San JUAN

Published on October 2017 | Categories: Documents | Downloads: 89 | Comments: 0 | Views: 630
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SAN JUAN BAUTISTA
“Soy JUAN, me dicen el bautista. Aunque a mí me gusta más decir que soy la voz que
clama en el desierto gritando: preparen el camino del Señor. Mis padres fueron Isabel y
Zacarías. Mi mamá fue prima de María la madre de Jesús.
“Soy el último de los profetas y tenía la firme certeza de que el reino de Dios ya estaba
muy cerca, era urgente prepara el camino, iluminar los senderos, rellenar las
quebradas, enderezar lo torcido, cambiar de vida.
Siempre me gustó decir la verdad por encima de todo, pero a ratos, cuando hablaba
sentía que no era yo, sino una fuerza extraña que me poseía, un fuego que me
quemaba el alma… Ahora sé que era el espíritu del Señor que me llevó al desierto, que
me hizo profeta y que me empujó a recorrer toda la región del río Jordán predicando la
conversión para obtener el perdón de los pecados.
Me causaba un gran dolor ver tantas injusticias e hipocresías, especialmente en
dirigentes del pueblo. La gente me escuchaba con atención, venían a mí de todas
partes para que las bautizara. Yo les hablaba con fuerza. En una ocasión les dije: *Raza
de víboras, produzcan los frutos de una sincera conversión*.
Muchos me preguntaron: ¿Qué tenemos que hacer? La respuesta que les di fue una
clara y precisa: “El que tenga dos vestidos que de uno al que no tiene y el que tenga
que comer que comparta con el que pasa hambre”. Algunos cobradores de impuestos
vinieron para que los bautizara y me preguntaron: Y nosotros ¿Qué tenemos que hacer?
Yo les respondí que no cobraran más de lo establecido, que no fueran injustos.
También se acercaron algunos soldados; a ellos les dije que no abusaran de la gente,
que no hicieran denuncias falsas, que no fueran colmeros y que se contentaran con su
sueldo.
Algunos se confundían pensando si no sería yo el mesías tan anhelado. Yo no podía
permitir que eso sucediera, por eso les declaré: “Yo los bautizo con agua, pero está por
legar uno más poderoso que yo, y yo no soy digno de desatar las correas de sus
sandalias.
Él los bautizará con el espíritu Santo y con fuego”. Y así con otras muchas palabras le
anunciaba la Buena Nueva al pueblo.
Un día apareció Jesús a las orillas del río, lo reconocí inmediatamente, venía en medio
de la multitud, confundido con los pecadores. Se acercó a mí y me miró con mucha
ternura. Me pidió que lo bautizara. Me negué a hacerlo, pero él me ordenó: ¡Hazlo! Y en
ese momento tuve la experiencia más bella de toda mi vida. Los cielos se abrieron y se
escuchó una voz que dijo: +Este es mi hijo amado, mi predilecto, escúchenlo* Desde
entonces lo más impresionante para mí era que Jesús creciera, y que disminuyera yo.
Un día reproché al rey Herodes que no estaba bien que conviviera con Herodías, la
esposa de su hermano. Él se molestó y me hizo encarcelar. Y desde entonces los dos
buscaban un motivo para hacerme desaparecer.
Y así en el cumpleaños del rey, Salomé, la hija de Herodías bailó para él y le gustó
tanto el baile que le prometió darle lo que ella pidiera cualquier cosa… Ella aconsejada
por su madre, pidió mi cabeza… Una noche escuché pasos por los túneles del calabozo,
ruido de llaves y puertas que se abrían.

Al verlo supe de lo que se trataba; era el verdugo que venía a matarme. Mientras ponía
el cuello para ser degollado alcancé a percibir una voz que me llamaba amigo.

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