —Sonríe—. Pero a juzgar por el sol, cerca del atardecer tal
vez.
—Oh. —Sujeto mi cabeza, girando mi cuello para aliviar las contracturas—.
Tengo que llegar a casa. Mi madre probablemente esté preocupada. Y Javi —
murmuro, sintiéndome la peor madre del mundo.
¿Cómo podría solo haberlo olvidado de esa manera?
Gruñendo, miro a mi alrededor en busca de mis zapatos.

149

—Lily —Sujeta mi mano y no puedo detener la emoción que se precipita a
través de mí al escuchar mi nombre en sus labios—, hice que Alex llamara
hace casi una hora.
—¿Por qué no me despertaste?
No era culpa suya que hubiera actuado como una completa idiota, pero
nunca dejo que me gane un impulso. Nunca y no puedo creer que lo hubiera
hecho ahora.
—Ella le dijo que te dejara dormir, que no lo has hecho mucho en días. —Su
voz es suave, comprensiva y mis hombros se desploman.
—Por supuesto que lo haría.
Deslizándose sobre el sofá, estira las piernas que truenan y las deja caer. No
puedo sentirme más horrible, debe estar adolorido por sostenerme por tanto
tiempo. ¿En qué había estado pensando?
El calor inunda las puntas de mis orejas.
—Ella se preocupa por ti. Es lindo, en realidad.
Resoplo.
—Oye, está bien. De verdad. Incluso las supermamás merecen descansos de
vez en cuando.
—¿Supermamá? Difícilmente. —Miro alrededor en busca de mis zapatos,
finalmente viéndolos junto a la puerta—. Abandonar a mi hijo para ir a
bailar toda la noche y dormirme sobre ti difícilmente es material de
supermamá.
Sus grandes brazos se envuelven alrededor de mi cintura mientras me
inclino para recuperar mis tacones. Chillando, golpeo sus antebrazos.
—Ryan, bájame. Soy pesada.
Dejando caer un beso en mi mejilla, da un paso atrás.

150

—Pesada no. Pero tengo aliento mañanero y no quiero que ese sea
exactamente el último recuerdo que tengas de mí. Dame un segundo para
asearme y luego te llevaré de regreso. ¿De acuerdo?
Lo veo alejarse, flexionando su espalda desnuda con cada paso. Es hermoso,
cada plano, cada pendiente perfectamente esculpida. Tiene el cuerpo de un
luchador y mis dedos pican por trazar todas y cada línea del mismo.
Mis piernas hormiguean y mis pechos se sienten pesados, gimo. ¿Por qué
cada vez que lo miro empieza a verse mejor y mejor?
Desechando la frustración sexual, me desplomo en el sillón negro y me
deslizo en mis zapatos.
—Así que te tomaste todo el mi casa es tu casa un poco en serio, ¿eh? —Alex
se deja caer en el sofá.
Estoy feliz de ver que el afro se ha ido. A pesar de que todavía está usando
los pantalones acampanados y, al igual que su primo, está sin camisa. Tiene
abdominales de lavadero, pero el atractivo definitivamente no es el mismo.
—Cállate. No era mi intención quedarme dormida.
Golpeando el cojín entre sus piernas, mira por encima del hombro hacia el
sonido de un torrente de agua en el baño.
—No lo he visto sonreír tanto en años.
Cruzando mis piernas, un hilo de calor fluye líquido y frío a través de mi
pulso, llenando mis oídos con truenos y mi estómago con plumas
revoloteando.
—No estoy muy segura de lo que estamos haciendo, Alex.
—¿Te gusta?
Sí. Mucho. Pienso en él todo el tiempo.
Me encojo de hombros, esos pensamientos son míos.

151

—Eso creo.
Él sonríe.
—Tengo un buen presentimiento sobre ti, Lily Bean. Siempre lo tengo.
Simplemente, hagas lo que hagas… no le hagas daño.
Con esas palabras resonando con fuerza en mis oídos, Ryan sale por la
puerta. Tiene puesta una camisa y no voy a fingir… extraño los abdominales.
—¿Qué clase de mentiras estás diciéndole acerca de mí? —Mira a Alex, quien
me devuelve la mirada—. No creas nada de eso.
Poniéndome de pie, extiendo mi mano por la suya.
—No te preocupes, nunca lo hago.
—Oye, me hieres. —Alex se agarra el pecho y le lanza una almohada a Ryan,
pero él se las arregla para cerrar la puerta antes de que realmente lo golpeé.
—¿Cuándo puedo volver a verte? —pregunta y giro mi rostro, todavía no he
cepillado mis dientes.
Me siento repugnante y asquerosa. Necesito una ducha, un cepillo y un poco
de comida.
—¿Qué tal esta noche?
Caminando hacia la puerta del auto, la desbloquea. Metiéndome, me tapo la
boca con el dorso de mi mano.
—No puedo. Tengo que trabajar.
—¿Pink Lady?
Asiento.
Su sonrisa crece.
—Tal vez me deje caer más tarde por ahí con Alex.

152

Mariposas besan el interior de mi vientre.
—Me gustaría eso. ¿Qué vas a hacer mañana en la noche? Tengo la noche
libre.
Dando vuelta en la carretera, se dirige las pocas cuadras hacia mi casa.
—Entrenamiento. Oye, ¿tal vez podrías te gustaría venir conmigo y echarle
un vistazo?
—¿Verte pelear?
—¿Sí?
No sé mucho acerca de MMA, aunque definitivamente empezaré a mirar
peleas. Pero sí sé algo y es que no hay mucha ropa mientras lo hacen. Solo
un par de holgados pantalones cortos. Miro su regazo y no puedo detener la
sonrisa que curva mis labios.
—¿Qué estás mirando? —Muestra ese hoyuelo que hace que los dedos de mi
pie se curven.
Girando en mi calle, me humedezco los labios.
—Tratando de imaginarte en tan solo un par de pantalones cortos.
—Zorra. —Sus ojos brillan—. ¿Así que es un sí?
Estacionando, sujeto la manija de la puerta.
—Recógeme. —Entonces lanzándole un beso al aire, salgo de prisa y subo los
escalones, cerrando mi puerta de golpe y nunca deteniéndome a mirar hacia
atrás.
Sé que mis mejillas están enrojecidas y mis rodillas están tan suaves como
la mantequilla caliente. Llevando mi puño a mi palpitante corazón, lo veo
alejarse conduciendo.
—Te ves muy feliz, mija.

153

Girándome, me estrello sobre mamá, besando su suave frente.
—Lo estoy, mamá.
—¿Ryan?
Mordisqueando la comisura de mi labio, asiento.
Ella acaricia mi mejilla.
—Bien.

***

Ryan
La observo moverse entre los clientes. Sonríe y charla, pero sus ojos rara vez
se apartan de los míos. Como si necesitara la seguridad de que estoy
realmente allí.
No puedo creer que esto esté pasando. Una parte de mí sigue esperando
despertar en cualquier momento y darme cuenta de que todo ha sido un
glorioso y jodido sueño.
Las luces son tenues y rojas, la música es caóticamente conmovedora y
detrás de mí una mujer está bailando con nada más que un par de
medias, cubre pezones y una boa de plumas. Pero ese espectáculo no se
puede comparar con la única delante de mí.
Lily está vestida con jeans ajustados, tan ajustados que abrazan sus magras
curvas con fiereza. Está usando una camiseta con el nombre: Pink Lady,
estampado en el frente. Las mangas están enrolladas, exponiendo una

154

magra extensión del músculo femenino y un nudo está atado en la espalda,
convirtiéndola en un top que deja ver su ombligo.
Su cabello está en una cola de caballo y hay chispas en este. De vez en
cuando atrapo un destello de estas en la luz. Incluso se ha puesto maquillaje
esta noche.
Lily sin maquillaje en el rostro es hermosa, pero con este… es un húmedo
sueño andante.
Sonrío mientras se dirige hacia mí al final de la barra.
—No estás viendo el espectáculo —exhala.
Hay gotas de sudor en el hueco de su cuello, su aroma a flores me marea.
—Sí, lo estoy.
Se muerde los labios y se mueve sobre las puntas de sus pies.
—Alex está bailando. Tú también deberías hacerlo, probablemente es
aburrido solo sentarte y observarme.
—Nah —Me recuesto—, tengo todos los grupos alimenticios frente a mí.
Nueces, refresco y —Me quedo mirando el plato de cosas que había dejado
en la barra, no muy seguro de lo que es, no lo he tocado todavía—, un plato
de hongos.
Golpeando mi pecho, se ríe.
—Esos son champiñones rellenos y son realmente buenos. Los amo.
—Oh. Está bien. —Tomo uno de golpe y lo arrojo en mi boca, mastico y hago
los obligatorios sonidos de “mmm mmm”.
—¿Buenos?
Trago.
—No tan buenos como la ardiente mujer frente a mí.

155

—Maldita sea, eso es denso. Y desesperado. Definitivamente desesperado. —
El pesado brazo de Alex cae a través de mis hombros.
Gruñendo, lo alejo empujándolo. Se ríe y golpea la barra.
—Otro Long Island, Lily Bean y hazlo rápido.
—Por Dios, nunca he sido así de impaciente contigo. Tranquilo, Haus.
Guiñándome un ojo, ella camina de regreso al bar.
No había sabido si realmente debería haber venido esta noche. Después de
que había alejado conduciendo, me di cuenta de que me había invitado a mí
mismo, pero la noche anterior no había sido suficiente. Al segundo que se
había ido, había querido verla. Era una jodida enfermedad. ¿Y si ella no se
siente de la misma manera?
—Aquí. —Empujo el plato hacia Alex. El humano eliminador de basura
comerá cualquier cosa.
—¿Qué es eso? —Toma los bultos marrones.
—Champiñones rellenos.
Encogiéndose de hombros, lanza dos en su boca.
Una bonita pelirroja con enormes tetas se acerca caminando hacia él,
envolviendo sus manos alrededor de sus ojos. Él siempre sabe cómo
elegirlas.
Fáciles a la vista y con un fácil punto final.
Él pellizca sus dedos.
—Estoy aburrida. —Pone mala cara y luego me mira, echándome un vistazo
de arriba a abajo antes de hacer un acercamiento a mi regazo y mirar mi
polla—. ¿Quién es tu amigo?
Curvando mis labios con disgusto, me giro en mi asiento.

156

—No estoy interesado.
Con la boca abierta, encoge sus puños en sus caderas.
—Imbécil.
Alex frunce el ceño.
—Regresa a la pista de baile y espérame como una buena niña, Sherry Bear.
Afinando la punta de su nariz, me lanza otra sucia mirada y luego se aleja
contoneándose.
—¿De verdad vas a tocar eso, hombre?
Alex se encoge de hombros.
—No lo sé, lo estoy pensando. Ella lo pidió.
Ese tipo de cosas realmente nunca me habían importado antes. Había
dormido por ahí, pero eso siempre me dejaba vacío y ahora sé por qué. Las
folladas sin sentido que siempre había pensado que quería habían sido una
mentira que me había dicho a mí mismo.
Lily me está arruinando.
Alex me palmea el hombro.
—Déjame saber cuándo estés listo para irte, ¿de acuerdo?
Liliana regresa entonces, inclinándose sobre la barra acaricia mi mejilla. Mi
corazón se acelera.
Sonriendo, Alex se pasea de regreso entre la multitud.
—¿Qué era lo que te estaba diciendo esa chica?
—¿Qué? —Giro el rostro, así que nuestros labios están separados solo por la
distancia de una pluma, su dulce aliento a fresa se mueve a través de mí y lo
inhalo—. ¿Celosa?

157

Sujetando las esquinas de mi rostro, presiona sus labios en los míos. Es un
beso corto, pero caliente. Su lengua se desliza contra la mía y ronroneo en la
parte posterior de mi garganta.
Cuando se aleja, estoy jadeando.
Petulante, ladea la cadera.
—No. No lo estoy.

158

Capítulo 13
Liliana

A

l día siguiente, mi timbre suena a las cuatro. Estoy sentada en la
alfombra, leyendo un cómic a Javi cuando Ade contesta.
Mi corazón obstruye mi garganta cuando escucho su voz.

Una sonrisa quebrando mi cara, doy la vuelta y me disparo sobre mis pies.
—Llegas temprano.
Vestido con pantalones cortos de ejercicio negro y camiseta, Ryan se encoge
de hombros. Su cabello se ve húmedo y cuelga alrededor de su rostro. Luce
sudoroso y delicioso y mi estómago toca fondo.
—Nunca he sido realmente bueno con el tiempo. —Su tono rasposo tira de
mis fibras sensibles. Asimilando mi apariencia, se balancea sobre sus
talones—. Amo la vista.
Meneo mi dedo hacia él.
—No te esperaba hasta más tarde, idiota.
Todavía estoy usando mi ropa para dormir y tampoco la más sexy.
Pantalones de chándal grises que se marcan jugosamente en mi trasero y
una camiseta blanca con pequeños corazones de color rosa por todas partes.
También llevo mis gafas, algo que rara vez utilizo. Pero no siempre me gusta
ponerme los lentes de contacto. Mi cabello no está mucho mejor. No me lo
había cepillado hoy, solo lo recogí en un moño desordenado. Luzco horrible.
—Ahora consigues verme luciendo fea, no es justo.
—Pienso que luces adorable.

159

Mirando hacia abajo en la alfombra, no oigo a madre entrar rápidamente en
la habitación.
—Ryan, hola. Qué bueno verte de nuevo.
Ella nunca lo admitirá, pero sé que había tenido una mala noche anoche. Me
había acostado en mi cama durante horas oyendo sus quejidos. Mamá es
una orgullosa mujer panameña, de muy viejo mundo. Había crecido en un
país pobre. Con el tiempo, mi abuela Nana se había casado con un soldado
americano y todos habían venido a los Estados Unidos. Mamá había visto
un montón de dificultades en su vida, pero su valiente sonrisa siempre me
hace sentir como que todo es posible. Incluso ahora, que la enfermedad hace
estragos en su cuerpo y deja su piel cerosa y cenicienta, todavía mantengo
la esperanza porque ella aún está aquí, aún me ama, aún aquí.
Sus dedos tiemblan mientras extiende su mano hacia él.
Dejando caer una rodilla delante de ella, la toma y la besa.
—Gracias, Sra. Delgado.
—Oh —chilla, moviendo sus cejas hacia mí. Oscuros círculos bordean sus
ojos—. Llámame mamá, está bien.
Girando sobre sus talones, me mira y ni siquiera puedo empezar a describir
lo que estoy sintiendo. Mi corazón está tan lleno que pienso que estallará.
Nunca en mi vida pude haber esperado la noche en que lo salvé que estaría
aquí ahora, observándolo mientras hace que mi madre sonría una sonrisa
de verdad, ría una risa de verdad y brille como no ha brillado en años.
Algo sospechosamente parecido a las lágrimas obstruye mi garganta y
tengo que aclararla audiblemente.
—Está bien, mamá —dice él finalmente.
—Ahora —Asiente—, ¿piensas salir con mi chica?

160

—En realidad, tengo dos horas antes de la práctica, solo vine a pasar el rato
si eso está bien.
Abrumada, giro sobre mis talones y corro hacia mi habitación. Sé que debo
lucir como una loca ante ellos, pero es eso o empiezo a llorar como un bebé.
Temblando, me apoyo contra la puerta y cuento lentamente hasta diez.
Me gusta Ryan. Mucho.
De hecho, me aterra que ya esté enamorada de él. ¿Pero no es esto
demasiado pronto? ¿Cómo puedes realmente saber si es amor? ¿Después de
la primera cita? ¿Primer beso? ¿Primera vez haciendo el amor?
Mi estómago cosquillea y me deslizo hacia debajo de la puerta, colgando la
cabeza entre mis rodillas. Esta no es la forma en la que había planeado mi
vida. Después de Javi, había luchado para hacer todo estructurado. Terminar
la escuela, graduarme con honores. Ganar una beca, ir a la universidad.
Ahora me estoy preparando para entrar a mi último año. El amor no es
parte de este plan.
Todavía no, de todas formas, el amor viene después. Después de la
universidad, después de encontrar un trabajo y comprar una casa para
mudar a mamá, una grande con acceso para discapacitados. Entonces, tal
vez, cuando la vida se ralentice, cuando me acomode y adecúe, a
continuación buscaré el amor.
Un golpe sacude mi puerta.
—¿Lily?
Es Ryan.
Sollozando, me arrastro a mi cama y tirando de mí misma, me ciento en el
borde de la misma.
—Tengo que tomar una ducha. Vestirme. Me sorprendiste.
Una larga pausa.

161

—¿Debería irme?
Mi corazón se aprieta y sé que no puedo seguir hablando a través de la
puerta. Me levanto, camino a la puerta y la abro. Sorprendido, sus ojos se
abren y luego palmea sus manos en el marco.
Tirando de su camisa, tiro de él hacia adentro y la cierro de golpe,
empujándolo contra la pared y envolviendo mi cuerpo contra el suyo.
Inclinándome de puntillas, lo beso.
Lanzando toda mi pasión, todos mis miedos, todas mis preguntas en ello.
Mi cuerpo se ilumina como un petardo, mis pezones se fruncen apretados
contra su pecho. Él gime y yo también. Cuando me alejo, los dos estamos sin
aliento.
—¿Qué fue eso?
Me trago lo que estoy sintiendo realmente El terror a lo desconocido, el
deseo y la necesidad y le digo lo único que tiene sentido.
—Gracias.
Frunce el ceño.
Sonrío y acaricio su cuello, deleitándome cuando siento su piel endurecerse.
Su delicioso almizcle amaderado me arruina haciendo estragos con mi
equilibrio.
—Gracias por ser como eres —susurro de nuevo y beso su pecho justo
encima del lugar de su corazón.

***

162

Verlo moverse en el cuadrilátero es como ver poesía en movimiento. Es
fluido, suave. Cambiando sus pies, amagando a la derecha, hacia la
izquierda, totalmente concentrado en los puños volando a su cara.
Sudor cubre su espalda y abdominales, brilla por su carne y mi pulso ruge.
Es tan hermoso. Y sí, tenía razón… despojado de nada más que un par de
pantalones cortos, abdominales ondulan mientras flexiona y rueda en la
colchoneta con su pareja… Sexy. Como. El. Infierno.
Soy la única chica en el gimnasio, lo cual en un principio me había hecho
sentir un poco incómoda. Pero los chicos dejaron de mirarme boquiabiertos
en el momento en que se hubieron puesto a trabajar.
No puedo dejar de mirarlo. Estudiando la intensidad en su rostro mientras se
mueve, la forma en que gruñe cuando una rodilla se conecta con su
estómago o el sonido gutural que retumba a través de su pecho cuando
trabaja para fijar a su compañero a la colchoneta.
Después del beso esta mañana, había desparecido y me había duchado.
Tratando de no pensar en lo que había hecho, lo que casi le había dicho.
Lanzándome por una falda de mezclilla azul y una blusa de flor entallada,
había salido caminando para encontrarlo sentado en la alfombra leyéndole
a Javi.
Había tenido que taparme la boca con la mano para contener la risa cuando
él había empezado a actuar las partes, lanzando gruñidos y gemidos y
quejidos, modulando su voz para imitar una pelea.
Javi había temblado junto a él, la más diminuta sonrisa enlazando sus
pequeños labios.
Y por un segundo el demonio de la duda había regresado. ¿Era correcto
traer a Ryan a su vida? ¿Exponer a Javi a un hombre que podría no
quedarse?
Pero en ese momento me había sentido tan perfecta que no podría haberle
negado eso. Ni por todo el dinero o estúpidos planes de vida en el mundo.

163

***

Ryan
Desenvolviendo la gasa blanca de mis muñecas, la quedo mirando.
Noah, mi compañero, me da una palmada en la espalda.
—Maldición, hombre, pensé que ibas a teclearme ahí por un segundo.
Resoplando, ruedo mi hombro para deshacer una punzada.
—Pensé en ello. Te tuve en esa Kimora.
—Sí, tenías mi trasero —Noah se frota un corte bajo su veja, limpiando la
pequeña gota de sangre con su pulgar y lamiéndola con sus labios—. ¿Ella
está contigo? —Cabecea hacia Lily.
Mi corazón se hincha, sintiéndose muy grande para mi pecho.
—Sí.
—Ah, bueno —Se encoge de hombros—, qué mal.
Su olor florido está sobre todo mi cuerpo cuando se inclina sobre la cuerda.
—Lo hiciste bien.
Presiono el pulgar en sus labios y ella lo besa.
—Gracias. Oye, hombre, esta es Liliana. Lili, Noah.
Metiendo la mano en su bolso, Noah se pone sus gafas, se saca de un tirón
los guantes y limpiando las palmas en sus pantalones cortos, le da la mano.

164

—Hola —dice ella, liberando rápidamente su mano y dando un paso más
cerca de mí.
Enfundándose en un jersey burdeos de gran tamaño, Noah gruñe.
—Oye, ¿estás segura de que quieres pasar el rato con él? En un bastardo
horrible.
Ella se ríe y abraza mi cintura.
—Sí, creo que me quedaré con él.
Sintiendo la necesidad de marcar mi territorio, me vuelvo y la tiro hacia mí,
dándole un beso como ella había hecho conmigo antes, deleitándome en el
maullido que sale de sus labios.
—Ah, joder —Noah pone los ojos en blanco—, como un perro en un hidrante.
Sí, bien, lo entiendo. —Esboza una sonrisa dentada—. Encantado de
conocerte, Liliana.
—Solo llámame Lily —dice ella mientras continua acariciando mi pecho.
Saltando fuera del ring, Noah trota hacia el vestuario. Somos solo ella y yo
ahora.
—¿Quieres cenar?
—¿Una rápida? Le prometí a Javi que cantaría para él esta noche.
Agarrando mi toalla, limpio el sudor de mi rostro.
—Claro. Siempre y cuando pueda ir.
—¿Quieres verme cantar?
—Ángel, no me lo perdería. —Dándole otro beso, me dirijo al baño—. Dame
un segundo para limpiarme.

165

La cena es un asunto rápido. Hay un puesto de tacos cerca de donde entreno
que cocina todo frente a ti. Lili había gemido y gruñido mientras se había
engullido su carnita, yo, no recuerdo saborear mucho.
Solo me gusta observarla.
Una hora más tarde, estamos en la habitación de Javier. No puedo negar que
estoy ansioso como el infierno por verla tocar. No puedo dejar de pensar en
ello.
Por supuesto, mis visiones siempre nos involucran desvistiéndonos a lo
esencial. Pero los mendigos no pueden elegir.
Hay solo una luz de noche en la esquina de su habitación. El resto de la casa
está en silencio. Javier mira hacia el techo, sus manos metidas firmemente
debajo de su trasero, el rostro limpio y el cabello ligeramente húmedo, me
recuerda mucho a Lili.
Tienen la nariz y labios idénticos.
No puedo evitar intentar ver al papá en ese rostro, pero todo lo que veo es a
ella y estoy agradecido.
—Entonces, Javi, ¿te gustarían libros o música esta noche?
De verdad espero que el chico elija la música, pero mis razones son
puramente egoístas.
Echándome hacia atrás, apoyo mi peso sobre mis palmas.
Liliana mete un rizo oscuro detrás de su oído; el movimiento provoca que su
perfume se enrolle alrededor de mi nariz. Acaricio con mi dedo su columna,
deleitado ante su estremecimiento.
Sin perder un segundo, Javi se pone de pie y camina hacia la guitarra de
madera rubia situada en un soporte de metal en la esquina de su habitación.

166

Entregándosela a Lili, se arrastra de nuevo bajo las sábanas y las pliega
apretadamente hasta la barbilla, sus ojos una vez más descansan en el
techo.
Mordiendo la comisura de su labio, ella exhala y me lanza una mirada
tímida.
—Está bien, Ryan, nada de reírte, ¿entendido? —pregunta ella mientras
comienza a afinar las cuerdas.
Levanto las manos.
—Lo juro. Palabra de boy scout.
Resoplando, mete una púa entre la comisura de su boca.
—Apuesto que nunca fuiste un boy scout.
Cierto.
Sonidos discordantes se vierten de la guitarra y tengo que luchar para evitar
reírme. O está muy nerviosa o todavía está aprendiendo.
—Solo canto para él, no le importa si mi voz se quiebra. Ahora, voy a cerrar
los ojos, no me toques, ni respires en mí o me hagas cosquillas. ¿Entendido,
señor? —Me clava con una mirada helada, una ceja alzada y su nariz se
frunce, recordándome a un pequeño Chihuahua. Todo ruido y pocas nueces.
Cruzo una X gigante sobre mi pecho.
Haciendo un rápido recuento de tres respiraciones, toma la púa de su boca y
rasguea el primero acorde.
Estaba equivocado.
Puede tocar.
Sus dedos son ágiles cuando los desliza por el cuello y la canción que llena
el aire es inquietante e hipnótica.

167

Largas pestañas revolotean contra su mejilla mientras canta.
Al principio el sonido es rígido, pomposo. Como si estuviera consciente de
que estoy en la habitación. Pero después de un rato, sé que se ha olvidado de
mí. Ha sido transportada a otro lugar. Hay una luz en su interior y se está
derramando hacia afuera. Cubriendo todo lo que toca mientras su voz ronca
me abraza.
Javier está igual de afectado.
Me pregunto si siempre canta con los ojos cerrados.
Creo que debe hacerlo, porque de lo contrario habría sabido la verdad.
Vagamente, reconozco la letra. Sé que es otra canción de Fleetwood, la he
escuchado antes… en algún lugar, hace mucho tiempo.
Es una canción de amor, sobre enamorarse y el deseo de estar contigo en
todas partes.
Justo cuando canta esa línea, Javi la mira. Adormecido en su rostro y me
siento como un bastardo, porque llego a ver lo que sabía ella no ha visto.
Amor.
Está todo a su alrededor y es todo para ella.

Liliana
Un mes después
El verano pasa volando. No sé adónde se va el tiempo, pero sé que estoy
intentando meter tanto de este como pueda con él.

168

No puedo creerlo, pero es muy divertido estar cerca de Ryan y tiene un gran
sentido del humor. Sé que es muy pronto, pero cada vez que lo veo hablarle a
Javi o a mi mamá o a Ade… siento que algo en la zona de mi corazón se
derrite más y más.
Me gusta.
Como seriamente, ridículamente pensar en el todo el tiempo “gustarme”.
Nos va a llegar a Javi y a mí a ver una película esta noche. No estoy segura
de cuál es, pero no creo que vaya a concentrarme en ella de todas maneras.
Estoy intentando no entrar en pánico, no pensar en la posibilidad de que
esto no funcione, pero no puedo evitarlo porque cada día despierto con la
anticipación de llegar a verlo. El recuerdo de lo que sucedió en febrero se un
recuerdo desvaneciéndose en el éter de mi mente.
Ryan es increíble y gentil y tan asombrosamente perfecto que da miedo.

Ryan
Otro mes más tarde
Sigo esperando que el pánico se asiente. El momento en que la mire y me dé
cuenta de que estoy perdido, que necesito dar un paso atrás.
Pero aún no ha llegado.
Nunca he permitido que una mujer acerque así a mí y sigo diciéndome que
aproveche esos descansos, lentamente y con tranquilidad, pero estar con Lili
es muy fácil y se siente correcto.
No he tenido pesadillas en meses y creo que es por ella. Estar con ella
mantiene los demonios a raya.

169

Y no me importa el niño. Lo cual es sorprendente, no estaba seguro de si
sería capaz de manejar estar alrededor de uno, pero él es tranquilo y la
mayor parte del tiempo ni siquiera estoy consciente de que está ahí.
Nada en la vida es perfecto y estoy esperando que pase lo peor. Por pruebas
de que Lily no es el ángel que he puesto en el pedestal… pero sin importar lo
mucho que busco una grieta en su armadura, no la encuentro.
Nos estamos asentando en un ritmo tranquilo y me gusta. La familiaridad de
saber que la veré todos los días. No quiero que termine el verano, pero está
volando… ¿qué va a suceder cuando ella vuelva a la escuela?
La idea hace que se forme un nudo gigante en la boca de mi estómago. No
soy un adivino, pero sé que la oscuridad solo está aguardando su tiempo
hasta que pueda regresar y consumirme y espero ser lo suficientemente
fuerte para combatirla.

170

Capítulo 14
Liliana

O

tro mes después
—Tu último año. —Ade apoya sus manos en sus caderas
regordetas mientras está de pie en la cocina, volteando una
tortilla casera.

El olor a grasa caliente hace que mi estómago se queje.
—Estoy tan orgullosa de ti, Liliana. —Se da vuelta y la gira de nuevo, luego
agarra un plato, arrojando el pan caliente sobre este y apila huevos
revueltos con mantequilla y frijoles cremosos.
—No olvides el queso. —Sonrío y luego gimo—. Y no me lo recuerdes. No
estoy lista para volver a la escuela.
—¿No? —Adelida se contonea hacia mí, alejando hebras sueltas de su
cabello canoso de su rostro a su grueso moño—. Pero te encanta la escuela.
Sí, me gustaba.
Me gusta.
Pero me encantó este verano. Había sido uno de los más divertidos que
había tenido en la vida. Ryan prácticamente vivió aquí en este momento.
No creía que fuera posible, pero realmente parece gustarle Javier. A veces los
encuentro sentados juntos en el sofá viendo dibujos animados de
superhéroes. Los cuales sabía en este momento que Ryan odia.
En realidad, Ryan es una gran dicotomía.

171

Un luchador que ama las comedias románticas y obras literarias de
profundidad. Un hombre que prefiere el helado de vainilla y siempre arruga
su nariz ante mi helado de chocolate de mantequilla de maní rematado con
un montón de caramelo y crema batida.
Le encanta cuando toco la guitarra, a veces me pide que toque solamente
para él. No sé muchas canciones, no mucho más que Fleetwood, pero estoy
aprendiendo. Realmente disfruta del sonido de la guitarra clásica y me haría
tocar Malagueña6 todo el tiempo si lo dejara.
No puedo creer lo genial que es mamá con el hecho de que se esté quedando
aquí.
Todavía no estamos durmiendo juntos, lo cual —mi corazón se hunde—, se
está volviendo más y más difícil.
En este punto, muchas de mis razones están empezando a desdibujarse.
Realmente, recién hemos empezado a conocernos, pero en algunos aspectos
se siente como si hubiera conocido a Ryan toda mi vida.
—Ah —Las gruesas cejas de Ade forman un surco—, ya veo. Es el chico,
¿cierto? —Su sonrisa es cálida mientras deja el plato y una taza de té con
leche frente a mí—. El amor está de acuerdo contigo.
Ignoro eso, pinchando los huevos.
Mamá entra a la cocina entonces, tomando una apreciativa bocanada.
Ade se mueve con energía y da un golpecito a la cabecera de la mesa.
—También hice un poco para ti, Tina. —Retira una silla para que mamá
pueda deslizarse justo en su lugar.
Los ojos de mamá están muy sombreados, su piel parece muy pálida y
apenas está moviendo sus brazos. Están sobre su regazo, los dedos
parcialmente abiertos. El cabello largo y negro, que había llevado con tanto
6

Malagueña: es una rama del flamenco que es tradicional de Málaga, de ahí su nombre.

172

orgullo toda su vida, cuelga flácidamente alrededor de sus hombros
encorvados.
—Solo un poco de té, Ade. ¿Dónde está Javi?
Había dejado de llorar frente a mi mamá mucho tiempo atrás. Dejado de
hacerle ver lo devastador que es ver su lenta muerte justo frente a mí.
Agarrando una servilla, cubro mi rostro, fingiendo estornudar, pero
realmente estoy tomando un segundo para recomponerme.
—Durmiendo. —Me seco los ojos y fijo una sonrisa en mi rostro.
Ade pone el té frente a ella.
Los dedos de mamá tiemblan mientras levanta el brazo, dejándolo caer con
un golpe seco sobre la mesa y avanzando lentamente hacia su taza. Tiene
que deslizarse hacia el mango tres veces antes de ser finalmente capaz de
aferrarse a este.
Ya no puedo mirar. Tomo un bocado de mi comida. Comida que, hasta un
segundo atrás, había querido desesperadamente.
El mes pasado la habíamos llevado a los doctores y las noticias habían sido
lo que habíamos esperado, pero temido. La enfermedad está avanzando más
rápido ahora. Por primera vez había visto evidencia de ello cuando la
semana pasada había llegado a casa para encontrarla cubierta en su propia
orina y llorando. Ade había tenido que correr a la tienda y no había estado
con ella. Había estado sola y se había orinado encima, no podía imaginar lo
devastador que debió haber sido para ella.
Pero lo peor era que Ryan había estado conmigo, sus ojos habían sido
miserables mientras él había asimilado su apariencia. Y en ese momento lo
amé, porque en vez de hablar, simplemente se había arrodillado, recogido su
frágil cuerpo en sus brazos y llevado por el pasillo hacia el baño, donde
finalmente pude lavarla.

173

No sé cuánto tiempo más tendré a mi mamá y me duele pensar que nuestros
últimos años sean así. Es en momentos como este que odio a mi padre por
abandonarnos. Por abandonarla a ella.
—¿Y Ryan? —La voz de mi madre me arrastra de mis pensamientos.
—Entrenando.
—¿En la mañana? —Ade se sienta nuevamente—. Pensé que entrenaba de
noche.
Me encojo de hombros.
—Quería estar más libre para nosotros durante la noche, así que cambió las
cosas. Dijo que me llamaría más tarde.
Como si fuera una señal, el teléfono suena.
—Probablemente sea él. Oh, está tan enamorado de ti. Me encanta. —Ade
guiña y va a contestar el teléfono inalámbrico—. Hola —dice, luego una gran
sonrisa retuerce sus facciones—. Es para ti.
Mi corazón todavía golpea cada vez que llama, agarrando el teléfono de ella,
susurro sin aliento:
—¿Hola?
—Hola, nena. Soy yo.
Subo mi pierna a la silla y meto mi uña en mi boca.
—Hola, sexy. Te extraño.
—Dilo en español.
Dice que está intentando aprender español, en realidad creo que solo le
gusta escucharme hablándolo. Nunca lo escucho pronunciar una sola
palabra, pero siempre tiene esa sonrisa tonta en su rostro cada vez que lo
hago.

174

Soltando una risita, pongo mis ojos en blanco.
—Te extraño.
Suspirando fuertemente, sé que está sonriendo al otro lado. Mis dedos se
retuercen, deseando que estuviera aquí en este momento para poder
sujetarlo y besarlo. Estos sentimientos que saca de mí son peligrosos, a veces
me hacen sentir casi violenta.
—Alex y una chica van a un micrófono abierto esta noche, quería saber si tú
y yo querríamos acompañarlos. Si no, podríamos mirar una película esta
noche o simplemente relajarnos. Lo que sea.
Tamborileando mis dedos en la mesa, asiento.
—Déjame preguntar, está bien.
Cubriendo la boquilla, ni siquiera tuve oportunidad de preguntar antes de
que mamá hiciera gestos con su mano y Ade asintiera.
—No tengo nada esta noche, estaré más que feliz de cuidar a Javi. —Ade
toma un sorbo de su té.
Arrojándoles una sonrisa de agradecimiento, digo:
—Está bien, ¿a qué hora?
—Bueno, creo que es a las seis, pero no puedo esperar tanto tiempo para
verte. Todavía tengo una hora más antes de que haya terminado, ¿quizás
después de eso puedo pasar por ahí? ¿Llevarlos a ti y Javi al parque a
almorzar o algo así?
Lanzándole un beso, accedo.

***

175

Javi está de malhumor hoy.
Sentados bajo un gran roble, tenemos nuestra manta extendida sobre la
hierba. El lago en el parque destella manchas de plata, casi demasiado
brillantes para mirar a esta hora del día.
Una brisa caliente se agita y sigo teniendo que golpear hormigas rojas que
están intentando meterse dentro de nuestra cesta de sándwiches y sandía.
Él se había negado a comer, solo mordisqueó un pedazo de melón antes de
tirarlo al suelo con un fuerte gruñido.
Probablemente es mi culpa.
En el segundo que colgué con Ryan, había ido a despertarlo. Eran pasadas
las diez de la mañana, pero durante el verano a Javi le gusta dormir y
cuando no logra hacerlo, me hace pagar.
Suspiro y Ryan acaricia mi rodilla.
—Está bien. —Sus ojos azules sostienen mi mirada. Beso los nudillos de sus
manos y sus pestañas aletean antes de rodar sobre su espalda, cruzar sus
manos detrás de su cabeza y mirar hacia el árbol—. Es agradable
simplemente relajarse.
—¿Estás adolorido? —Froto su brazo.
—Mmhmm. —Asiente—. Noah pensó que sería divertido golpear mi muslo
izquierdo durante toda la mañana.
—Oh, pobrecito. —Acaricio su muslo cubierto por su jean—. ¿Quieres que
mamá lo bese?
—Un día de estos voy a aceptar esa oferta. —Me guiña y mi corazón se
desliza a los dedos de mis pies.
Javi se pone de pie, los cómics enrollados en sus pantalones cortos de jean
están arrugados y desgarrados en los bordes. Es momento de sustituir los

176

viejos. Con las cejas atrapadas con una mirada furiosa, camina unos pasos,
deteniéndose a medio camino entre nuestra manta y el lago.
Suspiro.
—Está enojado.
Rodando hasta sentarse, Ryan desliza mi cabello sobre mi hombro y
arrastrándose detrás de mí, comienza a masajear.
Sus dedos son firmes, pero suaves y gimo mientras mi cabeza se inclina
hacia delante.
—Nena, relájate. No siempre puedes hacerlo feliz.
—Sí, pero debería.
Hundiendo su pulgar en la base de mi cuello, siento que sacude su cabeza.
—¿Por qué?
—Porque soy su mamá, es mi… oh —No puedo detener el delicioso gemido
que se escapa cuando encuentra el punto sensible—, trabajo.
—Sí, pero eso es ridículo. Nadie puede hacer feliz a todo el mundo todo el
tiempo. Esa no es vida, Lili.
Metiendo mis rodillas debajo de mi trasero, me giro, sujetando su mano.
—Tú me haces feliz.
Enmarcando mi rostro, besa la punta de mi nariz.
—Me alegro, pero puede que no siempre sea el caso. Solo estoy diciendo que
no te pongas expectativas poco realistas. —Asiente, esperando que asienta
de regreso.
Soltando un suspiro, lo hago.
—Realmente eres molesto cuando tienes razón, ¿lo sabes?

177

—Eso es lo que me dice Alex. —Ladea la cabeza y meto en su lugar el grueso
mechón de cabello oscuro que se había deslizado sobre su ojo—. Pero eso no
es todo lo que te está molestado.
—¿Qué quieres decir?
—Lily, no me mientas. Has estado callada hoy, masticando la uña de tu
pulgar. Sé que eso quiere decir que estás preocupada por algo. ¿Qué sucede?
Durante mucho tiempo, estas cargas habían sido mías. Estoy aprendiendo a
compartirlas, pero no es fácil.
—Mi mamá está muriendo, Ryan. La viste la semana pasada. Hoy. Está
sucediendo tan rápido. Ayer me miraba y por un segundo parecía que ni
siquiera podía recordar quién era.
Enjugo las lágrimas que intentan fugarse de las esquinas de mis ojos.
Su pulgar agarra las que no pude, su mirada tan comprensiva.
—Lo siento.
Agitando la mano, tomo una respiración entrecortada.
—Es que… sí, solo…
Volviendo mi mano sobre la suya, besa cada dedo antes de finalmente decir:
—Es horrible, pero es una parte triste de la vida. Ella no quiere que pienses
en eso, te ama.
—Sí, pero me siento culpable. Estoy aquí contigo y me encanta, pero…
—Detente. —Sacudiendo su cabeza con una mirada seria, aprieta la
mandíbula—. No te atrevas a hacerte esto. No me voy a ir a ninguna parte y
tú tampoco, lidiaremos juntos con esto. Pero no pienses que simplemente me
alejaré. Además —Sonríe—, ella también me ama. Así que no me vas a sacar
de tu vida ahora, nena, estás atrapada conmigo.

178

Ryan siempre podía cortar a través de mi mierda, siempre podía ayudarme
a ver lo positivo en lo feo. La verdad es que se está volviendo difícil recordar
mi vida antes de él y me aterra volver atrás alguna vez. Necesito a Ryan del
mismo modo que necesito respirar. Él es mi aire y la razón por la cual salgo
de la cama llevando una sonrisa en medio de todo el infierno en que se está
convirtiendo mi vida.
—Te odio.
—Ambos sabemos que eso no es verdad, pero lo que sea que te haga sonreír,
ángel. —Sonriendo, besa mis labios y me inclino hacia él. El contacto es
breve, pero aprieta cosas y me hace temblar de deseo.
Tiene tanta razón, no creo que alguna vez pudiera odiarlo.
Su mirada se mueve rápidamente sobre mi hombro con una pequeña
mueca.
—Hablaré con él, está bien.
Palabras que aún no había dicho yacen muy gruesas y pesadas en la punta
de mi lengua. Pero antes de que tenga la oportunidad de decirlas, él se pone
de pie y se aleja.

***

Ryan
Me arrodillo ante Javier reprimiendo mi lengua mientras mi cuádriceps se
extienden, una ardiente ráfaga de dolor se dispara a través de este. No había
mentido cuando le había dicho a Lili que dolía. Va a doler por días. Pero

179

quizás tendré suerte y averiguaré alguna forma de que ella lo bese para
mejorar, sonrío.
Arrancando una tallo de hierba frente a mí, lo giro alrededor de mis dedos.
—¿Qué estás haciendo, Javi?
El chico parpadea.
En los últimos meses había aprendido que de hecho estaba escuchándome,
puede que no hable, pero entiende lo que se le pide.
—Estás rompiendo el corazón de tú mamá huyendo. ¿No te gusta el picnic?
Sus labios se fruncen.
Poniéndome mi gorra de pensar, intento recordar las cosas que solían
molestarme a su edad.
—¿Estás triste porque la escuela comienza pronto?
Sin respuesta.
—Mmm.—Me froto mi mandíbula erizada—. Eso no. Está bien. ¿Perdiste un
cómic?
Él vuelve el rostro hacia un lado.
—¿No? ¿Me estoy acercando?
Sus pies comienzan a inquietarse.
—¿Sucedió en casa?
Hinchando sus mejillas, sujeta una hebra suelta del dobladillo de su
camiseta de Superman.
Estoy cerca.
Había solo una cosa que siempre me enojaba a su edad y eso era despertar
antes de que estuviera listo.

180

—¿Tu mamá te despertó muy temprano?
Su respiración se agita.
Sonrío.
—Síp. Eso quiere decir que tengo razón. ¿Cómo se atreve?
Las cejas de Javi caen.
—Pero sabes… —Me inclino un poco, asegurándome de no tocarlo, ya había
experimentado una de sus rabietas y definitivamente no eran bonitas o algo
por lo que quisiera hacer pasar a Lili en un parque lleno de padres y niños
jugando alrededor—. Si ella no hubiera hecho eso, entonces no habrías
llegado a pasar el rato conmigo, o… —Metiendo la mano en mi bolsillo, saco
uno de cinco—, tenido la oportunidad de conseguir un cono de helado.
Un atisbo de sonrisa juega alrededor de sus labios de capullo de rosa.
Palmeo mis rodillas.
—Sabes qué, Javi, tienes toda la razón pequeño amigo, lo sabes. Y voy a
compartir un secreto contigo.
No era mi imaginación que él se inclinaba muy ligeramente.
—No me importa que no hables. Creo que me gustas, de todas maneras. A
veces creo que hablamos más fuerte sin palabras.
Lo que me más sorprendió fue que había querido decir cada palabra que
había dicho.
Los ojos de Lili son enormes cuando caminamos de regreso. Puedo ver su
resplandor y sé que está luchando contra las lágrimas. Pretendiendo no
notarlo, muevo de un tirón la mandíbula hacia la tienda de helados al otro
lado de la calle.
—Javi, dile a tu mamá porqué estás enojado.
Él baja la cabeza y sonrío.

181

—¿No? Bien, yo lo haré… —Lily se ríe y mi corazón se dispara—, porque no le
conseguiste un cono de helado, por eso.
—Oh, ¿cómo me atrevo? —Ella se palmea el pecho y salta.
Rápidamente, reunimos la manta y la cesta, enrollándola. Sosteniendo mi
mano mientras cruzamos la calle, su exuberante cuerpo se apoya en el mío
mientras su cálido aliento abanica mi oreja.
—Eres tan malditamente sexy en este momento.
Deseo a esta mujer, la deseo debajo de mí, deseo escucharla gritar mi
nombre suavemente en mi oído, la deseo en mi vida por siempre y de alguna
manera, de algún modo… voy a averiguar cómo hacer eso.

***

Más tarde esa noche, estamos sentados en la cabina más alejada del fondo
de la estrecha tienda de café. Un micrófono y un amplificador son los únicos
instrumentos instalados. Cualquiera que quiera tocar tiene que traer sus
propias guitarras.
Había intentado conseguir que Liliana trajera la suya, pero se había reído y
besado mi mejilla y dicho firmemente que no.
Alex tamborilea sus dedos sobre la mesa. La rubia a su lado es la típica
animadora, bronceada, tonificada y alegre como el infierno.
Es definitivamente molesta.
—Esta música apesta —dice Alex, mirándome.
—Entonces ve a tocar algo. —Le hago un gesto hacia el escenario.
Alex no es malo. Ha estado tocando desde la secundaria. Tampoco es tan
fantástico.

182

Hasta ahora todo ha sido ya sea música bluegrass7 o realmente una mierda
de “No puedo tocar para ganarme la vida, pero estoy aquí con una chica y
ella piensa que soy genial si intento tocar”. Lili se recuesta contra mi pecho,
dejo caer mi brazo sobre su hombro, casualmente apoyando mis dedos justo
donde comienza la curva de su pecho izquierdo.
No puedo dejar de pensar en el día en que me dejaría sujetarlos, moldearlos
en mis palmas. Deseo a esta mujer, tanto que estoy sudando y mis palmas
hormiguean. Solo hemos estado saliendo un par de meses, pero la espera me
está matando y no estoy seguro de cuánto más puedo fingir que no me
molesta.
Ella se ríe.
—Es bastante horrible.
Susurro en su cabello.
—Deberías tocar. Eres increíble, diez veces mejor que cualquiera de aquí.
Poniendo los ojos en blanco, juega con mis dedos.
—¿Tocas? —pregunta la rubia de Alex.
No puedo recordar su nombre. Stacy. Shannon. ¿Stacia? Quién sabe.
—Un poco. —Lili sacude la cabeza.
—Tonterías. —Mordisqueo su oreja—. Toca increíble.
—Por favor.
—Oye.—Stacyshannonstacia abre la boca, enderezando la espalda y
empujando sus tetas justo debajo de la nariz de Alex, atrayendo sus ojos

Bluegrass: (Literalmente, "hierba azul"). Es un estilo musical incluido en el country que, en
la primera mitad del siglo XX, se conoció como Hillbilly.
7

183

como uno de los perros Pavlov8—. Tengo una idea. Porque no tocan los dos
juntos.
Alex resopla.
—Nah. Creo que solo voy a relajarme.
Mientras están debatiendo, alguien más camina al escenario. Un chico de
cabeza rizada con gafas ajusta el micrófono y esta obviamente sudando, si
las enormes marcas en las axilas son alguna indicación. Afina su guitarra y
luego comienza a rasguear.
Hago una mueca.
Lili golpea mi rodilla.
—Me sentiría mucho mejor si fueras hasta ahí arriba. Nos deslumbraras a
todos. Rescatar a mis oídos de sangrar al final de la noche.
—Ryan, me das demasiado crédito. En realidad no soy tan buena.
Parodiando un puchero, susurro:
—¿Por favor? ¿Por mí?
—Oh, por Dios. —Se ríe.
—Maldición, ahora sé que lo tienes mal. —La voz de Alex se eleva—. Lo estás
haciendo rogar, Lili Bean. Y eso no es lindo.
Shannonstacystacia pone mala cara y golpea el pecho de Alex, mirando a
Lili a través de fríos ojos marrones. Obviamente, no le gusta el apodo de Alex
para ella.
Sonriendo, envuelvo mi brazo más fuerte alrededor de Lili, dándole un
rápido abrazo.

Pavlov: Iván Petróvich Pávlov es conocido sobre todo por formular la ley del reflejo
condicional, la cual es un tipo de aprendizaje asociativo.
8

184

—Es verdad —digo—, puede que esto no sea lindo, pero estoy dispuesto a
sacrificar mi dignidad por el bien de todos nuestros oídos. —Mordisqueo la
punta de su oreja.
Retorciéndose, se acerca y luego me besa.
Mordiendo mi labio, dejándola ver lo mucho que estoy disfrutando, acaricio
su espalda, apenas sumergiéndola por debajo de su cintura para revolotear
mis dedos por su culo. Me encanta cuando se pone ruda.
Su boca se entreabre un poco y sus palabras suenan entrecortadas cuando
dice:
—No conseguirás que vaya allá arriba sin al menos algo a cambio y ya que
está es una cafetería —Se encoge de hombros—, oh, bueno.
Riendo, Alex me palmea la espalda.
—Pide y se le dará.
Metiendo la mano en su bolsillo, saca una botella de viaje de vodka.
—¿Qué demonios, Alex? —Lili mira dos veces—. ¿Siempre llevas pequeños
frascos de licor contigo?
—Oye, nunca sabes cuándo lo necesitarás. —Recostándose, atrae a la rubia
hacia él. Ella sonríe afectada, casi vibrante como un gatito con un cuenco de
crema.
—Borracho. —Lili saca la lengua, pero la desliza hacia arriba y la destapa,
luego me mira directamente a los ojos con los verde musgo de ella—. ¿De
verdad quieres que vaya?
—De verdad.
—Ugh, bien. Pero me lo debes. —Echando la cabeza hacia atrás, se traga la
botella entera y luego grita mientras lágrimas llenan sus ojos. Con los dedos
temblando, agarra la guitarra de Alex.

185

Se dirige hacia el escenario, pero engancho mi dedo debajo de su camisa
azul marino y la tiro a mi regazo.
—Bésame.
Su respiración sabe a licor y café.
—Delicioso —exhalo un minuto después.
Acariciando mi cuello, pregunta:
—¿Qué debería tocar? No conozco muchas canciones. Y no digas la
Malagueña. Todavía no soy buena en eso.
No tuve que pensarlo mucho.
—Silver Springs.
Quería escucharla cantar esa canción otra vez desde la noche en que la
había cantado para Javier en el auto yendo a casa del zoológico.
Arrugando la nariz de la manera más adorable, mordisquea la comisura de
su labio.
—¿De verdad? Esa no es una canción romántica. De hecho, es bastante
deprimente.
—Oh, no sé nada de eso. —Retoco su nariz.
Empujando su rostro tan cerca que tengo que luchar para no cruzar mis
ojos, dice:
—¿Qué recibo por hacer esto?
Sonrió, pero no digo nada. Esa es una pregunta tan cargada y tengo cero
deseos de compartir lo que quería hacerle frente a la rubia y el deportista.
Pero comienza con sus pechos y termina con un gemido de satisfacción
derramándose de sus labios satisfechos.

186

Su perfecto trasero de manzana se flexiona mientras avanza con confianza
hacia el escenario.
—¿De verdad es tan buena? —Shannonstacystacia hace reventar su chicle.
Humedeciéndome los labios, todavía saboreando su esencia en mí, ruedo la
mirada hacia ella.
—Sí.
—Diez dólares a que ella no es tan buena como mi Alex. —Hace girar su dedo
alrededor de su pezón.
Chillando, Alex sacude su mano.
—¿Tienes dinero para pagar esa apuesta si pierdes? —se queja.
Aleteando sus pestañas, ella manotea su hombro.
¿Cómo diablos puede soportar eso?
Enrosco mi labio.
—No, pero tú sí. Y, además, no perderemos. —Ella frota su nariz con la suya.
Preparándose para acurrucarse, miro de vuelta a mi chica.
Quizás la llevaré a por un refresco con esos diez más tarde.

187

Capítulo 15
Liliana

E

l alcohol definitivamente está ayudando, al menos mis manos están
firmes mientras tomo asiento y empiezo a afinar la guitarra de Alex.
No puedo levantar la vista.

¿Por qué Ryan es tan insistente en que toque?
Y Silver Springs, de todas las canciones. ¿Alguna vez ha escuchado la letra?
¿Sabe que la canción es sobre un amante despechado?
Lo que significa que no puedo cantársela, soy un poco supersticiosa en ese
sentido.
Así que mientras afino, dejo que mi mente divague al único hombre que
había amado cuya partida me había incapacitado… mi padre.
En realidad, esta canción no está diseñada solo para guitarra, pero de
alguna forma me las arreglo. Y mientras punteo el primer acorde, canto para
él. Pero al tiempo que vienen las palabras, también lo hacen los recuerdos.
Recuerdo sentarme en su rodilla cuando tenía cinco. A él diciéndome que
mamá y yo éramos su mundo entero. La manera en que solía oler, como a
cigarrillos y colonia.
Cómo pensaba que tenía la familia perfecta y cuán segura estaba de que las
cosas nunca cambiarían.
Hasta el día en que el doctor me había dicho que Javi estaba en camino, el
día en que la luz dentro de mi padre murió y se oscureció. Fue el día en que
había perdido la esperanza en mí. El día en que había decidido que mamá y
yo no valíamos la pena, después de todo.

188

Se había escondido en el garaje y tocado y emborrachado hasta que salía el
sol, un ciclo interminable que se repetía una y otra vez.
Espero seguirlo persiguiendo.
Espero que donde sea que esté ahora, con quien sea que esté, que cada vez
que cierre sus ojos nos vea. Que vea de lo que decidió alejarse. Que vea el
dulce y pequeño rostro de Javi y lo mate por dentro.
Me desahogo. Pretendiendo que él está sentado justo frente a mí, fingiendo
que cada palabra de hecho significa algo para él. Que escucha y llora. Que
por primera vez en su miserable vida se arrepiente de dejarnos.
Para el final estoy temblando, y la cafetería entera está en silencio, el último
compás de música cuelga como un eco entre nosotros.
Cuando me levanto, la multitud aplaude.
Ryan tiene una pequeña sonrisa, pero juro que quizás hay lágrimas en sus
ojos.
Sintiéndome con valor renovado, marcho de regreso a la mesa y me
desplomo en mi asiento, empujando la guitarra de vuelta a Alex.
—Aquí.
Ryan frota mi hombro.
—Hermoso, Ángel.
—Ah, joder —gruñe Alex y metiendo la mano en su bolsillo trasero, saca diez
dólares, deslizándolos en la mano temblorosa de Ryan porque se está riendo
muy fuerte.
—¿Qué? —pregunto confundida.
—Nada, ángel. —Ryan besa la coronilla de mi cabeza—. Absolutamente nada.

189

Capítulo 16
Ryan

G

emidos.
Y piel.
Y sudor.

Me despierto con un rugido, empapado y ardiendo; aparto las sábanas de
mis piernas. Mi habitación está oscura, el reloj marca las dos y diez de la
mañana.
Liliana frunce el ceño, sentándose frota sus ojos.
Había sido tarde cuando finalmente habíamos dejado la cafetería. Ella había
tomado una copa de licor y yo no había querido que condujera a su casa por
si acaso. Llamando a su mamá, le había dicho que vendría a casa conmigo.
En algún momento, nos habíamos dormido nuevamente en el sofá. Me había
despertado con un dolor en la espalda baja y nos había movido a mi cama,
sin saber lo que me esperaba solo una hora más tarde. Me había sentido tan
tranquilo, pacífico e invencible.
Pero ahora… mi corazón golpea tan fuerte que sé que me va a romper una
costilla y mi boca sabe como si hubiera hecho gárgaras con agua salada.
—¿Nene? —Lili me sujeta el hombro desnudo, frotándolo suavemente.
Su frío toque quema a través de mi piel caliente.
—No es nada. —Tiro de mi cabello, apretando mi mandíbula y forzando a
que el pánico salga de mi voz—. Solo una pesadilla. Regresa a la cama.
Besa mi espalda.

190

—¿Estás seguro?
Mi estómago se agita, quemando.
—Sí, sí, estoy seguro. Tengo que ir al baño. Solo duerme. —La beso en la
frente.
Su sonrisa es suave y tan malditamente inocente. Confiada. Se reclina y se
da la vuelta, durmiendo suavemente una vez más y corro al baño.
Bloqueando la puerta, apenas llego al retrete antes de que todo venga.
No he tenido los sueños en meses. No desde que habíamos empezado a salir.
Mis entrañas duelen mientras su contenido es vomitado enérgicamente
fuera de mi boca.
Sujetando el borde, jadeando mucho después de que no queda nada para
purgar, me siento y sacudo apretando mis nudillos.
Si ella no estuviera aquí, gritaría.
Le pegaría a algo.
Rompería cosas.
¡Joder!
Gimiendo, me quito mi ropa y abro la ducha lo más caliente posible,
entonces entro, necesitando apartar el sueño.
Nunca voy a sacarlo de mi cabeza.
Nunca voy a no recordar la noche en que mi vida se había convertido en un
infierno viviente.
Golpeo mi muñeca contra la mampara, deseando poder hacer mucho más.
Deseando que tuviera un cuchillo para simplemente cortarme con este.
Deseando poder hacer algo para escapar de este odio. Pero no tengo nada.

191

Así que me siento y me acurruco y rezo para que el sol salga de prisa porque
no puedo volver a dormir. No con él esperándome.
Mis músculos tiemblan, mis dientes castañean cuando el agua pasa de
ebullición a hielo.
—Ella tiene tres pecas en su nariz —murmuro, tosiendo el agua fuera de mi
boca mientras trata de ahogarme.
»Una pequeña hendidura en la mandíbula.
Me tiemblan las manos con tanta fuerza que tengo que meterlas bajo mí
culo para hacer que se detengan.
—Ojos verdes en los que quiero ahogarme.
Liliana me salvará.
Tiene que hacerlo.
Porque no hay otra opción para mí.
Mi alma es negra, mi corazón marchito, lo único bueno en mí es ella.
Eso es todo.
Y si ella no me salva, nadie más puede hacerlo.

Liliana
Un mes después
Sigo llamando a su celular. No contesta. Lo he intentado durante cinco días
seguidos. Me está dejando fuera y el pánico está causando estragos en mí.
¿Está rompiendo conmigo? ¿Eso es todo? No sé qué hacer, pero estoy
desesperada, así que sigo llamando.

192

Finalmente, al sexto timbre, responde.
—¿Hola? —Su voz suena cansada.
—¿Ryan? —Sueno chillona por el pánico.
—Lili, sí —Lo escucho evasivo—, Hola.
Mordiéndome el labio, cierro mis ojos.
—Ryan, ¿qué está pasando? ¿Dónde estás? He intentado durante días, ¿por
qué no has contestado o devuelto mis llamadas?
El silencio es pesado y tan largo.
Finalmente, exhala el aliento sobre la línea.
—Lo siento, Lili, solo estoy… he estado ocupado. Tengo una pelea
programada. Voy a ser el principal.
Él está hablando, pero puedo decir que su corazón no está en ello. Después
de diez minutos de incomodo diálogo, finalmente me invento alguna excusa
falsa para colgar porque si no lo hago, escuchará mis lágrimas. Estamos
pasando por las señales ahora, él lo sabe, yo lo sé y no sé cómo parar esto.
Me siento como si estuviera atrapada en un tren fuera de control y los rieles
al final de la línea están hechos añicos y rotos y veo que nos dirigimos hacia
el precipicio, pero sé que no importa lo mucho que lo intente, no puedo hacer
que este tren se detenga.

Ryan
Otro mes más tarde…

193

Acabamos de terminar la cena. Los llevé a ella y a Javi a un pequeño
restaurante italiano antes del cine. Una película de superhéroes que sabía
que a Javi le gustaría se había estrenado esta noche, había tenido que hacer
el esfuerzo. Sé lo que ella está pensando. Que ya no la quiero.
Lo veo en sus ojos cuando cree que no estoy mirando. La tristeza es pesada y
eso la está ahogando y me hace enfermar jodidamente del estómago, pero
apenas estoy manteniendo mi cabeza fuera del agua. Ahora que las
pesadillas han regresado, las cosas están empeorando. Sé por qué… porque
febrero está cerca de nuevo, lo siento respirando en mi cuello, esperando a
saltar y no sé cómo apartarlo.
Quiero hacerlo, Dios, quiero hacerlo de verdad.
Quiero ser mejor que esto, por ella, por Javi… pero no sé ni por dónde
empezar. Todo lo que sé hacer es sentarme en la ducha y rezar y murmurar
su nombre una y otra vez hasta que el sol vuelva a salir.
Agarro su mano y no me mira.
La estoy perdiendo y todo es mi culpa.

194

Capítulo 17
Liliana

O

tro mes más tarde
Desde esa noche en la cafetería, Ryan ha estado actuando
diferente. Y es raro porque al observarlo, al ver cómo me trata,
no lo pensarías. Pero lo siento en mi alma, en su toque. Esta
distanciado.

Sigue siendo igual de amable y cariñoso, pero no me deja quedarme en su
casa y ya no se queda en la mía. De hecho, nuestras visitas son cortas y
breves, raramente duran más de diez minutos. Solo una fue más lejos, la
noche en que nos llevó a Javi y a mí al cine, pero esa noche se había sentido
rara.
Vimos una película, cenamos y apenas nos dirigimos diez frases en todo el
tiempo.
Sé que algo está mal. Pero no me dice qué. Solo finge que todavía todo es
perfecto, como si nosotros aún estuviéramos perfectamente.
No es verdad.
Hay algo que me está escondiendo. Algo grande.
Creo que sé lo que es.
Creo que lo viejos demonios han vuelto.
No puedo preguntarle, porque estoy demasiado asustada.
Sé que eso probablemente me hace una cobarde, pero me aterra perderlo. Él
encaja conmigo. ¿Pero qué va a pasar con nosotros si no se abre?

195

¿Puedo vivir con un secreto tan grande? Y sé que es grande, porque está
partiéndonos como un abismo.
No he pensado en el intento de suicidio durante meses.
Porque nunca me ha dado una razón para hacerlo… hasta ahora.
Pero hemos estado saliendo durante seis meses, así que me gustaría pensar
que lo conozco bastante bien.
Acción de Gracias está a la vuelta de la esquina y es tiempo de alegría, pero
siento este horrible dolor empezando a extenderse en mi interior. Me sigo
diciendo que estoy siendo estúpida, que estoy haciendo algo de la nada, pero
sé que no es verdad.
Algo va a pasar.
Y pronto.
Fui tan estúpida al pensar que lo que había pasado en febrero realmente
estaba terminado.
Lo peor de todo es que apenas lo veo. Estoy tan ocupada con la escuela Javi
y mamá se está poniendo cada vez peor. Apenas sale de su habitación
ahora.
Sé que Javi lo ha notado.
Estoy tan enferma con todo esto.
Ryan es mi faro en la tormenta. De alguna forma tengo que hacer que esto
funcione, tengo que averiguar cómo arreglar esto.
Él me dijo una vez que no se puedo arreglar todo, que no puedes hacerlo
todo bien. ¿Pero cómo es que no puedes al menos intentarlo, especialmente
con las personas que amas?

***

196

Ryan
Extraño a mi ángel.
Apenas nos hemos visto en meses… tres y medio, para ser exactos. Y en todo
este tiempo hemos salido cuatro veces.
Ella está en el último año de la universidad y sé que está ocupada, pero creo
que es más que eso. La estoy empujando demasiado lejos, pero cada vez que
considero decirle la verdad, la fealdad clava sus garras en mi cerebro,
rugiéndome que si lo hago ella nunca me mirará igual. Nunca podrá amar a
quien realmente soy. ¿Cómo podrá cuando mis verdades son tan oscuras,
peligrosas y negras?
Así que hago lo único que puedo hacer, la mantengo alejada. Soy demasiado
cobarde para permitirle pasar la noche en mi casa.
No quiero que vea lo que hago.
Pero sé que si no la dejo entrar, me abandonará.
No puedo soportar esa idea.
Me agarro al fregadero de la cocina, mirando hacia el desagüe mientras el
agua se arremolina a su alrededor, tan perdido en mis pensamientos que no
escucho a Alex hasta que está a mi lado.
Abre la puerta del refrigerador y me mira mientras saca una cerveza.
—¿Vas a salir esta noche?
Apagando el agua, tiro los platos en el lavaplatos sin molestarme en
fregarlos.
—Sabes que sí.

197

—Oh, sí. —Salta sobre la encimera y abre la botella—. A entrenar para tu
pelea. ¿Cómo va eso?
Me encojo de hombros.
—Bien.
Me reclino otra vez contra el fregadero, esperando a que diga lo que sea que
quiera decir de verdad. No tengo que esperar demasiado.
—¿Cómo vas con el bebé?
Me muerdo la lengua mientras él echa la cabeza hacia atrás y me mira por
encima de la botella.
—Bien.
Golpeándose contra el pecho, eructa.
—¿De verdad? Porque no es lo que me parece.
—Cierra la boca, hombre.
—Oye, lo digo como lo veo. Apenas la veo por aquí. Diablos, ves a mis ligues
más de lo que la veo a ella y llámame loco, pero prensaba que tenían algo
serio. Entonces, ¿qué está pasando?
Molesto, agarro el trapo de la cocina y lo zarandeo como si fuera un látigo
de caballos.
—No está pasando nada, ¿Por qué eres tan persistente en este tema?
—Porque me gustan, chicos. —Se encoge de hombros, dando otro trago a su
cerveza—. Porque ustedes tienen sentido, lo cual no tiene ningún maldito
sentido. Pero funciona. Amigo, te reías otra vez, era como ver al viejo Ryan.
Joder.
Duelen.

198

Esas palabras que está diciendo, porque es la verdad. Era yo otra vez. Lo
sentía. Estaba respirando y riendo y viviendo.
Solo con su toque y su risa, me hacía sentir vivo y completo y en buen
estado. Pero es un espejismo que no estaba destinado durar. Porque sin
importar lo duro que lo intentes, nunca puedes escapar de ello. No te lo
permite, cuando la oscuridad te alcanza, te posee. Incluso cuando crees que
estás mejorando, que finalmente está desapareciendo, ahí es cuando golpea
a tu puerta y se ríe en tu cara diciéndote: “Sigo aquí, sigo esperándote. No
podrás dejarme. No te lo permitiré”.
Cerrando los ojos fuertemente, me froto la frente.
—No sé lo que quieres que diga, hombre.
—Solo quiero que lo arregles. Haz que funcione. Averígualo. Estás gritando
cada noche ahora. Ni siquiera puedo traer a nadie aquí y no creas que no
estoy encontrado los desastres en la bañera en la mañana. Solo no te lo he
dicho.
Me estremezco.
—Está pasando otra vez, ¿verdad? —Sus ojos grises están amplios y llenos
de preocupación.
Rascándome la mandíbula, susurro:
—Es casi febrero.
—Joder, hombre —exhala—. Joder.
Saltando de la encimera, empieza a caminar hacia su habitación.
—Mira —Se detiene y gira—, ve a conseguir ayuda o algo, habla con alguien
si no quieres hablar conmigo, pero haz algo y hazlo pronto, porque si no
perderás lo más importante que has tenido.
Sus palabras llenan mis entrañas de terror.

199

Sé que es verdad.
Lo sé.
Pero no sé cómo detener esto.
Ni siquiera sé si puedo.
Y no hay forma en el infierno en que le diré nada a nadie, lo que significa
que tengo que encontrar una forma de conquistar estos demonios antes de
que ellos me conquisten a mí.
Agarro el teléfono y marco su número. Es jueves por la noche, pero quizás
esté libre.
Contesta al tercer timbre.
—¿Hola? —Suena cansada.
Me duele el alma, la anhela literalmente. Apoyándome sobre mis talones,
cierro los ojos e intento calmar mis ansias.
—¿Qué sucede? Suenas cansada. ¿Deberes?
Una larga pausa.
—No.
Me muerdo el labio, ¿qué estoy haciendo? ¿Por qué ya no puedo hablar con
ella?
—¿Ryan?
Mi boca se seca, el temor se filtra a través de mis poros.
—¿Sí?
—¿Estamos bien?
Su voz suena tan pequeña, débil y me hundo sobre la encimera.

200

—Nena, te echo de menos.
Se escucha el sonido como de un sollozo.
—Yo también.
Mis pestañas aletean contra mis mejillas.
—¿Estás ocupada esta noche?
—Haré tiempo para ti. ¿Cuándo?
—¿Ahora?
—Sí —accede.
Estoy fuera de la puerta incluso antes de que termine ese pensamiento.
De alguna y no sé cómo, voy hasta su casa. Ni siquiera tengo la oportunidad
de llamar antes de que la puerta se abra.
Está vestida con unos jeans metidos en un par de botas sexis y un suéter
púrpura que se ciñe a cada deliciosa curva de su cuerpo. Su cabello cuelga
suelto, en algún momento se había dejado un flequillo. Detesto que hasta
ahora no lo supe.
Sus ojos están enormes y verdes y ocupan todo su rostro.
—¿Dónde están todos? —pregunto.
—Viendo una película. —Se aproxima a mí y huelo flores y el corazón me da
una punzada. Había extrañado ese aroma.
Agarrando un puñado de mi suéter gris, lo aprieta en su puño.
—Llévame a algún sitio.
—Tengo una sesión de entrenamiento en una hora.
—¿Ryan?

201

Hay tanto temblor en esa palabra, en mi nombre. Miedo, dolor, confusión,
esperanza…
La agarro por la cintura y con un sollozo salta a mis brazos. Su pequeño
cuerpo tiembla contra mí, abrazándome fuerte.
—Te necesito. Ahora. Ahora mismo —Susurra en mi oído y estoy a punto de
morir.
—¿Qué? ¿Quieres decir?
Asiente.
—¿Tienes alguno?
A pesar de que no hemos ido más allá de las caricias nivel prohibido, no
significa que no lo hubiera estado esperando. Palpo la cartera en mi bolsillo
de atrás.
—Sí. Pero pensaba…
Cerrando los ojos, se moja los labios.
—¿Tienes alguna idea de lo mucho que te he extrañado? Cada vez que te
llamo estás ocupado, poniendo excusas, ¿por qué ya no quieres verme?
Eso no es verdad. No la última parte, de todos modos. Sí que quiero verla.
Quiero estar con ella todo el tiempo, quiero despertar junto a ella cada día,
abrazarla y meterme en su cuerpo cada noche.
—Te deseo, ángel. —Le acaricio la mejilla—. Lo lamento mucho, lamento ser
tan cretino.
—¿Qué pasa contigo? ¿Es lo mismo que el año pasado?
Sí. Dios. Sí.
—No. —Sacudo la cabeza, maldiciéndome mentalmente por mentir—. Solo
intentaba dejarte estudiar y estar con tu madre.

202

—Pero eres parte de mi mundo, Ryan. —Me sostiene el rostro y todo lo que
puedo hacer es oler su aroma floral y rogarle a Dios para que me perdone—.
Solo seguía sintiendo que ya no me querías contigo, que ya no querías…
Con la advertencia de Alex aún sonando en mis oídos, me intento acercar
tanto a la verdad como me he atrevido con ninguna otra alma.
—Tengo demonios, Lili. Y algunas veces me ahogan.
—Entonces déjame ser tu salvavidas.
En ese momento, siento la eternidad en sus brazos frente a mí. La posibilidad
de eso me hace querer llorar jodidamente. ¿Puede salvarme?
¿Qué pensaría si lo supiera?
¿Si realmente me conociera?
Se iría.
Sé que lo haría. Se iría y yo estaría devastado.
—¿Dijiste que tenemos una hora? —Respira en mi cuello, haciendo que mi
pulso se acelere.
—No les importará que llegue un poco tarde.
Realmente, si les importará y me lo harán saber después. Pero necesitaba
esto. Necesito a mi Lily, no puedo hacer esto solo, no esta noche.
—Los acantilados no están tan lejos de tu gimnasio, vayamos allí.

203

Capítulo 18
Liliana

E

stamos en el auto, en las colinas mirando la ciudad debajo. Está
oscuro, las luces arden dentro de los edificios, luciendo como
luciérnagas por la forma en que guiñan y pestañean.

Es un milagro que tengamos la colina para nosotros, pero es jueves por la
noche. Y esa podría ser la razón, ya que este es el punto de besuqueo para
los chicos de secundaria. En la universidad es fácil si quieres tener sexo; lo
haces en tu dormitorio y pones un calcetín en el picaporte para hacerle
saber a tu compañero de habitación que tienes compañía, que no entre.
Pero esta es mi noche.
Nuestra noche.
No quería que Alex supiera lo que estábamos haciendo y no podía hacer
esto en casa.
Me vuelvo hacia él, sintiéndome como una jodida virgen de nuevo.
Tengo un hijo, por el amor de Dios. No es como si un hubiera tenido sexo
antes. Entonces, ¿por qué me están temblando tanto las manos?
Habíamos saltado al asiento trasero no mucho después de estacionar.
—Ángel —Su suave voz rasposa me recorre, calienta mis venas y hace que
mi sangre hierva—, no tenemos que hacer esto.
Moviéndome lo más cerca de él que me es posible, sostengo su barbilla con
barba.

204

—No pienses que estoy haciendo esto para retenerte. Te deseo. Lo he hecho
por un largo tiempo.
Su manzana de Adán se mueve de arriba hacia abajo. Deslizo mis manos
por su corto cabello rizado y tiro de este, obligándolo a abrir los ojos.
—No importa lo que pase después de esta noche, nunca me arrepentiré de
esto. —No aparto la mirada de él, tratando de hacerle saber que entiendo lo
que vamos a hacer y que todavía soy una participante dispuesta.
Mi corazón está acelerado, mis nervios se disparan.
—Te amo —susurra y estoy tan sorprendida que nunca pienso en decírselo.
No puedo hacer otra cosa que pestañear.
Hay veces, sabes, cuando un hombre te dice que te ama y no significa nada.
Es como decir hola o nos vemos luego. Es parloteo sin sentido que esperan
que consiga meterlos en tus pantalones. Pero esto… esto es diferente.
Sé que Ryan nunca dice esas palabras.
Nunca me ha hablado de estas palabras respecto a nadie.
Nunca me las ha dicho antes.
Lo amo tanto. Tanto que me está matando.
Lágrimas se deslizan por mis ojos y sonrío.
Gruñendo, se inclina y saborea la sal de mis lágrimas, besándolas
suavemente.
—Lo siento, ángel. Nunca volveré a hacerte esto. Lo siento.
Pero entonces no hay más palabras.
Solo acción.
Deslizo mis dedos fríos debajo de su suéter, trazando las duras crestas de sus
abdominales. Gruñendo, se estremece y entonces las grandes palmas de sus

205

manos ahuecan mi culo, llevándome a su regazo. Inclinándome, me muevo,
la fricción de nuestra ropa frotándose entre mis piernas, no puedo controlar
los sonidos inhumanos que salen de mí. Y no quiero hacerlo.
Besándome, agarra mi suéter hasta que levanto las manos… rompiendo el
contacto solo lo suficiente para tirar de mi suéter por mi cabeza. El cabello
cae sobre mis ojos.
Suavemente, reverentemente, lo empuja y me besa de nuevo. Más duro, con
más insistencia. Humedezco la comisura de sus labios con mi lengua y la
abre con un gemido.
Sabe a chocolate: oscuro y decadente. Enredo mi lengua con la suya,
ardiendo mientras me saca el sujetador. Aire frío golpea mi espalda
mientras las duras y calientes palmas de sus manos ahuecan mis pechos.
Gimiendo, tiro mi cabeza hacia atrás, dándole todo de mí: cada centímetro,
todo. Lo quiero sobre todo mi cuerpo. Quiero estar encima de él. Salpica con
besos húmedos un costado de mi mandíbula y cuello, haciendo círculos con
la lengua más y más abajo.
Rápidamente, me mareo, me da vuelta, sujetándome contra el asiento con él
arrodillado encima de mí. Arrastrando el suéter por su cabeza, tomo una
aguda respiración.
He visto su pecho desnudo tantas veces, pero eso no significa que sea
inmune.
—Tienes un cuerpo hermoso. —Trazo un dedo por cada demarcación
horizontal.
Contiene el aliento, ahuecando su estómago.
—Si me sigues tocando así, explotaré.
—Entonces apúrate —Humedezco mis labios y trazo mis dedos por mis
pezones—, porque si no haces algo al respecto pronto, yo lo haré.

206

Un duro gruñido explota de él y dejo de pensar.
Agarrando sus pantalones de chándal, los bajo tanto como puedo.
Haciéndose cargo, los desliza el resto de su camino.
—¿Calzoncillos? Pensé que eras un chico de bóxers. Aunque los calzoncillos
bóxers son súper sexy —ronroneo.
—Demasiada jodida charla. —Me hace callar con uno de sus besos adictivos.
Esos que me hacen olvidar qué día es, a qué escuela voy, cómo respirar
apropiadamente. Apoyando su gran y pesado cuerpo en sus antebrazos para
no tener que poner tanto peso sobre mí, Ryan se mece hacia delante.
Nuestras lenguas están en duelo de nuevo. Sabe tan bien, podría
emborracharme con él. Mi cabeza está brumosa y el mundo está girando, es
una deliciosa especie de locura.
Envolviendo mis piernas alrededor de sus caderas, me meneo, intentando
liberarme de la fricción en aumento entre mis muslos.
—Pantalones —jadeo, insegura de si estoy teniendo mucho sentido.
Pero él me debe entender, porque sus dedos están en mi cremallera y
entonces mis jeans desaparecen.
Envolviendo mis brazos alrededor de su espalda, me inclino y beso su pecho
tanto como puedo, susurrando bajo mi aliento que lo adoro. Que lo necesito.
Que lo amo.
Pero no creo que me escuche; está perdido en el calor y yo también.
—Lili, necesito sentirte. —Me da un empujón con su grosor y muerdo mi
nudillo.
Estoy lista, más que lista. He estado esperando esto durante toda mi vida.
Asiento.

207

Estirándose, agarra su billetera que de alguna manera había terminado en
el suelo y saca un papel dorado. Rompiéndolo con los dientes, me mira de
nuevo.
—No soy un santo, pero si necesitas que me detenga… lo haré. —Puedo decir
por el sonido de su voz tensa lo duro que es para él pensar en eso.
Derramando toda mi verdad en mis ojos, permito que vea todo lo que estoy
sintiendo y espero que oiga la sinceridad en mi respuesta cuando digo:
—Por favor.
Empujando hacia abajo sus calzoncillos, su eje salta hacia fuera. Es más
grande de lo que había esperado que fuera. Lamo mis labios mientras un
tenso nerviosismo se zambulle en mi columna vertebral. Han pasado años
desde que he hecho esto, no es que no sepa cómo, pero es mucho más
grande de lo que había sido el papá de Javi.
Una quietud antinatural llena el auto mientras se pone el condón y estoy
nerviosa, ardiendo. Tan increíblemente lista. Deseo a este hombre, lo deseo
con todo mi corazón. A los catorce pensé que había estado lista y nunca me
arrepentiría de Javi, pero eso no era nada comparado con lo que estaba
sintiendo en este momento.
Como si el mundo y todo en este hubiera golpeado el botón de pausa,
excepto Ryan y yo. Porque no hay nada más en mi cabeza o mi corazón en
este momento. Solo somos él y yo.
Entonces me mira de nuevo y hay un animal dentro de sus ojos. Algo salvaje
y feroz y mirándome con tanto amor que sé que nada se comparará a este
momento. Mi primera vez con él.
Este es mi hombre.
Mi mundo.
Y lo quiero.

208

Abro mis brazos.
Tirando de mis bragas hacia abajo alrededor de mis rodillas, se desliza entre
mis muslos y por un momento simplemente se queda ahí. Quiero moverme,
comenzar esto, pero hay algo increíblemente erótico en recostarte desnuda
presionada al hombre que amas.
Es pesado, pero no demasiado pesado. Como si fuéramos dos piezas de un
rompecabezas, entrelazados tan perfectamente que sé que Dios lo hizo para
mí.
Entonces comienza a moverse de nuevo, acariciando mi pecho izquierdo. El
calor ondea como una lenta marea en mi estómago. Gimiendo, me muevo,
frotando mi calor contra su dureza.
—Lili, Lili —murmura, luego mete mi pezón en su boca mientras se desliza
suavemente dentro de mí.
Es grande y me está estirando, llenándome, pero no es incómodo, solo me
toma un segundo encontrar el ritmo perfecto, emparejarme con sus
constantes ondulaciones. Salvaje, engancho mis uñas en su espalda y las
deslizo hacia abajo, pero parece no molestarle, solo incrementar su ritmo de
juego.
Lo amo.
Amo a este hombre con cicatrices tan profundamente que me aterra.
Haré cualquier cosa por salvarlo.
Sé eso ahora.
Y cuando susurra mi nombre de nuevo, sé que en ese instante me ha
arruinado para cualquier otro. Porque esto es amor.
Y es hermoso.

209

***

Ryan
Milagrosamente, llegamos al gimnasio con diez minutos de sobra, pero mi
cuerpo no deja de temblar. En el instante en que había bajado del auto,
estaba seguro de que mis rodillas iban a dejar de funcionar.
Ella había sido tan receptiva, murmurando palabras que no podía entender.
Y esperaba que en algún momento me hubiera dicho que también me
amaba. Pero incluso si no lo dijo, lo sentí en cada toque, cada susurro de
aliento contra mi piel enrojecida.
La descarada también había derramado sangre; unas ronchas dobles
recorrían la longitud de mi espalda. No había sabido qué esperar de Lili,
pero fue mejor que en cualquier sueño, cualquier deseo que pudiera haber
imaginado.
Recostando mi cabeza contra el casillero frío, tomo respiraciones profundas,
tengo que olvidarme. Por ahora. Si voy al ring todo mareado como un jodido
virgen que acaba de ser follado, será un ataque vicioso.
No estoy seguro de cómo olvidar algo así.
He tenido tanto sexo con tantas mujeres diferentes que no puedo recordar ni
la mitad de sus rostros. Pero esto no había sido sexo.
Había sido infinitamente más.
Había sido una oración, adoración y había dejado una marca indeleble en
mi alma.
Su piel morena y bruñida, mejillas enrojecidas, el cabello pegado a su rostro
con sudor… desearía poder pintar, desearía que hubiera alguna manera de

210

tener el momento de nuevo y experimentarlo cada día por el resto de mi
vida.
Dejando escapar un profundo suspiro, tiro mi suéter dentro del casillero, me
saco las zapatillas y los pantalones, metiendo la mano en mi mochila, estoy
poniéndome mis pantalones cortos cuando entra un chico.
No lo he visto por aquí antes. Tez oscura, con el tipo de buena apariencia que
la mayoría de las mujeres parecen encontrar irritantemente irresistible, me
enoja de inmediato. Cierro mi taquilla de golpe.
En el segundo que me ve, una sonrisa lasciva tira de la comisura de sus
labios.
—Oye, hombre —dice, la voz mañosa como una mancha de aceite mientras
extiende una mano.
Frunciendo los labios, me vuelvo y agarro la cinta blanca de mi mochila.
Riendo, una sonrisa engreída que chirria como uñas en una pizarra, se
encoge de hombros.
—Oye, lo que sea. Mi nombre es Olivio. Soy tu compañero de entrenamiento
esta noche.
—¿Dónde está Noah? Él es mi compañero. —Comienzo a envolver la cinta
alrededor de mis manos, fuerte, flexionando tan fuerte que empiezan a sentir
un hormigueo por la pérdida de sangre.
—Enfermo. De todas formas —Olive oil9 abre su casillero—, ¿ves a ese pedazo
de culo caliente sentada allí afuera?
Triturando mis molares, golpeo mi puño contra mi palma.
Unos pequeños ojos negros se estrechan en unas ranuras delgadas.
—¿Eso es tuyo?
Olive oil: Juego de palabras. El nombre del chico es “Olivio” y en el original Ryan piensa en
él como “Olive oil”, traducción literal “aceite de oliva”.
9

211

Con las fosas nasales aleteando, levanto la cabeza de golpe.
Olive oil se lame los labios.
—¿Ya te follaste eso? Porque no tengo sexo con una mujer que ya fue follada
por otro.
—¡Joder! —Me pongo de pie de golpe, golpeándolo fuerte contra los casilleros
mientras una roja neblina cegadora oscurece mi visión—. Solo espera a que
te meta en el ring, hijo de perra.
Ni siquiera se inmuta, solo aleja mis manos.
—Chico blanco, no sabes cómo manejar a esa puta.
Crujiendo mi puño en el casillero junto al suyo, empujo mi rostro justo frente
al suyo. Furia, odio, esas son emociones que entiendo. Mis viejos amigos y
van a arrancarle su cabeza esta noche.
Había esperado toda la noche por el entrenamiento y Olive oil también lo
había sabido, porque en el momento en que irrumpimos en las colchonetas y
nos dirigimos al ring, él me había señalado sus dedos.
Lo voy a hacer pagar.
Sé que ella me está mirando, sé que siente la discordia… es por eso que no la
miraré.
Yo finto, él bloquea. Girando y dando vueltas a mi alrededor, tratando de
marearme con sus bonitos movimientos.
Pero no muerdo ese anzuelo.
Espero y observo.
Nunca mostrando lo que tengo hasta que diviso el desliz.
El momento en que cree tenerme. El momento en que olvida que hay un
depredador en el ring. Baja la guardia y corro directamente hacia él.

212

Dejando caer mis hombros, hago como que voy en busca de un
derrumbamiento, pero en el último segundo llego con un gancho izquierdo,
disparando en su sien.
Cae como una roca.
Pero eso no es suficiente.
Estoy sobre él, golpeando mi puño en su cara.
Una y otra vez.
Hay voces, pero no puedo entenderlas. Estoy envuelto en obsesión, un
pensamiento martillándome el cráneo.
No más.
Nunca más.
Veo su rostro.
No el de Olive Oil.
Sino el de mi tío y el malestar quema en mis entrañas.
Los dientes de Olive asolan mis nudillos cuando conecto con su mandíbula.
Unos brazos tiran de mí, empujan mis hombros.
Finalmente, las voces están penetrando, cortando a través de la niebla.
—¡Joder, hombre! —Gene, mi entrenador, me abofetea el rostro, finalmente
sacándome de encima de Olive oil, obligándome a retroceder a las cuerdas—
. ¿Estás intentando matarlo? Está abajo. Abajo significa abajo. ¡Mierda!
Parpadeando, sacudo mi cabeza.
Olivio está sangriento e hinchado. Su rostro irreconocible del que había
entrado en el vestuario conmigo antes. Está respirando, pero es nasal y
suena mal.

213

¿Qué demonios he hecho?
Siento su mirada. Un peso caliente me presiona y quiero morir.
¿Qué está pensando?
¿Qué ha visto?
¿Un monstruo?
¿Una bestia?
¿Algo feo y vil y aterrador?
Entonces sus flores están allí y me está envolviendo en un abrazo,
presionando un beso en mi frente mientras su cuerpo se sacude
violentamente.

214

Capítulo 19
Liliana

N

o puedo dejar de pensar en eso.
En ese momento, no había reconocido a Ryan. Era un
desconocido. Uno violento y horrible.
Las lágrimas habían empezado y no se habían detenido por

horas.

Él me había llevado a casa y yo no había preguntado.
Demasiado temerosa de saber.
Es viernes en la noche y estoy sentada en mi sala, Javi arrodillado en el piso
junto a mis pies, mamá ya está dormida.
Ade ya se ha ido. Incluso aunque es la enfermera residente de mamá, el
acuerdo es que cuando yo esté por aquí, ella puede ir a casa y tener un
tiempo con su familia.
No tengo con quien hablar y, desesperadamente —tan enfermo como es
eso―, extraño a Ryan.
Pero necesito pensar.
Sé que lo amo.
Eso es obvio.
No me he entregado a él porque siento lástima por él.

215

Javi voltea la página de su libro, el sonido se siente tan fuerte. Y miro a mi
niño, estudiando su dulce e inocente rostro. Ya no solo soy yo en la ecuación.
Hay tantas cosas que considerar.
Ryan nunca ha sido nada más que bueno con Javi y conmigo, pero lo que le
había hecho a ese tipo. Había sido brutal.
Había llamado a Alex esta mañana, solo para ver cómo estaba Ryan.
Ryan estaba bien, había dicho él, pero el tipo ―Olivio―, había tenido varias
fracturas y una horrible contusión.
Sé que la lucha es un deporte de sangre y está bien para mí… en su mayor
parte.
Pero Ryan había entrado en alguna clase de trance que iba más allá del
ring. Golpear a Olivio había sido un incidente; Olivio no era con quien estaba
luchando.
Soplo una hebra de cabello lejos de mi ojo y cambio de canal, hay un
comercial en pantalla. Un hombre y una mujer se miran el uno al otro, están
en una cita y mi corazón se apretuja tan fuerte que es doloroso.
Miro a Javi de nuevo. Él había estado en la ventana el día de hoy, la nariz
presionada contra esta, los dedos abiertos, como si buscara a alguien. Se
está apegando a Ryan.
Sé que es a él a quien había estado buscando.
Desearía poder hablar con mi hijo. Hablar con quien fuera.
Esta es una de las pocas veces en que incluso extraño a mi padre. Él lo
sabría, obtendría todas las respuestas de él.
¿Qué significa, papi, cuando un hombre hace eso? ¿Qué significa? ¿Es una
causa perdida? ¿Realmente puedo salvarlo? ¿O solo estoy deseando un
sueño imposible?

216

***

Ryan
No voy a dejar que esto pase de nuevo.
No después de la noche del jueves.
Habíamos hecho el amor y yo le había dicho que la amaba.
Rodando sobre mi cama, miro hacia el techo, embelesado por el lento girar
de las paletas del ventilador.
Lo había dicho en serio y luego había procedido a joderla.
Como siempre.
¿Por qué me había permitido ser provocado de esa manera?
Olive oil era solo un imbécil que se creía un regalo de Dios para las mujeres,
¿a quién diablos le importaba? Y si yo hubiera tenido cualquier sentido
común, no me habría importado. Habría dejado que su estúpida mierda
rodara por mi espalda y habría ido a casa orgulloso, sabiendo que Lili me
había escogido.
En su lugar, ella había visto eso y no ha llamado.
No puedo culparla.
La carga de la disculpa está toda sobre mis hombros. Temo que ella no me
acepte de vuelta, que esta vez haya ido demasiado lejos. Pero tengo que
intentarlo.

217

Agarrando mi celular, me debato entre llamar ahora o esperar hasta la
mañana. Son casi las once. Puede que ella ya esté dormida. Pero si se está
sintiendo un poco como yo, esperar no es la respuesta.
Marco.
Y espero.
Y contengo el aliento.
―¿Ryan?
―Lili, yo… Dios ―Deslizo los dedos por mi cabello―, Lili. ―Mi voz se rompe
mientras el horrible conocimiento de que ella podría querer alejarse cincela
su camino hacia mi corazón.
―¿Puedes venir aquí? ―pregunta ella.
Lo que sea que pase, lo que sea que ella me diga, lo haré, seré valiente.
Incluso si significa que me esté pidiendo que vaya para terminarlo en serio
esta vez.
―Sí. ―Trato de ocultar el pánico en mi voz―. Estaré ahí pronto.
Poniéndome cualquier cosa que encuentro, salgo de mi habitación. Alex está
sentado en la mesa bebiendo una taza de café. Tiene que entregar un ensayo
mañana en la mañana. Mirándome con cara de sueño, enarca una ceja.
―¿Qué pasa, amigo?
Metiendo mi camiseta interior dentro de mis jeans, me pongo un suéter y
acomodo mi cabello.
―Voy a lo de Lili.
Los labios de Alex son sombríos.
―Sí. De acuerdo. Llévate la llave de la casa, cerraré después de que te vayas.

218

Por una vez en su vida, no dice nada, no trata de persuadirme de ser listo y
de no actuar como un imbécil. Creo que sabe lo que hago.
Puede que esto sea.
Un hombre que se dirige a la horca.
Llego a su casa en poco tiempo, como caminando en medio de un trance.
Yendo a su puerta, toco tranquilamente.
Ella la abre y no puedo evitar sonreír. Está vestida con los mismos
pantalones y blusa que había usado el día que se había lanzado hacia mí
para el beso que había hecho tensar mi corazón.
La casa está en calma. Una sábana de retazos yace en el sofá y el televisor
está encendido. Tenía razón, no había estado durmiendo.
―¿Quieres sentarte? ―Señala hacia el sofá.
Caminando hacia este, pone una pierna bajo su trasero y se sienta, dando
palmaditas al lugar junto a ella. Me siento, pero no sé qué hacer con mis
manos, cómo actuar. Así que las dejo en mi regazo. Por un rato miramos la
pantalla, mi pulso palpitando en mis venas, sigo esperándolo. El suspiro, la
mirada y luego las palabras: Terminamos.
—¿Qué pasó? ―Su suave voz hace que me gire.
Cerrando los ojos, me tomo un segundo para juntar mis pensamientos.
―Estaba hablando mierda sobre ti.
―¿Qué? ¿Sobre mí? ―Se palmea el pecho, las cejas fruncidas con confusión.
Secándome las palmas en los pantalones, me recuesto.
―Lili, me rompí. Las cosas que él dijo. Fue tan jodidamente feo y lo decía
acerca de ti. No pude…
―¿Es eso lo que desató eso?

219

Entrecierro un ojo, el estómago poniéndose frío porque sé lo que está
pensando. Liliana es lista, es solo cuestión de tiempo antes de que se dé
cuenta de lo que me había pasado. Quizás no todos los detalles, pero si no
me recompongo ―y pronto―, ella lo sabrá.
―¿Qué más? ―Frunzo el ceño, fingiendo que no tengo idea de adónde está
yendo.
Porque no puedo dejar que lo sepa. Nunca.
Su lenguaje corporal cerrado lentamente se abre y se gira más hacia mí,
desliza sus manos por sus brazos, dejándolos caer en su regazo y la
esperanza florece como una semilla en mi alma.
―Me asustaste, Ryan.
Atreviéndome a tocarla, agarro su mano, necesitando el contacto y rezando
para que no se aparte.
Ella envuelve sus dedos en los míos y finalmente puedo pensar de nuevo.
Puedo respirar a través del pánico que había encarcelado a mi corazón en
hielo todo el camino hasta aquí.
―Lo siento. Nena, lo siento. Me puse loco como un simio, lo sé. ¿Qué significa

puta?
―¿Qué? ―Ella arruga el rostro―. ¿Me llamó así?
Frotando mi pulgar por su nudillo, juego con la suave piel.
―Te llamó muchas cosas.
―Significa perra o prostituta. ―Se encoge de hombros y desliza sus otros
dedos por mi brazo, haciendo que mi piel se erice―. Quizás la próxima vez, si
alguien me llama así, no te pones tan loco con ellos. Pensé que ibas a
matarlo.
―No puedo soportar la idea de que alguien diga ese tipo de cosas sobre ti.
Me vuelve jodidamente loco. ―Acaricio su antebrazo.

220

Temblando, se mueve hacia mí, envolviendo su pierna por mi regazo antes
de finalmente recostar su cabeza sobre mi pecho.
―Sabes, Ryan, me das muchos buenos consejos. Consejos que no siempre
quiero escuchar, tengo uno para ti. Deja de tratar de matar a cada Tom, Dick
y Harry que actúa como un imbécil, porque adivina qué ―Me palmea el
pecho―, están por todas partes.
―Pero eres tú. ―Mi mirada vaga por su rostro―. Eres tú, Lili. No alguna
chica cualquiera.
Sus ojos se suavizan.
―Y eso es muy dulce. En serio. Pero tienes que entender lo que me hace
verte hacer algo así. Me asusta muchísimo. ¿Sabes qué he estado haciendo
ayer y hoy?
Entierra sus dedos en mi cabello. Acomodándome más en el sofá, envuelvo
una de mis grandes manos alrededor de su dulce trasero y cierro mis ojos.
Estoy tan jodidamente cansado que estoy a nada de dormirme ahora, no
había dormido la noche anterior.
—Me estaba preguntando qué exactamente estaba haciendo contigo. ¿Por
qué siquiera estábamos juntos?
Lamo el interior de mi labio.
―¿Y? ¿A qué conclusión llegaste?
Retirándose, desliza su dedo por mi mandíbula.
―Que nadie es perfecto, que tal vez había una buena razón para todo eso.
Que quizás solo debería irme porque nunca podría dejar que Javi viera eso.
Tus peleas no me molestan, Ryan, es el secreto que sé que estás guardando.
Es el miedo de que un día te romperás y tal vez me harás daño. ―Su voz se
ralentizó con la última parte.
Mis dedos se tensaron contra su muslo.

221

―Nunca. ―Sacudo la cabeza, teniendo que hacerla entender―. Nunca,
ángel. Me suicidaría primero.
Cierra los ojos y me doy cuenta de mi pobre elección de palabras.
—Lo que quise decir fue…
―Detente, Ryan. Hasta hace un par de meses, ni siquiera había estado
pensando en esa noche. Porque no me dabas razón para hacerlo. Pero sé que
lo que sea que te hizo hacer eso el último día de San Valentín todavía está
ahí, esperando y todo lo que quiero saber es, ¿puedo confiarte mi corazón?
Amo tanto a esta mujer.
—Porque tengo que decirte ―continúa―, que estoy muy segura de que ya es
tuyo.
Jurándolo, la miro directo a los ojos y digo tan solemnemente como puedo:
―No lo lamentarás.
―Espero que no, Ryan. De verdad.
Apoyando su cabeza en mí, acaricio la parte exterior de sus costillas,
mirando pero sin realmente ver los patrones en la pantalla, todo es caos en
mi cabeza.
¿Puedo hacer esto?
Había pensado que lo había estado haciendo muy bien.
Hasta la noche en que regresaron los sueños. Luego me había convertido en
el otro tipo, el liado perdedor que no sabía cómo funcionar en la sociedad.
Quería probarle que yo era mejor que esto. Mejor que el hombre que ella
había visto en el ring esa noche.
Mientras froto su espalda, rezo.

222

No lo he hecho en años, porque si hay un Dios, no creo que le importe una
mierda. Pero estoy aterrado de perderla y tomaré cualquier ventaja en este
punto.
Le pido que me muestre cómo arreglar esto. No solo con Lili, sino cómo
arreglarme. Hacer que no me odie tanto a mí mismo, no querer matar a mi
tío, aprender a dejar ir, a olvidar y respirar y a no darle más poder sobre mi
vida a ese hombre.
Pero si él me escucha, no lo sé.
—Entonces, la próxima semana es Acción de Gracias. ―Me echa un vistazo
bajo sus pestañas―. ¿Qué van a hacer tú y Alex?
―¿Venir aquí? ―Enarco una ceja con esperanza.
―Será mejor que lo hagan. ―Me palmea el pecho.

223

Capítulo 20
Liliana

J

avi está en el asiento de atrás, es una hermosa y fresca noche de Texas.
Desde ayer por la noche hemos estado haciendo esa clase de baile tap
sobre cáscaras de huevo, todas miradas incómodas y sonrisas tímidas
y un millón de preguntas queman mi cerebro.
No lo he olvidado, pero realmente creo que Ryan va a intentarlo. ¿Creo que
fue solo ese arrogante imbécil llamándome puta lo que lo enfadó? No del
todo. Porque he visto a hombres pelear antes. Siempre hay un cierto nivel de
bravuconería y machismo asociado a eso, pero no en la mirada en blanco y
desvinculada que todavía me hace estremecer al recordarlo.
Pero si sigo pensando en eso, me volveré completamente loca. El corazón
quiere lo que quiere, eso es lo que todos dicen y supongo que es cierto
porque sé que estoy encontrando razones para no abordar la raíz del asunto.
Y muy en el fondo creo que es porque en el segundo en que lo haga, tendré
que hacer una elección. Un absoluto sí o no. No habrá ningún tono de gris
para nosotros.
Otra canción de Fleetwood fluye suavemente a través de los altavoces y
sonrío al ver a Ryan tamborilear el volante con los dedos.
Si me lo permito, a veces puedo creer que realmente puedo tenerlo todo.
Había dormido en mi casa anoche. Mamá se había sorprendido, Javi había
llevado una sonrisa secreta toda la mañana.
Avanzar hacia el frente parecía como el camino a seguir con esta cosa. Nada
de mirar hacia atrás, ni analizar, simplemente moverse y respirar y recordar
que hoy es un nuevo día.

224

Habíamos estado en el auto casi una hora y media en este punto, mi trasero
se está entumeciendo. Moviéndome en mi asiento, tratando de conseguir que
la sangre circule a través de mis piernas de nuevo, muevo los dedos de mis
pies.
—¿Estás emocionado de ir a patinar sobre hielo, Javier? —Ryan mira el
retrovisor.
Amo la forma en que siempre trata de incluir a mi hijo en la conversación.
Hay tantas cosas acerca de Ryan que amo.
Mirando encima de mi hombro, sonrío mientras el delgado cuerpo de Javi
tiembla con anticipación debajo de su chaqueta de mezclilla azul.
Ryan entrelaza sus dedos con los míos, llevándolos a sus labios.
—¿Estamos bien?
Él había estado preguntándome variantes de eso toda la mañana. Me siento
mal de que sea tan inseguro acerca de nosotros, pero no puedo decir que lo
culpo. Me siento exactamente de la misma manera.
—Nene, cuando no lo estemos, prometo decírtelo.
Con una sonrisa tensa, se vuelve a la salida de Schlitterbahn. Pronto estamos
estacionando y Javi se está meneando en su asiento, literalmente.
Él odiaba el agua, pero nunca le molestaba el tipo congelado. Durante dos
meses de cada año, el parque acuático se convierte en un Wintery
Wonderland. Toda la fachada se adorna con pinos y las luces, el olor a
palomitas de mantequilla y aromático chocolate caliente se burlan de mis
sentidos.
Caminando a través de las puertas, el sol poniéndose lentamente detrás de
nosotros, las brillantes luces blancas resplandeciendo como luciérnagas por
todas partes, me olvido que esto es Texas.

225

Una gran flecha roja y blanca con una gran huella infantil en esta lee: Polo
Norte.
Frotándose las manos, Javi se inclina hacia arriba sobre los dedos de sus
pies. Sus ojos muy abiertos y vidriosos y revoloteando entre mis pies y la
prometedora cabaña roja a cien metros por la pendiente suave.
Deslizándome en los guantes blancos, las palmeo.
—Creo que quiere ver a Santa. ¿Te importa?
Ryan niega con la cabeza.
—Por supuesto que no, esta noche es para él. Lo que él quiera.
Javi y sus oídos biónicos, en el momento en que escucha nuestro acuerdo,
está corriendo cuesta abajo, aunque asegurándose de ceder amplio espacio
a cualquier persona caminando demasiado cerca de él.
Tomando mis dedos, Ryan me arrastra tras él.
En el momento en que llegamos a él, estoy sin aliento por la risa. La entrada
a la tienda de Santa tiene copos blancos disparándose de una pequeña caja
negra colocada en la esquina.
Extendiendo su mano, Javi estudia los puntos de nieve fabricada que caen.
Afortunadamente, Santa no está tirando de los niños a su regazo. Este Santa
está leyendo y es uno de los favoritos de Javi: La historia de la Navidad.
El actor que interpreta el papel no podría haber lucido más perfecto, redondo
y de mejillas rosadas con una enorme barba blanca y esponjosa. Javi se
sienta delante de él, cruzando las piernas y completamente embelesado,
colgado en cada palabra mientras mira fijamente las grandes botas negras
de Santa.
Inclinándome hacia Ryan, susurro:
—Creo que él necesitaba esto.

226

Volviéndome en sus brazos, rodea mi cintura y el recuerdo de la noche en la
parte trasera de su auto viene inundando hacia mí.
—Creo que todos lo hacíamos. —Sacude mi cabello, polvo blanco se dispersa
fuera de este—. Cierra tus ojos.
Los cierro y sacude mis pestañas también.
—Gracias —le digo o por lo menos creo que lo hice. Pero en el momento que
miro atrás hacia él, las palabras mueren en mi lengua.
Sus ojos son más azules de lo que he visto y él me está hablando. Una
conversación sin palabras que está viniendo de lo profundo de su alma.
Se ve tan triste, tan honesto y roto que lo único que puedo hacer es asentir y
deslizar mis manos debajo de su camisa, deslizándolas hacia arriba de su
cálida espalda y presionando mis palmas planas firmemente a esta.
Mandíbula apretada, músculos tirantes, besa mis cejas, mi frente y luego
toca sus labios suavemente en mi nariz.
Y cada toque es una pregunta.

¿Me amas?
¿Me amas?
¿Me amas?
Mi corazón es una cosa gigante latiendo y cada latido es una respuesta.

Sí.
Sí.
Sí.
Un carraspeo y una risita baja rompen el hechizo. Levanto la mirada para
ver a Santa llevando una sonrisa y un guiño de complicidad.
—La lectura ha terminado.

227

Ryan no libera mi mano.
Javi se levanta y se desplaza hacia la carpa, estudiando las docenas de
árboles de Navidad que rodean el trono dorado de Santa, cada uno con una
temática diferente.
Uno está claramente destinado a gritar Texas. Desde los cencerros oxidados,
a las cabezas de novillo de cerámica pintadas alegremente de rojo, blanco y
azul, a los adornos de arándanos rojos y flores de navidad pegados por
todas partes.
Señalo uno que no tiene más que un deslumbrante despliegue de miles de
luces en miniatura.
—Mira, Javi.
—Creo que está un poco ocupado —susurra Ryan en mi oído.
—Lo supuse. —Sonrío, viendo mientras mi hijo se queda mirando con
asombro un árbol decorado con nada más que adornos de superhéroes.
Su pequeño rostro está brillando, mejillas sonrojadas y su boca de capullo
una perfecta “O” mientras estira la mano para tocar un hombre-araña
agachado, lanzando una red entre sus piernas.
—¿Están a la venta? —pregunta Ryan a una elfo que pasa caminando.
Rechoncha y canosa, la mujer sonríe y desliza sus lentes por su nariz con un
dedo regordete.
—En realidad, no.
Mira a Javi por un momento antes de que sus ojos se estrechen.
—¿Autista? —pregunta después de un tiempo, luego se vuelve hacia mí. No
estoy segura de qué expresión tengo, pero me da palmaditas en el hombro—.
Mi nieta también. Singulares las cosas que captan su afición, ¿eh?
Ryan cava en su bolsillo trasero.

228

—Pagaré lo que sea, realmente le gusta ese.
Siento todo blando en el interior y me encuentro deseando que estuviéramos
un poquito más cerca de casa. Hacer el amor con él había abierto una
represa que no quería sellar otra vez.
—Mira —La abuela elfo mira a ambos lados—, soy la jefa de esta noche y no
creo que mi jefe vaya a notar la desaparición de un pequeño adorno de
hombre araña. —Guiñando, llega sobre la cabeza de Javi y lo desliza fuera
de la rama, entregándoselo.
Javi contiene la respiración mientras lo agarra de ella, los dedos
deslizándose a lo largo de su frente brillante.
—Gracias —exhalo.
—Ah —Me hace un ademán—, me hace feliz y casi es Navidad después de
todo, ¿cierto? —Con un gesto, se va.
—¿Cocoa? —pregunta Ryan.
—Javi, ¿quieres un poco?
Esperaba que solo comenzara a caminar, lo que no esperaba era que
asintiera. Todo dentro de mí se queda completamente inmóvil. Mis pies son
bloques de cemento, mi pulso vibrante como un trueno.
—¿Él solo? —Ryan tironea su dedo hacia Javi.
—¿Viste eso también?
Sonreímos al mismo tiempo. Quiero abrazar a Javier, recogerlo y girar
alrededor con él, acurrucarlo en mis pechos y compensar tantos años
perdidos.
Debo de haber empezado a caminar porque soy suavemente empujada de
vuelta al pecho de Ryan.
—No apresures esto, Lili.

229

Tragando saliva, me obligo a quedarme quieta.
—Tienes razón, solo estoy… nunca lo he visto responder, Ryan. No así.
Cepilla mi flequillo detrás de mis orejas con los nudillos, haciéndome
temblar.
—Bueno, casi es Navidad. —Su sonrisa hace que mi pulso trastrabille. Ya ni
siquiera noto las cicatrices en su rostro, no son nada más que una matriz.
Como un marco de cordel en un telar, que si lo miras puedes seleccionar
cada hebra individual, pero retrocedes y es ahí cuando miras la completa
belleza de la imagen—. Es hora de un milagro, ¿verdad?
Río cuando Javi gruñe y se voltea, saliendo por la entrada de la carpa.
—Supongo que quiere esa cocoa. —Sorbo mi nariz, limpiándola con el dorso
de la mano enguantada.
La cocoa está tibia y no está del todo buena, pero eso no impide que Javier la
disfrute. Ahora luce un bigote de nata gigante.
Hay varias casetas más instaladas; algunas de ellas tostando nueces
azucaradas, otras vendiendo pequeños cachivaches y otra que está pintando
rostros.
Los empleados de pie detrás del mostrador están vestidos con ropa de elfo
verde, con medias a rayas rojas y blancas, zapatos gigantes de duende que
se curvan en las puntas. Se ven perfectos, hasta las enormes orejas de elfo
que sobresalen a los lados de sus cabezas.
Un niño pequeño, de la edad de Javi, está sentado en un taburete con el
rostro inclinado hacia arriba mientras un chico duende le hace un dibujo del
escudo de Superman en la mejilla.
La noche se está volviendo más fresca, sobre todo porque el sol se había
puesto hacía media hora. Temblando, comienzo a dirigirme hacia la zona de
alquiler de patines necesitando el ejercicio para ayudar a calentarme

230

cuando Javier irrumpe delante de mí, de pie junto al mostrador donde el
chico está sentado.
—Javi —susurro—, ¿quieres que te pinten el rostro?
Su mandíbula se aprieta mientras mira fijamente el libro de dibujos.
El elfo levanta la mirada hacia mí.
—Estaré con ustedes enseguida, chicos, elige lo que quieras. Puedo dibujar
todos. Cuatro dólares cada uno.
Volviéndose de nuevo al pequeño chico rubio, agarra su mandíbula e inclina
su rostro hacia atrás, la lengua asomándose de la comisura de la boca
mientras sombrea la cresta en pintura negra.
Sus manos están por toda la cara del niño y eso no funcionará.
—Javi, tiene que tocar tu rostro. ¿Entiendes, papi? Tendrá que tocarte.
Gruñendo, se vuelve de espaldas a mí y señala el libro, hacia el emblema del
hombre araña. El elfo está mirando a Javi por el rabillo del ojo con el ceño
fruncido.
Probablemente, piensa que estoy loca diciéndole todas esas cosas.
—Javi, cariño. —Doy un paso más cerca, mi frente casi apretada contra su
pequeña espalda—. Vayamos a ir a patinar, ¿de acuerdo?
Sacudiendo la cabeza una vez más bruscamente, Javi gruñe más fuerte y
lamo mis labios, sintiendo la rabia a punto de venir. Sus nudillos palidecen
cuando golpea el dedo en el libro.
Retorciéndome las manos, me dirijo a Ryan, esperando que él sepa qué
hacer.
El elfo ha terminado y el niño ha desaparecido, nos está mirando con un
brillo preocupado.
Sintiendo la necesidad de hacerle entender, sonrío.

231

—Es autista.
Aún sin mirar como si entendiera, ladea la cabeza.
—¿Puedo pintar su cara? —pregunto esperanzada.
Soy terrible en el dibujo, Javi terminará con rayas rojas, azules y negras,
pero por lo menos pensará que había conseguido algo genial.
—No —El chico cambia su peso al otro pie—, no puedes.
Una aglomeración de familias se empieza a reunir detrás de nosotros, como
si sintieran la perturbación pendiente.
Preparada para levantar de Javi y correr hacia el auto antes de que la ira se
apodere de verdad, doy un paso. Pero Ryan me detiene con un agarre suave
en mi muñeca.
—¿Puedes pintar su cara sin tocar ninguna parte de él? —le pregunta al
chico.
—¿Realmente le molesta tanto? —El chico elfo mira como si no se lo creyera.
La esperanza es eterna y acaricio la espalda de Ryan. Esto podría funcionar.
—Sí, realmente le molesta mucho. —Esperando con la respiración contenida,
lanzo una mirada rápida a Javi que está tenso, como si supiera y entendiera
lo que está pasando.
El chico se rasca la parte posterior de la cabeza.
—No se verá bien, pero sí, puedo intentar.
El alivio es un bálsamo helado.
Acariciando el taburete, él da un paso atrás.
—Trepa, entonces.

232

Sin cambiar los rasgos faciales en lo más mínimo, Javier se sienta. Pero
conozco a mi bebé y sé que la amenaza ha pasado. Sus hombros ya no están
forzados, sus manos se relajan y se abren a su lado.
Abrazando a Ryan ferozmente, sacudo la cabeza.
—Gracias.
—Oye —Envuelve un brazo alrededor de mi hombro—, no es gran cosa.
Además, ¿qué niño no querría llevar al hombre araña en su rostro toda la
noche?
Mirándolo fijamente a la cara, no puedo dejar de sonreír; mi mandíbula va a
doler esta noche.
—Así que, umm… —Se frota la parte posterior de su cuello—, supongo que
estás bastante satisfecha conmigo, ¿no?
—Mmhhmm. —Asiento.
—¿Significa eso que consigo un trato? —Sus ojos brillan.
—¿Qué tenías en mente?
—Vengan a mi casa esta noche. Tú y Javi. —Él cepilla los nudillos sobre mis
mejillas—. Tengo un colchón de aire que puedo inflar para él. A los chicos les
gusta acampar, será divertido.
Apoyándome en su oído, susurro:
—¿Y tendremos un poco de privacidad?
Soplando aire fuerte a través de la boca, se ríe.
—Estoy bastante seguro de que puedo encontrar un calcetín para nuestra
puerta.
Riendo, lo abrazo con fuerza y observo mientras el pobre elfo intenta pintar
sin tocar. Tiene razón, es bastante horrible.

233

La araña en el centro se ve deforme, el lado izquierdo colgando mucho más
largo que la derecha… como si hubiera sufrido un derrame. Y la pintura azul
y roja está toda mezclada, convirtiéndolo todo en un feo y sucio púrpura y
negro.
Pero Javi está emocionado y cuando el chico duende ha terminado, él salta
con su pecho de pájaro hinchado. Sigue sosteniendo su mejilla toda la
noche, como presentándolo para mi inspección.
Después de que alquilamos nuestros patines, hemos estado trabajando
durante cerca de treinta minutos antes de que el impulso del hambre nos
sacara del hielo en busca de perritos calientes.
Me río mientras Javi empuja el último bocado del suyo en su boca. Revestido
en salsa de tomate y con la pintura, parece un lío.
Mojando una servilleta, lo limpio lo mejor que puedo.
Pero no le gusta, se mantiene gruñendo y tirando de su cabeza hacia atrás,
mirando a la acera y trato de darme prisa, sabiendo que si lo empujo
demasiado seguro se lanzará en una rabieta.
—Quédate quieto, papi —declaro—. O no volveremos a patinar.
Ceñudo, él se queda quieto.
—¿Qué significa eso, de todos modos? —Ryan lanza una servilleta sucia en el
cesto de basura al lado de nosotros.
—¿Qué? —pregunto, apartando los ojos de Javi por una fracción de segundo.
Solo lo suficiente para que mi mano se deslice y salpique parte de la pintura
en lugar de la salsa de tomate. Afortunadamente, Javi no se dará cuenta. Es
solo un poco y en la esquina inferior derecha.
—Papi. ¿Qué significa?
Sonriendo, me recuesto en mi asiento.
—¿Todavía estás aprendiendo español? —Cito con los dedos.

234

—Intentando. —Toma un sorbo de su té.
Cruzo mis piernas mientras Javi se levanta y se vuelve para mirar a la pista
de patinaje.
—Significa un poco como papá.
—¿Hablas en serio? —Sus ojos brillan—. Eso es raro.
—No es más raro que llamar pastel de azúcar a alguien o montón de miel…
Es decir, en serio, los apodos cariñosos son bastante ridículos si piensas en
ellos.
Inclinándose hacia adelante sobre los codos, arruga la nariz.
—¿Nadie te ha dicho nunca lo adorable que te ves cuando te pones toda
guerrera?
—Oh, cállate. —Saco mi lengua.
—Mmm, Lily —gime, bajo y para mis oídos solamente—, tantos lugares en los
que quiero esa lengua en este momento.
El calor quema mi vientre y no puedo evitar el suspiro entrecortado que se
me escapa. Realmente, realmente desearía que estuviéramos más cerca de
casa.
Riendo, muy consciente de lo que sus palabras sucias le hacen a mi
equilibrio, se inclina hacia atrás.
—¿Más patinaje?
Gruño, masajeando mis tobillos rígidos. No he patinado sobre hielo en años.
En este punto, he terminado, además quiero poner mi lengua en buen uso.
Quiero tomar a este hombre, tirarlo en la cama y hacerle cosas que haría
sonrojarse a una estrella porno.
Pero sabía que Javi recién ha empezado.
—Supongo.

235

Levantándose, me pellizca la nariz.
—Prometo atraparte si te caes.
—¿Yo? ¿Caerme? Oh, lo que sea, no soy quien casi se cayó sobre mi culo al
segundo en que mis cuchillas tocaron hielo. Ese serías tú.
—Simplemente me estaba orientando.
Riendo, caminamos de regreso. Los chicos se ponen sus patines mucho más
rápido que yo. Probablemente, porque estoy arrastrando seriamente mis
pies, no me sorprenderé si me despierto durante la noche con un fuerte
calambre.
Atando el último nudo, me pongo de pie y camino hacia la puerta, preparada
para volver al hielo cuando percibo a Javi.
Está deslizándose, en realidad es más un paso coordinado trastabillando,
con los brazos colgando a su lado para mantener el equilibrio.
La pista no está demasiado llena de gente, la cual es probablemente la única
razón por la que quiera patinar. Ryan está a su lado, pero manteniendo una
distancia respetuosa y es entonces cuando los brazos de Javi comienzan a
balancearse.
No hay nada para él a lo que agarrarse, está casi en el centro del hielo.
Abriendo la puerta, entro, dispuesta a correr hacia él y encontrar una
manera de ayudarlo sin sostenerlo demasiado tiempo, pero lo que veo a
continuación me detiene en seco.
Todo sucede tan rápido.
Un instante Javi está tratando de conseguir comérselo; al siguiente Ryan
está estirando el brazo para alcanzar su mano.
Me estremezco al momento en que su mano lo agarra. Contacto de piel con
piel y contengo la respiración esperando sus gritos. Los finos cabellos en la
parte de atrás de mi cuello se erizan, parpadeo rápidamente, preparada para

236

que todo el parque se dé la vuelta y mire y murmure y se pregunte,
preparada para la ola de vergüenza que trato de no sentir, pero siempre
siento, cada vez que sucede.
Un segundo.
Dos.
Pasan tres segundos.
Javi no grita.
Y no lo suelta.
Con el ceño fruncido, al parecer recién dándose cuenta de lo que había
pasado, Ryan levanta la cabeza. Nuestros ojos chocan y los míos queman.
Javier está sosteniendo su mano, sin mirarlo, pero sujetándose y sonriendo
mientras patina con Ryan alrededor y alrededor y alrededor.
El tiempo se mueve de nuevo. Avanzo rápido y me estoy ahogando.
Lágrimas gordas se están acumulando, haciendo que mi visión se
desenfoque y no sé cómo detenerlo.
Corro y caigo, aterrizando duro en mi culo. Una llamarada incandescente
rasga por mi columna vertebral. Pero no me detengo. Sin importarme lo que
parezco en ese momento, tengo que escapar.
Arrastrándome de rodillas, llego a la puerta y finalmente puedo levantarme.
—¡Lili! —Ryan grita mi nombre.
Sacudo mi cabeza y me saco los patines de mis pies en el segundo que
puedo, entonces corro solo en mis calcetines al baño de mujeres,
encerrándome en una cabina un segundo antes de echarme a llorar y
derramar sollozos estrangulados de mi garganta.
Había agarrado a Ryan.
Estaba sosteniendo la mano de Ryan.

237

Incluso aferrado.
Y dolía tanto, quería gritar.
Porque debería haber sido yo.
Yo era su madre.
Todo lo que siempre he querido era que me tocara. Que iniciara cualquier
tipo de contacto, solo una vez.
A veces parecía que todo el mundo lo conseguía. Los dedos de mamá casi
siempre rozaban su frente. Ade podía acariciar su hombro sin que él se
inmutara, pero yo… nada, solo cuando él estaba demasiado dormido como
para prestar atención.
Y me dolía culpar a Ryan por esto.
Era una mala persona y me odiaba a mí misma en este momento.
Porque no era culpa de Ryan.
Pero no podía detenerme, agarré mi estómago y fue como si todo lo que
había suprimido, cada herida, dolor, miedo, terror… todo salió.
Mientras lloraba, sin embargo, ocurrió algo curioso. Detrás del dolor, llegó la
claridad y, finalmente, la comprensión.
Javier lo ama.
Y en el fondo creo que Ryan también lo hace.
Cuando por fin salgo de la cabina, fue como si mi alma hubiera sido
limpiada.
Me siento diez veces más ligera, la carga de llevar toda la culpa, todo el odio,
todas las preocupaciones de las finanzas y la salud… lo libero.
Caminando hacia el lavabo, me salpico agua en la rostro, frunciendo el ceño
ante la nariz roja y los gigantes ojos hinchados devolviéndome la mirada.

238

Tengo los ojos inyectados en sangre y más verde de los que he visto en mi
vida.
Cuando salgo, Ryan está allí, todavía agarrando la mano de Javi y cierro los
ojos, tomando una imagen mental. Me acordaré de esta noche siempre.
—Lo siento —dice.
—Te amo —susurro.

***

Ryan
Ella lo había dicho. Presionó sus dos labios y la noche se estremeció con la
intensidad de la misma. Me había quedado de pie como un imbécil,
parpadeando estúpidamente y ella había avanzado hacia mí, envolviendo
sus brazos alrededor de mi cuello y me besó.
Su rostro había estado tan hinchado, lágrimas todavía impresas en sus
mejillas. Había oído su llanto y cada sonido había hecho eco en mi alma.
Estábamos de regreso en casa y habíamos hecho el amor.
Amor.
La palabra suena tan extraña en mi cabeza.
Pero no había otra palabra para describirlo. No era piel contra piel, era alma
tocando otra alma, una unión de mentes y corazones y fue mucho más
profundo que la satisfacción de las necesidades de nuestra carne.

239

Javier está durmiendo en el sofá de la sala, Alex está en la casa de alguna
chica y si hubiera sido cualquier otra mujer podría haberme espantado por
lo doméstico que parecía todo esto.
Por primera vez me permití preguntarme cómo se sentiría esto por siempre.
Juego con los mechones de su cabello, torciendo las puntas alrededor de sus
pequeños pezones.
Ella sonríe, toda seductora y sexy y mi estómago se contrae… mi cuerpo se
vuelve a poner duro.
—Un centavo por tus pensamientos. —Me hace cosquillas en mi brazo.
Un haz de luz de luna plateada se desliza por la extensión de su tonificado y
plano vientre.
—Eres preciosa —susurro, deslizando mi pie junto al suyo.
—También tú.
Todavía no puedo creer que alguien se pueda sentir de esa manera por mí.
No puedo entender esta cosa que está sucediendo, pero está sucediendo.
—¿Qué ves en mí, Lili?
Sus ojos se suavizan cuando vagan por mi rostro.
—Veo dolor.
Mis párpados parpadean. No quiero que vea eso, intento tanto mantenerlo
alejado de ella, lo que solo me prueba que Lili me ve. Realmente me ve y no
sé si reírme o llorar por ello.
—Algunas veces es tan profundo que me quita la respiración y me deja
adolorido.
Las puntas de sus dedos se deslizan lentamente hacia arriba por mis brazos,
paseando a lo largo de mi bíceps.
—Quiero que sepas algo… —Sus labios se fruncen.

240

En el silencio y oscuridad, esta conversación se siente crucial. Profunda.
Afuera un perro ladra, en algún lugar de la casa escucho el regular y
constante goteo de un grifo con fuga. Pero en esta habitación no hay nada
salvo los sonidos de nuestras respiraciones y el rápido golpeteo de mi
corazón haciendo eco en mis oídos.
Mi carne se estremece mientras continúa trazando mi cuerpo con su mano,
envolviendo su pequeña mano alrededor de mi hombro, la curva de mi
espalda, paseando por mi columna.
—Puedes confiar en mí. —Asiente—. Con cualquier cosa. No importa cuán
grande, cuán pequeña, puedes confiar en mí para compartir tu dolor.
Quiero creerle. Todo dentro de mí lo anhela. ¿Y si le digo? Esta carga es
enorme, llevándola por ahí durante años, jamás hablando sobre eso,
intentando en vano dejar de pensar sobre ello… no ha hecho mucho por mí,
excepto matarme lentamente. Cada día más difícil que el siguiente, cada día
preguntándome si quizás hoy será el día que seré golpeado por un camión o
me dirán que me quedan dos meses de vida… solo para que pueda terminar,
para nunca tener que volver a pensar en eso, soñar con eso.
—Siento como si mi vida fuera un enorme libro abierto para ti. —Enmarca
mi rostro—. Pero no sé nada acerca de ti. Solo lo que veo. Lo que siento.
—¿No es eso suficiente, Lili? ¿Simplemente saber que te amo? ¿Que estoy
aquí?
—Desearía que lo fuera —admite con tristeza y deja caer sus manos.
Dándome la vuelta, me dejo caer en la almohada, lanzando mi mano sobre
mis ojos.
—Lo fue por un tiempo. Pero mientras más me sumerjo en esto, más quiero
saber. Quiero saber todo acerca de ti.
—Confía en mí, no quieres. No quieres ver lo que hay ahí. Yo ni siquiera miro
si no tengo que hacerlo.

241

Dándose la vuelta, ella coloca su mejilla contra su puño. Cuerpo desnudo y
apretado para mí, cabello esparcido largo y oscuro por sus pechos. Duele
mirarla algunas veces.
—Que sea algo pequeño —Sonríe—, algo que no sea doloroso. ¿Cómo eras
cuando eras niño?
Enfrentándola, imitando su pose, niego con la cabeza.
—¿De verdad quieres saber?
—¿Sabes por qué soy tan buena en la universidad? —Hace una pausa—.
Porque amo aprender. Siempre lo he hecho, soy una gran nerd. ¿Sabes cuál
es mi cosa favorita de hacer los fines de semana?
—¿Salir conmigo? —Jalo la sábana, trayéndola más cerca de mí.
Ella envuelve sus piernas a mi alrededor.
—Eso es por hecho, pero cuando no estás por aquí, veo documentales. Por
diversión. Acerca de todo, cualquier cosa. Aprendí una vez que los gusanos
tienen cuatro traseros. Quién lo hubiera dicho, ¿verdad? —Se encoge de
hombros y me río—. Y a quién le importa, el punto es… —Extiende su palma
en mi corazón—, necesito más.
A lo mejor puedo compartir algo. A lo mejor no será tan malo.
Empieza fácil.
Contando hasta cinco para agarrar valor, empiezo,
—Cuando tenía cinco, vivíamos junto a estos vecinos y ellos tenían este
pequeño y estúpido perro que parecía una rata. Bueno, pensé que era su
perro.
Ella sonríe, con ojos brillantes.
—Cómo sea, ellos dejaban la maldita cosa afuera todo el tiempo. Ya sabes,
hace calor en Texas y me sentí mal por ello. Así que tomaba comida todos

242

los días y un tazón de agua. Siempre intenté acariciarlo, pero la maldita cosa
era asustadiza. Jamás me dejaba acercarme sin enseñar los dientes.
—Pobre cosita. —Agarra mi hombro—. ¿Alguna vez se dieron cuenta?
—Oh, sí —Luché con la sonrisa—, el esposo llegó a casa un día, me dio una
mirada de muerte y me dijo “hijo”, su voz también era muy grave, recuerdo
pensar: “¿Qué estás haciendo con esa cosa?”.
—¿Eh? ¿Qué le dijiste?
Rasco mi mandíbula, recordándolo como si fuera ayer.
—Le dije que me sentía mal por su perro y muy serio inclinó su cabeza:
“Chico, eso no es un perro, es una rata”.
Ella chilla.
—¿Es en serio? ¿Cómo es que no sabías que era una rata?
—Oye —Me encojo de hombros cuando palmea mi pecho—, tenía cinco. Te
dije que pensé que se veía como una rata.
Riéndose, agarrando su estómago, me besa y me doy cuenta que de hecho
me estoy divirtiendo.
—¿Alguna vez quisiste alguna mascota?
Resoplo.
—No después de eso. Me orinaba en mis pantalones cada vez que pensaba
en eso.
—Cuéntame más.
Pensando con ganas, lucho por encontrar algo que no esté enredado con
toda la basura y angustia. Pero es difícil.
—¿Cuáles eran tus pasatiempos? —pregunta.
Moviendo mis ojos rápidamente hacia su rostro, digo:

243

—Deportes.
—¿Eras bueno?
—Decente. De hecho, mi equipo de béisbol fue a la estatal. Fui el único
estudiante de segundo año en el equipo universitario.
—¿Ganaron?
—Sí, colgaron carteles por todo el lugar, de hecho creo que hay una caja en
los pasillos. Vamos Pumas. —Bombeo mi puño con una sonrisa boba.
Sus cejas se fruncen.
—¿Pumas? ¿Como en J. J. Baines High?
Me siento.
—¿Fuiste ahí?
—Oh, Dios mío. —Se levanta rápidamente y envuelve sus brazos a mi
alrededor—. Fui animadora allí. ¿Cómo es que nunca te vi?
No pude evitar desear que lo hubiera hecho, desear haberla visto. Incluso a
los catorce apuesto a que ella había sido preciosa.
—¿Cuatro años de diferencia?
—No —Niega con la cabeza—, me gradué a los diecisiete, era estudiante de
primer año a los catorce. —Fríos dedos agarran mi barbilla—. La primera vez
que te vi, pensé que te recordaba. Como déjà vu o algo.
—Daría cualquier cosa por volver y verte a los catorce. Apuesto a que eras
ardiente. —Trazo sus pechos, cuerpo poniéndose duro cuando veo un
temblor atravesarla.
Sus ojos caen y pierden un poco de su chispa.
—De hecho, estuve fuera un montón ese año.
Toco su plano estómago.

244

—¿Javier?
Asiente y la envuelvo en mis brazos, jalándola hacia mi pecho hasta que
nuestras extremidades se enredan y se conectan. Jamás admitiré esto fuera
de esta habitación, pero algunas veces me gusta simplemente abrazarla. El
tacto piel a piel, oler la intoxicante esencia floral, por supuesto no puedo
evitar querer otras cosas también. Probarla, moverme dentro de ella.
—A lo mejor sí nos vimos en aquel entonces —susurra, frotando su mejilla
contra la mía—, me gustaría pensar eso al menos. ¿Por qué te uniste a los
militares si eras tan bueno en los deportes?
Pasos de bebé.
Puedo hacer esto.
—No tenía becas. Mi familia no iba a pagar mi estancia en la universidad y
yo… —aclaro mi garganta—, me tuve que ir.
—Cuéntame acerca de tus padres.
Gateando fuera de mi regazo, no deja ir mi mano, todavía continúa jugando
con mi pulgar. Me concentro en su toque.
—No hay mucho que decir. —Mi voz es tranquila, pero plana.
—Jamás hablas de ellos. ¿Aún se mantienen en contacto?
Moliendo mi mandíbula, un músculo salta en mi mejilla.
—No realmente.
—Ryan —Su mirada es intensa—, ¿siquiera saben dónde estás?
—Espero que no.
Mordiendo la esquina de su labio, leo todas las preguntas en sus ojos, sé que
se está conteniendo, sé que quiere preguntar más.

Ábrete, Ryan. Por ella, ábrete.

245

Trago con dificultad.
—Jamás confiaron en mí. Con nada.
Ella espera, dándome el tiempo para juntar mis pensamientos.
Cerrando mis ojos, haciendo algo que nunca haría por ninguna otra alma en
el mundo, me permito recordar.
—Mi papá era este duro bastardo. Realmente estricto. Esperaba la cena en la
mesa a las cinco, lanzaba la pelota los fines de semana con su único hijo por
treinta minutos precisamente, iba a la iglesia el domingo en la mañana,
comía cenas de pollo las noches del domingo. Trabajaba como capataz en
una compañía de construcción.
Todas las imágenes vienen cayendo de vuelta con extrema claridad.
Sudoroso jeans manchados con suciedad y pintura, él entraba en la casa. Un
hombre grande a mis pequeños ojos. Cada día era lo mismo, entraría por las
puertas, me miraría y nunca podía descifrar qué era lo que estaba viendo.
Volviendo a pensar en ello, creo que era decepción mezclada con un montón
de desprecio. Incluso de niño, antes de toda la mierda, nunca me había
querido. Cumplió con su deber y nada más. Traía dinero a casa, pagaba las
cuentas, puso un techo sobre nuestras cabezas y ropa en nuestras espaldas,
pero siempre culpándome por arruinar su vida.
—Papá nunca escondió el hecho de que fui un accidente que jamás debería
haber sucedido. Él y mamá me tuvieron a edad avanzada. Ya estaban en sus
cuarenta y ninguno quería niños. Un desliz del condón. —Resoplé,
sacudiendo mi cabeza—. Yo, solo fui una jodida decepción desde el principio.
Su boca cae y se vuelve a presionar en mí, apoyando su cabeza contra mi
pecho, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura. Juego con la
hinchazón de su pecho.
—¿Por qué dices eso?

246

Porque nada de esa otra mierda le importaba a mi yo niño. Habría dado
todo solo por un abrazo, una palmada en la espalda, un “te quiero”.
—Porque habían estado planeando un retiro anticipado. Sueños de dejar
Texas atrás, asentarse en algún lugar del Caribe y dejarse caer lentamente
en el ocaso de sus años. Pero luego llegué. —Suelto una risita, un sonido
miserable y estoy sorprendido que después de todo este tiempo todavía me
moleste.
—Lo siento. Pero me alegro de que arruinaras sus vidas. —Besa mi mano y
aspiro su cabello con esencia floral.
—Sí hizo una cosa correcta, sin embargo —digo.
—¿Qué fue eso?
Tirando de su hombro hasta que se da la vuelta, le sonrío a su hermoso
rostro.
—Amó a mi mamá. La adoraba. Crecí queriendo eso.
—Te amo tanto, Ryan —susurra.
—Yo también, Lily. Con todo.
Luego ella me está jalando para besarme y estoy buscando por otro condón
y esta vez nuestro amor no es rápido o duro, sino lento y completo y lleno de
tanto amor.
Esa noche tengo otro sueño.

247

Capítulo 21
Liliana

E

l próximo par de días pasan en un borrón de exámenes finales y
preparaciones para Acción de Gracias. Tengo tres gloriosos días libres
y planeo gastar cada uno de ellos con Ryan y mi familia.

—Mamá. —Entrando en puntas de pie a su habitación, toco su hombro
suavemente. Solo son las nueve de la mañana, pero generalmente está
despierta mucho más temprano que esto.
Las últimas noches han sido duras con ella. Gritando en sueños y
quejándose, honestamente no he conseguido mucho sueño tampoco. No
estoy segura de que cualquier persona aparte de Javi lo haya hecho.
—¿Mija? —Su voz sale débil y rasposa.
S piel está tan pálida hoy que parece un fantasma. Corriendo mis dedos por
su cabello, intento contener el desarreglo lo mejor que puedo.
—Tengo que ir a la tienda y conseguir unas cuantas cosas. Ade está en la
cocina si necesitas algo.
Lechosos ojos azules me parpadean.
—¿Y Javi?
—Todavía durmiendo.
Sus párpados se cierran lentamente.
—De acuerdo.
Se vuelve a dormir incluso antes de que cierre la puerta.

248

Ryan está parado en la cocina, masticando una zanahoria y hablando bajo
con Ade. Aun así, una mirada a mi rostro y está a mi lado.
—¿Ángel?
Sacudo mi cabeza.
—Está dormida, Ade. Volveremos pronto.
El rostro de Adelida es sombrío.
Es muy probable que suceda. Todos lo sabemos; será un milagro si mamá
vive por el resto del año.
Cuando el resto del mundo se está preparando para celebrar y atracarse con
comida, todo lo que quiero hacer es esconderme en mi habitación y llorar.
Ryan no dice nada hasta que estamos en el auto y ha prendido la
calefacción. Mis dientes repiquetean fuerte.
—¿Se está muriendo, Ryan? —Me giro hacia él, sin aguantar las lágrimas.
Él me sostiene, solo esperando y dejándome aferrarme y estoy tan
agradecida.
Nos sentamos así por no sé cuánto tiempo. Finalmente —sorbiendo—, limpio
mi nariz.
—Se está haciendo difícil verla así. Una parte de mí solo quiere huir, irse
como papá lo hizo. ¿Eso me hace una horrible persona?
Quitando con sus pulgares las lágrimas de mis ojos, sacude su cabeza.
—Claro que no. Lili, ni siquiera puedo imaginar lo que te está haciendo esto.
No es mi madre y me duele. Lo siento tanto, nena, pero estoy aquí.
Con la barbilla temblando, palmeo su rodilla.
—Lo sé. Sabes, creo que Dios te envió a mí porque sabía que no podría lidiar
con esto por mi cuenta.

249

Se ríe entre dientes.
—Entonces tiene un cruel sentido del humor.
Siempre hace eso, se resta importancia. ¿No puede entender lo mucho que
significa para mí?
—No, no lo tiene. Porque si yo hubiera elegido, ni siquiera quiero saber con
quién me hubiera enrollado. Probablemente otro perdedor como el que me
dejó embarazada.
—Sabes, siempre he tenido curiosidad sobre ese chico. —Saca el auto hacia
la carretera—. ¿Nunca lo viste por ahí?
Frotando mis brazos, disfrutando del calor pesado bombeando en el auto,
pongo mis ojos en blanco.
—Desafortunadamente. Él y yo vamos a la misma escuela. Me lo encuentro
de vez en cuando.
—¿Lo he visto?
Me encanta cuando su voz se vuelve todo gruñidos.
Sonriendo, palmeo la rodilla de mi hombre de las cavernas.
—Probablemente no. Le gusta pensar en sí mismo como el mejor del campus,
así que es bastante seguro que lo veas en cada fiesta y bar de la ciudad.
Dado que no hacemos eso… —Me encojo de hombros, dejando el resto
colgado.
Copos de nieve de Texas empiezan a lloviznar. Lo que se dice una mezcla de
lluvia y hielo, aguanieve en realidad. Encendiendo el limpiaparabrisas, Ryan
golpetea sus dedos en el volante.
—¿Ni siquiera le molesta?
—¿Qué cosa?
—¿No ver a su hijo? No podría imaginarlo. Nunca le haría eso al mío.

250

—Desearía que más chicos se sintieran como tú. —Le doy una triste
sonrisa—. Pero a la mayoría no les importa. Sabe que Javi está aquí, nunca
lo he detenido de verlo. El primer año había venido de vez en cuando. Luego
las visitas se volvieron menos y menos. Hasta que finalmente se detuvieron
por completo.
—¿Y eso no te molesta?
Sacudo mis manos en el aire.
—No lo sé. Solía hacerlo. Ya no. Es más fácil de este modo. Javi es todo mío,
lo crío de la forma que quiero.
—¿Y sus abuelos? —Frunce el ceño.
—Mi madre es su única abuela. —Lamo mis labios, acomodándome en mi
asiento, mirando por la ventana.
Añorando todo lo que Javi nunca tendrá lo oportunidad de experimentar. Ya
no pienso en estas cosas a menudo, la vida es solo vida, me había resignado
a ese hecho hace años y no pierdo el sueño por ello. Pensando en eso ahora,
no es justo.
La única abuela que Javi conocerá quizás no viva lo suficiente para verlo
convertirse en un hombre. De hecho, quizás nunca lo escuche decir sus
primeras palabras.
Ryan toca mi mejilla y lo miro.
—Hablemos de otra cosa.
Apreciando el gesto, aprieto mis labios.
—Bien, ¿qué hay sobre lo que planeas traer para Acción de Gracias?
—Oye, eso no estaba en el plan. Pienso comer un montón de pavo y mirar
fútbol.

251

Pellizco la curva de su sexy trasero, recordando cómo había sido capaz de
ahuecarlo anoche. El hombre podía moverse en la cama, hizo mis dedos
curvarse pensando en las cosas que me hizo ahí.
—Holgazán, si vienes, traes. Esas son las reglas.
—¿Tortilla de huevo? Me aseguraré de que no se vea tan feo esta vez.
Recordando el primero que me hizo, resoplo.
—Esa cosa era bastante horrible. Pero no lo creo. De todas maneras, no
haremos pavo. Vamos a hacer un tradicional día de Acción de Gracias
panameño.
Deteniéndose en una luz roja, sus cejas se juntan.
—¿Y qué es eso?
—Tamales envueltos en hojas de plátano, ropa vieja —Hago una pausa—,
significa ropa vieja, antes de que preguntes. Patacones, que son deliciosos,
son plátanos aplastados, saben a papas fritas y probablemente algo de
tocino.
—Mmm… suena apetitoso, especialmente la ropa vieja, ¿así es como lo
llamaste? —Da golpecitos a su barriga y no me pierdo el sarcasmo detrás de
sus palabras.
—Discúlpeme, señor —Agito mi dedo en su rostro mientras entramos en el
tráfico lentamente—, es delicioso. No tengo idea de por qué lo llaman ropa
vieja, pero en realidad es estofado de carne y vegetales en tomates.
Realmente es bueno y lo amarás. Ade hace el mejor. Por supuesto que ella es
mexicana, así que es sacrílego de mí decirlo. Pero es verdad. Entonces, ¿qué
vas a traer?
Se encoge de hombros, girando a la izquierda en el estacionamiento de la
tienda.
—No lo sé, se me ocurrirá algo. ¿Te gusta el postre?

252

—¿Tres Leches?
Saliendo, espera hasta que lo encuentro del otro lado del auto antes de
extender su chaqueta sobre mi cabeza para evitar el aguanieve. Nos
quitamos la nieve de encima una vez que estamos bajo la cornisa, tiritando
mientras entramos.
—¿Es ese tipo de pastel de leche? —pregunta, retomando mi pregunta.
—Ahh —Asiento, abriendo exageradamente la boca—, así que alguien está
aprendiendo español. Pensé que solo te gustaba escucharme susurrar cosas
sucias en tu oído.
Él de verdad se sonroja, lo que es tan adorable que no puedo evitar caminar
de lado junto a él, dejándole saber a todos los que miran que él es mío y solo
mío.
—No exactamente, pero esto es Texas y está en todos lados. No puedo hacer
esa cosa, pero puedo hacer un sencillo molde de gelatina.
Tirando mi cabello sobre mi hombro, me río.
—Hazla de frambuesa azul y tenemos un trato. Es la favorita de Javi.
Estamos lanzando unos cuantos comestibles que necesitamos en el carrito.
Ryan sostiene un tallo de cilantro hacia mí para oler cuando lo veo ponerse
completamente rígido.
—¿Ryan? —Girando, toco su brazo, pero no me está viendo.
Está parado frente a frente con un hombre viejo. El hombre se ve a finales de
sus cincuenta, quizás en sus tempranos sesenta. Más blanco que negro en su
cabello, usando anteojos gruesos y una camisa abotonada azul en su aún
musculosa complexión.
Líneas marcan su boca y ojos, pero es obvio para cualquiera con un ojo
quién es este hombre. Porque sus ojos son exactamente los mismos, el azul
más profundo de un océano sin fondo.

253

Aclaro mi garganta, sabiendo que alguien tiene que romper el tenso silencio
y extiendo mi mano.
—Hola, soy Lili. Usted debe ser el padre de Ryan. —Retrocediendo un paso
para poder presionar el largo de mi columna contra Ryan, sonrío tan
alegremente como puedo.
El hombre apenas me lanza una mirada.
—Lili, Jack. Jack, Lili. —Ryan hace rápidas presentaciones, su agitada voz
forzada y estruendosa.
Por fin, Jack me mira.
—¿Quién eres?
Incrustando sus dedos en mis hombros —quizás por comodidad, quizás para
prevenirse de golpear a su padre en el rostro… no lo sé—, Ryan se inclina
hacia mí, su cuerpo entero temblando.
—Mi novia.
La respuesta de Jack es un gruñido indignado.
—Así que regresaste. No pensaste en contactarnos a tu madre y a mí, no
creíste que nos importaría. ¿Es eso, hijo?
—Termina con la mierda —sisea Ryan—, ambos sabemos que eso no es
verdad. Todo ese tiempo que estuve en Afganistán, no recibí ni una maldita
carta de ninguno de ustedes, así que no me digas que jodidamente te
importa. Al menos no mientas.
Jack sacude su pulgar hacia mí.
—¿Lo dejas besarte con esa boca?
Su pregunta es tan condescendiente y burlona que tengo que morderme la
lengua para evitar una respuesta brusca.

254

—Es una sorpresa que encontraras alguien con quien salir. —Jack hace girar
una bolsa llena de naranjas en su mano antes de arrojarla en la canasta
verde que está sosteniendo.
Profundamente consciente de los pares de ojos comenzando a juntarse
alrededor, froto mi mano en el costado de Ryan, esperando calmarlo.
—¿Hace cuánto tiempo has regresado? —Jack mueve sus pies y es obvio que
la pequeña charla que está haciendo es completamente forzada, dado que
sigue revisando su reloj de pulsera y mirando hacia la puerta.
—¿Mamá está esperando afuera? —dice Ryan, obviamente consciente.
—De hecho, sí. Nos encontraremos con tu tío.
Con eso, siento el cuerpo de Ryan paralizarse por completo y mi corazón late
tan fuerte que puedo sentir la adrenalina en la parte de atrás de mi
garganta.
—Recuerdas, al tío John. Solías ser mejores amigos con su hijo, Alex. Buen
chico, viene y visita. Ya sabes, recuerda a su familia.
No puedo creer lo que estoy viendo. Escuchando. Algunas veces cuando
alguien te cuenta una tragedia, piensas que no puede ser tan mala en
verdad, ¿cierto? Pero esto es peor. ¿Cómo puede un hombre ver a su hijo de
esa manera? Con tanto desprecio e indiferencia, odio. Es instintivo e hiriente
y quiero sacar de un golpe esa sonrisa engreída de su rostro.
—Oh, lo siento, ¿te refieres al bastado que casi mato? ¿Por qué querría ver a
ese pedazo de…?
Jack se inclina, su nariz tan cerca del rostro de Ryan que me siento
estrujada entre ellos.
—Pronuncia otra jodida palabra —rechina tan fuerte que su saliva cae en mi
rostro, tengo que luchar para no atragantarme—. Dilo. Te reto, Ryan. Todos
sabemos lo que realmente pasó. Eres un mentiroso. Un jodido mentiroso.

255

Olvidando todo excepto alejarlo de este feo y odioso hombre, alejo a Jack de
un empujón. Por un breve segundo, asombro flota en sus ojos azul metálico,
como si no pudiera creer que me había atrevido a tocarlo de ese modo. Pero
se va tan rápido como aparece.
Fosas nasales ensanchándose, manos flexionándose, se endereza en el
refrigerador e intenta regresar a Ryan.
Levantando mi dedo, planto firmemente una mano en el pecho de Ryan solo
en caso de que tenga una locura en mente. Por ejemplo, atacar a su padre
como lo hizo con Olivio.
—Váyase —le advierto, bajando mi voz para que los oídos entrometidos no
escuchen—. Él ya no quiere verlo y, francamente, yo tampoco. Es un buen
hombre, mejor que usted y nunca lo mereció.
Para el final estoy temblando tanto que estoy sorprendida de permanecer de
pie.
Lamiendo sus dientes, gruñe:
—¿Sabes quién es el verdadero pedazo de mierda, Ryan? Tú. Siempre lo
fuiste y siempre lo serás. Jodidamente desearía haberle causado ese aborto.
Con esas últimas palabras, Jack se da vuelta y se va.
Rostros, demasiados, nos están mirando. Pero especialmente a Ryan, los odio
a todos. ¿Cómo se atreven a pararse ahí y mirar? Boquiabiertos como si
fuera un fenómeno enviado aquí para entretenerlos.
—¿Qué? —grito, mirándolos
apresuradamente y se retiran.

hasta

que

apartan

las

miradas

Aún temblando, me giro y agarro su mano.
Sus dedos están congelados y sigue viendo el lugar donde su padre ha
estado por última vez.
—¿Nene?

256

No se mueve, ni siquiera me reconoce, como si no hubiera escuchado nada
de lo que he estado diciendo. Así que lo sacudo. Se encoge, pero aún no me
mira, así que lo sacudo más fuerte.
—Cariño, mírame.
Cuando finalmente baja su mirada, veo el fuego de su ira, quema
incandescente y frío en sus ojos, pero por debajo veo al pequeño niño. El
niño del que él me había hablado. Aquel que había alimentado a una rata
callejera, que había querido la atención de su padre, la aprobación de su
padre…
—Tú no eres alguna de esas cosas, ¿me oyes? Él pudo haberte criado, pero te
conozco mejor. No lo eres ahora y nunca serás cualquiera de esas cosas.
Dientes rechinando, parpadea sus ojos hacia el puesto de frutas detrás de
mí.
—Tenemos que salir de aquí —dice con voz ronca y tiemblo ante la
intensidad de eso.
Habíamos conseguido todo lo que necesitábamos, de todos modos.
Asintiendo, me apresuro a la caja registradora, pago y muerdo mis uñas
mientras él carga las bolsas en el auto.
Está tan silencioso.
De vez en cuando él escupe, pero aún no me mira. Regresamos al interior del
auto en silencio. Un músculo en su mandíbula se mueve y el silencio en el
auto es ensordecedor.
Cuando volvemos a mi casa, bajamos las bolsas tranquilamente y me ayuda
a llevar todo al interior. Asintiendo hacia Ade y mamá, luego se voltea hacia
mí, diciendo las primeras palabras desde que salimos de la tienda.
—Ya volveré, tengo que hacerme cargo de algunas cosas.
Bilis inunda mi garganta.

257

—Por favor, no hagas nada estúpido. —Agarro su mano, sin saber lo que ha
planeado. No posee armas de fuego, siempre está diciendo que sus manos
son las únicas armas que necesita en la casa, pero en este momento todo
tipo de pensamientos locos están cayendo por mi cabeza.
¿Va a ir a buscar a su padre y matarlo?
¿A su tío?
El nombre lo había transformado instantáneamente, lo que sea que fueran
los demonios, involucraban a su tío John.
Se voltea para irse.
—Nene, por favor. Prométemelo. —Lo agarro y froto sus nudillos.
Sus pestañas se agitan mientras se inclina para besarme.
Quiero aferrarme a él y nunca dejarlo ir, si hubiera alguna manera de
hacerlo entrar en razón ahora mismo y obligarlo a quedarse lo haría. No
quiero que se vaya de esta casa.
—¿Por favor? —lloriqueo.
Lo veo irse sin decir nada más. En el momento en que está fuera de mi vista,
arrojo mi chaqueta y corro a mi habitación.
Tomo el teléfono con dedos temblorosos y tecleo el número de Alex.
Él contesta al segundo tono.
—¡Alex! No sé… no sé…
—¿Liliana? —Su voz es entrecortada, lacónica—. ¿Qué sucede? ¿Dónde está
Ryan?
Sollozo.
—Se fue. No sé adónde va, pero se fue. Estábamos en la tienda y su padre
estaba allí…

258

—Mierda. —Oigo el movimiento de su ropa—. ¿Hablaron?
—Sí y fue malo —froto mi brazo sobre mi rostro—, y Jack mencionó a John
y…
—¡Joder! —Hay jadeos, una voz femenina al fondo y un “ssh” enfático antes
de que Alex se ponga de nuevo al teléfono—. No te preocupes, lo encontraré,
de acuerdo.
La línea se corta y caigo en mi cama, dejando caer el teléfono al suelo,
necesito a mi Ryan de vuelta.
—Por favor, Dios. Por favor —murmuro incoherentemente por las próximas
horas.

***

Ryan
He conducido durante horas, cerrando mi puño en el volante una y otra vez.
Sin saber adónde voy, solo que tengo que alejarme de ella. No puede verme
así. No puede verme perder la jodida razón, no otra vez, no después de la
última vez.
Le había prometido no perder la cabeza.
Pero no sé cómo sobrevivir esto. No sé cómo superar esto.
No es como si no supiera lo que mi padre siempre ha sentido por mí, pero
que él se ponga de su lado, que hubiera dicho toda esa mierda delante de
ella. Lo revolvió todo.
Ella sabía.
Ella tenía que saberlo.

259

Estoy enfermo.
Mis entrañas se agitan tanto que tengo que girar a la derecha, apenas
gateando fuera por la puerta a tiempo.
Vomito a lo largo de la orilla del camino, encorvado sobre mis manos y
rodillas, viéndome como un bebé, orando a Dios que un auto se desvíe y me
saque de mi miseria.
El sol se ha escondido, las estrellas están fuera y no sé qué hacer.
Ya ni siquiera sé quién soy.
Aquí estoy, en la cuneta, vomitando y mi papá está en su jodida perfecta
casa, con mi jodida perfecta madre, bebiendo vino con su jodida perfecta
familia.
Los odio tanto a todos.
Odio que todavía me duele.
Mis ojos lagrimean, me limpio la boca y me arrastro de vuelta al auto.
Necesito hacer daño a algo, quiero matar algo.
Matar los recuerdos de ellos.
Asegurarme de que no duela más.
Un aullido inhumano desgarra desde mi garganta. Ni siquiera estoy seguro
de adónde me dirijo, pero la memoria muscular me ha conducido al
gimnasio.
El lugar perfecto para liberar mi agresión.
Cuando entro, solo hay un otro chico ahí. Y está a punto de terminar, está
metiendo cosas en su bolsa negra de gimnasio, mirándome de manera
extraña.
No quiero saber cómo me veo en este momento.

260

No estoy vestido para ejercitarme, pero no importa. No quiero nada más que
no sea olvidar.
Acercándome a él, le pido prestadas sus vendas.
—Claro. —Me tira el rollo—. Pero no te voy a prestar mis guantes.
—No los quiero.
Me volteo y camino hacia la bolsa, lanzando mi camisa sobre mi cabeza,
envuelvo mis manos rápidamente y luego dejo que mis puños vuelen.
Ahogando las palabras con un golpe satisfactorio.
Una y otra vez.
En algún momento, sé que estoy solo en el edificio.
Mi mente es un espacio en blanco, excepto por el mantra batiendo a través
de mi cráneo. Rotar las caderas, girar, golpear. Rotar las caderas, girar,

golpear.
El sudor se derrama por mi frente y mi espalda.

Rotar las caderas, girar, golpear.
Uno.
Dos.
Tres.
Más fuerte. Más fuerte. Más fuerte.
Jadeando tan duro, con los pulmones agitados, inhalando y exhalando.
Mis nudillos están hinchados, queman y están cuarteados. Sangre se mezcla
con mi sudor. Pero no me detengo, porque las voces son demasiado fuertes.

—Bien. Tan jodidamente, bien, Ryan. Sí, solo así. Sabes que te gusta. Tan
jodidamente bien.

261

Las palabras están de vuelta y están moliendo en mí, rasgándome como una
garra a través de mi intestino, desgarrando las vísceras, haciendo un
maldito lío y sin importarles un bledo. Excavando más y más y más
profundo, sin piedad.

Piernas separadas, una cremallera bajando, yo sobre mis rodillas.
Solo diez años.
Sollozando, mis ojos palpitando donde me había golpeado, dijo que nunca
hablara de ello. Me dijo que nadie me creería, de todos modos.
Día de San Valentín.
El día que cambió mi mundo entero.
Se volvió oscuro y feo y aterrador y había aprendido lo que la palabra odio
realmente significa.

Rotar las caderas, girar, golpear.
Su gordo rostro carnosa mirando fijamente en mi única lágrima estampada
mientras corrió su pesada mano a través de mi cabello. Gemidos saliendo de
sus labios.
—Ryan, jódeme, hombre. Te he estado buscando por todos lados.
Gruñendo, di un golpe al saco. Nunca había escuchado a la puerta abrirse.
—¡¿Por qué no me lo dijiste?! —Resoplo, tratando de razonar a través del
aliento helado de pánico que corre por mi sangre, filtrándose a través de mi
cabeza, diciéndome que no tengo valor, que soy repugnante.
Alex levanta sus manos, dando un paso hacia atrás, con los ojos abiertos
como platos.
—¿Qué, amigo?
—¿Por qué demonios no me dijiste que todavía estabas viéndolos?

262

Golpeando su cabeza contra la pared, gruñe y cierra los ojos.
—Me encuentro con ellos de vez en cuando. ¿Qué diablos puedes esperar que
haga, Ryan? ¿No quieres que nadie lo sepa, no quieres que hable al
respecto? Así que finjo, al igual que tú, finjo no ver la jodida mierda que vi.
Finjo que no descubrí a mi mal nacido papá haciendo la mierda que hizo.
Eso me persigue jodidamente, hombre. ¡Joder!
Golpea su puño en la puerta.
—No puedo hacer esto. —Agarro mi cabeza—. Ya no puedo hacer esto.
—Cierra la maldita boca. —Alex sacude la suya—. No voy a pasar a través de
lo que hice contigo en febrero. Vas a manejar esto, vas a encontrar una
manera, me escuchas.
—¿Por qué? —Me duele tanto la garganta, quiere estallar ampliamente,
todos los años de estar aferrado a eso… me están destrozando.
—Porque eres más fuerte que esto. Que él. Eres mejor.
—No. No, no lo soy. Y estoy cansado. —Decir eso me hace sentirlo. Se estrella
contra mí. De repente, todo el fuego se ha ido, mis hombros se desploman,
mis rodillas se doblan y aterrizo sobre mi culo, la cabeza colgando entre mis
manos—. Tan malditamente cansado.
Alex está a mi lado en un segundo, envolviendo su brazo bajo el mío y
ayudándome a levantarme. Quiero llorar, quiero hacerme un ovillo y morir.
Ya no puedo vivir con esta mierda.
No protesto cuando reúne mis cosas, entonces me conduce al auto.
—Entra —ordena.
No protesto.
—Tienes que decirle, hombre. Está preocupada. Me llamó —dice al momento
en que se sienta.

263

—¿Decirle qué?
—La verdad. Para empezar.
—No.
—Si es que no la sabe ya, lo sabrá en breve y, ¿qué harás entonces?
No puedo mancharla con mis verdades. No quiero que eso nunca yazca
sobre ella. Lili está observando a su madre morir, viviendo con un hijo que
nunca le dice que la ama, lo último que necesita es que añada mi mierda a
eso.
—Ella no puede, amigo. Yo no puedo.
—Entonces, ¿qué va a pasar entre ustedes dos? ¿Crees que solo va a casarse
contigo, que tus episodios de locura no van a volver a ocurrir? ¿Que en
algún momento no va a darse cuenta de que no puede hacerle frente a las
mentiras, a los secretos? Te dije que yo tenía un punto de ruptura, Ryan.
Erizándome, gruño:
—Ella está conmigo, Alex y digo que no.
—¡¿Por qué ?! —Alex golpea su puño en el volante—. ¿Por qué no quieres
decirle? No se puedes hacerle esto, hombre. Si la amas, entonces…
—¡Es porque la amo! —grito, saliva vuela fuera de mi boca—. Porque ella es
la última cosa buena que me queda en mi vida, porque si lo sabe va a
odiarme y se irá, Alex y no tendré nada. Nada. No puedo hacerle esto.
El silencio desciende como una niebla pesada mientras los árboles se
enfocan en mi periferia. Por último, dice:
—Entonces déjala.
La idea de hacer eso extiende hielo a través de mis entrañas. Cierro mis
puños, presionándolos firmemente en mi estómago para aliviar la fiebre

264

ardiente. Apenas he estado colgando de un hilo, de hecho, el hilo se había
partido la noche que me encontré con Lily.
Me había salvado.
Me abrazó y me dejó abrazarla.
Tocó cosas en mi corazón, cosas sucias y me hizo sentir menos feo. Pero
también sé que después de un tiempo, una persona se cansa de salvar.
Después de un tiempo, la mirada de entendimiento se volvió en una de asco
y desprecio, solo te salvarían por tanto antes de que supieran que ya no
pueden.
No quiero que ella llegue a ese punto. Necesito a mi Lily, puedo manejar esto.
Sé que puedo. Hoy solo fue inesperado.
No esperaba ver a mi papá y que él hubiera dicho lo que había dicho por el
rencor y el odio y la malicia. Yo fui quien permitió que robara mi alegría.
Lily es esa alegría y estaría condenado si la dejo alejarse.
Así que mientras ella me tenga —a este cascarón vacío—, soy suyo. Y no voy
a ninguna maldita parte.
—Eso no es una opción. —Niego con la cabeza.
Alex suspira mientras gira hacia nuestra calle. Estaciona el auto frente a
nuestra casa, se sienta allí por un tiempo antes de finalmente decir:
—Entonces eres un bastardo egoísta.
Al salir, cierra la puerta detrás de él.
Suena como un arma de fuego en mis oídos.
—Lo sé.

265

Capítulo 22
Liliana

R

egresa más tarde esa noche, el cansancio grabado en cada uno de sus
huesos. Le extiendo mis brazos y doy la bienvenida, gracias a Dios
que ha vuelto.

Huele a limpio, como si se hubiera duchado.
Ryan no ha dicho una palabra, solo me mira como si estuviera ahogándose
y me necesita para salvarlo.
Es pasada la medianoche, la casa está en silencio y todos están durmiendo.
Llevándolo a mi habitación, cierro y bloqueo la puerta, luego, lo desvisto
lenta y metódicamente: besando su pecho, su corazón, su garganta, su
mandíbula, sus labios, hasta que está jadeando, sudando debajo de mí y
gimiendo mi nombre.
Porque es lo único que sé hacer, la única manera de mostrarle lo mucho que
lo amo. Y cuando termina lo sostengo, pasando los dedos por su cabello.
En el momento en que pensaba que empezaría a caer dormido, despierta y
busca mi cuerpo. Pasa sus dedos a través de mi vientre, por mis piernas,
revoloteando como si fueran plumas alrededor de mis pezones y lo dejo.
Y aunque me duele en tantos lugares, no me quejo, porque sé lo que estamos
haciendo… lo está trayendo de vuelta.
—Te amo, Ryan. —Beso su frente sudada.
Son pasadas las cuatro ahora.
Gimiendo, se vuelve y acaricia mi cuello y finalmente, finalmente lo siento
estremecerse con el verdadero sueño.

266

Mirando el techo, tratando de contar cada pedazo de palomitas de maíz,
trato de recordar lo que había dicho, lo que había hecho.
Si hubiera hecho lo suficiente.
¿Podría haber hecho más?
Continuando jugando con sus rizos, oro fuerte.
Oro y pido a Dios que me permita mantenerlo. Muéstrame cómo amarlo
correctamente. Sé que está roto, pero todavía lo quiero.
Sé que Ryan nunca me hará daño, sé que en mi corazón no tengo miedo de
él. Pero tengo miedo por él.
Miedo de lo que se hará a sí mismo.
Empieza gemir… en silencio al principio, luego no tan silencioso.
Retumbando altos sonidos, ruidos inquietante y lo sacudo.
—Nene, despierta. Estás teniendo un mal sueño.
Lo palmeo más duro.
—Despierta, Ryan. Estás dormido.
Haciendo una especie de extraño sollozo ronco, envuelve su brazo
fuertemente alrededor de mi cintura y se pone cómodo.
A la mañana siguiente, me siento como una mierda y él se ve peor.
Caminando hacia el armario, saco dos tazas. Sé lo mucho que ama su té de
manzanilla y pienso que tal vez una taza podría ayudar. Colocando una
tetera para hervir, camino de nuevo a él y me siento en su regazo.
—El té estará listo pronto. —Beso la punta de su nariz.
Asintiendo, acaricia la parte exterior de mi muslo.
—Lily. —Su voz, todavía ronca por el sueño, me hace asentir.

267

—¿Sí?
—¿Hablaste en serio ayer en la tienda?
—¿Qué parte?
—Todo. Lo que le dijiste a mi padre, ¿lo dijiste en serio?
Agarrando su rostro en mis manos, froto mi nariz con la de él.
—Pongo a Dios como testigo.
Sus dedos aprietan mi camisa y una respiración irregular pasa a través de
mis labios un segundo antes de que me bese.
Dos años atrás, había tomado una clase de literatura. En ese momento, no
había pensado en nada del curso, no había pensado que en el futuro
recordaría y me daría cuenta de lo equivocada e idealista que había sido.
El tema había sido la tragedia de Shakespeare.
Cómo estaban condenados Romeo y Julieta a fallar, desde el momento en
que habían puesto los ojos el uno en el otro las fuerzas fuera de su control
habían conspirado como una bola de nieve rodando por una colina,
ganando velocidad e impulso, creciendo más y más grande, hasta que fue
tan grande que los consumió a ellos, su amor y sus vidas.
Había pensado que todo era tan terriblemente romántico. Amar a alguien
tanto, que incluso si hubieran sabido que nunca escaparían al final, todavía
optarían por caminar ese camino de nuevo.
Pero sentada aquí ahora mismo, no es romántico.
No es bonito.
Es horrible, un dolor que se extiende frío y caliente y me dan ganas de llorar.
Lo amo mucho y lo estoy perdiendo.
Sé que lo estoy perdiendo.

268

***

Ryan
Por algún milagro había encontrado moldes de gelatina en la forma de
Spiderman. Ya imaginando la sorpresa de Javi, saco los bloques azules,
arrancando unas cuantas cabezas en el proceso.
La casa de Lili huele increíble.
Mamá está pasando un raro día bueno. Adelida había tirado su cabello
hacia atrás, ella está sentada en frente de la televisión, hablando bajo a Javi
quien está mirando el desfile de Acción de Gracias de Macy con
inquebrantable diligencia.
—Lindo delantal. —Alex resopla, mirando a la atrocidad de volantes verde y
blanco que Lili me había obligado a ponerme en esta mañana, alegando que
me ayudaría a no manchar mis pantalones caqui y camisa de cuello azul.
Se inclina sobre mi hombro, mirando los moldes con una mueca tensa.
—Parece, repugnante.
—¿Estás aquí para no hacer nada aparte de molestarme? —gruño, moviendo
el recipiente debajo de su nariz antes de colocarlo en el refrigerador.
—No. —Lily abraza mi cintura, mirando a Alex—. Solo está celoso porque
sabe que no puede lucir tan sexy como tú en uno de ellos. —Ella tira del
delantal.
Adelida pone los ojos en blanco.

269

—Dios mío, no quiero escuchar esto —murmura, haciendo pequeñas cosas
alrededor de la cocina, golpeando tapas en ollas de agua hirviendo y guisos,
antes de contonearse hacia la sala para comprobar a mamá y Javi de nuevo.
Me río.
—Mira eso, pusiste a Ade toda tímida.
—¡No, no lo hizo! —espeta Ade desde atrás.
Alex va a la mesa de la cocina. Sacando una silla, está en cuclillas, listo para
sentarse.
—Puede que no quieras… —Las palabras “no te sientes, caerás de culo” se
encuentran en la punta de mi lengua. Una lección que había aprendido de la
manera difícil. Pero mi advertencia no es lo suficientemente rápida.
Un segundo me está mirando todo confuso, el próximo su cabeza desaparece
y está tirado en el suelo.
—Mierda —gime, frotando su culo y luego cubriendo su boca con el puño,
mirando a la sala donde dos pares de ojos lo acusan con miradas duras—.
Quiero decir… umm… mi error. —Su rostro se pone rojo.
Liliana ríe, el sonido me recuerda al tintineo de una campana.
—Eso es lo que obtienes por burlarte de mi nene.
Ella acaricia mi pecho y no voy a mentir, mi pecho se infla como la cola de
un jodido pavo real.
Gruñendo, Alex da un tirón a otra silla y se sienta.
—Podrías haberme advertido. Me hiciste maldecir delante del chico, amigo.
No es bueno.
—Oye —Agarro una toalla de cocina azul y seco mis manos—, traté de
advertirte. Puede que quieras limpiarte la cera de los oídos la próxima vez.
—Har har har. —Alex toma un trago de su cerveza—. ¿Puedo ayudar?

270

Liliana se gira.
Los tamales están fuera y humeantes en el mostrador, la ropa vieja llena
toda la casa con sus tomates cocidos y el aroma a salmuera de la carne,
haciendo gruñir mi estómago con aprecio.
—No realmente —dice—, casi todo está hecho.
Tirando la toalla en el mostrador, me inclino hacia atrás y tiro de Lili a mi
costado. Luce matadora hoy, con un vestido gris oscuro que cae libremente
alrededor de sus rodillas y se ciñe a la cintura. Recogió su cabello en una
especie de nudo e incluso está llevando un poco de maquillaje alrededor de
sus ojos.
No es que necesite esas cosas, ya es caliente sin eso, pero la sombra de ojos
negro hace que sus ojos verdes luzcan electrizantes.
No puedo esperar sacarle el vestido esta noche.
—Sí, no es de extrañar que te ofrezcas para ayudar después de que todo esté
hecho. —Sonrío y él se encoge de hombros—. Es lo que siempre haces en
casa.
—Oye, no soy cocinero. Confía en mí. —Alex traga otro bocado—. No quieres
lo que yo haría. Perros calientes hervidos, si tienes suerte, huevos revueltos
con, probablemente, una gran cantidad de cáscara para saborizar, por
supuesto y una rebanada de pan tostado quemado si eres muy afortunado.
—Recuérdame nunca ir cuando él cocina. —Lili me mira.
Sus dedos fríos juguetean perezosamente con los vellos de mi brazo.
—Bueno. —Ade regresa a la cocina, quitándose su delantal—. Ayúdenme a
poner la mesa, niños y niña.
Lili desata mi delantal, se inclina y besa mi cuello antes de dar la vuelta y
agarrar los platos.

271

Están fuera de la cocina, en el comedor estableciendo nuestros lugares.
Agarro las cucharas y los tenedores.
—Oye, hombre —Alex se acerca a mí, hablando bajo—, ¿ya le dijiste?
No puedo creer que este sacando esta mierda aquí, ahora.
—No.
Agarrando la enorme olla de plata llena de plátano envuelto en tamales, me
dirijo hacia la gran mesa.
Liliana se había levantado temprano esta mañana, ella y Javi. Javi
realmente no había sido de mucha ayuda, solo leyendo sus cómics, pero
Liliana había parecido poseída para hacer de esta Acción de Gracias
perfecta.
Había cortado una tonelada de copos de nieve de papel, encadenándolos a
través de pequeñas luces blancas y colgándolos alrededor de la habitación.
Incluso yendo tan lejos como para salir a la calle a cortar unas flores que se
veían en plena floración de la casa del vecino, colocando las flores amarillas
en pequeños vasos de vidrio alrededor de la mesa. En realidad, se ve bien.
Nada de otro mundo, pero me gusta eso.
Ade también había ayudado a decorar. Había conseguido artículos más
coloridos. Un mantel rosado y verde azulado, algunos platos de fiesta de
color amarillo y rojo.
No se parecía a ninguna Acción de Gracias en la que hubiera estado antes,
pero es agradable. Hogareño.
Lili no lo admitirá, pero sé lo que está haciendo. Está construyendo un
recuerdo, haciendo la Acción de Gracias de su madre perfecta.
Mi corazón se aprieta cada vez que pienso en su situación. ¿Qué hará esta
familia sin ella? Puede que no camine, pero la presencia de mamá persiste
fuertemente en cada grieta, hendidura y rincón de este hogar.

272

Sitúo la pila de tamales en la mesa.
—¿Aquí está bien?
Ade me despide con la mano.
—Ve a buscar más comida. Apúrate, Tina se está cansando y quiero meter
algo de buena comida en ella antes de que vuelva a la cama.
Lanzándome una sonrisa de agradecimiento, Lili enciende varios juegos de
velas votivas.
Trotando hacia la cocina, busco un par de guantes de cocina para situar la
olla de ropa vieja en la parte superior.
—¿Entonces eso es? —Alex no se ha movido de donde lo había dejado—. ¿Eso
es todo lo que tienes que decir? ¿No le vas a contar?
—No me jodas —siseo en voz baja, levantando la mirada para asegurarme
de que nadie escucho lo que no debería—. ¿Cuál demonios es tu problema?
¿Estás intentando arruinar el día hoy?
—¿Yo? No —cruza los tobillos, su expresión cerrada y enojada—. ¿Por qué
haría eso? ¿Por qué te pediría que trataras a alguien de quien me preocupo
con un gramo de respeto?
—Eres peor que una chica. Déjalo ir. Estaba teniendo un buen día, también
Lili, eso no importa.
Fregando un puño por su cara de incredulidad, Alex me da una mirada que
hace que mi sangre se enfríe.
Bajando la barbilla, susurro:
—Demasiado jodidamente lejos, Alex, me escuchaste. Detente. Ahora.
Ojos grises de acero se estrechan en ranuras delgadas.
—Solo porque pienses que ignorarlo lo resuelve todo, te lo digo, caminas en
una pendiente resbaladiza.

273

Con los nudillos explotando, el aire entre nosotros se vuelve espeso como el
agua.
Diviso a Lili por el rabillo del ojo. Apisonándolo todo, negándome a dejar que
Alex me haga esto, me vuelvo y sonrío.
Ella me está estudiando y los finos cabellos de mi nuca se elevan.
—¿Todo bien? —pregunta ella.
—Bien. —Agarrando un par de guantes rojos, alzo la olla y no escatimando
ni una mirada para Alex, beso su mejilla—. Solo bien.
No me detengo a mirar atrás y ver si ella está mirándome o incluso si está
hablando con Alex. Porque no puedo. No permitiré que mi drama se derrame
en un momento en el que ella ha trabajado tan duro. Hoy es sobre ella y su
madre, no sobre mí, no en este momento.
Unos minutos más tarde, la mesa está puesta, no gracias al perezoso imbécil
de Alex. Lo único que había dejado era un pequeño envase de mondadientes.
Ade rueda a mamá hacia la mesa; sus pestañas revolotean un mudo gracias.
—¿Tanto?
Lili se sienta a su lado y acaricia su brazo.
—Sé que es mucho, pero son todos tus favoritos, mamá. Arroz y frijoles y…y.
—Su voz se quiebra.
Esto es claramente más duro para ella de lo que había pensado. Esperando
aligerar el humor, me entrometo.
—Ropa Vieja —suministro.
La sonrisa de mamá es breve, pero está ahí.
—Sabes, ahora que lo mencionas, ese es un nombre terrible para la comida.

274

Lanzándome un gesto agradecido, Lili se apodera de mi muslo y aprieta.
Juego con sus dedos bajo la mesa, sosteniéndolos hasta que deja de temblar.
—Mmm —Alex olfatea apreciativamente, está sentado frente a mí y al lado
de Javi que está mirando fijamente su plato amarillo vacío con su cara
apoyada en sus puños—, todo se ve bien, mami.
—Es mamá, nerd. —Lili se ríe y es como si todos en la habitación tomaran
una respiración profunda y se tranquilizaran.
Alex solo sonríe y estoy un poco menos irritado con él.
Ade le hace gestos a mi plato.
—Ya que me ayudaste a hacer la masa, tú obtienes el primer tamal.
Flexionando mis dedos, le paso mi plato.
—No me dijiste que iba a ser un trabajo tan agotador. Pensé que nunca iba a
llegar a dejar de moler maíz.
Ojos centelleando, Ade encoje un hombro regordete.
Incluso Adelida está de un humor festivo hoy. Está usando un vestido de
seda verde y sus rizos sueltos habituales están metidos y reunidos en un
moño.
—Vamos, eres un gran chico fuerte. —Mira mis brazos, obligándome a
flexionarlos en respuesta. Soltando risitas como una jovencita, presiona sus
dedos en sus labios—. Oh, horrible coqueto. —Sus mejillas morenas queman
de rojo.
Mamá se ríe.
Desenvolviendo el humeante tamal, toco la congelada masa naranja
amarillenta con la punta de mi tenedor. El perfume de flores de Lili le hace
cosquillas a mi nariz cuando ella se inclina para susurrar:
—Está bueno, pruébalo.

275

—Se ve diferente.
Levantando una ceja perfectamente esculpida, arrastra su tenedor por la
punta del mismo y lo lleva hacia mis labios.
—Pruébalo.
El tenedor traza la línea de mis labios y mi pulso tamborilea.
—Pruébalo —canta.
Lamo mis labios, pensando que lo que estamos haciendo en frente de otros
podría ser más que una clasificación PG. Pero el pensamiento no dura
mucho.
Se ve tan hermosa hoy, no quiero esta comida. Quiero a Lili, quiero
arrastrarla de vuelta a la habitación como un hombre de las cavernas y
darme un festín con ella todo el día.
Una ruidosa aclaración de garganta me recuerda dónde estoy.
—Mier…
Ade resopla en dirección a Alex, sofocando su maldición.
Él tose y se golpea un puño en el pecho.
—Diablos10 —termina—. Puedes tomar el bocado, por favor, hay un niño
presente.
Mamá se ríe y los ojos verdes oscuros de Lili brillan.
Abriendo la boca, la dejo alimentarme.
Lo primero que pruebo es el toque de aceite ligeramente amargo que ella
había llamado achoite, seguido por la cremosa textura del maíz finamente
molido.

Juego de palabras. Alex comienza diciendo “Holy he…” (Mier…), y luego termina diciendo
“Heck”.
10

276

—No es malo.
Su hombro me golpea.
—Te lo dije.
Después de eso, no hay más intercambio de alimentos. No es que me hubiera
importado, aunque probablemente es más seguro que no lo hagamos,
mucho tiempo más y olvidaré cosas como los modales y solo la tomaré.
Javi está desgarrando su tamal y pronto todos lo estamos.
Reímos y bebemos mucho ponche cremoso y gaseoso de vasos de plástico.
A mitad de la comida Adelida dice:
—Tina, ¿aún sigues queriendo ir de compras después del día de Acción de
Gracias? Juan ha accedido a venir y cuidar a Javi otra vez.
Lili se inclina y susurra:
—Juan es el niño de Ade, trabaja en un asilo de ancianos. Pasa cada año
para que mamá y Ade puedan ir de compras.
Asiento, agradeciéndole la información.
—Ah, Ade —mamá empuja la comida alrededor de su plato, solo ha estado
picoteando, para empezar—, no este año.
—¿Sigues queriendo ese nuevo equipo de música?
Mamá se encoje de hombros.
—Sería bueno. Mi otro equipo está lleno de estática. Apenas puedo escuchar
mis noticias ya.
—Iré contigo, Ade, siempre y cuando alguien esté aquí para cuidar a mamá
y a Javi, me encantaría ir —interviene Lili, luego se vuelve hacia mí—.
¿Quieres venir con nosotras? Tú también, Alex, ¿quieres?

277

Lo miro. Después de Acción de Gracias, las compras no son algo que me
atraiga en los más mínimo y por el giro de sus labios, sé que Alex está
pensando lo mismo.
Toda la molestia de esperar en la cola por la mierda que no valdrá la pena
dos meses después. Pero…
Rascándome la nuca, asiento.
—Sí, vamos.
—Oye, yo no accedí… —Alex aprieta los labios.
—Oh, vamos, será divertido. —Lili sonríe, con la sonrisa que muestra todos
sus dientes y se apodera completamente de su rostro. Soy masilla en sus
manos cuando ella pone eso en mí, sé que con Alex no será diferente.
Exhalando audiblemente, poniendo los labios como siempre lo hace, gruñe:
—Bien. No es como si tuviera a una chica esperando por mí esta noche.
Ade se ve lista para desmayarse mientras hace un penetrante esfuerzo por
no mirarlo. Los labios de mamá se crispan. Creo que ella es secretamente tan
traviesa como su Liliana. Javier ya está mirando de vuelta hacia la pantalla
de televisión, sin tener idea de lo que Alex insinuó.
Pongo los ojos en blanco.
Y él tiene el descaro de quejarse de mis modales en la mesa.
—Oh, Dios mío —Lili se cubre la boca—, las cosas que salen de tu boca,
Alexander.

278

Capítulo 23
Liliana

E

l día pasa en un borrón y no podría haber sido mejor si lo hubiera
escrito en un libreto. Mamá había tenido energía, no había regresado
a su habitación como había esperado, incluso había comido un poco,
lo que era más de lo que la había visto comer en semanas.
Javi se sienta en el sofá junto a Ryan por casi toda la noche, ambos
observando partidos de fútbol.
Los chicos habían reído y bromeado con todos y no puedo recordar cuándo
fue la última vez que había tenido un día así.
Ade había llevado a mamá a la cama a las nueve. Casi treinta minutos atrás
y Javier luce como que si estuviera perdiendo la batalla contra el sueño
también. Continúa frotándose los ojos, determinando a quedarse con Ryan
tanto como pueda, pero eventualmente el sueño también lo aclama.
—¿Debería llevarlo? —Ryan me mira.
—Oigan, chicos, creo que voy a retirarme. —Alex revisa su reloj, luego se
levanta, hace un estiramiento de león y bosteza—. ¿A qué hora es esa cosa
estúpida de mañana?
Golpeteando mi pierna contra la rodilla de Ryan, asiento para que levante a
Javi.
—No tienes que venir, sabes, Alex. Si es tan horrible.
Ryan se mueve rápidamente, levanta a Javi fácilmente en sus brazos y luego
se vuelve y mira fijamente a su primo.
—Como el infierno que no. Va a ir. Te recogeré a las tres.

279

—Infiernos. ¿A las tres? —Alex arruga la nariz—. Me debes una grande, Lili.
De verdad, grande.
Levantándome, me estiro antes de caminar hacia él, dándole un abrazo.
—Ya está, considéralo como un pago total. Y gracias por venir hoy, Alex.
Envuelve sus brazos alrededor de mí, levantándome del piso y me apretuja.
Tirando de su camiseta hasta que se inclina —porque es un gigante y yo soy
muy bajita de todas formas—, le doy un beso en la mejilla.
Frotándose el lugar, mira a Ryan, mostrándome su pulgar.
—La viste hacerlo primero, hombre. Nada de golpes.
Resoplando, Ryan se gira hacia el pasillo.
—Sal de aquí, hombre.
Palmeando su pecho, lo sigo a la puerta.
Agarrando su abrigo y llaves, palmea su mano contra el marco.
—Lili Bean, yo, eh… —Frunce el ceño e inclino la cabeza a un lado.
—¿Qué?
Veo tantas emociones trepar por su rostro, la preocupación y la ansiedad las
más prominentes.
—¿Alex? ¿Qué? —Doy un paso hacia él.
Pero debe haber pensado mejor lo que sea que había estado a punto de decir
porque sacude la cabeza y me una de sus clásicas sonrisas engreídas.
—Nada. La pasé bien. Cuídalo, ¿de acuerdo?
Rápidamente mirando por encima de mi hombro al pasillo vacío, digo:
—Lo amo, Alex. Si eso es lo que te está preocupando. Ya se lo dije.

280

Su boca se crispa mientras frota la parte posterior de su cuello.
—Eso no es lo que me preocupa, es…
Justo entonces, el sonido de pasos y el cerrar de una puerta nos separan con
un sobresalto de culpa.
Alex sonríe, los ojos destellando.
—De todas maneras, los veré en la mañana.
Con un saludo de la mano, baja las escaleras y es tragado por la oscuridad.
Los dedos de Ryan son cálidos mientras los desliza bajo el cuello de mi
vestido, acariciando suavemente la desnuda piel por debajo, dejando una
estela de calor y deseo a su paso.
Girándome, cierro la puerta de una patada con mi pie y hurgo por mi
espalda para asegurarla.
—¿Por casualidad te dije esta mañana lo sexy que te ves? —Su sonrisa llena
mi abdomen con un fiero anhelo.
Moviéndome hacia él, amoldando mi cuerpo con el suyo, envuelvo mi mano
alrededor de la parte posterior de su cuello.
—Oh, no estoy segura. ¿Por qué no me lo dices de nuevo?
Sus manos son duras mientras trepan por mi trasero y me levanta como si
no pesara nada. Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura mientras nos
guía de vuelta a mi habitación.
Apenas tengo tiempo de cerrar la puerta antes de que sus hambrientos
labios desciendan sobre los míos.
Los gemidos se derraman entre nosotros mientras aterrizamos en una pila
de extremidades enredadas en mi cama. Está tan oscuro, lo que solo eleva la
sensación del tacto. No puedo ver más que una sombra, pero jadeo cuando

281

sus manos callosas se deslizan bajo mi vestido, hurgan con el lazo en mi
cintura y finalmente deslizan la tela fuera de mi cuerpo.
La fría hebilla de su cinturón presiona contra mi estómago mientras se
mueve entre mis piernas, sin afán por quitarse su propia ropa.
Agarrando sus brazos, trazo las líneas de los músculos mientras se mueve.
Sus suaves, suaves labios trabajan por mi garganta, la rasposa mandíbula
rozando la sensible piel y volviéndome loca.
Enterrando mis uñas en su espalda, envuelvo las piernas más fuerte
alrededor de sus caderas, tratando de recordar quedarme callada y no
gruñir muy fuerte.
—Quítate la ropa —ordena con un impaciente tirón de sus pantalones—. Me
estás volviendo…
Gruñendo profundo en su garganta, sumerge su lengua en mi boca,
haciéndome tragar el resto de mis palabras.
Sabor, toque y olor son todo lo que vivo. Todo lo que conozco ahora mismo.
Su aroma de perfume silvestre, la forma en que su cuerpo se estremece y
danza con el mío, el balanceo y tirar de músculos mientras se quita la
camisa, el sabor ligeramente salado de su pecho mientras mordisqueo y
lamo mi camino a través de este.
Él trabaja mi cuerpo y yo el suyo. En algún punto, agarra un condón y se lo
pone.
Las cortinas de mi ventana se arrugan mientras el calefactor se enciende y
la luz de la luna atraviesa la expansión de nuestra piel desnuda, besándonos
con manchas de lavanda y plata. Ruedo encima de él.
Su sonrisa arde, se mueve a través de mí como una llama, quemándome y
consumiéndome. Cabello sudado cuelga de la parte posterior de mi cuello.
—Ven aquí —susurra, enganchando su dedo.

282

Me inclino, mis pechos rozando el vello de su pecho y causa que mis muslos
se tensen.
—Mírame. —Aparta el cabello de mi rostro, sosteniéndolo detrás de mi
cabeza en un puño.
Nada se mueve a través de la quietud de nuestras respiraciones. Memorizo
cada cicatriz, cada pendiente y surco.
—Sabes que te amo, ¿verdad? —Su voz rasposa me salpica.
Mi corazón se hincha, se espesa en mi pecho.
—Sí.
Luego se desliza dentro, tan lentamente que es una tortura. El estiramiento
para acomodarlo me tiene contoneando, gimiendo. Mis pestañas parpadean.
—Mírame, Lili.
Abro los ojos, mordiéndome la comisura del labio.
Solo cuando lo hago se mueve, nunca soltando mi cabello y tengo que
luchar para mantener mis ojos abiertos.
Su mirada es inquebrantable. Ryan no me está mirando a mí, está mirando
dentro de mí.
—Te amo —articula de nuevo y luego sus ojos se cierran mientras los lo
traspasan escalofríos.
Un pequeño chillido se escapa de mí mientras cierro los míos, la intensidad
de este orgasmo haciendo temblar mis entrañas. Las luces explotan detrás
de mis ojos mientras me fracturo en miles de pedazos de gozo, cegador e
intenso, hermoso y consumidor.
Cuando vuelvo en mí, sonrío, cayendo sobre su pecho.
—Oh, guau. ¿Crees que despertamos a todos?

283

Su cuerpo se sacude con una risa mientras entierra su rostro en el hueco de
mi cuello. Finalmente, respirando con normalidad, dice:
—Espero que no. Aunque estabas empezando a sonar como una banshee.
Golpeo su pecho.
Necesitando limpiarme, me bajo, cómodamente adolorida.
—¿Dónde pusiste mi ropa?
Levantándose, de modo que está sentado contra el cabecero, acomoda los
dedos detrás de su cabeza. Completamente desvergonzado.
¿Y por qué debería estarlo?
Ryan es hermoso.
Ni un gramo de grasa innecesaria cuelga de él. Paquete de abdominales,
músculos como tres camiones y brazos como pitones… es un dios griego y si
pensara que él podría hacerlo de nuevo, definitivamente me le lanzaría
encima ahora.
Me lamo los labios.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta, cruzando sus tobillos.
—Oh, ya sabes… —Ondeo la muñeca—, he visto mejores.
Sus labios se retuercen y luego me está tacleando, arrastrándome de vuelta
a la cama por la cintura mientras sus dedos empiezan hacerme cosquillas
en las costillas sin piedad alguna.
Golpeando su pecho con mis pequeños puños, me río a través de las
lágrimas y corcoveo.
—Apártate de mí, gran salvaje.
Solo me hace más cosquillas.
—No hasta que me digas la verdad.

284

Incapaz de soportar una segunda ronda de esta contienda sexual, me quedo
floja en sus brazos. Se detiene inmediatamente.
—¿Lili? ¿Estás bien? —Sus cejas se fruncen con preocupación.
Aprovechando ese momento de indecisión, me deslizo bajo su silueta y salto
a mis pies.
—Ja, ninguna disculpa de mi parte, idiota.
Le palmeo el trasero.
Fuerte.
Encogiéndose, se ríe y da vuelta.
Salto hacia la puerta, aferrándome al pomo.
—Hazme cosquillas de nuevo y gritaré. Juro que lo haré. Y, confía en mí, si
Ade no consigue una sexta victoria consecutiva, no has conocido el terror.
Riendo, su cuerpo entero moviéndose con ello, se cubre los ojos con su brazo
y me quedo tonta. Literalmente tonta. Me quedo boquiabierta.
No puedo recordarlo así, jamás.
Este es Ryan, el verdadero. El que habría sido al crecer si ese Día de San
Valentín no hubiera ocurrido en su vida quince años atrás.
No creía que fuera posible amar tanto a alguien.
El amor que tengo por Javi, mi mamá, incluso por Ade… es distinto. Con Ryan
no tiene fondo, justo cuando creo que he llegado a la cumbre, hay más. Y
más. Y más.
Limpiándose las lágrimas de sus ojos, completamente inconsciente de lo que
me está haciendo, se da vuelta y se pone sus caquis.
—Lili, eres adorable, ¿lo sabes? —Viniendo hacia mí, acaricia mi mejilla—.
Voy a limpiarme.

285

Sintiendo como si el mundo acabara de dar la reversa, como si arriba ahora
estuviera abajo y la izquierda fuera la derecha, me tropiezo hacia mi cama,
reconociendo que detrás de esa epifanía hay un insistente y muy real miedo
creciendo.
Me olvido todo cuando él hace estas cosas. Cuando se ríe, sonríe y me toca.
Me hace olvidar cuán roto está y cuando lo hago, me aferro a la mentira de
que se ha terminado, de que está mejorando, que las cosas no volverán a
ponerse feas. Empujando mi puño contra mi pecho, me pregunto qué iba a
decir Alex.
Había habido miedo en sus ojos, una callada inquietud en sus hombros.
Debería haberlo llevado afuera, debería haber descubierto la verdad, porque
en el fondo, sabía que tenía que ver con Ryan. Con los secretos que
guardaba.
No soy estúpida.
Las lágrimas suben por mi garganta, hacen que mi cuello duela cuando las
trago.
Hay tres cosas que sé inequívocamente.
Ryan odia el Día de San Valentín. Ha tratado de suicidarse. Y todo se centra
en un tío del que nunca habla.

***

Ryan
Estoy feliz.

286

Jodida y delirantemente feliz.
Sonriendo como un idiota.
Llegué a una decisión esta noche.
Bueno, esta mañana, realmente. Acunado en los brazos de Lili, había tenido
la mejor noche de sueño que había tenido en meses.
No había habido ningún sueño, solo un bendito negro y cuando ella había
rodado sobre mí, presionando un tierno beso en mi frente y diciendo que era
hora de despertar, sabía lo que iba a hacer hoy.
Me lavo los dientes, hago mis cosas y luego corro al exterior para calentar el
auto, esperando a que ella y Ade terminen de vestirse antes de que nos
dirijamos a recoger a Alex.
El auto es agradable y calentito cuando finalmente salen de la casa. Juan
había llegado unos quince minutos atrás, se despidió de su madre y cerró la
puerta detrás de ellas.
Lili lleva un par de jeans y un holgado suéter rojo. Su cabello está recogido
en un moño desordenado y está usando las gafas que adoro secretamente.
Siempre he tenido una cosa por la bibliotecaria sexy.
Temblando, se mete en el auto, inundando el interior con flores y junta sus
manos.
—Frío.
Agarrando sus dedos, los froto entre mis palmas.
—Un beso las calentará. —Las presiona hacia mis labios y beso cada dedo.
Ade refunfuña mientras cierra la puerta detrás de ella.
—¿Dime por qué me hago atravesar esto todos los años?
—Porque estamos locos. —Lili me guiña el ojo y luego bosteza ruidosamente.

287

Dirigiéndome a mi casa, pongo un poco de música.
—¿Qué estás pensando comprar? —pregunta Ade a nadie en particular.
Lili se mueve hasta que puede sentarse sobre su pierna, rodando su cuello de
lado a lado.
—No lo sé. Solo necesito algunas ideas de Navidad. Javier necesita cómics
nuevos y, probablemente, conseguiré una bonita pieza de algo para mamá y
—Me mira con timidez—, algunas otras cosas. ¿Y tú? —me pregunta.
Me encojo de hombros mientras me dirijo hacia mi calle.
Todas las luces están apagadas en la casa; Alex va a ser una perra para
despertar.
—No sé, probablemente daré una vuelta para ver todo. ¿Adónde vamos, de
todas formas?
Me estaciono.
—Shop-n-Save, Kringle y al centro comercial. —Ade levanta su mano,
haciendo un tic con su dedo.
Alex va a mearse en sus pantalones cuando se dé cuenta de que habían
planeado un día entero en torno a las compras. Me río, esto será divertido.
—Vuelvo enseguida.
Saliendo, corro al interior y luego golpeo la puerta de Alex un segundo antes
de abrirla de golpe.
Saltando, con los ojos muy abiertos y el cabello asomando por todas partes,
Alex viene hacia mí, deteniéndose una fracción de segundo antes de golpear
mi rostro con un puño.
—¡Joder, hombre! —gruñe y limpia su boca con la parte posterior de su
mano—. Joder. No hagas esa mierda. Maldita sea.
Palmeo su pecho y rio.

288

—Oye, solo te estoy pagando con la misma moneda por todas las veces que
me lo haces.
Gruñendo, se dirige al baño.
Gracias a Dios Alex nunca duerme desnudo como yo, ese es un espectáculo
del que estoy feliz de prescindir.
—Nunca te he hecho eso —se queja y cierra la puerta del baño detrás de él.
—Entonces considéralo como una futura retribución —grito y solo recibo
otro gruñido en respuesta.
Me había duchado en la casa de Lili, pero había tenido que ponerme la
misma ropa sucia. Tomando una rápida oportunidad para cambiarme,
agarro un par de jeans y un suéter y justo estoy cepillando mi cabello con la
mano cuando Alex sale de su habitación, vestido y ceñudo.
—Será mejor que me compres lo que malditamente quiera hoy. —Pone sus
ojos en blanco—. Llevarme a una tienda a las jodidas tres de la mañana.
—Ah, vamos, anímate, quién sabe —Palmeo su hombro—, podrías encontrar
tu próxima follada en el pasillo cinco.
—Que te jodan. —Entrecierra los ojos— ¿Y por qué diablos estás de tan buen
humor?
Deslizo mis manos en mis bolsillos.
—Ya verás. De todos modos, vamos, están afuera y, Alex, compórtate lo mejor
que puedas.
Poniendo un sombrero en su cabeza, trata de golpear mis piernas.
—Lo que sea, perdedor.

***

289

Las tiendas están tan abarrotadas como siempre había oído, ya hemos
estado buscando durante cuatro horas y mi frustración va en aumento.
¿Cómo se supone que haga lo que había planeado si todas las tiendas que
he visto hasta ahora no venden lo que necesito?
Alex se ríe, bebe una taza de café mientras caminamos fuera de la cafetería
al otro lado de la calle donde están las chicas.
—¿Qué? —me quejo.
—Oh, nada. —Se encoge de hombros—. Simplemente me encanta verte
siniestro y haciendo muecas a cualquier cosa que pasa por delante. ¿Qué es
exactamente lo que buscas, hombre?
Los compradores se arremolinan de tienda en tienda en el estacionamiento
de la plaza comercial.
—Un anillo.
Escupiendo el café, con los ojos abiertos ampliamente, casi golpea a una
mujer. Resoplando, la mujer se limpia la mancha inexistente en sus
pantalones antes de caminar.
—¿Estás loco?
Suspirando con exasperación, me giro hacia él.
—Según tú, lo estoy. Entonces, ¿cuál es el problema ahora?
—¿Problema? —Su mandíbula se mueve de lado a lado.
Sin estar de ánimos, me volteo de nuevo y me pregunto si tal vez el WalMart vende. Moviéndome en esa dirección, forzando a Alex o bien a
continuar o a quedarse atrás, meto las manos en mis bolsillos.
—¿Se lo has dicho?

290

—¡No! —ladro—. No, de acuerdo. —Bajo mi voz cuando me doy cuenta de un
par de ojos fijos en nosotros.
—¿Lo harás?
Las puertas dobles se abren repentinamente sin hacer ruido y sonrío
inmediatamente cuando descubro el mostrador de joyería.
—¿No es apresurado? —Alex trota delante de mí, no exactamente
empujándome hacia atrás, pero haciendo un maldito buen trabajo en hacer
que batalle para conseguir pasar alrededor de él.
—Sabes, puede que odie a mis padres, pero se conocieron dos semanas y han
estado juntos casi cincuenta años. Lili y yo hemos estado juntos nueve
meses. Estoy listo. La amo. No hay nada más en qué pensar.
Mirando a través de las vitrinas de cristal, trato de imaginar cuál se vería
mejor en ella. No tengo mucho dinero, solo lo que he logrado ahorrar de mis
peleas. Cerca de tres mil dólares más o menos.
¿Es eso suficiente para un anillo?
Palmas húmedas, las froto en mis jeans.
—Nueve meses —resopla—. Brillante. Y en todo ese tiempo, ¿qué tanto le has
dicho acerca de ti?
No debería haberle dicho.
Ni siquiera entiendo sus razones, ¿por qué está tan enojado? ¿No debería
estar feliz por mí? Animándome, contento de que había encontrado a mi
chica.
—Suficiente —me quejo, aún presionando mi nariz a la vitrina.
Lili casi nunca usa joyas, de hecho, no creo haberla visto usar nada aparte
de las rocas en sus orejas. Y no son algo grande como los que he visto que
usan la mayoría de las chicas.

291

Lili tiene una elegancia discreta, desde la forma de vestir a la forma en que
se mueve. Me rasco la cabeza, tratando de pensar a través del ruido de Alex.
—¿Y si no es la indicada? ¿Y si esto es solo una novedad para ti? ¿Pensaste
en eso? Solo tienes veinticinco años, todavía eres un bebé.
Resoplo.
—Eso viene de la boca de un tipo de veintiún años.
—Oye —Golpea su pecho—, por lo menos admitiré que soy demasiado
malditamente joven para pensar en eso.
Una dama alta vestida con un vestido de flores estampadas se dirige hacia
nosotros en una nube de aroma a vainilla. Arrugo la nariz, luchando contra
el estornudo debido al exceso de perfume.
—¿Puedo ayudarlo? —pregunta en un pesado acento texano.
Lleva demasiado maquillaje, está revestido en ella como el maquillaje de un
payaso. Abultados y audaces, sus ojos están pintados como un huevo azul de
petirrojo y sus labios son de un sangriento rojo. Pliegues gruesos se agitan
debajo de su mandíbula mientras habla.
—Estoy buscando un anillo para mi novia.
Alex resopla y fijo una sonrisa dura en mi rostro, manteniendo mi espalda
hacia él.
Frunciendo el ceño, nos mira.
—De… acuerdo. ¿Sabes lo que le gusta?
Al tocar el cristal, hago una mueca.
—En realidad no.
Una risa amarga suena en mis oídos.

292

Tomando una respiración profunda, obligó a que la furia se calme hacia un
lugar seguro y tranquilo, me recuerdo que él no sabe nada.
No sabe nada de Liliana, de mí, de nosotros.
Esto no es una aventura.
O una picazón que me estoy rascando.
Nunca, ni en un millón de años pensé que alguna vez se lo propondría a una
mujer con un niño de otro hombre. Siempre pensando que no podría hacerlo,
no podría mirar a ese niño y verlo como mío.
Pero Javier es mío.
Y Lili también lo es.
Esa es mi familia.
Y voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que el mundo también lo
sepa.
Ella acaricia mi mano con la suya enjoyada. Grandes rocas me guiñan
desde cada uno de sus dedos.
—No te preocupes, no eres el primer chico o el último que imaginaría que no
tenía idea acerca de algo así. Afortunadamente, estoy aquí para ayudar.
Ahora —exhala, hinchando su pecho con orgullo—, dime lo que no le gusta y
vamos a trabajar a partir de ahí.
Unos meses atrás, una amiga de Lili se había acercado a nosotros en el
campus, chillando y poniéndonos su mano en nuestros rostros, diciendo que
su novio por fin se lo había propuesto.
Los ojos de Lili habían crecido ampliamente mientras agarraban la mano de
su amiga. Sus ojos verdes habían brillado más que ese diamante y me había
preguntado por qué.
Mirando el anillo, no había pensado que fuera grande.

293

Pero su linda boca se había curvado en una pequeña “o”. Esa noche, durante
la cena había comentado que si se casaba esperaba que su chico la
conociera tan bien como el prometido de su amiga. Lo cual puso un
desagradable nudo en mi estómago.
—No quiere nada grande.
—¿Estás seguro? Porque para todas las chicas que conozco, cuanto más
grande mejor —dice Alex, apoyado en el mostrador con los brazos cruzados.
La encargada asiente, como si estuviera de acuerdo.
Yendo con mi instinto, porque eso es lo único que tengo, sacudo la cabeza.
—Nada enorme.
Suspirando, la señora se acerca a la vitrina del fondo.
—¿Como de este tamaño?
Con el corazón golpeándome el pecho, veo las cajas y luego vuelvo a ver
aquellas que había estado mirando antes. Los otros son más grandes,
haciendo que las pequeñas parezcan ridículamente pequeñas ahora.
Quizá estoy equivocado, ¿acaso Lili no usa más porque no puede costearlas?
—Pero —La mujer sonríe—, medio quilate, es aún un buen tamaño.
Levantando un dedo, Alex usa su encanto.
—¿Puedo hablar con mi amigo por un segundo?
Ella me mira.
Suspirando, asiento.
—¿Qué, Alex? ¿Qué? Estás desperdiciando tu aliento, voy a comprar este
anillo —digo al minuto de salir de la zona donde pueden escucharnos.
Apretando mi brazo, me arrastra lejos de las cajas a una sección más
privada. A algún lugar entre tops de franela y medias.

294

—¿Puedo preguntarte una cosa?
Levanto una ceja.
—¿Recuerdas qué sucedió la otra noche?
Con la cara inexpresiva, no muevo la cabeza.
Sabe que lo recuerdo. Él me había encontrado, como si pudiera negarlo.
—Cuando ella me llamó, amigo —Se señala con su pulgar—, su voz. Si
pudieras haber escuchado su voz. Te lo estoy rogando, amigo, rogando y por
mí… mierda. —Se frota la nuca—. No haría esto por nadie más. Compra tu
maldito anillo si quieres, pero dile, dile antes de dárselo.
—¿Por qué te importa tanto? He tenido esto bajo control, está mejorando…
—Demonios que sí —sisea duramente, mirando por encima del hombro. La
mujer del anillo está mirándonos descaradamente.
Mis fosas nasales arden.
—Demonios que sí —susurra con dureza—, ¿piensas que encorvarse, vomitar
por todos lados y hacerles aún más cicatrices a tus manos es mejorar?
Casi ni pienso en mis manos. Sí, están amarillas y moradas, pero casi
siempre lo están. Soy un luchador y a Lili nunca pareció importarle.
—Mira —Sacudo mi cabeza—, si eso le molestara, ella estaría haciéndome lo
que tú estás haciendo, pero sabes qué, no lo hace. Me acepta, como soy.
Alex da un paso atrás, con los ojos abiertos como si lo hubiera abofeteado.
—Amigo, estás ciego. Ella está locamente preocupada. Lo veo cuando te mira.
No estoy diciendo que no debas casarte con ella, si eso es lo que ella quiere,
te apoyo en eso. Pero te estoy diciendo que seas honesto, por una vez en tu
miserable vida. Sé honesto con alguien.
Tirando de mi cabello, pestañeo fuerte, luchando con mi instinto, mi
necesidad de destruir.

295

—¿Quién te hace la maldita autoridad en una relación, de todos modos?
Tienes sexo. Jodido sexo sin importancia. Una puerta giratoria de mujeres,
¿qué demonios sabes sobre eso?
Con el músculo de la mejilla temblando, dice:
—Sé en lo que se convierte un secreto. El cáncer en que se transforma. Sé lo
que le hace a una persona porque vivo con eso cada maldito día. Pude
haberlo detenido, pude haber cambiado tu vida entera si solo hubiera
abierto mi boca y contado la verdad. Vivo con esta culpa cada miserable y
maldito día. Y veo lo que te está pasando. Cada año te has vuelto peor.
Sacudo mi cabeza, la visión se me nubla y se motea, estoy tan enfadado que
no confío en mí ni siquiera para abrir la boca.
La boca se me llena de saliva, trato de respirar a través del ariete en el que
se han convertido sus palabras.
—Odio que sepas lo que sabes sobre mí. Cada día me despierto y deseo no
haber hecho ese sonido, deseo que nunca hubieras visto lo que viste. ¿Te
gusta esto? ¿Lanzarme esta mierda en la cara todo el tiempo? ¿Te da algún
tipo de enfermo placer?
—Jódete —gruñe Alex—. Lo hago porque soy el único que puede. Date cuenta
que ya casi es diciembre. Dos meses más, Ryan, dos meses más y los
demonios volverán volando, más fuertes y rápidos y más seguros que nunca
y qué harás esta vez, ¿eh? Y si ella no está contigo, ¿lo vas a hacer esta vez?
¿Asegurarte de cortar lo suficientemente profundo? No puedes escapar de
eso, solo puedes voltear la cara y conquistar. No permitirá que huyas, de
todas formas; te perseguirá en cada paso, respirará en tu nuca y vivirá en
tus sueños. Si no peleas, gana. Él gana.
Con las fosas nasales ardiendo, el pecho agitado, nos miramos uno al otro. Si
las emociones fueran fuego, incendiaríamos la tienda en un infierno rabioso.
Lanzando un manotazo en señal de disgusto, Alex se voltea y sale de la
tienda.

296

Parado ahí, me pregunto por qué siquiera vivimos juntos aún.
Su papá puede que haya robado mi inocencia, pero él se roba mi sensatez.
Alex está siempre recordándome, siempre chasqueando un dedo debajo de
mi nariz, moliendo mi rostro en el lodo y haciéndome olerlo.
¿Por qué no puede solo estar feliz por mí?
¿Por qué no puede actuar como otro amigo?
¿Por qué demonios está siempre actuando como mi mamá?
No necesito otra, tenía una y no era buena. Un huevo podrido.
Pero sin importar cuán enojado estuviera, lo enojado que me ponga, sé una
cosa… el sí me quiere. ¿Por qué? Demonios si lo sé.
Hombres, no tenemos emociones. No entre nosotros, lo juro, eructamos y nos
pedorreamos y hacemos cualquier tipo de mierdas sucias porque esa es
nuestra manera de mostrarlo, pero Alex es diferente, siempre lo ha sido.
Alex me lo dice, se asegura de que lo sepa.
Lamiendo mis dientes, camino de regreso al mostrador, estoy decidido a
obtener este anillo hoy. La mujer bromea, pretendiendo de repente que había
estado desempolvando las vitrinas todo este tiempo.
Sé que ella no escucho nada, estábamos lo suficientemente lejos allá atrás,
pero sé que se lo está preguntando.
Plasmando en mi rostro lo que espero sea amistad y no deslumbramiento,
camino a la última fila de anillos.
—Quiero ver esos.
—Claro, claro. —Saca la llave fuera de la cadena en su muñeca y desliza la
puerta, sacándolos.
»¿Qué talla es ella?

297

—Ah, demonios. —Me pellizco la nariz—. No lo sé, no pregunté.
Su sonrisa es dura.
—No te preocupes, podemos reajustar la medida después. ¿Qué tamaño es
ella? ¿Quizá, como yo? —Me muestra su mano y enseguida noto que aunque
el resto de ella es robusta, su mano es sorprendentemente delicada.
Le agarro el dedo anular, deslizando la mía por encima.
Ella resuella y sus mejillas se tornan coloradas.
—Es un poco más pequeña —le digo y suelto su mano.
Palmeando su pecho, revolotea sus dedos a través de los anillos.
—Bueno, yo soy siete, entonces ella sea probablemente un cinco o seis.
Tomemos el seis, por si acaso. ¿Qué hay de este? Es un corte princesa, muy
bonito.
Es cuadrado y feo como el infierno. La piedra es brillante, pero no estoy
seguro que le gustaría.
—No.
—Bien, no te preocupes, apenas vamos empezando. ¿Y qué hay de este?
¿Corte de pera?
Se ve raro, me recuerda a la fruta por la que es nombrado. La delgada y
delicada banda dorada es bastante fuerte.
Sacándolo de su mano, lo quedo mirando.
—No.
—Bien —dice, aún alegre—. ¿Qué crees que le gustaría?
Encorvándome, apoyo mi cara contra el cristal tanto como puedo sin tocarlo
realmente. No había tenido idea que hubiera tantos tipos de anillos, pensaba
que solo entrabas, escogías entre cinco anillos o algo así y salías.

298

Esto era mucho más difícil de lo que me había imaginado.
Recorriendo la fila, me encuentro con una caja de anillos que tiene gemas
preciosas. Algunas son muy bonitas, una en particular atrapa mi atención
inmediatamente: esmeraldas tan verdes como sus ojos rodeadas por un
grupo de diamantes.
—Ese. —Golpeo el vidrio—. Quiero ese.
—Umm —Abre el mostrador—, estas son bandas. No son anillos, realmente.
—¿Cuál es la diferencia? —Suspiro.
—Bueno, la banda es en lo que deslizas el anillo. Y la banda que me estás
señalando está diseñada para un anillo tipo marquesa.
—¿Cuál es ese?
Agarrando la otra pila de anillos que me había mostrado antes, saca un
anillo con más forma de diamante y lo mete en la banda.
—Esto. —Me lo pasa.
En el momento que el anillo se acomoda en mi palma, sé que es este.
Mi corazón se arrastra hasta mi garganta por lo que estoy haciendo, lo que
estoy considerando seriamente, finalmente se acomoda.
Con las manos me tiemblan un poco, se lo devuelvo.
—¿Cuánto cuesta?
—Esta banda vale unos mil y el anillo otros mil.
—Lo llevaré.
Camino fuera de la tienda sintiendo que tengo unos grilletes alrededor de
mis piernas y cuello. La caja pequeña que descansa en mi bolsillo se siente
como si pesara quinientos kilos.

299

Lili me llama casi al momento que estoy fuera de la tienda, ella está lista
para irse.
Nos encontramos en el auto; Alex ya está allí, inclinado sobre este,
negándose a mirarme.
Ignorándolo, beso su mejilla, un poco aturdido porque ella parece no saber
lo que he estado haciendo. Para mí, se siente como si tuviera una gigante
letra “A” roja pegada a la camisa.
Manejo de vuelta a su casa en silencio, felizmente escuchándola hablar
sobre los tratos que ha hecho.
Pero todo el tiempo siento la mirada de Alex perforándome la parte trasera
de mi cráneo.
Lili decide quedarse en mi casa esta noche, trae a Javi y Alex se esfuma.
Viéndolo alejarse por la puerta, ella frunce el ceño.
—¿Qué pasa con Alex? Ha estado muy callado desde que regresamos.
Las luces están apagadas, la televisión encendida con alguna vieja película
en blanco y negro. La he silenciado más temprano. Como sé que Alex no
regresará por el resto de la noche, arropamos a Javier en su cama. La casa
es nuestra y es agradable solo relajarse.
Juego con las puntas de su cabello.
—Está cansado. No te preocupes por eso.
Mordisqueando una esquina de su labio, parece no escucharme.
—Ángel, vamos. Vayamos a la cama. —Aprieto el botón de apagado del
control remoto y me quedo de pie, extendiéndole mis manos.
Suspirando, se estira y luego las agarra, saltando.
—En realidad no estoy tan cansada. —Su sonrisa es apasionada y me llena
con un dolor inmediato por abrazarla.

300

—Tampoco yo.
Girando rápidamente, corre a mi habitación y la sigo pisándole los talones.
Más temprano, había puesto el anillo en mi cómoda, escondido bajo una pila
de medias. Mientras paso por ahí, no puedo evitar mirar de reojo,
preguntándome cómo es que aún no sabe.
Sé cuándo se lo pediré. Navidad.
Tengo una pelea pautada para esa noche. Una con paga y sé que ganaré.
Soy el doble de luchador que él, mejor en pelea y en derribes, le ganaré,
terminaré con un golpe hacia afuera y justo después, se lo pediré.
Será perfecto, otro recuerdo para ella, para guardarlo en su banco de
recuerdos. Una noche que nunca olvidará.
Esa noche, después de hacer el amor, los sueños vuelven. Y es uno malo.

301

Capítulo 24
Liliana

E

stoy flotando en una nube, una niebla, una nebulosa, en algún lugar
entre el sueño y la vigilia. Pensando en todas las cosas que había
comprado. Preguntándome si a Ryan le va a gustar la colección de
Mark Twain que le había comprado, cuando lo escucho gruñir.
Comienza bajo, como todas las noches, pero esta vez está temblando.
Su cuerpo está cubierto de sudor y está jadeando fuerte.
Al instante que despierto, lo sacudo.
—Nene, despierta.
—¡No! —ruge, agitando los brazos.
Tengo que agacharme para evitar el puño. Había pasado tan cerca de mi
piel que hormiguea por el temblor del aire desplazado por mi rostro.
Con el corazón palpitando, agarro su mano, gruñendo por el esfuerzo de
mantenerlo quieto.
—Ryan, despierta. Cariño, despierta.
Sus ojos se abren de golpe y agarra su cabeza, luego el estómago,
empujando las sábanas hacia abajo sobre su regazo. Sus abdominales se
flexionan duros y furiosos mientras lucha para regular su respiración.
—¿Te hice daño? —Echa un vistazo entre sus dedos.
Niego con la cabeza, mi pulso late tan fuerte que lo siento a través de las
puntas de mis dedos.

302

—Estabas soñando.
Haciendo una mueca, deja caer la cabeza. Su cabello protege el rostro de mi
vista.
—Estoy bien —susurra, agarrando su cabello—, estoy bien.
No estoy muy segura de si lo está diciendo que para mi beneficio y cuando
le froto la espalda, sus músculos saltan como un frijol mexicano.
Sé lo que es eso, lo he estudiado en clase. Un extraño fenómeno asociado a la
pérdida de la adrenalina y un gran trauma.
Tragando saliva, meto mis piernas debajo de mi trasero y me arrastro más
cerca, frotando sus hombros.
—Cariño, ¿qué pasó?
—Lili, por favor. —Su voz se quiebra.
—Hablar ayuda.
Sacudiéndose de mi agarre, se levanta y levanta una mano.
Dejo caer la mía lentamente a mi lado, herida, confundida y asustada. Sólo
quiero ayudarlo, quiero estar ahí para él, decirle que esto está bien, que no
está solo… pero luce como un conejo acorralado, aterrado por el cálido
aliento del lobo feroz respirando en su cuello y no sé qué hacer.
Cierra los ojos, poniéndose unos pantalones por Javi.
—Estoy bien. De verdad. Solo un sueño. Vuelve a dormir, está bien. Por favor.
Haciendo una pausa para acariciar la hendidura de mi mandíbula con el
pulgar, se dirige a la puerta.
—¿Te vas de nuevo?

303

Vacilando con un pie afuera, niega con la cabeza y luego se va. La puerta del
baño se cierra un segundo más tarde y luego el sonido de la ducha hace eco
a través de nuestra habitación.
Envuelvo las sábanas a mi alrededor, por si acaso Javi ha escuchado y viene
a mirar, entonces aprieto los dientes en mi puño. Pero la distracción no
funciona, las lágrimas caen. Grandes gotas caen de la punta de mi nariz.
Me está dejando fuera de nuevo.
Mi mandíbula tiembla, trato de decirme a mí misma que en realidad no
duele. Que estoy exagerando. Todas las cosas que me he dicho a mí misma
antes, pero ya no voy a comprar nada de eso.
Pasando una mano por mi rostro, miro la puerta.
En mi casa, a veces lo escucho cantando en la ducha. Esos eran los días
buenos, los días que sabía que sus fantasmas lo dejaban solo. Pero cuando
no oí el ruido, cuando lo único que escuchaba era el vasto silencio, sabía que
era malo.
Esas son las noches que temo.
Podría haber oído caer un alfiler.
Sé que no quiere que lo vea.
Las primeras veces que se había duchado en mi casa había estado nerviosa,
siempre poniendo la oreja en la puerta para asegurarme de que todavía se
movía, todavía respiraba y estaba vivo. No he sentido este nivel de ansiedad
durante un tiempo.
Mi estómago se retuerce, la bilis pasa hasta mi garganta, me arrimo a la
cama y voy de puntillas a la puerta.
—Por favor, por favor —susurro bajo.

304

Oigo el movimiento, el roce de los pies o el deslizamiento de las manos, no
estoy segura de qué, pero sé que está vivo y un suspiro agotado se me
escapa.
Lamiendo mis labios, camino a la siguiente habitación, la puerta de Javi está
un poco abierta. Está dormido, con el pulgar suavemente alrededor de los
labios, como si hubiera estado chupándolo. Necesitando el toque y su fuerza,
voy hacia él y me siento en la esquina de su cama.
Solo observando a mi bebé.
Es tan fuerte.
Un luchador nato.
Tiene muchas probabilidades apiladas contra él y todavía empuja. Luchó a
pesar de todo. Retirando sus rizos, me inclino y beso su suave frente.
¿Era por eso que le gustaba tanto Ryan?
¿Debido a que, en muchos sentidos, son similares?

—Javi, no sé qué hacer, ¿bebé? ¿No sé qué hacer? —Derramo mi corazón en
él, digo todas las cosas que no le he dicho a nadie más—. Lo amo tanto y sé
que nos ama. Pero está tan roto, está en tan mal estado y no me dejará
entrar. ¿Cómo se puede arreglar algo que no quiere ser solucionado?
Espero, orando por una respuesta, un milagro. Para que él abra sus ojos, me
mire a la cara y me diga: Ryan va a estar bien. Saldrá de esto, solo dale
tiempo. Porque todo el mundo sabe que el tiempo cura todas las heridas.
Pero él no abre los ojos y las palabras no vienen.
—Lo estoy perdiendo, Javi. Lo estamos perdiendo.
Luchando contra las lágrimas, le beso los dedos, toco sus mejillas y luego
salgo de la cama, cerrando la puerta detrás de mí.
Tal vez debería vestirme y volver a casa.

305

Pero no vine en mi auto.
¿Vuelvo a la cama y finjo que nada está pasando? Vuelvo a dormir y
despierto mañana y no hablo de ello.
Creo que eso es lo que Ryan preferiría que haga.
Pero no lo haré…
Deteniéndome frente al baño, me debato si llamo, pero sé que si lo hago solo
me dirá me vaya.
Abriendo la puerta, el vapor se arremolina alrededor de mis tobillos y una
horrible sensación de déjà vu se apodera de mí, enfermándome.
Tropezándome con mi sábana, corro la cortina de la ducha y por un
segundo veo la sangre y veo su cuerpo quieto y pálido.
Cuando parpadeo, él está mirándome, un niño mirando a través de la cara
de un hombre. Agua cae a su alrededor, empapando los pantalones que está
llevando hasta su piel muy roja. Sus manos están metidas debajo de sus
piernas.
—Lili —grazna y no puedo ver a través de mis lágrimas.
No sé cómo, pero me caigo en la ducha con él, lo agarro por los hombros y lo
arrastro hasta mi pecho, envolviendo mis piernas tan apretadas alrededor
de su cuerpo como puedo.
Sus dedos se clavan en mi espalda mientras su cuerpo se sacude.
Lo sostengo.
Me aferro a él, cerrando los ojos y rezándole a Dios para que no se caiga,
para que siga luchando, siga levantándose y peleando, que algún día
conquistará, que algún día me mirará y me contará todo.
—Te amo, Ryan, te amo. —Le acaricio la cabeza, repitiendo una y otra vez;
agua caliente se mezcla con las lágrimas de mis ojos.

306

»No me dejes, por favor Dios, no me dejes.

Si me oye, nunca lo dice.

***

Ryan
Hoy es Navidad. No hemos hablado de esa noche, como no hablamos de
tantas otras. Estoy empezando a pensar que Alex está equivocado, después
de todo.
Lili me ha visto; ha visto la parte más sucia y más negra de mí y no
pregunta.
Si realmente quisiera saber, me habría preguntado.
Está equivocado.
Y si ella quiere fingir, estoy bien con eso. Me siento más libre que desde hace
mucho tiempo. Porque ahora sabe y aún se queda.
Me ama.
Abriendo mi cajón de la cómoda, saco la pequeña caja negra y abro la tapa
con el corazón atrapado en mi garganta.
Ayer había ayudado con el árbol que ella creó en su casa. Un poco tarde
para poner el árbol de Navidad, pero me había asegurado que su familia
siempre lo ponía en la víspera de Navidad.
No cocinamos una comida, Lili había dicho que no se siente bien con que su
madre no sea capaz de participar. Así que nos habíamos sentado alrededor

307

del árbol, ella, Ade, Javi y yo y abrimos un par de pequeños regalos. Le había
conseguido una botella de perfume que me gustó y pensé que olía a ella.
Javi había salido muy exitoso, Lili y yo habíamos ido a una tienda de cómics
la semana pasada y compramos toda una pila de cómics de Spiderman
usados.
En cinco horas tengo una pelea, una hora después de eso me pondré de
rodillas y le propondré matrimonio. Mi boca está seca, estoy nervioso como
el infierno, pero también emocionado.
Un sentido de urgencia se apodera de mí. Nuestro amor sigue siendo
intenso, pero siento que algo sucede entre nosotros. Algo falta y hace que me
duela el estómago.
Tal vez está todo en mi cabeza.
Pero sus sonrisas ya no parecen llegar a sus ojos. Salimos todo el tiempo,
todavía me acaricia y me dice lo mucho que me ama, pero esos ojos verdes
de ella que me gustan tanto no brillan.
Mamá está empeorando.
Apenas sale de su cama y ese es probablemente el verdadero problema. Ni
yo, ni esa noche en la bañera, gimiendo contra su hombro mientras el terror
me revolvía caliente y enfermo por dentro, exigiendo que recordara.
Meto la caja en mis pantalones cortos y cierro el cajón.
Dirigiéndome a la cocina, encuentro a Alex ya en la mesa, comiendo un
plato de cereal. No se molesta en levantar la mirada.
—Oye —le digo y pongo un poco de agua a hervir para mi té y avena—.
¿Vienes esta noche?
Todo lo que consigo en respuesta es un gruñido sin compromiso.
Lo que sea.
Dando la vuelta, agarro una cuchara y el recipiente del cajón.

308

—¿Todavía vas a hacerlo esta noche?
Lamiendo mis labios, giro los hombros.
—Te dije que lo haría.
—Sí. —Poniéndose de pie, arrastra la silla por el suelo y vuelca sus cereales
en el fregadero, luego se va sin decir una palabra más.
La caldera silba antes de que pueda moverme. Rasgando el paquete de
avena, lo vuelco en mi recipiente y vierto agua. Llevando el té y la avena a la
mesa, me siento en silencio, masticando, tragando, masticando, tragando.
Una mala sensación perdura en la parte posterior de mi garganta,
haciéndome cosquillas como dedos con garras.
En este punto, sé que ella sabe, sé que ha reconstruido las piezas del
rompecabezas. Entonces, ¿por qué tengo que decirle verbalmente? ¿Cuál es
la diferencia?
Masticar.
Tragar.
Pero sus ojos, no me miran de la misma manera. Mis entrañas se tensan. No
quiero decirle. No quiero confesarle cada sangriento detalle.
Pero las noches son cada vez peores.
Como si mi cerebro y cuerpo me están diciendo, obligándome a elegir. Estoy
llegando a una encrucijada, un cruce con dos flechas apuntando en
dirección opuesta.
Salvación.
Y la muerte.
Pasando el té alrededor de mi boca antes de tragar, me levanto, coloco mis
platos en el fregadero y agarro mi bolso, me dirijo hacia el ring.

309

Esta noche, mi vida va a cambiar.
Voy a ganar, poner ese dinero para un pago inicial de una casa. No será una
gran cantidad, pero lo suficiente para cuidar de ella y Javi.
Caminando hacia el auto, me meto y me marcho, presionando mi pie en el
acelerador, tratando en vano de escapar del temor burlándose a través de
mis oídos de que he hecho la elección equivocada.
Al detenerme en un semáforo en rojo, de repente lo sé.
Estoy equivocado.
Alex tiene razón.
Lili tiene que saber y se lo contaré. Después de casarnos, una vez que tenga
el anillo en ella y sepa que no se irá. Se lo diré, se lo diré todo entonces. Cada
sucio y vergonzoso secreto, confiaré en ella con mi vida y alma, pero no
hasta que ella diga: “Sí, quiero”.

310

Capítulo 25
Liliana

L

a multitud está amplificada, el olor a sudor y cerveza llena las gradas.
La música pulsa y late a través el anfiteatro, en el centro un
cuadrilátero protege a los peleadores. Así debe ser como se veía una
pelea de gladiadores. Hombres vestidos con apenas nada, músculos
abultados mientras se mueven y acechan, buscando la oportunidad perfecta,
esa fracción de segundo para atacar y acabar con todo.
Mastico la esquina de mi labio. Ryan va a ser el siguiente en pelear.
Había estado nervioso antes de la pelea, saltando alrededor de puntillas,
tratando de mantener su cuerpo caliente. Su entrenador había estado allí,
observándome con una mirada que decía claramente que yo no pertenecía
en la sala de espera.
Pero él me había pedido que regresara, así que había venido.
Tomando un rápido descanso de agua, me había llevado afuera y me había
abrazado. Tan fuerte que había sentido mis huesos frotarse.
—Te amo, Lili. No importa nada —me había dicho y creo que en algún lugar
de su corazón, sabe lo que estoy sintiendo.
O por lo menos lo siente.
Esta es la noche.
Hay una elección que hacer.
Ya no puedo mentirme. Lo he intentado, traté de fingir que esa noche no
ocurrió. Pero a medida que pasan los días y veo que tiene cero intenciones

311

de decirme lo que está pasando, comprendo que esto es todo lo que siempre
va a ser para nosotros: yo preocupada a morir, él dejándome fuera. Y hay
demasiadas cosas en mi plato para lidiar con eso.
Mi mamá está muriendo, mi mundo ya está astillándose, no puedo aguantar
más secretos o mentiras o lo que sea que demonios esté haciendo.
Simplemente no puedo. O me dice todo o me alejo y esa era la decisión más
difícil que he hecho en mi vida.
Ver a mi padre irse había sido mucho más fácil. No lo había necesitado para
sobrevivir. Pero necesito a Ryan, él me afecta, está en mi alma. Nunca estaré
bien otra vez. Ryan es mi mundo, mi vida y mi corazón, pero no voy a
simplemente quedarme parada y ver al hombre que amo matarse
lentamente.
De pronto reconozco la música que se desliza a través de los pensamientos
en mi cabeza. Silver Springs inicia inquietante y melódica a través de los
altavoces, llenando la arena.
Ryan sale de un túnel lateral con una bata negra y una toalla sobre su
cabeza.
Sonrío a través del dolor.
No, nunca seré la misma.
Levantando la jaula, comienza saltando alrededor, ojos escaneando la
multitud y sé que me está buscando.
Pero antes de que me encuentre, una música diferente se hace cargo de los
altavoces y su oponente sale, agitando una bandera mexicana. Música de
mariachi resuena molestamente fuerte.
A mi lado, alguien choca los cinco y comienza a corear el nombre de Ryan.
Mi corazón se hincha, lleno con tanto amor que siento como si estuviera
rompiéndome. Rasgándome en dos, convirtiéndome en pedazos, fragmentos
de alguien que ya no reconozco.

312

—En la esquina… —ruge el locutor, estimulando a la multitud, gritos y
aullidos agudos zumban en mis oídos.
No despego mis ojos de él.
Es tan hermoso y está sonriendo y tengo la sensación de que esta noche voy
a quitar esa mirada de sus ojos para siempre.
¿Estoy tomando la decisión correcta?
El dolor en mi corazón dice que no, pero cuando pienso en Javi viviendo con
un hombre que se mete en una bola en el baño, vomitando y temblando bajo
el rocío de la ducha durante horas… no quiero que mi bebé jamás sea testigo
de eso.
Podría ayudar a Ryan, sé que puedo.
Pero solo si me deja.
Juntando mis manos, rezo durante toda la pelea.
—Por favor déjame ayudar, por favor, Ryan, por favor…
Ryan gana con un gancho rápido en la segundo ronda, golpeando a su
oponente en el suelo con una mirada aturdida y confundida.
Bombea los puños mientras corre alrededor del cuadrilátero, mirando de
nuevo a través de la multitud. Su mejilla izquierda está amoratada con un
color violáceo horrible, su labio rajado, pero para mí nunca ha lucido más
hermoso.
El locutor se le acerca y le entrega el micrófono, todo lo que dice es:
—Esto era para ti, Lili. Te amo, nena.
De alguna manera, a través del estupor y lágrimas, encuentro mi camino al
cuarto de espera. Había esperado que la multitud empezara a dispersarse,
esperado hasta que supe que su entrenador y la mayoría del personal
estarían arrastrando los pies fuera, hasta saber que seríamos solo él y yo.

313

Su nombre está escrito en un pedazo de papel, presionado en la puerta. Paso
los dedos por este, trazando cada letra negrita, preparando el valor
suficiente para golpear.
Pero como le he hecho tantas veces, la puerta se abre. Está agarrando una
esquina de su guante entre los dientes, la cabeza hacia abajo mientras se
ata un nudo en los cordeles de sus pantalones.
—Lili. —Sonríe, lo que me derrite, haciéndome olvidar tanto.
Arrancando los guantes de su boca, tironeándome dentro y cerrando la
puerta, moldeando su cuerpo fuerte contra el mío. Un escalofrío caliente
patina por mi espalda ante la mirada acalorada que me está dando. Sus
labios enroscados, exponiendo el hoyuelo que nunca puedo dejar de trazar.
Mis dedos tiemblan.
—¿Me viste, nena? Me sentía invencible esta noche, en la cima. —Le da un
besito a mi nariz, luego retrocede para terminar de guardar su equipo.
No me muevo de donde me había clavado, el corazón palpitante como la
sensación fantasma de su cuerpo todavía impresa en el mío.
—Aunque él era rápido, maldita sea, vi estrellas cuando me pateó en el final
de la primera ronda, pero… —continúa charlando.
Su cabello está recién lavado, los músculos de su espalda ondulando
mientras agarra y mete. Huele tan bien. Cómo colonia amaderada y
champú, una combinación única de él que se burla de mis sentidos, me hace
enloquecer.
Amo a este hombre.
Tal vez no debería hacer esto. Tal vez él está mejorando y solo tengo que
esperar unos cuantos meses más.
Tal vez…

314

Se gira sobre sus talones, un vistazo a mi rostro y detiene todo, se pone de
pie lentamente, cabeza inclinada y me muerdo mi labio. Si tan solo hubiera
esperado para mirar hacia atrás otro minuto, habría sido capaz de sonreír,
habría sido capaz de aclarar las preguntas de mi rostro. Pero no me dio ni
un minuto más.
—¿Lili? ¿Qué pasa? ¿Es mamá?
Mi mandíbula tiembla.
—No.
Entrecierra los ojos.
—¿Javi?
—No. —La palabra cae como una bala de cañón, llenando cada centímetro
de los vestuarios.
Ojos azules buscan desesperadamente los míos y diviso el momento exacto
en el que la verdad cae en él. Sus ojos se encapuchan; una mirada muerta
cruza su rostro y luego traga tenso.
Está tan quieto. No parpadea, no se crispa, como si la vida ya hubiera salido
de él y dejo que las lágrimas lleguen.
—No vine aquí para romper contigo —empiezo.
Apretando la mandíbula, dice:
— Entonces, ¿qué viniste a hacer aquí?
Quiero tomar todo de vuelta, quiero reiniciar esto, llamar a la puerta,
abrazarlo y decirle lo maravilloso que lo había hecho. Lo mucho que lo
adoro, lo orgullosa que estoy… pero ya es demasiado tarde y ahora todo lo
que he reprimido durante meses viene derramándose como una ruptura en
una presa corriendo fuera de control.
—Necesito saber, Ryan. La verdad.

315

Sus fosas nasales dilatadas, se da la vuelta y camina hacia la mesa en la
que se había sentado antes del espectáculo mientras los entrenadores
habían relajado sus músculos, sujetándolo tan fuerte que el metal chirriaba.
—Liliana, te amo ¿Por qué no es suficiente? ¿Por qué necesitas saber esto?
¿No puedes aceptarme y dejar toda esa mierda en paz?
Pasando mi brazo toscamente por mi rostro, sacudo mi cabeza.
—Podría, sí, si se mantuviera alejada. Si no tocara nuestras vidas, pero lo
está, Ryan. No puedo seguir con esto.
Se gira.
—¿Qué demonios significa eso?
Tocando la punta de mi dedo entre mis cejas, prosigo con fuerza, tratando de
averiguar cómo hacer esto. Cómo no devastar a alguien a quien amo con las
palabras que voy a decir.
—Significa que necesito saberlo todo. Necesito saber, es la única manera en
la que puedo ayudarte. ¿Qué está pasando contigo, nene?
Su respiración lo atraviesa cortándolo, comienza a pasearse.
—¿Por qué haces esto, Lili? ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?
¿Por qué estoy haciendo esto? Porque lo amo tanto que me está matando
físicamente. Porque ya no puedo soportar más y ver que esto suceda, porque
si él no confía en mí lo suficiente como para compartir su dolor, entonces
esta relación no puede ir más allá de lo que es ahora.
—Porque necesito todo de ti. Lo bueno, lo malo y lo feo. Lo necesito. —Golpeo
mi puño, apenas viéndolo a través de mis lágrimas mojando mis mejillas—.
Porque te amo. Te amo locamente, Ryan y no puedo hacer frente a lo que vi
la otra noche. ¿Tienes alguna idea de los pensamientos que están flotando
en mi cabeza? La verdad no puede ser peor que eso.

316

Con las fosas nasales dilatadas, puños apretados, se marcha a los casilleros
metálicos en el fondo de la sala y toma impulso, lanzándole un puñetazo…
poniendo una abolladura enorme en su cara.
Salto, y cubro mi boca.
Sé que no me hará daño, nunca me haría eso, pero no quiere decir que lo
haga más fácil.
Gira y su rostro se arruga en una máscara horrible de ira, dolor y contiene
las lágrimas.
—No me hagas esto, Lili. A nosotros, por favor…
Sollozos silenciosos sacuden mi pecho, el calor llena mi nariz mientras
comienza a correr libremente. Soy un lío terrible.
—Ryan, te amo. —Mi voz se quiebra—. Te necesito demasiado. Te deseo, no lo
entiendes, solo quiero saber que confías en mí. Que puedes compartirlo
conmigo, porque todo los “y si” me están persiguiendo.
Agarrando puñados de cabello, le da un tirón.
—¿Persiguiéndote? ¡A ti! ¿Tienes alguna jodida idea de lo mucho que trabajo
todos y cada maldito día para mantener esto lejos de ti? No quiero que veas
esto, Lili. Nunca lo quise, no quiero que sepas el desagradable pedazo de
mierda que soy realmente. Porque si lo sabes, me abandonarás.
Su voz tiembla y niego con la cabeza.
—Eso no es cierto.
—¡Lo es! —Agarra su estómago—. Jodidamente lo es, siempre sucede. Cada
vez que digo la verdad, se van. Huyen y nunca miran atrás.
—¿Estás hablando de tus padres? Ryan —Apunto a mi pecho—, ni se te
ocurra compararme con ellos. No soy ellos. Te estoy pidiendo que compartas
esta carga porque es demasiado pesada para un hombre por su cuenta. Te
estoy pidiendo que me la des, deja de mantenerla dentro de ti, déjame

317

tomarla. Dámela, Ryan. ¡Por favor! —Mi voz se intensifica hasta que
prácticamente estoy gritando mi súplica.
—¡No! ¡No! ¡NO! —Golpea la taquilla de nuevo, con más fuerza, tres veces
seguidas, murmurando una, otra y otra vez, cada una es una puñalada a mi
corazón—. Esto no tenía que suceder, no. Se suponía que dirías que sí, luego
te lo diría. Me lo había prometido. Se suponía que dirías que sí.
Nunca antes lo he empujado así de lejos, porque creo que en el fondo
siempre había temido que este sería el resultado.
—Ryan.
Su nombre cayendo de mis labios es mi última súplica desesperada.
Apoyando la frente en las taquillas, todo lo que puedo ver es su cuerpo
temblando y me mata, porque sé que está llorando.
No puedo dejarlo así, no puedo huir. Acercándome a él con cautela, con la
mano levantada, huelo las lágrimas y toco su hombro desnudo. Su piel
caliente ondula bajo mi mano y un horrible sonido estremecedor sale de él,
pero no dice nada, solo agarra el borde de las taquillas como si su vida
dependiera de ello.
Quiero sus brazos alrededor de mí, quiero sus labios calientes sobre los míos,
besando este daño, haciendo el amor conmigo toda la noche. Pero había
dicho palabras que no creo que jamás pueda recuperar.
Nunca me perdonará por esto.
He destrozado su corazón el día de Navidad, lo arranqué de su pecho y lo
arrojé al suelo. Devastada, envuelvo mis manos alrededor de su cintura y
beso la línea de su columna vertebral, mis lágrimas mezclándose con los
besos, sabiendo salados.
No se da la vuelta, no me agarra y no intenta detenerme cuando finalmente
tengo que dejarlo ir.

318

Volviendo de nuevo a la puerta, agarro la perilla y espero. Por unos
instantes, me quedo de pie en silencio como un ratón, rogando que me
detenga, que me diga algo, cualquier cosa.
Pero no me detiene.
Sabiendo que no va a entender, le hablo en español.

—Te amo con todo mi corazón, pero lo estás rompiendo.
Ryan me deja ir.

***

Ryan
La oí irse, escuché sus pasos haciendo eco por el pasillo hasta que se
desvanecieron por completo. ¿Qué acaba de pasar?
Estoy aturdido, estoy ahí como un idiota, sintiendo como si hubiera acabado
de morir y ahora soy un alma en pie sobre mi cuerpo, luciendo desplomado,
devastado con un sentimiento de conmoción.
No había hecho eso.
Mi Lili no se había ido.
Me dejó solo, me ha dado un ultimátum. Dime o me voy.
No me haría eso.
Porque siempre le he creído cuando me ha dicho que me amaba.

319

Lo había sentido en cada beso, cada toque, cada suspiro suave mientras la
había llenado. Pero a medida que las luces parpadean a través de la cancha
y ella nunca vuelve, sé que es realmente ha terminado.
De repente un violento desgarro pasa a través de mi estómago y agarro el
cubo de basura más cercano, tirándolo todo.
Mi vida se ha terminado.
Ya no le importa a nadie. Limpio la parte posterior de mi boca con la mano,
me dirijo por mi bolso y saco la caja, abro la tapa y me quedo mirando el
delicado anillo.
No estoy seguro de cuánto tiempo me quedo ahí, sintiéndome traicionado,
violado de nuevo.
Le había dado jodidamente todo a ella y no había sido suficiente.
Con un rugido inhumano, lanzo la caja a la pared, viendo mientras el anillo
sale, cayendo suavemente al suelo.
Todos mis sueños, mis esperanzas… todo, todo se ha ido ahora.
Agarrando mi bolso, la meto en mi hombro y me giro con la intención de
dejarlo. Dejar todo atrás, de la misma manera que ella me había dejado.
Pero a medida que doy un paso fuera en el deprimente pasillo gris, el vacío
se propaga a través de mi cráneo. Dejando caer mi bolso, corro hacia el
interior, hacia el anillo. Cayendo de rodillas, lo recojo y lo meto en mi puño,
lo llevo a mi pecho mientras me arrodillo y grito.
Tan fuerte y tan largo que sé que si todavía hay alguien me encontrará, me
oirá. Pero me importa un carajo. Ya no.
Desplomado, caigo sobre mi lado, cierro los ojos y dejo mi mente a la deriva.
Un corazón roto puede matar. Tal vez esa será la forma en que voy,
encontrado muerto en la mañana, con los ojos abiertos, este anillo cerrado
en mi puño. En qué maldito perdedor me he convertido,

320

Pero sin importar cuánta ira haya, lo mucho que me digo no dejar que una
mujer me haga esto, no me puedo mover.
Estoy paralizado y sin aliento, esperando la muerte. Orando por ella.
Así es como Alex me encuentra.
Camina al interior, su cabello rubio revuelto, su camisa torcida, como si
hubiera rodado de la cama y puesto algo encima.
—Ella me llamó. Me dijo dónde estabas. —Sus ojos grises no se pierden de
nada.
Me ve acurrucado como un bebé, ve el cubo de basura lleno de mi suciedad,
ve el brillo del anillo… Cierro los ojos.
—¿Estás aquí para decirme “te lo dije”? Porque tenías razón —Me río—,
tenías la jodida razón.
Arrodillándose junto a mí, golpea mi brazo.
—Levántate. No estoy aquí para decir tal cosa. Pero no puede permanecer
aquí toda la noche.
Lo miro.
—Me dejó, Alex. ¿Qué diablos se supone que voy a hacer ahora?
Sacudiendo la cabeza, agarra mis hombros y me obliga a sentarme.
—Lucha. Vive. Haz frente a esta mierda, pero vive y sigue adelante. Ahora
levántate de una vez.
Dejando caer mi cabeza en mis manos, me sacudo.
—Dime que no era lo suficientemente buena, dime que puedo hacerlo mejor,
dime algo, Alex, porque creo que me voy a morir si no lo haces.
Solo me mira y frunce sus labios y con eso lo dice todo.

321

Ella era mejor de lo que había merecido, mejor que lo que podría haber
esperado tener nunca.
—Debería haberle dicho, hombre. Debería…
—Entonces llámala, llámala ahora mismo y dile a verdad. Hazlo, me dijo lo
que te dijo, no te dejó, Ryan. Se alejó de la situación. Es un desastre, hombre.
Ustedes dos, esto no es lo que ninguno de ustedes quiere. Y no soy un
maldito psicólogo, pero esto no está bien. No debería tener que estar aquí.
Este no debería ser yo. ¿Por qué no pueden arreglar su mierda juntos? —
Cierra los ojos, frotando su mandíbula.
Trato de imaginar esa llamada telefónica, ella atendiendo, yo diciéndole
todo, sacando todo allí y ella sigue diciendo que no.
Pero detrás del dolor, hay ira. Una pelota gigante y me está llenando, porque
ella no tenía que hacer esto. Iba a contarle todo, iba a hacerlo. Pero nunca
me había dado tiempo, había exigido y esperado a que simplemente saltara
y le rogara y meneara mi cola como un jodido perro.
Poniéndome de pie, meto el anillo en el bolsillo, agarro mi mochila y miro
hacia atrás. Bloqueo a Lili lejos en una bóveda profunda, muy dentro de mí.
Un lugar que no tendré que tocar, que no tendré que recordar.
Ella no quiere saber nada de mí, está bien. Se acabó. No pensaré en ella,
seguiré adelante. Vivir, luchar, mostrarles a todos que soy mejor que esto.
Mejor que yo.
— ¿Vienes? —le pregunto.
Alex lo lee en mis ojos, debió hacerlo, porque también se pone la máscara. La
que siempre usamos, la que no exige nada, la que dice que todo está bien…
siempre y cuando no hables, no recuerdes.
—Sí —Suspira—, voy.

322

Capítulo 26
Liliana

D

iciembre se convierte en enero y luego febrero.
Mamá apenas habla y algunas noches solo la necesito. La
necesito desesperadamente. Como esta noche, cuando los sueños
me persiguen.

No puedo quitar su rostro de mi cabeza, la devastación que se había fijado a
través de esta. El dolor y la traición parpadeando en sus brillantes ojos
azules.
Y él tenía razón, había traicionado su confianza. Le había rogado que
confiara en mí, que compartiera, pero lo había dejado cuando me había
necesitado más. Lo dejé solo en ese vestuario, cuidando mis heridas,
sabiendo que las de él tuvieron que haber sido mucho peores.
La lluvia cae duro contra mi tejado. Lo echo de menos ahora, más que
nunca. Arrastrándome fuera de la cama, estiro mis brazos a través de la
ventana y miro hacia la noche, deseando poder estar fuera de aquí.
Alejándome, a alguna parte, a cualquier lugar… donde el dolor no esté.
Donde no haya tanta carga, demasiada, que no me deje jadeando y sudando
cada noche.
Es un anhelo constante que en realidad nunca se va. Incluso cuando me
estoy riendo, salgo con un grupo de amigos o estoy sentada y centrándome
mientras que un profesor da conferencias, es mi compañero constante.
¿Dónde está él?
¿Con quién está?

323

Y Javi, él no lo está pasando nada bien. Él sabe, siente que hay algo mal. A
veces lo sorprendo mirando por la ventana o viendo un partido de fútbol y
solo gimiendo.
La otra noche me había dejado sostenerlo. Y no mientras había estado
durmiendo. Él había estado mirando televisión, sentado a mi lado, mirando
hacia mi muslo, había agarrado mi mano y la apretó con tanta fuerza que
mis dedos se habían entumecido.
Extrañaba a Ryan desesperadamente y esta era su manera de preguntar:
¿dónde está? ¿Dónde está mi papá?
Y así es como, honestamente, creo que veía a Ryan. Debido a que durante
diez meses, eso es lo que él había sido.
Las lágrimas siempre están ahí, siempre queman la parte posterior de mi
garganta. Los primeros días habían sido un infierno. Me sentaba y miraba
fijamente mi teléfono, iba a la escuela, volvía y miraba al teléfono, iba a
trabajar, volvía a casa y miraba al teléfono. Sabiendo que si lo llamaba, él
colgaría.
Le haría daño.
Sabía eso, pero en ese momento me sentía como si no hubiera tenido otra
opción. Después de la noche en la bañera cuando se había sacudido y
gemido y estremecido, había estado tan asustada, porque no había pensado
que yo podría lograrlo. No había pensado que pudiera simplemente fingir.
Ahora… me gustaría dar marcha atrás. Podría hacer frente a cualquier cosa,
siempre y cuando él esté a mi lado. Mientras me acaricie y me ame, pero no
tengo eso. No tengo nada.
Ade está ocupada con mamá.
Javi nunca habla.
Son pasadas las tres de la mañana… cierro los ojos, tengo que saber. Tengo
que saber por lo menos que está bien.

324

Agarro mi celular, mis manos temblando con tanta fuerza que tengo que
volver a marcar el número dos veces, llamo.
—¿Hola? —La voz somnolienta de Alex se arrastra a través de la línea.
Sentada con las piernas cruzadas en el borde de mi cama, agarro mi
pequeño teléfono con ambas manos.
—Alex —susurro.
Se tarda un minuto antes de hablar de nuevo.
—¿Lily Bean?
Tomando una respiración entrecortada mientras el alivio de oír ese apodo
reclama una sonrisa casi olvidada en la comisura de mis labios, digo:
—¿Sí?
El sonido de sábanas en movimiento y él sentándose, entonces:
—¿Cómo has estado?
Nada bien. Miserable. Desesperada.
—Horrible.
—Sí —susurra—. No has ido por el café en un tiempo.
Lamiendo mis labios, asiento.
—Lo sé. No pensé que me hubieras perdonado.
Una exhalación larga.
—No soy yo, Lili. Nunca estuve enojado contigo. Sin embargo, el lugar ha
estado en silencio sin ti.
Pasando la parte posterior de mis dedos a lo largo de mi barbilla, me
pregunto lo que eso significa. ¿Estaba siendo amable y simplemente

325

diciendo lo que quiero oír o está realmente diciéndome que Ryan no está
durmiendo en su cama todas las noches?
—¿Cómo… cómo está él? —Mi corazón retumba, golpetea en la base de mi
garganta.
—Tan bien como era de esperar. Luchando, comiendo, durmiendo.
—¿Él… lo hace alguna vez? —Cierro los ojos, incapaz de terminar mi
pensamiento.
—¿Hablar acerca de ti? —dice y asiento, aun sabiendo que no puede verme.
Después de una larga pausa, suspira—. No. Nunca.
Ese es un golpe en mi pecho.
No que debería estar sorprendida, no debería. Ese era el modus operandi de
Ryan. Nunca hablar de las cosas que herían a la mayoría. Ignorarlo, fingir
que eso no existe y seguir adelante.
Pero odio que esté haciendo eso conmigo. Me odio por hacerle eso.
Pellizcando el puente de mi nariz, el vacío llena la línea. No sé qué más decir,
pero tampoco estoy lista para colgar. Alex es mi liga hacia él, la conexión
entre nosotros. Siempre y cuando lo tenga al teléfono, Ryan no está tan lejos.
—Él… —Tartamudeo, tomando una calmante respiración profunda, solo digo
abruptamente—: ¿está que con alguien más?
Alex está callado tanto tiempo que no puedo evitarlo, lloriqueo. Porque el
silencio es ensordecedor y me dice todo lo que necesito saber. Es un sonido
horrible, lleno de dolor y agonía pura y no puedo respirar.
—Lili, detente —sisea—, él no está viendo a nadie más. Mira, Ryan está
respirando, de acuerdo. Pero no está bien.
Meto mi puño en la boca, hipando alrededor del nudo en mi garganta. El
alivio que me inunda hace que mis piernas se debiliten. Pero me reincorporo
ante el alivio por las palabras de Alex.

326

—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que se está metiendo en peleas. Muchas de ellas.
—¿Está golpeando a la gente? —pregunto, recordando el día que lo había
visto brutalizar a Olivio.
—No —Casi puedo imaginarlo sacudiendo la cabeza—, no, quiero decir que
está enemistando y aceptando peleas de los chicos que llegan a él, él solo se
queda allí, Lili, los deja simplemente patearlo. Eso me vuelve jodidamente
loco. Se ríe con cada golpe. Los chicos en el gimnasio piensan que está
enfermo o retorcido o alguna mierda.
Dejo caer mi cabeza.
—No era mi intención hacerle esto, lo juro, Alex. Solo quería que me dijera,
que lo compartiera conmigo…
—Lo sé. A decir verdad, le dije que te dijera todo esto hace meses.
—¿Lo hiciste? —Mi boca se seca.
—Lili, solo soy un amigo. Pero lo amo, Ryan… él pasó por esta mierda. Mierda
que cambia a un hombre. Nunca lo dejaré solo, él es mi responsabilidad,
pero esperaba… esperaba que fueras la indicada para arreglarlo. Creo que
podrías haber sido, si él hubiera confiado lo suficiente en ti, si hubiera
estado dispuesto… ¿sabes que iba a proponerte matrimonio esa noche?
Las palabras vuelan hacia mí como balas, chocando contra mí, rasgándome
de adentro hacia afuera. Mi cuerpo se enfría y parpadeo.
—¿Qué?
—Sí —Su voz suena tensa, cansada—, compró el anillo el día que fuimos de
compras.
Recapitulando, recordé su emoción ese día. Cómo había adorado mi cuerpo
esa noche, susurrado una y otra vez que me amaba, que estaría bien. Que
estaríamos bien.

327

Tuve una palpitación. No una muy fuerte, pero lo suficientemente potente
como para sacar el aire de mis pulmones. Había sufrido de ellas toda mi
vida, en momentos de mucho estrés. Cuando estaba embarazada, cuando
mamá fue diagnosticada, el día que papá se fue… la noche que dejé a Ryan.
—Lili, ¿sigues ahí?
Creo que le dije que sí, pero realmente no estoy segura.
—Lo siento, tal vez no debería haberte dicho eso.
—Es casi el Día de San Valentín —susurro—, la próxima semana.
La línea continua tan callada que pensé que había colgado.
—Lo sé.
—¿Van a ir a otro bar?
—No si yo tengo que decidirlo. Voy a poner un candado en la puerta.
—¿Alex?
—¿Sí?
Cierro mis ojos, el corazón sigue golpeando muy duro.
—Si él hace algo…
—Te llamaré.
Colgamos entonces y miro fijamente el teléfono como si tal vez hubiera
alguna manera de llegar al interior y jalarlo. Jalar a Ryan de vuelta a mí.
La pantalla se apaga y lo tiro a la alfombra.
Me levanto, camino a través del pasillo, mirando rápidamente hacia la
habitación de Javi. Sus manos están metidas debajo de su mejilla. Abriendo
la puerta de mamá, entro.

328

No se mueve, ni siquiera abre los ojos. Solo permanece allí y el único color
sobre ella es la luna que se derrama a través de su frágil cuerpo delgado.
Ade se levanta para sentarse al lado de mamá, frotándose los ojos.
—¿Liliana? —murmura.
Sonriendo a través de las lágrimas, presiono un dedo en mis labios y luego
me arrastro en la cama de mamá y la abrazo, envuelvo mis brazos y piernas
a su alrededor y lloro sobre su vestido, manchando la tela de color malva.
Agarrando su mano, la froto sobre mi hombro y finjo que es ella, pretendo
que me está confortando, diciéndome que todo estará bien. Que al final, el
amor siempre vence todo, que no estoy sola… que nunca lo he estado.
Finalmente, me quedo dormida.

***

Ryan
Entrando a la cocina, agarro la caldera y pongo un poco de agua a hervir.
Alex me está mirando. Mirando fijamente, con los ojos determinados.
Odio esa mirada.
—¿Qué? —gruño y rasco mi espalda—. Estás mirando.
—Estoy pensando.
—¿Acerca de qué? —chasqueo, agarrando un recipiente y una taza de la
alacena.
—La próxima semana es día de San Valentín —dice finalmente.

329

Vertiendo mi cereal y agarrando un sobre de manzanilla, me encojo de
hombros.
—¿Y?
—Entonces, ¿cuál es el plan?
Golpeando una mano sobre la encimera, tomo una respiración profunda.
—Deja de tratar de salvarme siempre, Alex. Voy a salir. Lo mismo que hago
todos los años.
—¿No estás cansado de todo esto? Harto. Mírate, hombre. ¿Siquiera te has
mirado en el espejo en un tiempo? Te ves como la mierda, como si hubieras
tomado un centenar de rondas y todavía no renuncias. ¿Por qué no te
detienes? Joder, hombre, estoy agotado.
Sí que me miro.
Todo el tiempo.
Mi rostro está siempre hinchado y negro y azul. No es bonito, pero no quiero
serlo. No quiero que ninguna otra mujer me mire de la forma en que ella lo
hizo. No quiero sentir lo que tenía. Quiero ser insensible y lo soy.
Durante el día.
Las noches son otro problema.
Mis sueños son una amalgama aterradora del Día de San Valentín mezclado
con la Navidad. Los ojos de él en la cara de ella.
—No voy a deprimirme, de acuerdo. Así que solo relájate. Ya he terminado de
jugar al mártir. Ya dejé de preocuparme, esta es mi vida, lo he aceptado, ¿por
qué tu no? —Acecho al extremo opuesto de la mesa y dejo mi plato sobre
esta, sin importarme que la mayoría de la comida vuela sobre la mesa.
—Porque te quiero, hombre. —Alex sacude la cabeza con una mirada de pura
exasperación en él.

330

Excavando en los residuos de mi avena, resoplo.
—Entonces detente. Quererme es un cáncer. ¿No te has dado cuenta de eso
ahora?
—¿Has hablado con alguien?
Levantando una ceja, meto una cucharada en mi boca.
—Sí, con el saco de boxeo y el rostro de mi compañero de entrenamiento.
—¡Lo digo en serio! —Golpea su puño sobre la mesa—. Me dije a mí mismo el
día que te fuiste, el día que te alejaste, que si alguna vez regresabas estaría
pegado a tu lado. Haría lo que fuera para hacerte humano de nuevo,
completo de nuevo y lo decía en serio. Aún lo hago.
Poniendo mis ojos en blanco, trago mi té.
—No debes hacer promesas que no puedes cumplir. No se puede arreglar a
alguien que no quiere ser arreglado, Lili aprendió eso. Se fue.
Primera vez que he hablado de ella desde esa noche, todavía era difícil
pensar acerca de eso. La extrañaba cada día, ansiaba su toque como un
drogadicto a su droga. Pero ella no va a volver.
—Tal vez ya dio vuelta a su página, es mejor para todos de esa manera.
—Llamó anoche.
La cuchara se cierne sobre mis labios mientras trago duro. ¿Llamó? ¿A él?
¿La voz de ella estuvo en esta casa?
Mis pestañas revolotean.
—¿Qué dijo? —pregunto, alegre de sonar tranquilo.
Tamborileando los dedos sobre la mesa, su mirada es dura, fría.
—Me preguntó por ti. Todavía te ama, hombre.

331

—¿Te dijo eso? —No me gusta que mis palabras suenan tan apresuradas y
sin aliento, que despierten la esperanza. Bajo la cuchara, cierro mi boca,
obligándome a inhalar y exhalar.
—No tiene que decírmelo. Lo oigo todo en su voz. Estaba llorando, hombre,
destrozada. —Cierra los ojos.
—Alex, ¿qué le dijiste? —Mi voz suena peligrosamente baja mientras
adrenalina zumba caliente y líquida a través de mi cerebro.
—La verdad —Frunce el ceño—, que te has convertido en un idiota y que
apenas puedo mantenerte en pie.
No puedo evitar reír, él tiene razón, mantengo la esperanza de que tal vez él
conseguirá una pista. Pero el bastardo enfermo se niega a decirme.
Quería preguntar más, todo, para que me diera detalle a detalle, detalles
gráficos. Cómo sonaba su voz, cuáles fueron sus preguntas. Pero lo había
llamado a él, no a mí.
Hubiera contestado, hubiera hablado, hubiera… Cerrando mis ojos, me
levanto y llevo el recipiente al fregadero.
—Voy al gimnasio.
—Bien, ¿qué demonios? Haz eso, dile al tipo contigo que saque tu lengua esta
vez. O tal vez —Truena sus nudillos—, te gustaría que justo ahora te tumbe,
me permitirías darte una patada en el culo por esta vez. Sería realmente
satisfactorio.
Mostrando el signo de paz hacia él, camino a la puerta, agarro mis llaves y
bolsa y cierro la puerta.
Estoy tan listo para simplemente correr hacia ella, dispuesto a pedirle
perdón, a decirle todo lo que quiera y eso me pone enfermo.
Porque sé que Alex está mintiendo.

332

Sé que me está tendiendo una trampa, está tratando de conseguir que crea
que hay esperanza cuando no hay ninguna. Lili siempre había sido honesta
conmigo, si realmente me quería de vuelta, me habría llamado. Me lo habría
dicho.
Así que voy al gimnasio y la saco de mi sistema. Peleo hasta que no aguanto
más, hasta que no pueda pensar, hasta que no puedo ver su rostro sonriente
persiguiendo mis sueños.

333

Capítulo 27
Liliana

E

s el Día de San Valentín y estoy sentada en un bar. The Pink Lady, en
la misma cabina en la que lo había conocido, estoy observando el
baile de Asia, moviendo sus caderas y haciendo que todos los hombres
se enamoren de ella, pero lo único que puedo hacer es pestañear y
preguntarme.
¿Dónde está él?
Sabía que había una posibilidad remota de que volviera a este bar.
Monique se acerca, deslizándose en el asiento a mi lado. Sus ojos marrones
se apresuran a tomar mi apariencia.
—Te ves como el infierno.
Resoplo.
—Me siento como el infierno.
—¿Quieres otra copa? —Toca mi copa vacía de whisky.
Había necesitado algo duro esta noche. No había querido pensar demasiado.
No había querido recordar con demasiada claridad lo que había visto, las
cosas que había hecho. Pero lo había necesitado tanto, necesitado sentir su
presencia y había esperado que cuando entrara, todo volviera.
Pero no lo había hecho.
Porque ya nada era lo mismo. Este era solo un lugar, lleno de gente que no
conocía, con una mujer bailando en el escenario y todo está mal. Podría
haber llamado a Alex, averiguar adónde iba, asegurarme de seguirlos,

334

mantener mi distancia. Cualquier cosa con solo echar un vistazo, pero
habría parecido más allá de patético y no era una acosadora.
Además, era quien se había alejado de él.
—No —Niego con la cabeza y señalo con el cuchillo en la mano en el centro
del bistec en mi plato—, estoy bien.
—¿Estás segura? Porque, chica, luces fatal. —Sus labios se fruncen en una
línea recta, abrazándome, sale de la cabina—. Solo déjame saber si necesitas
algo, ¿de acuerdo?
—Sí. —No le devuelvo la mirada.

***

Ryan
—No, no vas a venir conmigo. —Niego con la cabeza a Alex que está
frunciendo el ceño detrás de mí en el espejo—. Te lo dije, voy a salir por mi
cuenta esta noche. Tienes razón, Alex, he terminado de arrastrar a todo el
mundo a mi agujero de mierda. Estoy tratando con esto en mis propios
términos, ¿lo entiendes?
Tirando su gorra de su cabeza, gruñe, dejando al descubierto sus dientes.
—No puedes hacer esto, hombre. No puedes irte. No es bueno, no en…
Sabía que él estaba asustado. Sabía que estaba obsesionado por muchas
cosas, durante años había creído que era el único en esto, pero sabía que ya
no era la verdad. Alex podría no soportar las cicatrices psíquicas, pero las
mentales… están todas sobre él.

335

Agarro su hombro y lo miro a los ojos.
—Voy a venir a casa esta noche.
Sus fosas nasales se ensanchan, sus ojos grises de acero cortan en los míos.
—No me mientas.
Todo se derrumba sobre mí, toda mi mierda, todo. Lo que lo había hecho
pasar en los últimos cuatro años. Nunca he sido otra cosa que un idiota con
él, exigiendo todo y sin dar nada a cambio.
—Lo siento, Alex. Por todo.
Sus ojos se ponen enormes.
—Ah, joder. No, infiernos no, no vas a salir solo, esa es la misma mierda que
la gente dice justo antes de suicidarse, se disculpan y…
Poniendo mis ojos en blanco, sacudo con fuerza.
—Lo siento, está bien. Lo estoy. Y también te amo. Ahí, lo dije, la primera vez
en mi vida que le digo eso a un hombre, pero voy a salir solo noche y no me
vas a detener.
Apretando los puños, todo su cuerpo tiembla.
—Te odio, lo sabes. Has sido una espina en mi costado desde el primer día. Es
el Día de San Valentín, ¿piensas que no sé lo que pasa? He vivido tres de
esos, no puedo… no dejaré que salgas por esa puerta.
—No tienes otra opción. —Lo miro y luego me giro.
Lo que yo haga esta noche, no puede verlo.
Nadie puede, porque esta noche va a ser cruda y va a ser mi última. Estoy
cansado de esto, viviendo con el temor reprimido encrespando grandes y
grasientos dedos en mis entrañas, diciéndome que soy inútil, nada. Él quería
que peleara, entonces lo intentaría.

336

Pero yo no voy a llevar a nadie más en esto. ya no.
Porque el único que puede pelear esta batalla soy yo. Ahora lo sé, Lily me
enseñó eso. Su partida me mató, pero tenía razón. Si ella me hubiera tomado
en ese entonces, nada habría cambiado. Mis promesas acerca de contarle
todo después de casarnos, simplemente más mentiras. Estaba en lo correcto
al no tomarme de vuelta.
Agarrando mis llaves y la cartera, camino a la puerta principal. Alex me
sigue como un pequeño cachorro perdido.
—Piensa en Lili, hombre.
Me detengo en la puerta, tomando una respiración profunda.
—Estoy pensando en ella. —Por fin lo admito, negándome a dar marcha
atrás, incluso para mirarlo, reconocer que no me había encogido cuando él
había dicho su nombre.
Entrando en el auto, me dirijo a un bar. Cualquier bar. No importa.
Deteniéndome en el primer agujero en la pared de mierda que encuentro,
salgo y corro dentro, tocando el dedo en la barra superior en el momento
que llego.
El camarero me mira y los recuerdos, están corriendo, amenazando con
tragarme… llevarme y arrastrarme.
—Cualquiera de barril —murmuro.
Vuelve un momento más tarde con una cerveza negra. Pagando, me vuelvo
para encontrar un asiento. Mis dedos rodean el vidrio frío, viendo cómo el
sudor se desliza por su rostro, cómo sale la espuma de la parte superior, mi
garganta trabajando tan duro, lista para el primer sabor fresco, esperando
que el entumecimiento siga poco después.
—Hola, sexy. —Una mujer cae en el asiento de al lado. Rubia con enormes
tetas, me sonríe. Sus ojos son azules como el cielo, la nariz delicada y sus
labios un rojo sangriento rubí. Vestida con un vestido negro corto y me

337

tacones para follar, se ve mal en este lugar. Como si estuviera tratando
demasiado por encajar.
Este bar es un lugar de motociclistas, con las viejas y oxidadas placas
grapadas a las paredes de madera contrachapada y garabateadas con
graffiti.
Ella exuda fuerza, fuego… pero debajo de eso, hay algo frágil. Algo que me
recuerda a Lili.
Trago.
Sus dedos suben hasta mi bíceps y aprieta con fuerza, sus uñas
arrastrándose a lo largo de la longitud del músculo.
—¿Me compras un trago? —Lame sus labios y sus intenciones son evidentes.
Esto es fácil. Sin pensamientos, ni corazones, nada de nada, solo sexo y una
liberación rápida y podría hacer esto y por un tiempo olvidarme de flores,
sobre la nariz de botón y la diminuta mandíbula hendida, las tres pecas que
atraviesan su nariz.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto finalmente.
Se sacude como si estuviera sorprendida por mi pregunta, el bochorno
forzado desaparece, sustituido por una intensidad letal de fuerza, calculando
la verdad. Feo, sin adornos, despojado y desnudo, temblando de frío en la
lluvia de invierno… algo roto, no del todo bien… no tiene ninguna esperanza.
Es una extraña para mí, pero en ese segundo leí las mismas verdades duras
que viven dentro de mí.
—¿Qué? —pregunta ella, con voz aguda.
Girando en mi asiento con mi mano todavía agarrando mi copa, pregunto de
nuevo:
—¿Qué estás haciendo aquí?

338

Inquieta, cruza las piernas, gira a un lado y me da una postura
completamente cerrada.
—Mira, si no quieres lo que estoy ofreciendo, lo que sea.
Mordiendo su labio, salta fuera, moviéndose por la línea hacia otro hombre,
otro rostro y en ese instante sé que está ocurriendo una epifanía.
Ella soy yo.
Soy ella.
Dos caras de una misma moneda, vivimos en el mundo, pero no somos una
parte de este. Nos cerramos, ofreciendo nada más que migajas y esperamos
que todo el mundo solo aplauda y cante nuestras alabanzas por hacerlo.
Empujándome lejos de la barra, dejo mi copa y voy de regreso al auto.
Estoy perdido, flotando en medio de un mar, aferrándome a nada, solo a la
deriva. Cerrando los ojos, mi corazón palpita, no sé qué hacer.
Sé lo que quiero, lo que necesito, pero no sé si soy lo suficientemente fuerte
para esto. Enciendo el auto, voy a averiguar de qué estoy hecho.
Treinta minutos más tarde, estoy estacionado, mirando la enorme fachada
gris de piedra de una catedral. Puertas de madera grandes me miran,
atreviéndome a dar ese paso más cerca, para subir, abrirla y confiar.
La mandíbula trabajando, me doy la vuelta, golpeando tan duro que duele.
Probablemente soy el único aquí. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo.
No voy a la iglesia, casi nunca rezo, realmente no estoy seguro de incluso
creer en Dios, pero aquí estoy porque aquí es donde todo el mundo dice que
están las respuestas.
Toco las llaves, convenciéndome de no hacerlo, listo para encender el motor,
salir y volver a ese bar, al asiento que había desocupado y ahogar las voces
en conflicto dentro de mí.

339

Pero agarro la puerta y salgo, la noche es fría, un granizo blando está
cayendo a la deriva en silencio a mi alrededor. No estoy haciendo esto por
Alex o incluso por Lili. Esto es por mí.
Lanzando la puerta ancha, entro.
El interior es enorme y ornamentado.
Candelabros de oro montan guardia a cada lado de la puerta. Una docena de
velas encendidas parpadean dentro de cada uno. Los bancos de madera
están vacíos, por el largo pasillo varias filas de velas se encienden, su luz
bailando misteriosamente a lo largo de gris piedra y manchando la ventana
de vidrio fresco.
Por un segundo, no creo que vaya a ser capaz de moverme. Mis pies se
sienten bloqueados en el lugar. Una sombra oscura se separa de la pared, los
ojos muy abiertos en sorpresa detrás de un grueso par de alambres
enmarcados en gafas me miran.
—¿Mi hijo? —dice, cerrando el libro en la mano con un chasquido agudo—.
¿Puedo ayudarlo?
Lamiendo mis labios, todavía no estoy seguro de que tendría que estar aquí.
¿Qué digo? ¿Por dónde empiezo?
Se desliza más cerca causando que su túnica negra ondule alrededor de sus
tobillos.
—¿Estás bien?
Debo parecer un loco, de pie con los brazos pegados a la puerta, las piernas
soportándome y tensas, listas para correr a la menor provocación.
¿Cómo luchas?
Alex siempre me dice, levántate y lucha. Enfrenta a los demonios. ¿Cómo lo
haces? No lo sé.

340

Acercándose con cautela, el hombre no se detiene hasta que está de pie a
centímetros de mí.
—Está bien —dice—, mi nombre es Padre Michaelson. ¿Cuál es tu nombre,
hijo?
Su voz es firme, tranquila y relajante. Como si estuviera acostumbrado a mi
clase, los bajos y rechazados, perdidos en la negatividad y la oscuridad, sin
saber cómo salir.
De alguna manera, encuentro mi voz.
—Ryan.
Su sonrisa es fuerte. Asintiendo, hace un gesto para que vaya.
—¿Te gustaría hablar?
No tan en pánico, me alejo lentamente de la puerta y sacudo la cabeza.
—No estoy seguro.
—¿Entonces por qué estás aquí? —Se arrodilla en un banco.
Mis palabras han vuelto al punto de partida. La rubia, se había ido, alejado y
nunca contestado… me acordé de que no quería ser ella nunca más. Quería
ser yo. Libre de grilletes.
Apretando mis dedos, me obligo a luchar. Porque algunas batallas no se
libran con los puños, algunas se pelean con solo ponerse de pie y
enfrentarse a ello, enfrentar la verdad, aprender que lo que otros te han
hecho, no tienen que hacerte quién tú eres. Solo tú puedes hacer eso, tú
tienes el poder de decir basta y alejarte, alejarte de verdad.
Pero comienza con el primer paso.
—Fui violado. Cuando tenía diez años. Por mi tío.
Nunca he dicho las palabras, nunca se lo dije a otra alma. El silencio es
pesado. Nada se mueve, ni yo, ni el sacerdote, porque las palabras todavía

341

están colgando allí, un feo parásito sucio esperando a saltar de nuevo hacia
mí.
—¿Quieres ir a confesionario, hijo?
—No soy un creyente, Padre. No voy a la iglesia, aún no estoy seguro de por
qué estoy aquí.
Se frota la barbilla entre sus dedos y se pone de pie.
—Pero ahora estás aquí. Así que vamos a hablar.
Lo sigo a un pequeño cubículo con una pesada cortina drapeada en frente a
esta. Hay dos cámaras, separadas por un panel espeso de madera. Abriendo
su lado, me mira.
—Allí dentro, solo habla. No tienes que mirarme y no tengo que mirarte. Este
es un lugar seguro, Ryan.
Asintiendo, voy y le digo todo, cada solitario detalle sangriento. Escucha, sin
emitir sonido, sin ofrecer condolencias sin sentido y es increíble porque me
doy cuenta de que todo había sido una mentira.
Las mentiras que me había dicho, que hablar no ayudaría, que revivirlo no
lo haría mejor, solo peor… pero lo hacía, porque la verdad me ha hecho libre.
Como si alguien hubiera acaparado la carga colgando alrededor de mi
cuello, la hubiera agarrado y tirado.
Estoy temblando en el momento en que termino.
Finalmente, habla.
—Lamentablemente, este crimen casi nunca es reportado, sobre todo por los
hombres. Lamento lo que has pasado, Ryan. Realmente lo hago y quiero
decirte algo que he querido decirle a todos y cada uno de los que han
pasado por esto. No fue tu culpa.
Dejo caer mi cabeza en mis manos.

342

—¿Tu novia? ¿Liliana era? —pregunta el sacerdote.
—Ex. Me dejó.
Inhala.
—Por lo que has dicho, es porque te negaste a compartir con ella lo que
hiciste conmigo. ¿La amas?
—Con todo lo que hay dentro de mí.
—¿Ella te ama?
No lo sé. Ya no.
—Durante un tiempo, pensé eso. Pero ya no estoy seguro de nada. La hice
pasar por el infierno. Probablemente, no quiere tener nada que ver conmigo
ahora.
—Sabes, incluso los sacerdotes saben qué es el amor. Como la Biblia dice en 1
Corintios 13:4, dice: “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es
envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es
egotista, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en
la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta”. ¿Entiendes lo que eso significa?
Todo mi cuerpo tiembla, quiero creerlo tan desesperadamente. Pero son solo
palabras de un libro.
—¿Usted cree eso? —pregunto en voz baja.
—Realmente lo creo. Si ella te ama, te escuchará y te aceptará, sin importar
nada.
Me quedo en la orilla de la cortina aleteando, contando mis respiraciones,
escuchando el golpeteo constante de mi corazón en mis oídos.
—Gracias —susurro y luego tiro de la cortina sobre mi cabeza hacia donde
debería haber estado todo el tiempo.

343

Capítulo 28
Liliana

L

lamo a Alex. Solo para descubrir que Ryan se ha ido por su cuenta. El
cansancio se filtra por mis poros. No hay más en mí, la preocupación
me consume y no puedo, simplemente ya no puedo hacer esto.

Tengo una madre que considerar, a Javi. Necesitan que sea fuerte. Así que
camino de regreso a mi casa, me siento frente al televisor y me prometo que
esta será la última noche que llore por él.
Estoy limpiando a Ryan de mi sistema como debería haberlo hecho hace
tres meses.
Así que me siento, lloro y observo propaganda tras propaganda, las risas
fingidas de los presentadores y los “oh” y “ah” de la audiencia resuenan en
mis oídos.
He tomado una decisión, le había dado a una opción y él había elegido. Yo
tenía que vivir con la decisión.
Y justo cuando estoy lista para volver a mi habitación y olvidarlo todo, las
luces de un auto destellan a través de las ventanas. Mi corazón capta el
momento en que veo el auto estacionándose en el bordillo.
Agarrando un suéter, lo lanzo sobre mi hombro. ¿Ryan se ha vuelto a hacer
daño? ¿En dónde lo había encontrado Alex esta vez? Sangrientas y violentas
imágenes se arremolinan en mi cabeza mientras abro la puerta de golpe,
nunca deteniéndome a considerar que si Ryan estuviera en el hospital, Alex
no habría conducido aquí, sino que habría llamado.
Cae aguanieve, volviendo la vereda resbaladiza. Estoy temblando para el
momento en que corro por el camino. Y luego me detengo de golpe en el

344

segundo que me doy cuenta que no es Alex quien está saliendo del auto, es
Ryan.
―¿Ryan? ―Mi voz sale como un susurrado lloriqueo―. ¿Ryan? ―Un sollozo
esta vez.
Está estacionado bajo una farola. Frías y punzantes virutas de hielo pinchan
mi rostro, pero no puedo enfocarme en nada más que el hombre de pie ahí,
con su corazón en sus ojos y las manos a sus costados.
Oscuro cabello rizado atraviesa su frente, ambos ojos están heridos, su
mandíbula es de un pálido amarillo, pero nunca se ha visto mejor para mí.
No estoy segura de cómo, pero debo haber estado caminando todo este
tiempo, porque lo siguiente que sé es que estoy frente a él y luego mi
memoria se pone borrosa. Todo lo que sé es que está en mis brazos y lo estoy
sosteniendo ―y, gracias, Jesús―, está envolviendo sus brazos alrededor de
mi cintura y apretujándome contra su pecho y huele tan bien. Tan limpio.
No huelo nada de alcohol.
Este no es el mismo hombre.
Lo siento en mi alma, es diferente y no sé qué está saliendo de mis labios,
porque es un horrible y feo sonido lleno de dolor, arrepentimiento y disculpa.
Lo estoy besando, no puedo dejar de tocarlo, preocupada de que sea solo un
espejismo o que de alguna manera me he quedado dormida y en realidad
estoy en mi cama y cuando despierte él se habrá ido de nuevo.
Me deja besarlo, me deja sostenerlo, pero no me toca aparte del abrazo y
cuando me doy cuenta que soy la única que está haciendo el toqueteo, me
aparto de sus brazos.
Jadeando por aire, sacudo la cabeza.
―Lo siento. Lo siento tanto. Por supuesto que tú no…

345

―Lili. ―Cierra los ojos por un segundo―, hay algo que tengo que decirte.
Algo que pediste saber antes.
Cubriéndome la boca con las manos, no sé qué hacer o decir.
―No tienes que hacerlo, Ryan. Si no estás listo, no tienes que hacerlo. Yo
solo…. Yo… ―Te amo.
¿Por qué es tan difícil decírselo? Después de todas la veces que lo he hecho
antes. Sacude la cabeza, enterrando sus dedos en su cabello.
―Detente, por favor. Si sigues hablando, perderé la cabeza.
Cierro los labios con fuerza, pero no puedo detener el acelerado latir de mi
corazón.
Tomando un profundo aliento, se inclina contra el capó del auto. Quiero
abrazarlo de nuevo, se ve tan asustado, como un niño perdido, pero sé que si
lo hago, se quedará callado y tan egoísta como es eso, tan horrible como me
hace ser, tengo que saber la verdad.
No me mira mientras habla con silencioso tono.
—Hoy hace dieciséis años, mis padres me dejaron en la casa de mi tía Jane y
tío John.
Puedo saborear la adrenalina en mi lengua y, mirando a mis pies, me doy
cuenta que nunca pensé en ponerme zapatos. Estoy descalza y de pie en la
vereda, pero no hay manera en el infierno de que me vaya a mover.
Sus ojos son distantes, mirando al pasado, reviviendo la experiencia y no
tengo esperanza de ayudarlo.
—El tío John era un tipo grande y siempre me cayó bien. Era mi entrenador
de ligas menores cuando era niño. Alex y yo… ―Sonríe―, nos odiábamos en
ese entonces. Siempre competíamos para ver quién sería el mejor. El tío John
siempre me apartaba a un lado y me decía secretamente que yo era su

346

favorito. En ese entonces, solía pensar que era porque él sabía lo distante
que era mi padre, pero ahora sé por qué.
Tragando con fuerza, parpadea.
—Solía decirme cosas, cosas que me ponían incómodo, pero era mi tío y yo
era joven, simplemente pensaba que todo lo que decía era mierda.
Se queda en silencio.
―¿Como qué? ―susurro.
Su voz es monótona cuando dice:
―Como que era más lindo que cualquier chica que alguna vez hubiera visto.
Que tenía un bonito cuerpo.
Me encojo, cubriéndome la boca. Se me revuelve el estómago, odiando tanto
a su tío en ese momento, queriendo encontrarlo y hacerle daño. Golpearlo
por atreverse a hacer lo que había hecho.
Suspirando, su sonrisa es tensa.
—Pero nunca hizo nada, no hasta esa noche, de cualquier forma. La tía Jane
estaba fuera de la ciudad, su hermana había muerto en un accidente de auto
la semana anterior. Él se había ofrecido a cuidarme para el día de San
Valentín, dijo que no tenía nada más que hacer. Mamá y papá aprovecharon
la oportunidad de liberarse de mí.
»No fue hasta que llegué ahí que me di cuenta que Alex tampoco estaba en
casa. Había enviado a Alex a la casa de su amigo para una pijamada. Al
principio, estuvo bien. Había alquilado algunas películas y dijo que había
ordenado pizza. Yo estaba bien, era mi tío. Quiero decir, lo que sea, ¿cierto?
―Sonríe.
Toco su mano, pero no creo que lo note, Ryan está completamente perdido
en su cabeza.

347

—Las películas eran gráficas. No era porno, pero casi. Mis padres nunca me
habían dejado ver películas así, recordaba verlas con los ojos abiertos. ―Se
ríe―. Ya era un chico cachondo, me gustaba mirar pechos y preguntarme
cómo lucían bajo las camisas. Esa noche lo pude ver todo. Fallé en darme
cuenta lo excitado que estaba mi tío. Seguía viéndolo agarrarse a sí mismo,
escuchándolo gruñir de vez en cuando. En ese punto, me estaba poniendo
incómodo y fingí estar cansando y listo para ir a dormir.
Quiero detenerlo.
Sé lo suficiente, puedo imaginar lo que viene después. Pero Ryan ya no me
está diciendo esto para mi beneficio, está purgándose, liberándolo y sé que
es mi turno de ser fuerte por él. Había prometido compartir la carga y lo
haré.
Resollando, me limpio la nariz con la manga.
—Cuando me levanté, me agarró. Me tocó. Me dijo que lo tocara. Le dije que
no. ―Su voz tiembla―. Pero era fuerte, deslizó sus manos por mis
pantalones y lo agarró. ―Dejando caer la cabeza en sus manos, su
mandíbula tiembla violentamente y veo el brillo de lágrimas reluciendo en
sus ojos.
―Ryan, no tienes que… ―Parpadeo para apartar las lágrimas.
―Tengo que hacerlo, Lili, porque me está matando. Porque te amo y te confío
esto. ―Sacudiendo la cabeza, sonríe sombríamente―. Me agarró y me puso
condenadamente duro, Lili. ―Su voz se rompe y se limpia una lágrima con
un nudillo.
»Estaba tan jodidamente avergonzado, pero no pude detenerlo. Y cuando me
vine, quise morirme. Luego encendió un cigarrillo y me preguntó si estuvo
bien.
Mi alma se está rompiendo; no puedo creer la pesadilla que él había vivido
por todos estos años. Toda la rabia, la brutalidad de su ataque a Olivio, todo
tenía mucho sentido y no quiero escuchar más.

348

Duele demasiado.
—Luego me dijo que era su turno. ―Las lágrimas caen calientes por su
rostro. Es la primera vez que lo he visto llorar―. Me hizo bajarme los
pantalones, me amenazó con decirle a mis padres si no lo hacía. No sabía
que él estaba lleno de mierda. Todo lo que sabía era que tenía mucho miedo.
No fue gentil. Sangré por dos jodidos días después de eso. Pero no había
terminado conmigo. Como cada asquerosa fantasía que había tenido, la
recreó conmigo esa noche.
Cubriéndome los ojos, trato de no imaginarlo, pero es imposible. Todo lo que
puedo ver es a un pequeño niño de diez años con grandes ojos azules,
mirando a su tío con una temerosa mirada en su rostro.
—Ondeando el cigarrillo bajo mi rostro, me dijo que lo chupara. Me dijo que
si lo mordía, me quemaría. No me importó, lo mordí. Y puso esa jodida cosa
en mi rostro. ―Se toca la pequeña cicatriz fruncida en su mejilla―. Fue
entonces cuando Alex entró. Decidió no quedarse a dormir, después de todo.
―Oh, Dios mío ―susurro―, ¿Alex vio eso?
Asiente.
―Vio la mayor parte. Dejó caer su mochila y corrió por la puerta. John lo
siguió, subiéndose los pantalones y gritándole a Alex que mejor regresara.
Yo solo rodé y me puse a llorar. John no regresó, pero Alex sí. Esa fue la
noche que decidió salvarme. ―Levanta las cejas, limpiándose las lágrimas
de los ojos.
―¿Él… alguna vez lastimó a Alex? ―dejo salir.
―Él dice que no. En retrospectiva, creo que tal vez no lo hizo. Pero quizás
quería y es por eso que me hizo lo que me hizo. Yo era el premio de
consolación.
―¿Y le dijiste a tus padres?
Cruza sus tobillos y estoy temblando violentamente ahora.

349

―Síp. Les mostré la quemadura, pero cuando trataron de llevarme al doctor,
me negué. Me dijeron que si realmente había sido violado, no me negaría.
John ya tenía una respuesta. Dijo que era un mentiroso y que la marca de
quemadura no era más que Alex y yo jugando con su paquete.
―¿Y se creyeron eso? ―No puedo evitar la incredulidad en mi voz.
―Querían creerlo, Lili. El año siguiente, cuando trataron de enviarme de
vuelta, fue el año que me puse como un loco. Volví su mundo de cabeza. Les
dije que si alguna vez me enviaban ahí, mataría a John y luego me
suicidaría. Empecé a usar negro, a golpear, a hacer su vida un infierno.
Sus ojos hombros tiemblan, sus fosas nasales se ensanchan.
—Así que ahí tienes, Lili. Ese soy yo.
Parándome frente a él, agarro su rostro. Él no me mira.
―Ryan. Mírame. ―No lo hace―. Mírame.
La rabia está ahí, pero también el dolor y es crudo, violento y consumidor.
—Te amo.
Se estremece, tratando de apartar su mandíbula, pero no lo dejo ir. Lo tengo
ahora y no se irá a ninguna parte.
—¿Me escuchas? Te amo. Lo hago. Con todo lo que hay dentro de mí.
Un sollozo audible estalla en su pecho mientras me arrastra hacia él,
empujándome apretadamente contra su cuerpo, aferrándose a la vida y me
uno a él.
—Siempre, Ryan. Siempre, por siempre y para siempre. No me importa eso.
De verdad. Eres bueno, decente, amable y tan hermoso que me rompe el
corazón.
―Lili. ―Me acaricia la espalda―. Pensé que si lo sabías, si sabías lo sucio
que estaba…

350

Pongo un dedo sobre sus labios.
―Nunca digas eso. No escogiste eso, no le pediste que te hiciera eso. Nada de
lo que pasó fue tu culpa. Ni un poco de ello. Él tiene problemas, no tú. Quiero
que vengas conmigo. ¿Vendrás conmigo?
Sus hombros están encorvados, su cabeza colgando pesada sobre su pecho,
pero agarra mi mano y se aferra.

***

Ryan
Ella me acuesta en su cama y mi cuerpo se sacude tan fuerte que hace que
mis dientes repiqueteen. No puedo creer lo que está pasando, que realmente
estemos aquí. Retomando donde habíamos dejando. Entonces me está
desvistiendo, subiéndose a mi cuerpo y quitándose la blusa.
La noche está tan callada y calmada, como un capullo a nuestro alrededor.
Líquidos ojos verdes miran profundamente a los míos.
―Gracias, Ryan, gracias por ser tan valiente.
No la toco, todavía no confío en mí para poner una mano sobre ella. Todavía
me pregunto si piensa que estoy sucio.
Pero Lili me está besando el pecho, posando su lengua en mi tetilla y
susurrando con cada cálida presión de sus labios lo mucho que me ama.
Agarrando mi mano, la presiona contra sus pechos.
—Tócame, Ryan. Lléname, hazme tuya, toda tuya.

351

―¿Por qué?
Sé que estoy siendo un maricón, pero tengo que saber por qué no está
enloqueciendo, por qué no le doy asco.
Mirándome a la cara, se mueve contra mi cadera, haciendo que se me
escape un gemido de los labios.
―No estás sucio, Ryan. Y no soy un ángel, solo soy una mujer que está
desesperadamente enamorada de ti y quiero que sepas que sin importar
qué, siempre estaré aquí.
Retorciéndome, la beso. Tomo sus labios entre los míos y gimo en su boca.
Sus dedos se aferran a la cinturilla de mis pantalones.
Deslizando la lengua por la línea, busco y recibo la entrada. Nuestras
lenguas entran en un duelo, envolviéndose la una en la otra como si
quisiéramos tragarnos.
Todas las semanas de estar separados, el constante arriba y abajo del año
pasado, se desvanece con cada caricia, cada suspiro.
Mis manos están por todo su cuerpo y las suyas sobre el mío. Tocándome
exactamente donde sabe que me gusta, haciéndome arquear cuando agarra
mi dura longitud.
—Quítate los pantalones y ven dentro de mí. ―Mordisquea mi mandíbula.
Hurgando, me las arreglo para quitármelos de un tirón.
―¿Todavía tienes los condones? ―susurro y ella asiente mientras se estira
hacia la mesita de noche, sacando uno de su cajón.
Luego, sentándose e inclinándose hacia atrás, abre el envoltorio y me mira
mientras lo desliza gentilmente. Estoy jadeando, respirando como si hubiera
corrido una maratón. Trepando a mis caderas, sonríe y echa la cabeza hacia
atrás, exponiendo la larga longitud de su cuello mientras se desliza abajo.
―Eres tan hermosa ―susurro, acariciando sus pechos.

352

Gruñendo, ella empieza a moverse y dejo de hablar.
La sigo, emparejando mi ritmo con el suyo, adentro y afuera, tomando lo que
me ofrece.
No sé si ella lo sabe, pero el amor de Lili me está sanando.
Nunca olvidaré lo que me pasó, eso no es posible, pero también sé que ya no
estoy solo. Cada suspiro, cada caricia, me está curando. Ha tomado las
piezas rotas y las ha pegado, no soy perfecto, todavía hay defectos, pero
estoy de pie de nuevo y eso es todo lo que importa.
Azotando su largo cabello sobre su hombro, me mira, negándose a dar
vuelta o cerrar los ojos.
Me está mostrando lo que ve cuando me observa.
Hay alegría y sé que soy quien la pone ahí.
Yo, el un poco viejo y roto yo.
Soy quien la hace retorcer, que su estómago hormiguee, quien hace que su
pulso se acelere y soy el nombre que sale de sus labios cuando finalmente se
viene.
Exhaustos, yacemos en una enredada pila. Y estoy sonriendo, realmente
sonriendo. Agarra mis muñecas y besa las cicatrices. Acribillando las
cicatrices rosadas con tantos besos que pierdo la cuenta, cada presión de sus
labios un susurro de que todo está bien. Todo estará bien. Que no estoy solo,
ya no.
La amo tanto y quizás no la merezco, pero nunca renunciaré a ella.
―Te amo. ―Beso su frente y la siento sonreír en mi pecho―. Cásate
conmigo.
Jadeando, se sienta.
―¿Qué?

353

Sacudiendo la cabeza, envuelvo la sábana alrededor de sus hombros, tirando
de ella de vuelta a mi regazo.
―Ya me cansé de buscar. No quiero a nadie más. Cásate conmigo.
Se muerde el labio.
―¿En serio?
―Lili, te dije todo esta noche y, por algún milagro, sigues aquí. Nunca
encontraré eso de nuevo. Lo sé. Nunca sentiré por nadie lo que siento por ti.
Sé que tienes veintidós y tal vez te sientas muy joven, pero esperaré y
cuando quiera que…
―¡Sí! ―Me besa, arrojando sus brazos alrededor de mis hombros―. Sí. Sí. Sí.
―Acribilla mis cejas, la cuesta de la nariz, mi mandíbula―. Sí.
Y me río. Viene de cada oscura esquina. Pero la oscuridad no es tan oscura
ya, porque ahora hay luz. Y es solo una pequeña llama, pero está aquí.
―Esperaba que dijeras eso.
Buscando mis pantalones, saco el anillo que nunca me dejó. Incluso cuando
estaba pretendiendo que no me importaba, que no la recordaba, nunca la
olvidé. Dormía con la maldita cosa.
Sacando la caja, lentamente abro la tapa.
Sus dedos tiemblan primero, luego sus hombros, luego su cuerpo entero
mientras se estira con un pequeño sollozo de felicidad.
―Es tan hermoso. Es perfecto. Tú eres perfecto. Te amo. Lo amo.
Deslizo el anillo en su dedo y esa noche cuando dormí, supe que estaba bien.
Incluso cuando los sueños regresaran, nunca estaría solo de nuevo.
Porque ahora la tengo a ella y a Javi, Mamá, Alex y Ade. Mi vida está
completa, me había parado y luchado justo como Alex me había dicho y al
final, gané.

354

Entonces, al final, ¿qué es un momento? ¿Una acción? ¿Un hecho? ¿O es
más? ¿Es un momento como una escuela de peces plateados? ¿La suma de
muchas partes singulares formando una unidad cohesiva? Tiendo a pensar
eso. Porque en el momento que conocí a Ryan, esa fue una de las partes
sumadas. Pero realmente inició antes de él. Cada lágrima que derramé…
cada dolor que sentí, me condujo directo a él. El diagnóstico de Mamá,
quedar embarazada a los catorce, que mi padre nos abandonara, escoger no
salir con nadie en siete años, cada acción seguía empujándome más y más
cerca de Ryan. La vida nunca va a ser un viaje tranquilo, pero he aprendido
a seguir con los golpes. Los sueños todavía vienen, pero su doctor me
asegura que estoy haciendo todo bien y eventualmente sanará como
cualquier herida. Ryan y yo estamos preparándonos para celebrar nuestro
quinto aniversario. A veces apenas lo puedo creer. Lo amo tanto y quiero que
siempre sepa eso. Sin importar quién cree que es, sé quién es él realmente.
Un hermoso y maravilloso hombre que ha vivido un infierno y se ha vuelto
más fuerte al final. ¿Cambiaría algo? No. Porque al final conseguí todo lo
que alguna vez pude esperar. Javi se hace más valiente cada día, ¡y habla! Le
tomó un tiempo; su profesor dice que las palabras siempre estuvieron en él,
solo que necesitaba una razón para decirlas. Mamá se fue hace tiempo, Dios
dejó descansar su alma, pero su legado de amor vive dentro de mí. De hecho,
no se lo he dicho a Ryan todavía, pero descubrí algo maravilloso hoy. Estoy
embarazada. Mi mano tiembla mientras escribo esto. Estoy creando una
personita dentro de mí, alguien que espero que luzca como él. Con grandes
ojos azules y largo cabello rizado. Si es una niña, la llamaremos como mi
madre… Augustina Rose Cosgrove. August, como diminutivo. Encaja, ya que
es el mes en que nacerá. Mientras miro a las veces que pasé con él,
amándolo, aprendiendo de él, agradezco los momentos. Porque al final, son
los momentos los que hacen que la vida valga la pena vivirla.
Liliana Cosgrove

355

RIGHT NOW
ALGUNAS VECES EN LA VIDA…
Las cosas se suponían que mejoraran cuando Ryan
encontró a Lili. Se suponía que seguiría adelante,
conseguiría una vida… pero estoy atascado y
perdido. Las cosas con mi padre no están bien. Hay
demonios en nuestro armario, grandes. Algunos por
los que quiero matarlo, estoy viendo a un psiquiatra,
estoy tratando de mejorar… pero mi vida se siente
fuera de control, como si estuviera a la deriva. No sé
adónde mirar, cómo estar anclado de nuevo y
entonces conozco a Zoe Stone. Algo acerca de ella
me hace salir de mi rutina, me hace reír de verdad,
sonreír y por primera vez en años quiero ser más.
¿Pero qué pensará cuando descubra quién soy realmente?

TODO LO QUE TENEMOS…
Cuando Alexander Donovan, también conocido como el Adonis Dorado,
entra en mi salón de tatuajes, sé que haré cualquier cosa por hacer mío a
ese hombre. Hay una conexión inmediata, una necesidad de saber más
sobre él. Todo sobre él. Pero también hay un misterio que rodea al chico,
cuando la gente lo mira solamente ven al hombre que ríe, que cuenta chistes
y hace que el mundo piense que todo está bien, pero veo la verdad… veo la
oscuridad que se esconde tan profundo que pocos reconocerían. Quiero
ayudarlo, quiero estar con él, ahora solo tengo que hacer que confíe lo
suficientemente en mí para dejarme entrar.
ES AHORA.

Moments #2

356

Te esperamos con muchas más
Lecturas en:

357

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